Se mapearon en un estudio 875 empresas de este tipo en el país, con el 55 % en São Paulo
Alexandre Affonso/Revista Pesquisa FAPESP
El biólogo Rafael Souza ya perdido la cuenta de las ocasiones en que fue a lugares remotos del Cerrado, la sabana brasileña, y de otros biomas brasileños. Tiene un objetivo claro cuando se interna en los campos del interior del país: recolectar muestras de plantas y de suelo. A su regreso, se lleva ese material al laboratorio. Y es entonces cuando empieza la etapa más crucial de su trabajo, con el análisis de la secuenciación genética del material y el cruzamiento de datos mediante la utilización de inteligencia artificial, y apuntando a identificar los microorganismos con mayor potencial para ayudar a las plantas a absorber nutrientes o resistir en condiciones desfavorables. Este tipo de bioinsumo para los cultivos agrícolas es un tema de interés de Souza desde hace bastante tiempo. En su investigación doctoral en biología molecular y genética, culminada en 2018 en la Universidad de Campinas (Unicamp), abordó la diversidad microbiana en plantaciones de caña de azúcar y su impacto en la producción. Entre 2019 y 2021, realizó un posdoctorado en el Centro de Investigaciones en Genómica Aplicada a los Cambios Climáticos de la Unicamp, con una beca de la FAPESP, sobre los microorganismos que promueven la tolerancia a la sequía en variedades de maíz.
“La agricultura brasileña es una gran consumidora de bioinsumos”, afirma Souza, en alusión al éxito de Bradyrhizobium, por ejemplo, un género de bacteria que, al inoculársela en el suelo, ayuda a fijar el nitrógeno, presente en un 80 % del área plantada de soja en Brasil. “Pero existe poco desarrollo de estas tecnologías acá”. Souza y el biólogo Jader Armanhi, compañero de doctorado en la Unicamp, crearon en 2021 Symbiomics, una startup con sede en Florianópolis (estado de Santa Catarina), que produce cepas de microorganismos para cuatro familias de bioinsumos: para la nutrición vegetal; para obtener fósforo soluble y fijar el nitrógeno en el suelo; para la protección contra plagas y patógenos, y para reforzar las actividades metabólicas de las plantas. La empresa le licenció microorganismos a una firma asociada, Stoller, del grupo Corteva Agriscience, y los primeros productos saldrían al mercado en 2026. Symbiomics ha percibido casi 15 millones de reales en distintas rondas de inversiones, provenientes de fondos tales como Vesper, de Santa Catarina, y el estadounidense The Yield Lab.
La empresa es un ejemplo de deep tech, una categoría de startup de base científica que apunta a generar soluciones concernientes a problemas complejos, tales como la expansión de la oferta de alimentos, la creación de nuevos tratamientos contra enfermedades o la generación de energía limpia. Se distinguen de otras startups porque plantean innovaciones con potencial disruptivo, exhiben ciclos de investigación y desarrollo (I&D) lentos y requieren de inversiones considerables y a largo plazo. “Se basan fuertemente en la ciencia y suelen ser fundadas por científicos”, dice el abogado Daniel Pimentel, director de la consultora Emerge Brasil. “Los inversores están más acostumbrados a los negocios de tecnología de la información, creados para lanzar programas de computadoras o aplicaciones y generar retornos en un horizonte corto, y aún se ven dificultades a la hora de entender qué hacen las deep techs y su potencial para generar utilidades extraordinarias. Pero esto está empezando a cambiar.”
En octubre, Emerge Brasil dio a conocer el “Informe Deep Techs Brasil 2024”, que mapeó empresas de este tipo en actividad en el país. La consultora recabó datos sobre startups en instituciones de fomento y los complementó con información recolectada directamente en las empresas. Encontró 875 firmas que se encuadran en ese perfil actuando en áreas tales como las de biotecnología, nanotecnología, ciencias de la computación, materiales avanzados y movilidad, entre otras. Los sectores de mercado con mayor relieve en dicho estudio son el de la salud humana y el farmacéutico, con 243 negocios, y el del agronegocio y la salud animal, con 202.
