ARQUIVO / AEHace 60 años, el sociólogo francés abrasileñado (tal como le decía Gilberto Freyre) Roger Bastide (1898-1974) realizó un antiguo anhelo, acariciado desde poco después de su arribo al país, en 1938, como reemplazante del antropólogo Claude Lévi-Strauss para hacerse cargo de la cátedra de sociología de la Universidad de São Paulo (USP). Durante dos días cargados de rituales, entre el 3 y 4 de agosto de 1951, Bastide fue iniciado en el candomblé como hijo de Xangô y comenzó a usar el collar de cuentas rojo y blanco con gran orgullo. Paradójicamente, esa iniciación religiosa constituyó la cúspide de sus investigaciones científicas en Brasil y, simultáneamente, una sincera expresión de su fascinación por los descubrimientos. La investigación científica me exigía el pasaje preliminar por el ritual de iniciación. Hasta mi muerte estaré agradecido a todas las Mães de Santo que me trataron como un hijo blanco y comprendieron, mediante su don superior de intuición, mi afán por nuevos alimentos culturales y presintieron que mi pensamiento cartesiano no soportaría las nuevas sustancias como verdaderos alimentos, escribió en Estudos afro-brasileiros.
Llegó a Brasil sin saber con qué se encontraría. Partiremos en algunas horas y las gaviotas trazan signos cabalísticos en el cielo, escribió a bordo del buque que lo traía hacia el trópico, revelando su espíritu abierto a lo oculto, a lo irracional. Acá se topó con una cuestión compleja: le gustaría ser un intérprete del nuevo país, pero, ¿cómo hacerlo siendo un extranjero en búsqueda de comprensión de la identidad brasileña? Será su encuentro con los modernistas, especialmente con Mário de Andrade, lo que lo instruirá en la búsqueda de lo exótico de lo exótico, del otro del otro. Por eso la importancia de su iniciación y, también, de su intervención en la discusión sobre las artes plásticas que los modernistas realizaban. las artes plásticas, el folclore, el barroco, le inculcan en Bastide que la originalidad de la cultura brasileña provenía de su hibridismo, la solución sin igual que apareció aquí con el entrecruzamiento de civilizaciones distintas, explica la antropóloga Fernanda Arêas Peixoto, docente de la USP y autora de Diálogos brasileiros: uma análise da obra de Roger Bastide. Del Bastide del candomblé se habla mucho, pero el crítico de arte que se arremangó y salió de la universidad hacia los periódicos es bastante menos conocido, pese a la importancia de sus escritos para la comprensión de su pensamiento. Esa laguna está siendo poco a poco completada, tal como revela el lanzamiento de Impressões do Brasil, un libro recientemente editado por la Prensa Oficial, que reúne 11 artículos que retratan el proceso de ambientación intelectual del francés en el país y su compromiso con la cultura nacional. Esa pasión por las artes y las letras no era un pasatiempo dominical de Bastide, sino una disciplina estética que él supo cultivar. Los textos revelan la inclusión creciente de temas brasileños en su repertorio intelectual. Y de cómo, con rapidez y profundidad, se engañó con la temática brasileña, antigua y contemporánea, evalúa el profesor de literatura de la USP Samuel Titan Jr., quien, junto con la socióloga Fraya Frehse, fue responsable por la compaginación de los artículos del libro, entre ellos: Machado de Assis, paisajista; Iglesias barrocas y caballitos de madera; Estética de São Paulo; Variaciones sobre la puerta barroca, y Arte y religión: el culto a los gemelos; entre otros.
Incluso hay otras novedades. Los estudiosos de la obra de Bastide son, generalmente, provenientes de las ciencias sociales. A pesar de la eficiencia de ese hilo de Ariadna para movernos dentro de los aspectos básicos de su producción, la literatura abre ramificaciones propias. Bastide hizo un aporte importante con su enfoque extranjero y abierto, iluminando de manera distinta nuestra propia literatura, considera Glória Carneiro do Amaral, profesora libre docente jubilada de la USP, y actualmente investigadora del Programa de Posgrado en Letras de la Universidad Presbiteriana Mackenzie, autora de Navette literária França-Brasil: a crítica de Roger Bastide, recién editado por Edusp en dos tomos que analizan las críticas literarias bastideanas y las agrupan por primera vez, muchas de ellas casi desconocidas por los estudiosos de su obra.
