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Políticas públicas

La mayoría de los órganos que se les ofrecen a los estados brasileños para su trasplante no se aprovechan

Según un estudio del Ministerio de Salud, entre 2014 y 2021 se rechazó el 63 % de las 22.824 ofertas de la Central Nacional de Trasplantes

Odair Leal / SesacreTrasplante de hígado en un hospital de Rio Branco, estado de Acre: el órgano había sido traído desde Campo Grande, en Mato Grosso do SulOdair Leal / Sesacre

Los órganos ofrecidos para trasplante en Brasil entre 2014 y 2021 en su mayoría no fueron utilizados, según una investigación realizada por técnicos del Ministerio de Salud (MS) nacional e investigadores de la Fundación de Enseñanza e Investigación en Ciencias de la Salud (Fepecs) de Brasilia, con base en datos del Centro Nacional de Trasplantes (CNT) sobre la oferta de órganos sólidos – corazón, pulmón, hígado, riñón y páncreas – a los estados y los motivos de los rechazos. De las 22.824 ofertas realizadas por el CNT en el periodo, 14.341 (el 63 %) fueron rechazadas por los equipos que realizaban estas cirugías. Los resultados se publicaron en abril en un artículo en formato preprint, es decir que aún no ha sido revisado por investigadores independientes.

Más de la mitad de las negativas (el 59 %) se debieron a las condiciones clínicas de los donantes, ya fuera porque eran ancianos, presentaban comorbilidades o algún tipo de infección, entre otros problemas de salud. En el 9 % de los casos, el órgano presentaba lesiones o alteraciones morfológicas que impedían su utilización. Las negativas asociadas a problemas logísticos, al contrario de lo que podría suponerse, ya que suele señalárselas como uno de los principales obstáculos para los trasplantes que requieren el transporte de órganos entre distintas localidades, tan solo representaron un 6 %.

Una porción significativa de los rechazos (el 21 %) se debió a motivos no especificados, “que se analizarán en forma más detallada”, dice la enfermera Patrícia Freire dos Santos, técnica del Ministerio de Salud y autora principal del estudio, en el cual no se analizó la oferta de órganos realizada por los centros estaduales de trasplantes ni sus desenlaces. Los datos preliminares sugieren que se trata de problemas derivados de las desigualdades en la distribución de los servicios especializados en este tipo de procedimientos en el país. “Algunos estados simplemente no tienen centros de trasplantes”, subraya Freire, excoordinadora del CNT.

Ella cita como ejemplo el estado de Amazonas, que no hace trasplantes de corazón y, por ende, no cuenta con una lista de espera propia para este órgano. “Los pacientes de Amazonas con diagnóstico de insuficiencia cardíaca terminal son inscritos en las listas de espera de los estados que realizan este procedimiento”, explica.

En la actualidad, los trasplantes de órganos en Brasil se realizan a partir de una lista de espera única, organizada con base en listas estaduales, macrorregionales y nacional, además de otros mecanismos institucionales. Según la Resolución nº 2.600 de octubre de 2009, todo hospital con Unidad de Terapia Intensiva (UTI) que sea una referencia en urgencias y emergencias o que ya realice algún tipo de trasplante debe contar con un comité para la identificación de posibles donantes.

Siempre que se identifica un nuevo órgano, la búsqueda de un receptor compatible se realiza, en primer lugar, en la lista de su estado de origen, es decir, un riñón de un donante de São Paulo se ofrecerá primero a los pacientes de este estado. Las listas regionales son organizadas por los Centros Estaduales de Trasplantes, que no siempre encuentran un receptor compatible. En algunos casos, los propios centros rechazan el órgano por considerarlo inadecuado o por otros motivos, como la falta de personal para recuperarlo o de quirófano disponible, por ejemplo. En este caso, se lo envía al CNT, que lo ofrecerá a otros estados, según una lista de espera nacional. “Los criterios que utilizan los equipos locales pueden variar”, explica el médico Bernardo Sabat, coordinador del Equipo de Captación de Órganos Abdominales de Pernambuco, quien no participó en la investigación. “Algunos aceptan determinados órganos de personas mayores, por ejemplo. Otros son más estrictos en este sentido”.

Todo corazón identificado para trasplante en Amazonas, por ejemplo, pasa directamente a la lista nacional y luego se ofrece a otros estados. “Sucede que el tiempo de isquemia del corazón [el período en el que el órgano puede permanecer sin irrigación sanguínea y mantener sus actividades fuera del cuerpo humano] es solamente de cuatro horas, lo que impide su transporte a regiones alejadas”, dice Freire. Es cierto que podría ofrecerse a estados vecinos como Acre, Rondônia y Roraima, pero estos tampoco realizan el trasplante de este órgano. A su vez, los equipos de los estados que realizan este tipo de procedimiento, concentrados en su mayoría en el sur y el sudeste del país, optan por rechazar el órgano porque saben que no llegará en buenas condiciones. “Esto significa que los corazones de Amazonas son muy poco aprovechados en el país”.

El problema se extiende a otros órganos, como los pulmones, que actualmente solo se trasplantan en los estados de São Paulo, Río de Janeiro, Paraná, Río Grande do Sul y Ceará. Con un tiempo de isquemia de cuatro a seis horas, estos órganos suelen rechazarse cuando proceden de regiones más lejanas. No es casualidad que el corazón y los pulmones estén entre los órganos sólidos con mayor índice de negativas.

