El biólogo brasileño Guilherme Malafaia Pinto ganó notoriedad en un ranking en el que ningún científico querría escalar: la lista de los investigadores con la mayor cantidad de artículos retractados, es decir, de estudios científicos que dejaron de considerarse válidos por contener errores o evidencias de mala conducta. Investigador del Instituto Federal de Goiás (IF-Goiano), en su campus de Urutaí, y jefe del Laboratorio de Toxicología Aplicada al Medio Ambiente de la institución, hasta ahora acumula 45 papers invalidados, todos en la misma revista, Science of the Total Environment (Stoten), de la editorial Elsevier. Según informa el sitio web Retraction Watch, tan solo 10 autores en todo el mundo han sumado más retractaciones que el brasileño.
Las notas de retractación, a diferencia de lo que suele suceder, no apuntaban problemas en cuanto al contenido de los artículos, sino que informaban que su revisión por pares ‒un examen realizado por expertos que evalúan los trabajos y recomiendan o no su publicación‒ quedaba en entredicho. El autor principal, en este caso Malafaia Pinto, había sugerido a Stoten los nombres de los investigadores que estarían calificados para evaluar los papers: utilizarlos o no es prerrogativa de los editores. El problema es que facilitó direcciones de e-mail falsas, que no pertenecían a tres de los científicos recomendados.
Los editores de Stoten enviaron decenas de artículos presentados por el biólogo a estos correos electrónicos apócrifos, y recibieron como respuesta dictámenes bien elaborados que refrendaban su calidad. Es cierto que los papers también fueron evaluados por otros revisores seleccionados por los editores, pero Elsevier decidió retractarlos, alegando que “los editores perdieron la confianza en la validez y/o integridad” de los manuscritos. Todas las notas de retractación citan a Malafaia como el responsable de proporcionar los correos electrónicos, lo que varía es el número de revisores ilegítimos en cada paper: entre uno y tres.
Antes de que el caso saliera a la luz, el biólogo descollaba como un joven investigador con alta productividad académica: en sus 15 años de carrera dirigió a 40 alumnos de maestría, 15 de doctorado y publicó alrededor de 350 artículos, 40 solo durante el año pasado, 1 cada 9 días. En su currículum Lattes, destaca su buena posición en las clasificaciones que miden la producción científica y el número de citas. También fue miembro del consejo editorial de varias publicaciones, incluida Stoten, en forma no remunerada: allí coordinó una edición especial y emitió dictámenes sobre más de 400 manuscritos publicados en la revista.
Al ser consultada por Pesquisa FAPESP, Elsevier informó, a través de su asesoría de prensa, que los artículos habían sido puestos a consideración de su equipo de integridad por uno de los editores de la revista y, una vez constatado el uso de correos electrónicos ficticios, “se tomó la decisión de retractar los artículos”. La editorial colabora con el IF-Goiano, que abrió una Investigación Sumaria Preliminar a finales de 2024 y dispone de un plazo de seis meses para esclarecer la responsabilidad del biólogo. El nombre de al menos un revisor cuya identidad fue usurpada fue confirmado en un informe de la revista Science. El toxicólogo Michael Bertram, de la Universidad Sueca de Ciencias Agrícolas, fue contactado por Elsevier el año pasado y declaró no reconocer la cuenta de Gmail proporcionada por Malafaia Pinto ni tener conocimiento acerca de los 30 manuscritos que supuestamente había evaluado. Dijo que no tenía información suficiente como para saber quién se hizo pasar por él, pero que le parecía sospechosa la alta productividad de la red de autores de los artículos. “Son extremadamente prolíficos”, declaró a la revista Science. También vertió críticas sobre los procesos editoriales de Stoten. “Soy editor asociado de la revista Proceedings of the Royal Society B, y siempre que elijo a un revisor, verifico su dirección de correo electrónico.”
Malafaia niega categóricamente haber participado en la evaluación de sus propios artículos o conocer quién escribió los dictámenes, pero reconoce que sugirió las direcciones de correo electrónico sin darse cuenta de que eran falsas, dice. Declara que seleccionó los nombres y contactos de los revisores hace más de 10 años analizando artículos en una plataforma electrónica de publicaciones científicas de China llamada CNKI. Cuando Elsevier lo instó a que mostrara su fuente de información, respondió que no pudo recuperarla. “La revista me exigía que indicase los nombres de seis posibles revisores por cada manuscrito que presentaba. Como ya había rastreado aquellos nombres una vez, recorté y pegué esa información en los artículos, sin saber si se utilizarían”, dijo el biólogo.
En una carta abierta de 28 páginas publicada en noviembre de 2024, el investigador reivindica la consistencia de sus papers y sostiene que el problema en la revisión por pares no lo benefició, basándose en un análisis lingüístico respaldado por estadísticas que comparaba dictámenes sobre los trabajos retractados con otras evaluaciones sobre trabajos suyos que no fueron retractados. Por consiguiente, consideró que deberían haberse aplicado sanciones menos drásticas que las retractaciones.