JOSÉ MEDEIROS / ACERVO INSTITUTO MOREIRA SALLES“Bastide pensó y escribió sobre Brasil a medida que lo fue conociendo. En el ejercicio rutinario de la crítica periodística, comenta las artes visuales y la literatura nacional, discutiendo obras al calor del momento. Percibe al arte como una forma de comprensión de la cultura brasileña más amplia, ligándola al análisis cultural. A partir del material artístico, pensó los procesos de culturización literaria, la incorporación del negro a la literatura y el mestizaje estético. Lo propio sucedió en otros campos del arte. Practicó la interdisciplinariedad en un contexto temporal en el que eso no sucedía tal como hoy en día”, analiza Fernanda Peixoto. El Brasil que emerge de las artes y de la cultura popular es un Brasil mestizo al que Bastide se aproxima desde los más diversos ángulos. Él debe ser visto como un elemento de conexión entre el medio universitario y el escenario intelectual en su manera más amplia, representando mediante esos textos, dentro de la universidad, la articulación entre la academia y los periódicos; entre la sociología académica, la crítica y el ensayismo; entre las ciencias sociales y el modernismo literario, añade la investigadora. Bastide se interesó profundamente por nuestro arte y nuestra literatura, convirtiéndose en un crítico militante y estudioso con un peso notable en la interpretación de los hechos, las ideas y las obras. Su visión sociológica se inclinaba por la ampliación de las interpretaciones, siendo uno de esos raros estudiosos que usan con seguridad y felicidad esa difícil combinación entre la sociología y la crítica del arte, escribió el ex alumno Antonio Candido en Recortes.
Pero aquí no se trata del arte por el arte. En los análisis que hizo al respecto de la producción artística brasileña, eruditos o populares (folclore, artes plásticas y literatura), Bastide se concentró en la búsqueda de las huellas africanas que estarían estampadas en esa producción o, según sus palabras, buscamos la raza en la trama de la obra escrita. Lo que revela esa producción es la presencia de un África en sordina, oprimida por los modelos cultos europeos, ejemplificando el drama del africanismo en el país. De ahí que se haya volcado, simultáneamente, hacia la escritura sobre el arte y los estudios acerca de las religiones afrobrasileñas que obligan a redefinir sus análisis anteriores, sostiene Fernanda. Si las manifestaciones artísticas lo inducen a ver a Brasil a partir de una trama sincrética (la competencia desigual entre la civilización europea y la africana, que lucha para imponer sus valores y modelos), la religión le proporciona otro ángulo de observación, continúa. Según Bastide, aclara la investigadora, los cultos afrobrasileños serían reductos privilegiados de la reacción, el polo de resistencia africano, y permiten que se pueda decantar a África mediante su composición mestiza, una nueva forma de comprender la presencia africana en Brasil. Ése es el campo de observación de Bastide aquí: el triángulo África, Europa y Brasil, éste último el lugar de negociación entre los dos sistemas simbólicos, el africano y el europeo, dice la profesora. La religión poseería el poder de invertir el sentido de la ecuación sincrética, ya que sería el lugar en el que el aporte negro es la base y, de esa manera, ofrece al intérprete el camino preferencial para comprender África en Brasil.
¿Pero por qué la opción africana El encuentro entre Bastide y África sucedió en territorio brasileño durante su primer viaje al nordeste, en 1944. Frente a la fuente europea y africana, que alimenta el misticismo brasileño, centra su atención en la matriz africana. Eso no significa una elección, aunque, según piensa, es la única opción segura para aquél que pretenda entender el carácter particular del misticismo nacional. Puede decirse que no es el intérprete quien elije el mundo africano como objeto de reflexión, sino que es África la que se impone al observador, sostiene Fernanda. Al fin y al cabo, África ingresa a través de los oídos, la nariz y la boca, golpea en el estómago, le impone su ritmo al cuerpo y al espíritu, obligándolo a pasar del estudio de la mística de las piedras y de la madera tallada hacia la religión de los negros, tal como escribió Bastide en Imagens do Nordeste em preto e branco, un reportaje literario realizado por el francés en 1944 por pedido de la revista O Cruzeiro. La civilización africana, en términos de Bastide, se encuentra recreada en Brasil a partir (y a pesar) del encuentro entre las tres civilizaciones. Así, el África brasileña, lejos de copiar el modelo original, lo reelabora, es también un producto híbrido. Es un África sincrética, compuesta por blancos y negros, tal como lo muestran sus estudios sobre arte y literatura. Para él, el negro se encuentra al mismo tiempo unido y separado en la sociedad brasileña.
