En un momento en que todos los modernos estaban con la mira puesta en el Brasil del futuro, él se atrevió a poner en escena el pasado para pensar el presente del país. “Todo lo mejor y lo peor del Brasil de hoy nació en el Brasil de ayer”, escribió el dramaturgo paulista Jorge Andrade. La historia terminó dándole la razón: no se podía construir una nación nueva sin tener en cuenta que el Brasil urbano convive todavía con su media naranja rural. Cuando le preguntaban sobre su fuente de inspiración respecto a obras tales como Os ossos do barão, A moratória o A escada, el escritor siquiera titubeaba: “Busqué en la historia”. Era un buen manantial.
La prueba de ello puede encontrarse en la tesis doctoral intitulada Del pasado al presente: historia, textos y escenas en el teatro de Jorge Andrade, de Luiz Humberto Martins Arantes, que contó con el apoyo de la FAPESP. “En sus testimonios, el dramaturgo decía que -el pasado es un monstruo que nos persigue-. Precisamente el malestar con este pasado engendró la escritura de sus piezas y, al encontrarse con ese tiempo lejano, en el cual está una colectividad que también vivió esa temporalidad, Jorge Andrade realiza un ejercicio para referenciar la identidad del sujeto, ahora en medio de la gran metrópolis”, explica el investigador. En el caso de Andrade, era así la memoria la materia constitutiva de los sueños. Y muchas veces de sueños deshechos.
En efecto: buena parte de su obra, escrita entre los años 1950 y 1960 y reunida en Marta, a árvore e o relógio, aborda precisamente la transición que la familia paulista hizo de lo rural a lo urbano, mostrando los impactos de ese cambio durante las décadas de 1950 y 1960, cuando la familia ya estaba ambientada al medio urbano. “Lo instigador de los personajes de Andrade se aloja en la sensación de inadaptación y de incordio de la vida en la ciudad, tal como puede verse en A moratória y enA escada“, explica el investigador.
Basado en memorias personales (recuerdos de la ruina de su abuelo y de su infancia, vivida en el campo de la familia), Jorge Andrade hace una catarsis sobre esa elite que perdió sus raíces rurales, y con ellas la referencia para continuar viviendo en un triste mundo nuevo. “Lo que se destaca es la melancolía ante las innumerables pérdidas provocadas por los cambios históricos”, acota Arantes.
El teatro no es un escenario político
En un notable trabajo de carpintería teatral, el dramaturgo logró reunir en sus obras recuerdos personales retrabajados como colectivos e historia, para intentar componer un retrato del hombre y de la sociedad brasileña. “En la palabra, el escritor marca su encuentro con la “verdad”: aborda su teatro como una ceremonia fúnebre, pero al mismo tiempo como una liberación de los muertos y una partida hacia la vida en busca de sí mismo y de la brasileñidad”, señala el investigador. Y hacía eso siempre recordando a todos que su “teatro no era un escenario político”.
“Esto lo distanciaba de algunos sectores de izquierda, que creían ser ‘las vanguardias revolucionarias'”, dice Arantes. En la contramano del teatro de transformación social de un Vianinha, por ejemplo, el dramaturgo prefería exhibir en el escenario las heridas humanizadas de la historia brasileña reciente brasileña y de la degradada familia paulista post 1930, que incluía a la suya, por cierto. “Pienso que me he pasado la vida intentando enterrar a mis muertos (¡que son tantos!), sin lograrlo”, confesó.
Ese pasado, “un monstruo que nos persigue” (según su definición), permitía que pudiera fomentar el reencuentro del individuo con el tiempo y el espacio. Con su talento sabía como elegir, al rememorar el momento pasado, momentos de su vivencia individual que tuvieran algún sentido para otros, para la colectividad, dejándolos presentes para cualquier platea de cualquier tiempo. No sin razón, Antunes Filho se interesó en el montaje de Vereda da salvação tanto en 1964 (cuando fue prohibida luego de algunas sesiones) como en 1997.
La pieza conlleva un cambio de foco temático con relación a las anteriores, y evoca no ya la decadencia de las elites rurales, sino a los trabajadores rurales, agregados que viven en una hacienda y se ven involucrados en un movimiento de mesianismo religioso. De cualquier manera, aunque el enfoque es diferenciado, está presente, como en toda su dramaturgia, la cuestión central de la libertad.
“Fue un hombre de su tempo. En un primer momento usaba personajes metalingüísticos que argumentaban a favor de la libertad de creación, para luego enfrentarse a los dogmas de la izquierda ortodoxa, que entendía que el teatro debía ser un mero instrumento de conscientización para la futura revolución. Y por último, se plantó contra los obstáculos puestos por la censura instituida por la dictadura militar. La dimensión política de su obra pasa por la valoración de la memoria, por la necesidad de lo colectivo”, analiza el investigador.
“En tiempos de globalización, Jorge Andrade llama la atención sobre la necesidad de pensar y valorar lo local, lo que hoy en día puede parecer medio conservador ante la crisis de la nacionalidad”, sustenta Arantes. Para el dramaturgo, el texto y el escenario son formas de aclarar un pasado poco valorado y fundamental para obrar en el presente. “El artista únicamente tiene validez cuando se ubica dentro de un proceso histórico que se desarrolla en el camino hacia la liberación del hombre”, advertía Jorge Andrade.