Alexandre Affonso / Revista Pesquisa FAPESP

Los estados pueden utilizar aeronaves de la Fuerza Aérea Brasileña (FAB), de compañías nacionales y de las fuerzas de seguridad de los estados para transportar los órganos. “Aunque consiguiéramos reducir el tiempo de desplazamiento, lo ideal sería que se utilizaran en sus propios estados de origen”, comenta Freire. Para que esto ocurra, sería necesario reforzar la capacidad de los estados para realizar trasplantes, lo que redundaría en un mayor aprovechamiento de los órganos ofrecidos y en una reducción de la lista de espera nacional.

Incluso es posible que no se utilicen los órganos aceptados inicialmente. En el artículo publicado en abril como preprint, Freire y su equipo informaron que de los 8.483 (el 37 %) órganos aceptados para trasplantes, realmente fueron trasplantados 6.433 (el 76 %). Los otros 2.050 (el 24 %), a pesar de su aceptación inicial, finalmente no se utilizaron. “Es posible que los equipos identifiquen anomalías en el órgano del donante fallecido durante la cirugía de extracción”, explica Bernardo Sabat. “En este caso, se los descarta”. Según Freire, también hay situaciones en las que el órgano queda comprometido debido a las malas condiciones de conservación.

Los órganos descartados se envían al laboratorio para su examen anatomopatológico, donde se los procesa y se los analiza. Los resultados se presentan en un informe. “Este documento garantiza que el órgano desechado no ha sido trasplantado a alguien fuera de la lista de espera”, explica Sabat. “También es una forma de evitar que sea desviado y comercializado”.

A pesar de los obstáculos, el estudio coordinado por Freire indica que la oferta de órganos sólidos para distribución entre los estados ha ido creciendo. En 2021 fueron 3.375, un incremento de aproximadamente un 56 % en comparación con 2014. Estas cifras, sin embargo, están lejos de poder satisfacer la demanda. Según datos del Ministerio de Salud, a finales de 2022, la lista de espera nacional de órganos sólidos sumaba 34.830 personas inscritas. Ese mismo año, se realizaron solamente 7.473 trasplantes, lo que pone de manifiesto la desproporción entre la demanda y la oferta.

Si se toman en cuenta las listas de los estados, la cifra de personas en lista de espera asciende a 52.989, la más alta desde 1998, según los datos más recientes de la Asociación Brasileña de Trasplantes de Órganos (ABTO). “Los programas han tenido que reubicar a los profesionales de la salud para atender a los pacientes con covid-19, lo que ha provocado un descenso de la cantidad de trasplantes en el país”, subraya el médico Gustavo Fernandes Ferreira, presidente de la ABTO. En 2019, se realizaron 6.302 trasplantes de órganos en Brasil, según datos del último Registro Brasileño de Trasplantes, publicado por la ABTO y que contabiliza los órganos ofrecidos por los centros de los estados. En 2020, con el inicio de la pandemia, esta cifra cayó a 4.826 y, en 2021, a 4.777. La cantidad volvió a subir en 2022. “Hemos tenido que reestructurar toda la capacidad de donación y trasplante de órganos del país”, comenta.

Por otra parte, el número de familias que no autorizan la donación de órganos y tejidos de familiares diagnosticados con muerte cerebral, que venía disminuyendo desde 2015, ha vuelto a aumentar a partir de 2021, alcanzando el 46 % en 2022, el porcentaje más alto de los últimos ocho años.

En general, Brasil es un referente en donación y trasplantes de órganos garantizados en su totalidad y de forma gratuita por el Sistema Único de Salud (SUS), responsable de financiar y realizar más del 88 % de los trasplantes en el país. Unas 12.000 cirugías de este tipo se realizaron en el ámbito del SUS entre enero y noviembre de 2021. En 2020 fueron cerca de 13.000 procedimientos. En cifras absolutas, Brasil es el segundo ejecutor de trasplantes del mundo, tan solo por detrás de Estados Unidos.

Aún queda mucho por hacerse. El acceso de la población está lejos de ser equitativo y faltan mecanismos eficientes capaces de reducir las dificultades de acceso a este tratamiento, que afectan principalmente a la población que vive en regiones alejadas de los centros de trasplantes. Las estrategias de capacitación también han resultado insuficientes para subsanar las deficiencias existentes, como las bajas tasas de notificación de muerte cerebral. “Se hace necesaria una mayor concientización de la profesión médica en cuanto a la atención al diagnóstico de muerte cerebral”, enfatiza el médico Paulo Manuel Pêgo-Fernandes, del Hospital de Clínicas de la Facultad de Medicina de la Universidad de São Paulo (FM-USP).

En Brasil, la donación de órganos solo puede concretarse con individuos con diagnóstico de muerte cerebral certificada por un experto y confirmada seis horas después mediante un examen clínico y por imágenes. “Se hace así para blindar el sistema y que no haya cuestionamientos en cuanto a su confiabilidad y a la irreversibilidad del diagnóstico de defunción”, explica. “Es un sistema conservador que, al cabo, resulta excesivo, coartando las posibilidades de trasplantes, toda vez que muchos médicos olvidan o directamente no realizan este tipo de diagnóstico porque están trabajando en hospitales sobresaturados”.

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