Léo Ramos Chaves / Revista Pesquisa FAPESP
La mayor parte de su alegato hace hincapié en la responsabilidad compartida de Stoten en las infracciones de que se le acusa. “Era obligación de los editores cotejar los correos electrónicos. La revista no quiso asumir su responsabilidad y me convirtió en un chivo expiatorio”, sostiene. Destaca que la revista para la que colaboraba como editor fue denunciada recientemente por adoptar prácticas heterodoxas y que sus editores trabajan bajo presión. En octubre de 2024, Clarivate Analytics, responsable de calcular el factor de impacto de las publicaciones científicas en la revista Journal Citation Reports, suspendió provisionalmente la publicación de indicadores de productividad de Stoten por las dudas sobre la calidad de los artículos. La revista publica unos 7.000 artículos por año y su último factor de impacto había sido de 8,2, superior a cualquier otra revista científica de Brasil.
Algunos de los editores del periódico científico, entre ellos Damià Barceló, de la Universidad de Almería, en España, y Daniel C. W. Tsang, de la Universidad Politécnica de Hong Kong, fueron criticados por formar parte de las redes de investigadores que publican asiduamente en la revista, una práctica conocida como “edit-for-pal”, editar para amigos. En la correspondencia que Elsevier intercambió con Malafaia Pinto, la editorial sostiene que en este caso los problemas de Stoten “son prácticamente irrelevantes”. Tras consumarse las retractaciones, el biólogo presentó una demanda contra Elsevier ante el Comité de Ética en Publicaciones (Cope), un foro internacional de editores abocado a evaluar la integridad, alegando que se le negó acceso a información importante para poder esgrimir su defensa. En respuesta al Cope, Elsevier justificó la necesidad de suprimir los artículos e informó que no estaba acusando directamente a Malafaia de haber manipulado la revisión por pares, sino tan solo de haber proporcionado los correos electrónicos. “Solicité que la averiguación se llevara a cabo sobre la base de pruebas concretas que demostraran mi participación en la revisión de mis propios artículos y que se utilizaran herramientas tecnológicas para rastrear el origen de los dictámenes”, dice Malafaia. “Esto nunca se hizo. Como no existe una denuncia formal en mi contra por haber manipulado el proceso de revisión por pares, ¿por qué tendrían que constatarlo?”.
En su carta abierta, afirma que las retractaciones “tuvieron un impacto devastador no solo para mi carrera científica, sino también en mi vida personal y en las personas que me rodean”. Los daños a la reputación preocupan a los más de 50 autores que también firmaron los artículos. Muchos de ellos eran alumnos de Malafaia, pero su red de colaboradores también incluía a líderes de grupos de investigación de universidades de renombre. “Hubo coautores que se comunicaron conmigo para pedirme que eliminara sus nombres de los artículos e incluso solicitando una declaración de que Malafaia no los conocía personalmente”, dice el farmacólogo Ives Charlie da Silva, quien realiza una pasantía posdoctoral en el Instituto de Química de Araraquara de la Universidade Estadual Paulista (Unesp) y es autor de algunos de los trabajos retractados. “Les respondí a todos que confío en la calidad de los papers y que, mientras no se demuestre que las revisiones manipuladas salieron de la computadora de Malafaia, yo seguiré apoyándolo”.
Da Silva dice que tuvo una participación directa en la creación de las redes de cooperación que dieron lugar a los artículos. “Malafaia maneja un laboratorio muy activo y sabe formular buenas preguntas de investigación. Lo conozco desde hace más de 10 años y lo contacté con investigadores de varios estados, invitándolos a participar en los estudios, proporcionar muestras y realizar parte de los experimentos o sus análisis, según sus especialidades”, explica. En octubre de 2021, el sitio web de Pesquisa FAPESP publicó un reportaje mencionando uno de los estudios que serían retractados: un experimento coordinado por Malafaia en el que Da Silva era el autor principal, que analizaba la influencia del virus Sars-CoV-2 en los animales que viven en ambientes acuáticos. Entre los coautores hay investigadores de la Universidad de São Paulo (USP) y de las universidades federales de Goiás [UFG], Ceará [UFC] y Alfenas [Unifal-Minas Gerais].
