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Ciencia

La selva resiste

Ecossistemas degradados, desde que próximos da mata original, conseguem manter a biodiversidade.

En el sur de Bahía, las personas interesadas en la ecología pueden disfrutar de una atracción extra. Además de los encantos turísticos de Ilhéus, la tierra de Jorge Amado, en esa región se encuentra la Reserva Biológica de Una, fundamental para la conservación del sistema forestal atlántico. La reserva, uno de los últimos grandes tramos de selva continuos preservados del nordeste brasileño, sobrevive en medio de plantaciones de cacao, gomeros (hule, caucho) y pastizales en actividad o abandonados. Por eso se ha formado un paisaje fragmentado, cuyo efecto sobre la biodiversidad es sorprendentemente menor que lo imaginado.

Los investigadores del proyecto Remanentes de Selva de la Región de Una (RestaUna) verificaron que, en la región vecina, o en su entorno, la fragmentación forestal no derivó, como se temía, al aislamiento completo de las poblaciones de animales y plantas: especies de la selva original son también encontradas en tramos en los cuales la mata fue modificada. El RestaUna, concebido por jóvenes investigadores paulistas y mantenido desde 1998 por la Universidad Estadual de Santa Cruz (Uesc) de Ilhéus, indica que el mosaico formado por el conjunto de ambientes producto de la degradación logra mantener la mayor parte de la biodiversidad original: siempre y cuando se encuentren próximos a las áreas de bosque original, los ambientes modificados albergan a alrededor del 70% de las especies animales encontradas en la selva original.

Hasta ahora, los investigadores identificaron unas 420 especies de animales y 600 de plantas. En Una, descubrieron 12 nuevas especies de animales y otras 12 de plantas, descritas en artículos que serán publicados en los próximos meses. Entre los hallazgos se encuentran, por ejemplo, dos especies de lagartos y dos de sapos del género Chyasmocleis, además de tres especies de murciélagos de la familia Phyllostomidae y dos de mariposas Nymphalidae, antes solamente encontradas en la Amazonia. El trabajo incluye un listado de especies vulnerables, que diminuyen su abundancia con relación a los interiores de áreas continuas: 48 de animales (incluidas 26 de aves) y 46 de vegetales (con 18 bromelias y 19 árboles y arbustos).

Bosque, cacao y capoeira
Para entender por qué este descubrimiento impresionó es preciso explorar la región con un jeep y, a costa de mucho sudor y sacudidas, conocer de cerca los ambientes de la región: selva preservada, matas de cacao y capoeiras (terrenos en los cuales la selva fue destruida y se encuentra en proceso de regeneración).La selva intacta es sofocante, húmeda y densa, con árboles de todos los tamaños: los de troncos gruesos y de 20 a 30 metros de altura, cerca de las más jóvenes, aún finos, entrelazados por redes de lianas y en los cuales se observan nubes de pequeños mosquitos. En las sendas, después que la visión se acostumbra, se ve claramente la diversidad.

Si nos adentramos en una capoeira, el ambiente se vuelve más caluroso y claro – casi se puede ver el Sol – y la vegetación cambia: predominan los árboles jóvenes, con troncos finos, y hay muchas lianas. A veces, la capoeira se asemeja a una selva joven; en otras ocasiones parece solo un pastizal, tan rala es la vegetación. Más adelante entramos en plantaciones de cacao, también calurosas y sofocantes, pero menos diversificadas: el paisaje es dominado por los árboles de cacao, de dos o tres metros de altura, en el espacio antes ocupado por árboles de sub-bosque, de hasta 10 metros.

Los árboles más altos permanecen, pues suministran la sombra que los árboles de cacao necesitan. Es un ambiente más sencillo; también abundan allí los persistentes mosquitos, pero ya se puede andar con cierta facilidad. El problema reside en que esta forma de explotación en la cual se preserva parte del bosque no tiende a perdurar: la fragmentación avanza con la decadencia del cultivo del cacao, devastado desde los años 80 por el hongo escoba de bruja (Crinipellis perniciosa) – lo que explicaría el hecho de que difícilmente se encuentre a alguien en medio a los bosques de cacao.