En la investigación se consignó que el 70 % de las empresas mapeadas aún madura sus tecnologías, mientras que el 30 % avanzó hacia la etapa de ganar escala y salir al mercado. Las que tienen éxito en general tardan cinco años para empezar a crecer. “Como se ubican en la frontera de la ciencia, muchas requieren más tiempo para madurar”, explica Guilherme Ary Plonski, profesor sénior del Instituto de Estudios Avanzados (IEA) y de la Facultad de Economía, Administración, Contabilidad y Ciencia Actuarial (FEA) de la Universidad de São Paulo (USP). En el trabajo se estimó que un 20 % de las deep techs brasileñas crecería en 2024, mientras que un 6 % podría reducir su facturación anual. En su mayoría –un 62 %– fueron fundadas durante los últimos cinco años.
Uno de los principales desafíos en el país reside en obtener financiación en volumen suficiente. Las deep techs están lejos de constituir la primera opción de los fondos de capital de riesgo: de acuerdo con datos publicados en el informe, en 2023, el 84,5 % de las inversiones de venture capital en Brasil se destinó a negocios digitales y al sector financiero. Estas empresas dependen de inversores ángeles, gente que posee capital para invertir en compañías incipientes apostando a su potencial de crecimiento, y de financiación pública, preferentemente no reembolsable. Estas dos fuentes representan el 70 % de las inversiones en deep techs, según el cálculo Emerge Brasil.
Alexandre Affonso / Revista Pesquisa FAPESP
De acuerdo con el informe, instituciones tales como la Financiadora de Estudios y Proyectos (Finep), el Servicio Brasileño de Apoyo a las Micro y Pequeñas Empresas (Sebrae) y la Empresa Brasileña de Investigación e Innovación Industrial (Embrapii) han desempeñado un papel importante en el fomento de esta categoría de negocios. El estudio pone de relieve principalmente al Programa de Investigación Innovadora en Pequeñas Empresas (Pipe) de la FAPESP, que financió a un 28 % de las deep techs mapeadas (léase en el recuadro), como “una política pública consistente para estimular el espíritu emprendedor y la innovación en forma constante y previsible”. De acuerdo con el economista Carlos Américo Pacheco, director presidente del Consejo Técnico Administrativo de la FAPESP, la Fundación viene cumpliendo el rol de ser la principal agencia pública de financiación de las startups de base tecnológica, al actuar en las etapas iniciales de estas empresas. “En esas fases, las compañías aún no tienen ingresos. En Brasil y en varios otros lugares del mundo, el mercado no opera en ese segmento, pues resulta difícil efectuar un análisis de las empresas para realizar aportes de capital”, explica. Desde 1997, el Pipe brinda apoyo a proyectos de investigación de empresas que deben mejorar y detallar sus planes de negocios (Pipe etapa I), desarrollar una tecnología o un proceso innovador (etapa II), o ganar en escala en sus productos y servicios (etapa III).
Un despliegue reciente es el aporte de recursos que efectúa la FAPESP en fondos de inversión (FIP), en asociación con el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) y otras instituciones financieras. “En la actualidad operamos en cinco FIP, que aportan recursos a empresas egresadas del Pipe. También seleccionamos dos grupos de inversores ángeles y dos plataformas de inversión participativa (crowdfunding) para realizar captación y aportes en las empresas que forman parte del Pipe. Son maneras de ir más allá de la financiación de la investigación para apoyar a esas empresas en las sus etapas de crecimiento”, dice Pacheco.
Inspectral, una startup que creó una tecnología de análisis de la calidad del agua en embalses mediante imágenes captadas por cámaras que van a bordo de drones, tuvo éxito al combinar distintas fuentes de fomento para afianzarse en el mercado. Fundada en 2019 en la localidad de Presidente Prudente, interior paulista, ya ha recibido el apoyo de agencias tales como la FAPESP –en el marco del Pipe en proyectos de las etapas I y II–, la Finep, el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq) y Sebrae, aparte del grupo de inversores ángeles BR Angels, que inyectó 2 millones de reales en Inspectral en 2023. La empresa fue creada por los investigadores Alisson do Carmo y Nariane Bernardo. Con doctorado en ciencias cartográficas y teledetección por la Universidade Estadual Paulista (Unesp), Do Carmo unió fuerzas con Bernardo, su compañera en la universidad y con la misma titulación. La deep tech empezó analizando la calidad del agua para centrales hidroeléctricas que necesitaban monitorear a proliferación de macrófitas, plantas que pueden multiplicarse rápidamente en los embalses. El dúo se había abocado durante su formación académica al análisis de bacterias del agua y de los parámetros de la calidad de cuencas hidrográficas.