La médica Luciani Silveira de Carvalho, coordinadora de la unidad multiusuarios de pez cebra, un pez que se utiliza como modelo en experimentación científica, del Centro de Bioterismo de la Facultad de Medicina de la USP (FM-USP), comenta que se acercó a la red de colaboradores de Malafaia durante la pandemia. Una de sus alumnas de doctorado, Bianca Ventura Fernandes, recibió una invitación de Da Silva para participar en un estudio sobre los efectos toxicológicos del Sars-CoV-2 en los peces cebra. Cuando el artículo estuvo listo, la doctoranda, responsable en parte de los experimentos, firmó como autora principal. “Me invitaron a sumarme como autora corresponsal, por ser la directora de doctorado de Ventura, pero no me pareció apropiado. Entonces Da Silva propuso que Malafaia firmara como autor corresponsal, ya que la idea original era suya, y también porque el estudio tendría más posibilidades de ser publicado en Stoten, una revista con un factor de impacto significativo en donde él ya había publicado varios artículos. Aceptamos en el acto”, recuerda. La médica defiende la imparcialidad del artículo en el que participó y, en un grupo de WhatsApp que reúne a los coautores de los papers, defiende al investigador del IF-Goiano. Según ella, el grupo está dividido: “Algunos lo han criticado con dureza y otros, entre quienes me encuentro, consideramos que las retractaciones son injustas. También hay otros que no se han pronunciado al respecto”.
Malafaia continúa trabajando en el IF-Goiano. La institución fue contactada por Pesquisa FAPESP y respondió a través de una nota, en la cual informa que el caso está siendo evaluado por su comité de ética y una comisión investigadora. Las instituciones a las que están afiliados los coautores no ven ninguna razón para involucrarse en el caso. “Para abrir cualquier tipo de investigación, sería necesario recibir una denuncia, lo que hasta ahora no ha sucedido”, dice Edson Cocchieri Botelho, prorrector de Investigación de la Unesp, quien, no obstante, tiene la intención de llevar el caso a debate en los eventos sobre ética que la universidad organiza cada año en sus distintas unidades. El físico Paulo Nussenzveig, prorrector de Investigación e Innovación de la USP, dice que los coautores son corresponsables del artículo y todos deben leerlo y autorizar su publicación. “Pero la responsabilidad de nominar a los revisores recae específicamente en el autor corresponsal, quien no necesita consultar a los demás autores para hacerlo”, sostiene. Nussenzveig subraya que uno de los requisitos de las buenas prácticas en la investigación científica es conocer bien y tener confianza en los colaboradores, aunque esto no siempre sea sencillo. “Cuando las redes son muy grandes, es muy difícil que todos se conozcan”. Con todo, el prorrector considera que es inapropiado utilizar como criterio de elección de un colaborador el hecho de que éste posea un buen vínculo con las revistas. “Yo quiero trabajar con colaboradores productivos que tengan ideas innovadoras y estén capacitados para realizarlas”.
El ecólogo Daniel Brito, investigador de la Universidad Federal de Goiás, donde también es miembro del comité de integridad académica e imparte cursos de ética a estudiantes de posgrado en ecología y evolución, considera que la repercusión de las retractaciones es mala para la ciencia brasileña y teme que los episodios de este tipo menoscaben la confianza de la sociedad en los científicos. “Por otra parte, esto también demuestra que los mecanismos de autocorrección de la ciencia están funcionando”, sostiene.
Las reglas que se siguen para formular la lista de autores de un artículo científico pueden variar según las áreas del conocimiento, pero la convención más consolidada, la norma Vancouver, considera que el autor principal es aquel que figura en el primer lugar de la lista y su mención es obligatoria en las referencias bibliográficas del paper, siendo el investigador que más empeño dedicó al trabajo. “Es el autor que, literalmente, se puso el trabajo al hombro, por lo general un estudiante de posgrado o un investigador novato que permaneció en el banco del laboratorio ocupándose de la parte experimental”, explica Sigmar de Mello Rode, expresidente de la Asociación Brasileña de Editores Científicos (Abec-Brasil).
En cambio, el último nombre de la lista es la posición más prestigiosa y corresponde al ideador o supervisor de la investigación, generalmente el jefe del laboratorio o el director del primer autor. Los demás coautores se disputan los puestos intermedios: lo más usual es que aparezcan por orden decreciente de contribución. “El orden de los nombres suele ser objeto de una ardua disputa entre los participantes”, dice el exdirector de la Abec.
Otra figura es la del autor corresponsal, encargado de presentar el manuscrito para su publicación y de responder las preguntas y requerimientos de los editores a lo largo del proceso de evaluación por pares. No existe una regla para definir quién debe ser el elegido, pero, según Mello Rode, lo ideal es que no sea el autor principal, sino alguien que tenga un vínculo formal con la institución en que los experimentos se llevaron a cabo, como el líder del grupo. “No debe ser un estudiante de posgrado, porque podría marcharse al cabo de un tiempo”, explica Mello Rode. No todas las áreas siguen estas reglas. “El líder de la investigación puede figurar en el primer lugar en algunas disciplinas de humanidades”. En los grandes consorcios de investigación, cuyos artículos pueden tener cientos de coautores, una alternativa consiste en recurrir al orden alfabético, pero esta modalidad es cada vez más rara, dada la necesidad de informar en forma transparente la contribución exacta de cada autor.
Este artículo salió publicado con el título “Retractaciones en cascada” en la edición impresa n° 349 de marzo de 2025.
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