En imágenes de satélite o en los mapas, se notan manchas de selva separadas por extensas áreas sin forestación. De esta manera, las áreas taladas (cabrucas, en el portugués de Brasil – Bahía – áreas taladas para el cultivo del cacao) y las capoeiras – en Una, siempre cerca de la floresta nativa – funcionan como corredores entre los remanentes de bosque original. Pero el grupo de RestaUna advierte sobre el peligro de generalizar estos resultados: los corredores muy extensos, distantes de cualquier tramo de bosque original, difícilmente mantendrían la misma diversidad de especies forestales que el proyecto constató.

El riesgo subsiste
El trabajo de los 12 integrantes del proyecto cuenta con el aval del biólogo estadounidense William Laurance, del Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonia (Inpa), una de las autoridades mundiales en fragmentación de selvas tropicales. Y está basado en cerca de 35 mil registros de colectas, lo que lo convierte en uno de los mayores bancos de datos sobre animales de un ecosistema brasileño. La diversidad encontrada en las áreas degradadas tiene sus límites. “Los animales de la selva costera atlántica son altamente sensibles a la fragmentación”, advierte Laurance.

No se registra una reducción del número total de especies dentro de cada grupo de animales, pero la fragmentación afecta a las comunidades de animales y vegetales en Una: las especies numéricamente raras dentro de cada grupo pueden sobreponerse a otras, antes dominantes, o incluso desaparecer, como respuesta a la variación de humedad y luz. El lagarto Enyalius catenatus picus y las mariposas del género Morpho, por ejemplo, encontrados con relativa facilidad en las florestas, son rarísimos en los bosques de cacao. Los tres pequeños mamíferos que dominan la selva intacta – el roedor Oryzomys laticeps y los marsupiales Marmosops incanus y Monodelphis americana – son raros en los bordes de los remanentes que fueron invadidos por especies no forestales y típicas de áreas abiertas.

Estos hallazgos contradicen ideas ya asentadas, en especial a la Teoría de Biogeografía de Islas, que aún es de las directrices para los que trabajan con fragmentación. Formulada en 1967 por Robert MacArthur y Edward Osborne Wilson, de la Universidad de Harvard, Estados Unidos, esta teoría sostiene que, en las islas, el número de especies es proporcional al área y a la distancia entre uno y otro hábitat. Con el tiempo, sus conclusiones abarcaron a las “islas” continentales, o manchas de hábitat. Pero, de acuerdo con el grupo del RestaUna, la teoría solamente es válida cuando los ambientes implicados en las manchas son realmente inhóspitos – como en el caso de los pastizales, no así en el de las capoeiras o cabrucas.

Efecto borde
En Una, los investigadores creen que lo que más interfiere en las comunidades de plantas y animales no es la reducción del hábitat original, sino el efecto borde – la modificación de la selva causada por el contacto con las áreas abiertas que surgen con la tala. A partir de los bordes – tramos de selva perturbada, más cálidos y más iluminados que el interior de las selvas originales -, crece la mortalidad de los árboles y el microclima se altera bajo el efecto de los vientos y la luminosidad más intensos.

En este punto, los resultados del RestaUna refuerzan las hipótesis de un trabajo que es referencia en la cuestión de la fragmentación de selvas tropicales: el Proyecto Dinámica Biológica de Fragmentos Forestales (PDBFF), desarrollado desde 1979 por el Inpa en colaboración con la Smithsonian Institution, de Estados Unidos. Para determinar las consecuencias de la tala y la fragmentación forestal en la Amazonia, se aislaron 11 áreas al norte de Manaos, que medían 1, 10 ó 100 hectáreas (1 hectárea tiene 10 mil metros cuadrados).