La modernización conservadora
Esta valoración de los dolores del pasado tenía bases históricas muy claras, en especial en el diálogo del escritor con Sérgio Buarque de Holanda, Caio Prado Júnior y Gilberto Freyre. “Ante la constatación de que la “pasadidad” convive con el presente histórico, hay tanto en Prado Júnior como en Andrade una certeza de que la modernización brasileña es conservadora y que no ocurrió ni ocurrirá a través de momentos de saltos y rupturas”, evalúa Arantes. Con un detalle: más que una mera mirada hacia atrás, el dramaturgo se interesa en la noción de tránsito, de permanencia de las relaciones sociales de un Brasil esclavista que persiste todavía en las relaciones del presente, y cómo la ruralidad resiste aún en un país que, en los años 1950 y 1960, se esfuerza por urbanizarse e industrializarse.
En el eje de tal descompás, la fuente primordial de la materia prima para su ciclo de la historia paulista está la temática de la familia brasileña. “El tema de la familia aporta las tensiones presentes en la historiografía. Supo tematizar la decadencia, la movilidad de las familias de São Paulo y la pérdida de status. Al mostrar una representación de individuo, recupera el grupo y se inserta en el proyecto de construcción de la brasileñidad. En Jorge Andrade, la “família brasileña” entra en conflicto con la creciente aceleración del mundo urbano y con la producción de la vida siendo manejada por máquinas, y por un proyecto industrializador victorioso luego de los años 1930″, explica. Esto permea A escada, una pieza en la que una pareja de ancianos de la antigua elite [“quatrocentões”], ahora sin riquezas, se ve obligado a vivir, cada mes en la casa de uno de los hijos, siempre con la matriarca quejándose de que “el mundo que se ha cubierto de vulgaridad”.
De manera matizada, la idea se renueva en Os ossos do barão, donde se entrelazan los intereses de las elites quebradas, que quieren dinero para volver a vivir bien, y los de las nuevas clases ascendientes: los inmigrantes italianos, que anhelan reunir su presente adinerado con la tradición de la antigua elite a quienes sirvieron en el pasado. Así es el personaje de Egisto, que quiere que su prole se case con la del barón de Jaraguá. Al final de la obra, el inmigrante “carcamano” [denominación dada a los italianos] muestra al “bambino” resultante del casamiento entre las clases sociales, y lo presenta al retrato del barón como fruto del futuro, de la unión de las tradiciones, las antiguas y las nuevas.
“Si el hombre nuevo de las “utopias revolucionarias” es decidido y está listo para alzarse en armas si fuera necesario, el de Jorge Andrade titubea entre el pasado y el presente, al dudar de la tradición y no vislumbrar que lo nuevo se aproxima, dejando florecer toda su humanidad, lo que lo lleva a pensar y sopesar las pérdidas de sus decisiones”, observa Arantes. El recuerdo se transforma en misión. “En tal sentido, liberar significa comprender las dinámicas de la historia, una de las misiones del teatro de aquel período”. El investigador hace hincapié que debe engañarse quien ve en Andrade tan solo una mirada hacia atrás, melancólica como la de sus personajes, en busca de un tiempo que ya no vuelve. “Mirar hacia el pasado no significó una falta de comprensión o de intervención en el presente.”
Nuevamente, el gran ejemplo es Vereda da salvação. “Si en el país el debate se daba en torno a las ligas campesinas y la reforma agraria, Jorge Andrade había terminado de escribir en 1963 Vereda, donde tematizaba una comunidad de trabajadores tomados por el fanatismo religioso. Esta situación desagradó tanto a la derecha como a la izquierda, principalmente a la izquierda del Partido Comunista Brasileño, que entendía que el hombre rural era el agente de la transformación social”, recuerda Arantes. Pero el hombre rural de Andrade tenía una historia de vida y, de este modo, el elemento religioso tenía una gran fuerza de acción. Hoy en día es fácil ver quien estaba en lo cierto. “Pero en aquella época, el dramaturgo parecía anunciar que el reemplazo de un dogma por otro no era fácil. Por el hecho de tacharlo de conservador depende de la perspectiva con que se mire, y también de qué se considere como progresista en ese contexto histórico e ideológico específico.”
Nacido en 1922 (y muerto en 1984), modernista sui generis, al escudriñar la historia brasileña Andrade quiso (dialogando con los tres ciclos históricos: el de la minería, el de la caficultura y el de la industrialización) brindar una respuesta a la incertidumbre ante el futuro vivida en su tempo, que aún permanece sobrevolando en los aires actuales. “Para él somos un país que arrastra un pasado rural y difícilmente nos libremos de éste, pues los tiempos continuarán conviviendo en ese Brasil, que rápidamente se urbaniza y se industrializa.”
Pero el teatro es escena, no solamente lectura. Aquéllos a los que les interese presenciar el drama brasileño en la escritura de Andrade pueden ver Vereda da salvação en el Teatro Kaus Cia. Experimental, con dirección de Reginaldo Nascimento, en cartelera en el Espaço Galpão 5, São Paulo (55 11 3159-1822), durante el mes de agosto. Si bien el dramaturgo buscaba sus temas en la historia, su dramaturgia no se convirtió en historia. Sigue viva, al igual que los dilemas del Brasil que Andrade quiso entender.
El Proyecto
Del pasado al presente: historia, textos y escenas en el teatro de Jorge Andrade
Modalidad
Beca de Doctorado
Directora de tesis
Marcia Barbosa Mansor D’Aléssio – Ciencias Humanas y Sociales/ PUC-São Paulo
Becario
Luiz Humberto Martins Arantes – Ciencias Humanas y Sociales/ PUC-São Paulo