JOSÉ MEDEIROS / ACERVO INSTITUTO MOREIRA SALLESAsí, si Gilberto Freyre, una referencia fundamental para Bastide, junto con los modernistas y Florestan Fernandes (su alumno y colega de investigaciones), estudió el sincretismo desde el punto de vista de la civilización brasileña, Bastide se inclinó por las civilizaciones africanas, y con ello, tal como escribió, pretendió retomar el problema por el otro lado de la lente. El sincretismo bastideano es, por encima de todo, sinónimo de resistencia africana. Ello le generó críticas al sociólogo, visto como un conservador, un romántico en la búsqueda de purezas perdidas en el tiempo. Si bien él se esfuerza por aislar los universos africanos de la amalgama mestiza, al mismo tiempo está preocupado por comprender cómo esos nichos africanos se articulan en la sociedad. La búsqueda de islas africanas es inseparable del análisis de relaciones, de aproximaciones y alejamientos, dice Fernanda.
Brasil constituye un caso ejemplar de interpenetración de civilizaciones para ser observado, y un productor de teorías que Bastide utilizará, no sólo para comprender las especificidades del país, sino también para crear su instrumental analítico y conceptual, sostiene Fernanda. Bastide era un sociólogo de gabinete, pero un intelectual que realizó detalladas investigaciones etnográficas e históricas, y sus textos tienen el valor de rehabilitar la cultura negra, vista entonces como elaborada y plena de valores, rechazando la perspectiva pretenciosa de autores brasileños que lo precedieron, asevera el sociólogo Lisias Nogueira Negrão, docente titular de la USP y autor de Roger Bastide: do candomblé à umbanda.
Para Bastide, ver África en Brasil implica obligatoriamente el movimiento inverso, observar el Brasil sincrético desde África, ya que sin el término africano resulta imposible pensar el país, avisa Fernanda Peixoto. Entre 1950 y 1951, ese razonamiento avanzará en nuevas direcciones a causa de la invitación que le hizo a Bastide la Unesco para investigar las relaciones raciales en Brasil, ya que, por ese entonces, el país parecía, al menos de lejos, sufrir menos que otros los efectos del prejuicio racial y sería deseable comprender las raíces de esa supuesta armonía. Bastide se une al ex alumno Florestan Fernandes en la tarea, y el diálogo entre ambos será fecundo para el pensamiento bastideano en su fase final, especialmente para la evaluación de los nexos entre lo nuevo y lo antiguo en la sociedad brasileña.
Por eso, según el francés, la exportación de valores hacia los países del Tercer Mundo (la generalización de la modernidad), que conduciría a una homogeneización del modelo occidental, no sucedió. Por eso, Bastide se cuestiona incluso si habría un solo modelo para alcanzar la modernidad y se posiciona en defensa de las modernidades diferentes, fruto de lo que vio y corroboró en Brasil con la cultura africana. Fue un entusiasta de los movimientos juveniles de los años 1960, ejemplos de contramodernidad productiva: la oposición juvenil a la sociedad occidental se hacía presentando como modelo las formas arcaicas de sociabilidad reeditadas por hippies y otros. Lo cual probaría la vitalidad de los modelos arcaicos, que logran sobrevivir a las revoluciones más violentas, refugiándose en nichos. En la producción de Bastide, incluso luego de su regreso a Francia, persiste el interés por las Áfricas de todo el mundo, analiza Fernanda. Un pensamiento forjado en tierras bahianas, tal como rememora Jorge Amado al acordarse de su amigo francés, que hablaba un portugués enrevesado, al visitar un terreiro. ¿Cómo se entendieron el sociólogo francés y la Mãe Pequena bahiana?, hasta hoy no lo sé; para mí es un misterio tan grande como el de la Santísima Trinidad.
El tono optimista de las previsiones de Florestan no encuentra eco en Bastide, aunque éste considere notable la mayor aceptación de los negros por parte de las nuevas generaciones, sustiene Fernanda. Con todo, para Bastide, la matriz está constituida por la persistencia de los elementos de la sociedad tradicional en el mundo moderno, y no por el cambio. Las dificultades de los negros para organizarse políticamente se dan en ese contexto en que no existe ideología de rebelión. Fruto de una ambivalencia ideológica entre el orgullo de ser negro y una sensación de inferioridad, es la adopción del punto de vista blanco. En eso, a pesar de las críticas que soportó, Bastide no vislumbra una aversión a lo moderno. Al contrario, tal como revela en una conferencia dictada en 1973, cuando remite su pensamiento al mito de Prometeo, torturado por los dioses con un buitre, por otorgar el fuego divino del saber a los hombres. La civilización occidental contiene en su mito originario el progreso y la decadencia, generados por la misma fuente. No es posible, dice Bastide, reflexionar sobre la civilización y sobre la modernidad (Prometeo) sin incorporar el análisis de la antimodernidad (el buitre), caras de una misma moneda.
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