Quedó claro que el picoteo de la selva por la apertura de pastizales provoca una pérdida sustancial de especies, especialmente de aves, pese a que el aislamiento también puede mantener estables o incluso hacer incrementar la población de algunos animales, como los sapos y algunos pequeños mamíferos. Se delineó también el impacto del efecto borde: las reservas menores, de 1 hectárea, son incapaces de mantener la biodiversidad original, pues dejan entrar mayor cantidad de luz, lo que reduce la humedad, altera el microclima y aumenta la tasa de mortalidad de los árboles, especialmente aquellos adultos que se encuentran cerca de los bordes de los fragmentos.

Un detalle: los fragmentos estudiados en la Amazonia estaban cercados por pastizales – un contraste mucho más acentuado que en el sur de Bahía, en donde los remanentes de bosque están rodeados por capoeiras y cabrucas: matas de cacao. “Esta diferencia refuerza la idea de que la cabruca es una alternativa de uso ‘ambientalmente amigable’, pues permite que muchas especies de la selva puedan desplazarse en ésta o incluso residir y reproducirse en ésta”, comenta Heraldo Vasconcelos, coordinador científico del PDBFF.

Pero advierte: “No quiero con esto decir que debemos sustituir selva por cabruca, sino solamente que la cabruca aumenta el valor de conservación de los fragmentos de selva, al contrario que otros usos de la tierra, como el pastizal, que lo reducen”. Actualmente, el 40% de lo que resta de selva en el sur de Bahía sirve para el cultivo de cacao, que ocupa cerca de 600 mil hectáreas en la región. No todas se comportan de igual manera. “Una cabruca aislada es menos rica en especies de murciélagos que otra situada entre tramos de selva”, ejemplifica Deborah Faria, coordinadora técnica del RestaUna.

Caminos opuestos
“Es notable que un proyecto como éste haya sido iniciado y organizado enteramente por estudiantes de posgrado, que hicieron un extraordinario trabajo”, reconoce Laurance. En 1996 se iniciaron los primeros diálogos entre doctorandos de las universidades de São Paulo (USP) y Estadual de Campinas (Unicamp), dispuestos a reunir sus tesis en torno a un proyecto único. “El hecho que fuéramos doctorandos, que era una fragilidad del grupo, se convirtió en una ventaja: tuvimos que reunir datos con rapidez y calidad para terminar las tesis”, cuenta Renata Pardini, responsable por el estudio de los pequeños mamíferos, que realizó su doctorado bajo dirección de Eleonora Trajano, de la USP.

Después de estudiar el abordaje del PDBFF – en el que las investigaciones fueron sucesivas y, en parte por las dificultades logísticas, pasaron años hasta que se encontraron todas las áreas de estudio, situadas en estancias particulares -, el equipo resolvió seguir el camino contrario: estudiar los grupos de animales y plantas al mismo tiempo y en los mismos locales de colecta. De esta manera, se logró limitar el impacto de la fragmentación sobre la biología de las especies, sin la interferencia de la transformación de la selva, ya que un pastizal puede transformarse en capoeira de un año para otro.

La FAPESP apoyó el proyecto con dos becas de doctorado y dos de maestría. Con el tiempo, el grupo logró el apoyo del Ministerio del Medio Ambiente, del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq) y del Banco Mundial (Bird), entre otros, lo que le permitió crear la infraestructura para la investigación de campo, que incluyó dos jeeps para recorrer los difíciles caminos de la reserva de Una.

Preservación con uso
Siguiendo el diseño del proyecto sugerido por Laurance, los 12 biólogos trabajaron en 36 áreas de muestreo, distribuidas entre selva continua, bordes, capoeiras y cabrucas. Esos espacios se localizan en tres cuadrados de 5 km. de lado, que juntos, suman un 49% de selvas, un 27% de pastizales, un 15% de capoeiras, 6% de cabrucas y 2% de gomeros. La región incluye porciones aún intactas de selva, la mayoría en haciendas particulares, al margen de la reserva de Una, que tiene 7 mil hectáreas.