Inspectral utiliza imágenes de cámaras multiespectrales instaladas en drones y satélites que logran medir longitudes de onda de luz invisibles para el ojo humano. Algoritmos relacionan las imágenes con parámetros de calidad del agua como la turbidez para estimar la presencia y la prevalencia de bacterias y otros microorganismos. “Los resultados se obtienen en forma rápida, lo que hace posible una toma de decisiones más ágil por parte del cliente”, explica Do Carmo. A startup adaptó la tecnología para analizar la incidencia de focos de incendios forestales y la recuperación de montes autóctonos mediante imágenes tomadas desde drones y satélites. Su facturación en 2023 llegó a 1 millón de reales y espera cerrar 2024 con un resultado de 4 millones de reales.
“El fomento público ha venido siendo esencial, pero el volumen de financiación que las deep techs logran obtener en general limita su crecimiento”, afirma Bernardo Petriz, cofundador de Peptidus Biotech. Esta startup biotecnológica creada en 2021 y con sede en el Parque Tecnológico de Brasilia (BioTIC) utiliza inteligencia artificial generativa para desarrollar péptidos bioactivos, moléculas compuestas por aminoácidos que pueden tener acción terapéutica. Petriz y su socio, Octávio Franco, tuvieron la idea de abrir la empresa luego de desarrollar un péptido con acción contra el envejecimiento de la piel en los laboratorios de la Universidad Católica de Brasilia (UCB). La tecnología se licenció en el exterior. Franco es profesor del Programa de Posgrado en Ciencias Genómicas y Biotecnología de la UCB y Petriz hizo su doctorado en dicha institución.
Tras estudiar el mercado, los investigadores arribaron a la conclusión de que las mejores oportunidades en el país estaban en el segmento de salud animal. Formularon entonces un péptido, al que le dieron en nombre de MastPep, que combate a las bacterias causantes de la mastitis, una enfermedad que provoca una inflamación en las glándulas mamarias de las vacas. La investigación del nuevo péptido se llevó a cabo en los laboratorios de la UCB y de la Universidad Católica Don Bosco, en Campo Grande (Mato Grosso do Sul). “Necesitaríamos 3 millones de dólares para estructurar parte de nuestra operación de laboratorio y desarrollar los activos, y obtuvimos menos de una décima parte de eso con recursos públicos”, comenta Petriz. El MastPep pasa ahora por la última fase de pruebas. La empresa se apresta a expandir su cuadro de personal, lo que será posible merced a una financiación de 280.000 reales del CNPq, destinada a la contratación de investigadores durante 24 meses. Y planea buscar otras fuentes de inversión.
Alexandre Affonso / Revista Pesquisa FAPESP
En términos globales, las inversiones en deep techs sumaron 79.000 millones de dólares en 2023, de acuerdo con una investigación del Boston Consulting Group. Es un nivel un 26 % menor que el de 2022, cuando los aportes llegaron a un pico. Negocios con sede en Estados Unidos percibieron la mitad de esos recursos. Los europeos aparecen a continuación con un 20 % del total de las inversiones. La investigación también muestra que, desde el año 2019, las deep techs representan alrededor de un 20 % de las inversiones globales de venture capital, con relieve para las áreas de biotecnología y nuevos materiales.
