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Memoria

La vida en los rieles

La Estación Central do Brasil empezó a construirse hace 150 años

Primero, el canónigo Chaves bendijo las tres locomotoras de la Imperial Compañía de Navegación de Vapor y Ferrocarril de Petrópolis, en el, por ese entonces, municipio de Estrela, actual localidad de Magé (Río de Janeiro). Después, la comitiva imperial embarcó en el tren para hacer un viaje de 14,5 kilómetros hasta el villorrio de Fragoso, al pie de la sierra de Petrópolis.

Para asombro de los presentes, el trayecto se cubrió en poco más de 20 minutos, a una impresionante velocidad de 36 km/h. Éste fue el primer viaje en tren registrado en Brasil, el 30 de abril de 1854, en la pequeña ferrovía construida por Irineu Evangelista de Souza, el “empresario del Imperio” – la primera estación pública con tracción con motor había sido construida en Inglaterra, en 1825. Ocurre que esa vía férrea, la E.F. Mauá, aportaba pocos beneficios económicos, pues no llegaba a la región productora de café de Vale do Paraíba, y su estación inicial no llegaba a la capital del país. Con el transporte de cargas hecho con tropas de mulas, el gobierno decidió construir una línea que atendiera los cafeicultores del interior, y así fue como surgió la Compañía de Vía Férrea Don Pedro II, en mayo de 1855. El ferrocarril tendría dos ramales: uno extendiéndose hasta el pueblo de Cachoeira, São Paulo, y otro hasta Porto Novo do Cunha, Minas Gerais.

Las obras empezaron hace 150 años, el 1º de junio de ese mismo año. La terminal quedaría en la llamada Prainha (plaza Mauá), donde había un apeadero  y depósitos de carga. Pero rápidamente se vio la conveniencia de construir una estación terminal en Campo de Santana, en razón de la proximidad del centro de Río. “La estación Central de la E. F. D. Pedro II (por su sigla en portugués), que después de la Proclamación de la República se convirtió en  E.F. Central do Brasil, fue el mayor desarrollo tecnológico de aquel período, y el principal factor de movimiento de la riqueza del país a la época”, afirma Helio Suêvo Rodriguez, ingeniero ferroviario de la Compañía Estadual de Ingeniería de Transportes y Logística (Central), investigador de la memoria de los ferrocarriles brasileños y autor del recientemente publicado libro  A formação das estradas de ferro no Rio de Janeiro O resgate de su memoria [La formación de las vías férreas en Río de Janeiro – El rescate de su memoria] (Memoria do Trem, 192 páginas). La iglesia de Sant’Ana, de 1735, fue demolida para dar lugar al primer edificio, inaugurado en 1858. En las décadas posteriores, esa construcción  de la estación Central pasó por refacciones y ampliaciones.

La estructura actual empezó erigirse en 1935, con un cuerpo principal de siete pisos, una torre con 28 pisos, 134 metros de altura y plataformas de tren. El reloj, de cuatro caras, sólo queda atrás en tamaño del de Londres, el Big Ben. En los alrededores  se crearon terminales para autobuses y metro integrados a la estación. El sitio es uno de los más ajetreados de Brasil – diariamente pasan por allí alrededor de 600 mil personas de la propia capital del estado, de los suburbios de Río y de todo el país. El hábito de decirle Central a la estación no se alteró tras la creación de la Red Ferroviaria Federal S.A, en 1957. “Ir a la estación de la Central, andar en los trenes de la Central o trabajar en la Central son todas expresiones que pertenecen al inconsciente colectivo y afectivo del carioca”, dice Rodriguez.

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