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La revolución posible

La prioridad es construir conocimiento

Los Informes de Desarrollo Humano (de 1998 y 1999), divulgados por la Organización de las Naciones Unidas, apuntan una de las características del desarrollo internacional que, desde hace más de 50 años, suscita graves preocupaciones: los países industrializados, que concentran tan solo el 19% de la población del planeta, poseen el 86% del producto y el consumo mundiales; un 82% de la exportación de bienes y servicios; un 71% del comercio; un 68% de las inversiones extranjeras directas; un 74% de las líneas telefónicas; un 58% de la producción de energía y un 93% de los usuarios de Internet. Mientras tanto, del otro lado, el del 20% formado por las poblaciones más pobres, en el cual nos encontramos, está apenas el 1% del producto mundial; el 1% de las exportaciones; el 1% de las inversiones directas y el 1,5% de las líneas telefónicas.

Esa concentración cruel se repite en el ámbito nacional. En Brasil, el 50% más pobre de la población, que tenía el 18% del ingreso nacional en 1960, se quedó en 1995 con tan solo el 11,6%, mientras que el 10% más rico pasó del 54% al 63% en la apropiación del ingreso en igual período. En los últimos 30 años, la concentración de renta no paró de crecer. Y este fenómeno se repite en los desequilibrios interregionales, igualmente dramáticos. Estas disparidades se manifiestan, del lado real de la vida de los grupos sociales, como desigualdades en la esperanza de vida al nacer, en el acceso precario a la educación, a la salud, a la habitación, al saneamiento y a la limpieza urbana. Y en los últimos tiempos, también en la precariedad radical del acceso a la seguridad pública y al empleo.

La distribución de la riqueza entre las naciones está fuertemente correlacionada con el dominio de la tecnología. En 1993, diez países respondían por el 84% de los gastos en investigación y desarrollo, y controlaban el 95% de las patentes registradas en Estados Unidos en las últimas dos décadas, así como también el 80% de las patentes concedidas en los países en desarrollo. Esa realidad -la de la exclusión tecnológica- preocupa mucho a la ONU. El Informe para el Desarrollo Humano afirma que “la privatización y la concentración de tecnología están yendo demasiado lejos. Las corporaciones definen la agenda de investigación y controlan sus resultados. Los países pobres corren el riesgo de quedarse al margen de ese régimen que controla el conocimiento en el mundo. Los derechos de propiedad más restringidos impiden el acceso por parte de los países más pobres a los sectores dinámicos del conocimiento”. Todo eso en una época proclamada como la de lasociedad del conocimiento .

La gobernabilidad de las naciones -es decir, el cuadro de reglas, instituciones y prácticas establecidas para el comportamiento de los individuos, las organizaciones y las empresas- está en riesgo, junto obviamente a la seguridad de los países y las sociedades nacionales. Sin ese cuadro jurídico-institucional fortalecido, como advierte el referido Informe, “los conflictos globales serán una realidad en el siglo XXI: guerras comerciales para promover intereses nacionales y corporativos, volatilidad financiera detonando conflictos y crimen global inviabilizando la política, los negocios y la seguridad”.

En ese contexto, el Estado no puede resignarse a la condición de instancia reguladora de las relaciones sociales, ni tampoco a la de mitigador de las desigualdades sociales y protector de los segmentos sociales más desfavorecidos en medio a esa estructura de reparto salvaje. La economía es cada vez en mayor medida más la economía de la información -ya que la información estructurada, la “industria de convergencia”, es el hilo conductor de todo el sistema productivo. La construcción del conocimiento, a lo largo de toda la “cadena productiva” específica, ha de ser por lo tanto una prioridad nacional permanente. Es de fundamental importancia dotar al sistema educativo de una capacidad efectiva para la calificación de la fuerza de trabajo en el país. Y más aún: sin la implantación de un sistema de C&T efectivamente innovador -y no solamente adaptador de novedades-, Brasil no conquistará un sitial efectivo en el mercado globalizado, y puede incluso perder el control de su propio mercado nacional, dejando también escapar del horizonte visible la perspectiva de superación de la dependencia de capital, del cual la tecnología es la expresión más refinada.

El dominio de la tecnología únicamente puede darse mediante la existencia en el país de un cuerpo de técnicos y científicos capacitados para la creación o la asimilación de sus principios. La formación de recursos humanos y la capacidad para identificar oportunidades estratégicas es condiciónsine qua non para ese dominio. La preparación en C&T comienza con la búsqueda -ya en la enseñanza básica-, de jóvenes con talento para la carrera, y se prolonga con la iniciación científica en las carreras de grado y posgrado.