Durante tres años, ellos realizaron expediciones que duraban dos o tres semanas. El muestreo sobre el cual estudiaron el efecto de la fragmentación involucra a diez grupos: aves, murciélagos, pequeños mamíferos, sapos y lagartos, cascarudos (coleópteros) y mariposas, invertebrados rastreros de la selva, bromelias, helechos, árboles y arbustos. Fueron, por ejemplo, 440 baldes enterrados para capturar lagartos y 2.500 horas de observación de murciélagos, capturados con redes, por las noches.

Poco a poco fue haciéndose claro cómo estos animales reaccionan a las intervenciones humanas en el medio ambiente. Para los sapos (fueron capturados 2.448, de 18 especies), las cabrucas y capoeiras parecen funcionar como extensiones de la selva. “Ambas funcionan como la costura de un acolchado, pues unen retazos y permiten la conexión de las poblaciones de las diferentes manchas de bosque de la región”, comenta Deborah.

En los bordes – que son importantes, ya que el 63% del perímetro de todo el bosque que resta está en contacto con áreas abiertas -, se registra la pérdida o la declinación de algunas especies. No se encuentran allí murciélagos Trachops cirrhosus, Micronicterys hirsuta y Tonatia salrophila. Éstos animales, típicos de selvas preservadas, no viven bien en los bordes, porque la gran densidad de hojas y lianas dificulta su vuelo y sus maniobras de captura de artrópodos, su alimento predilecto, hallados sobre las hojas y ramas.

En estas franjas también existen menos helechos que en el interior de los bosques – producto del aumento de temperatura y de la disminución de la humedad.Con todo, los bordes constituyen el espacio preferido de especies invasoras típicas de áreas abiertas, como los roedores Akodon cursor y Oligoryzomys sp, y las mariposas Hermeuptychia hermes, Yphthimoides ca. ochracea y Yphtimoides renata.

Pero también existen especies que no responden a la fragmentación y aparecen en todos los ambientes del mosaico de Una, como las mariposas Archaeopreona spp. y Colobura dirce. Entretanto el marsupial Marmosa murina es una especie forestal que vive en los árboles, pero se las arregla muy bien en ambientes perturbados: su presencia crece tanto en los bordes como en las capoeiras y cabrucas.

Mamíferos desaparecidos
Otra actividad humana con impacto profundo es la caza, que amenaza especialmente a los grandes mamíferos. Ya no se encuentran más, por ejemplo, el anta o tapir (Tapirus terrestris) y el puerco de monte o pecarí (Tayassu pecari), pese a que la floresta de Una es grande lo suficiente como para albergarlos. En el local, la caza es un complemento alimentario importante, según un estudio realizado por Renata y Gabriel Rodrigues dos Santos: la mayoría de las 204 familias entrevistadas vive en haciendas aledañas y tienen ingresos mensuales inferiores a dos salarios mínimos.

Con base en estos resultados, ellos incluyeron sugerencias para reducir la caza entre las propuestas de directrices biológicas para la región, entregadas el año pasado a los administradores y técnicos en ambiente del estado de Bahía. Recomiendan, por ejemplo, una acción intensiva con los dueños de las haciendas, para que prohíban la caza – actualmente, el 70% de éstos no impone restricciones. Otra medida: incentivar a los habitantes de la reserva para que críen más intensivamente animales domésticos, como gallinas y cerdos. El estudio indicó que el jefe de familia que tiene comida en casa difícilmente sale a cazar, e incluso puede pensar en la preservación.

Los Proyectos
Efectos de la Fragmentación y Conversión Antrópica de Ambientes Naturalessobre la Comunidad de Murciélagos en la Selva Atlántica del Sur de Bahía
Modalidad
Beca de posgrado
Coordinador
Wesley Rodrigues Silva – Instituto de Biologia de la Unicamp
Inversión
R$ 56.102,22

Fragmentación de la Selva y Usos de la Tierra en el Mosaico Ambiental de la Región de Una, Sur de Bahía – Efectos sobre la Comunidad de Mamíferos Terrestres
Modalidad
Beca de posgrado
Coordinadora
Eleonora Trajano – Instituto de Biociencias de la USP
Inversión
R$ 98.307,11

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