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Ciencia

Las bases de la malaria

El secuenciamiento de los genomas del causante y del transmisor del paludismo da renovado impulso a la investigación de nuevas drogas

EDUARDO CESAREl Anopheles y las víctimas más frecuentes de la malaria: la población de los países pobresEDUARDO CESAR

Los secuenciamientos de los genomas del Plasmodium falciparum, el parásito causante de la malaria, publicado en la revista británica Nature del 3 de octubre, y del mosquito que el transmite, el Anopheles gambiae, que salió en la estadounidense Science al día siguiente, inauguran una nueva era en la parasitología. El día 2, para anunciar los resultados, ambas revistas promovieron una teleconferencia internacional, de la cual participó Pesquisa FAPESP, y los especialistas de los dos proyectos destacaron que la difusión de ambas secuencias de bases de ADN acelerarán el desarrollo de herramientas para el controle de la malaria o paludismo, que mata anualmente a más de un millón de personas. Pero la solución definitiva puede aún estar lejos.

“Éste es tan solo el comienzo y aquél que afirme que la vacuna contra la malaria sale en dos años esta mintiendo”, comenta Hernando Del Portillo, investigador del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Universidad de São Paulo (ICB-USP). “Ahora contamos con informaciones para que todos trabajen las 24 horas del día en busca de soluciones que podrán salvar a millones de personas”, añade Carlos Morel, director del Programa para la Investigación y la Capacitación en Enfermedades Tropicales (TDR) de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que coordinó la constitución del consorcio de secuenciamiento del mosquito Anopheles.

El genoma del P. falciparum tiene 23 millones de pares de bases, que forman alrededor de 5.300 genes distribuidos en 14 cromosomas. Ya se ha descubierto, por ejemplo, que el cromosoma número 5 exhibe una gran proporción de genes directamente involucrados en el funcionamiento de las estructuras denominadas apicoplastos, encargadas de la síntesis de sustancias vitales para el metabolismo del plasmodio. También se confirmó la localización de los genes variant antigen: relacionados con la capacidad del parásito de esquivar al sistema de defensa de los otros organismos. Éstos aparecen en todas las puntas (telómeros) de los cromosomas del protozoo. En tanto, el genoma del Anopheles gambiae, detallado en Science, con 278 millones de pares de bases, se encuentra distribuido en alrededor de 14 mil genes. En total, ambas revistas divulgaron 30 artículos sobre el tema -uno de éstos presentó incluso una visión de las proteínas producidas en el transcurso del ciclo de vida del plasmodio.

Tanto el P. falciparum como su transmisor son comunes en África, en donde se registra el 90% de los casos de malaria, pero también aparecen, con menor frecuencia, en la Amazonia, la región más afectada por la enfermedad. En Brasil el Plasmodium vivax, otra especie del protozoario, provoca cerca del 80% de los casos. Asimismo, el transmisor es otro mosquito, el Anopheles darlingi (la especie africana no existe en el país). “La malaria de África tiene una biología diferente a la de la malaria de la Amazonia”, dice Portillo, un colombiano radicado en Brasil que estudia el problema desde hace 15 años.

Con todo, estas diferencias no impiden que los resultados de los genomas ayuden a resolver el problema en el país. “Es erróneo imaginar que la secuencia del A. gambiae no servirá de nada en el caso de Brasil”, explica Morel, que presidió la Fundación Oswaldo Cruz de Río de Janeiro antes de dirigir el TDR. “Podemos pensar la secuencia del A. gambiae como una especie de plataforma, un punto de partida para estudiar el A. darlingi sin tener que empezar de cero”. Según Morel, los investigadores podrían seleccionar un tramo del material genético del mosquito africano e intentar desarrollar algún tipo de insecticida que combata al insecto brasileño. “Para ver si esa región también existe en el darlingi no es necesario secuenciar el genoma del darlingi entero”, dice Morel.

Portillo recuerda que deberán sortearse otros obstáculos antes de llegar a nuevas drogas o vacunas contra la malaria: es necesario conocer mejor la biología del paludismo detectado en la Amazonia, por ejemplo -un trabajo que, según el investigador, demandará por lo menos otros dos años. Y otro problema: “No sabemos todavía por qué el plasmodio se vuelve resistente a los medicamentos”, dice Portillo, que desarrolla investigaciones en biotecnología y genética de las poblaciones, y herramientas de bioinformática para el estudio del protozoario de la malaria brasileña, en el marco de un proyecto temático financiado por la FAPESP. La malaria, subraya el investigador de la USP, representa un problema de salud pública mundial relacionado con la pobreza. “Sería muy triste si tuviéramos que optar entre el combate contra la pobreza y el fomento a la investigación básica sobre la malaria”, dice. “Las políticas públicas deben contemplar ambos aspectos”.

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