El nivel de un país es en ese campo, y por lo general, medido con base en indicadores que incluyen el número de doctores formados anualmente y la presencia de la ciencia nacional en la bibliografía internacional. Nuestra presencia en esa bibliografía se tornó significativa a partir de 1970, con la creación de las carreras de posgrado: de los 377.381 trabajos publicados aquel año en todo el mundo, 64 eran de brasileños (un 0,017% del total indexado por elInstitute for Scientific Information – ISI). En 2000, de los 839.281 trabajos indexados por el ISI, 9.511 (el 1,13%) eran de investigadores brasileños. Así y todo, la producción científica brasileña es baja aún: 53,3 artículos por cada millón de habitantes en 1999, apenas un 44% del promedio mundial, o un 6% del promedio americano.

De todas maneras, el crecimiento de la productividad científica brasileña es acorde con el número de profesionales egresados de las carreras de posgrado y que ingresaron al sistema de C&T: en 1991 se recibieron 1.750 doctores; en 2000 ese número trepó a 5.344, es decir, un incremento del 305%. Pero todavía es poco. En 1992, cuando en el país egresaron alrededor de 2.000 doctores, en Estados Unidos egresaron 39.754; en Alemania, 21.438; y en Japón, 11.576. La meta proyectada por el gobierno del presidente Luís Inácio Lula da Silva para 2006 es que en el país se reciban por lo menos 10 mil doctores anualmente, un número considerado aceptable para la comunidad científica. Pero es necesario ir más allá.

El esfuerzo para consolidar una comunidad científica brasileña se ha realizado en los últimos tiempos a contramano de los gastos del gobierno federal en C&T. El total de recursos destinados por el gobierno federal al área entre 1991 y 2001 osciló entre 1.400 y 1.680 millones de dólares anuales. A su vez, disminuyó la relación recursos-investigador y se instaló un tipo de competencia en la que a los jóvenes investigadores les cupo la peor parte del resultado, si se considera el ingreso y la permanencia en el seno del sistema de C&T. El número de becas del CNPq experimentó una reducción del orden del 9% entre 1996 y 1999: cayeron de 8.616 a 7.836. Y eso sin contar que los valores nominales de dichas becas están congelados desde 1995.

La determinación del gobierno del presidente Lula es duplicar en cuatro años la inversión en C&T: llevarla del 1% al 2% del PBI. El número de becas está siendo elevado sustancialmente. Son 4.328 becas de estudios más para los programas actuales (de iniciación científica a posdoctorado) y otras 10.250 para nuevas modalidades, tales como iniciación científica junior, para estudiantes de la enseñanza media, y becas premio. Asimismo, sus valores serán actualizados, si es posible este mismo año.El refuerzo del sistema de C&T contará también con un programa de implantación de laboratorios de ciencia en todas las escuelas públicas de enseñanza media, con miras a elevar la calidad de la educación y fomentar talentos para seguir la carrera científica. Este incentivo tendrá continuidad en los niveles de grado y de posgrado.

El desarrollo científico y tecnológico es fundamental para el desarrollo de cualquier nación moderna. Por eso desempeña un rol estratégico para el gobierno del presidente Lula. Así, y aun cuando se asegure la más amplia libertad de investigación, sería temerario para una política de Estado, que tiene responsabilidades sociales, dejarse llevar erráticamente por algún tipo de mercado.En este gobierno, la política de C&T tendrá prioridades bien definidas, que seguirán dos ejes: el estratégico, con miras a asegurar la soberanía política del país, reducir la dependencia tecnológica y dotar de sostenibilidad técnica al desarrollo a mediano y largo plazo, y el de alcance inmediato, que servirá de apoyo a los programas de gobierno en la atención de las carencias más agudas de la sociedad brasileña. En el eje estratégico están contemplados las áreas de I&D relacionadas con energía, tecnología de la información y aeroespacial, biotecnología, nanotecnología.

Las acciones de alcance inmediato apoyarán prioridades tales como seguridad alimentaria y combate al hambre, expansión de las exportaciones, fortalecimiento -vía difusión tecnológica- de las micro, pequeñas y medianas empresas, generación de empleos, distribución de ingresos, aprovechamiento sostenible de los recursos naturales, sustitución selectiva de importaciones de bienes estratégicos para el desarrollo nacional, mejora de la infraestructura social básica y de servicios públicos, conservación del medio ambiente y del equilibrio ecológico global y eliminación de las desigualdades sociales e interregionales.Por ese camino, el gobierno en general y el área encabezada por el MCT en particular, intentarán consolidar, sin puntos de estrangulación, el ciclo educación-tecnología-desarrollo, para asegurar la soberanía del país, la democracia y la elevación del nivel de bienestar de los brasileños.

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