El término deep tech fue creado en el año 2014 por la inversora Swati Chaturvedi, fundadora de Propel(x), una plataforma de inversiones estadounidense. La idea era diferenciar a este tipo de startups, a los efectos de facilitar su presentación ante el mercado y atraer el tipo adecuado de inversiones. Una de las principales distinciones entre las deep techs brasileñas y las de los países desarrollados como Estados Unidos reside en la robustez del ambiente de innovación, compuesto por inversores privados, organismos de fomento público, universidades y centros de investigación. “En Brasil, el principal obstáculo para ganar en escala radica en que el volumen de financiación está más restringido”, dice Fernando Peregrino, jefe de gabinete de la presidencia de la Finep. La agencia, vinculada al Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación nacional, publicó el documento intitulado Proposta de directrizes para a construção de uma Estratégia Nacional de Apoio a Startups Deep Techs e seus ecossistemas no Brasil durante la 5ª Conferencia Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, realizada en julio en Brasilia. Dicha propuesta recomienda la simplificación de los trámites de regulación y jurídicos y solicita la creación de mecanismos de apoyo adecuados para esas empresas. Como ejemplos, en el documento se hace hincapié en la necesidad de destinar más recursos no reembolsables a esas startups, promover modelos mixtos de financiación y utilizar las compras gubernamentales para impulsar el mercado. En noviembre, representantes de la Finep, del BNDES, de Sebrae y de la Confederación Nacional de la Industria (CNI) suscribieron un protocolo para la creación de una política pública de apoyo a las deep techs.
El ingeniero de producción Plinio Targa, CEO de brain4care, participó en los debates sobre las propuestas que la Finep presentó en julio, en Brasilia. “Este tipo de iniciativas es importante para darle impulso a un sector altamente innovador”, afirma. brain4care creó una tecnología no invasiva de monitoreo de la presión intracraneal que ya utilizan más de 80 hospitales y clínicas en Brasil. Un sensor, sujeto mediante una vincha a la cabeza del paciente, capta datos neurológicos que se procesan en una plataforma de inteligencia artificial y generan indicadores que apuntan el riesgo de aumento de la presión intracraneal. De este modo, es posible anticipar los cuidados pertinentes y evitar el agravamiento de los trastornos neurológicos. Este dispositivo, que puede erigirse como una alternativa a la práctica de abrir el cráneo del paciente para insertar un sensor en el cerebro, ha venido aplicándose con personas que han padecido traumas craneoencefálicos o accidentes cerebrovasculares, o con hidrocefalia, entre otras condiciones neurológicas.
La innovación partió de Sérgio Mascarenhas de Oliveira (1928-2021), investigador del Instituto de Física de São Carlos de la USP (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 221). Con el apoyo del Pipe de la FAPESP, Mascarenhas creó la startup en 2014 junto al farmacéutico y bioquímico Gustavo Frigieri Vilela, también de la USP de São Carlos, y el ingeniero Rodrigo Andrade. Targa entró como inversor ángel y socio en 2016. En septiembre pasado, la Finep aprobó una subvención de 5,4 millones de reales para la realización de estudios clínicos con miras a evaluar el impacto socioeconómico de esta tecnología en el tratamiento de emergencia de condiciones neurológicas en el Sistema Único de Salud (el SUS, la red nacional de salud pública brasileña). La empresa acaba de ingresar al mercado de Estados Unidos.
Pese a que la financiación constituye un importante cuello de botella, la expansión de las fuentes no resolvería todos los problemas de las deep techs. De acuerdo con Peregrino, de la Finep, Brasil necesitaría formar más investigadores para asegurarse una cantidad capital humano capaz de alimentar un sistema robusto de compañías intensivas en ciencia. “Mientras que en Corea del Sur hay alrededor de 7.500 investigadores por millón de habitantes, acá tenemos entre 800 y 1.000 investigadores por millón de personas”, sostiene. Y acota que los fundadores de las deep techs nacionales afrontan dificultades para montar una infraestructura adecuada de investigación y contratar profesionales especializados. “En mercados más maduros, estos retos ya se afrontan con una mejor orientación”, afirma Peregrino.
Estímulo para empresas de basetecnológica
De las deep techs brasileñas, un 55 % está en São Paulo, de acuerdo con el estudio de la consultora Emerge Brasil. En dicho informe se pone de relieve que el estado paulista ha creado ambientes de innovación en el entorno de sus universidades públicas, del Instituto Tecnológico de Aeronáutica (ITA) y de instituciones de investigación como el Centro Nacional de Investigaciones en Energía y Materiales (CNPEM) y el Instituto de Investigaciones Tecnológicas (IPT). Y se distingue por el estímulo y el apoyo las empresas de base tecnológica.
“La concentración también obedece a una mayor disponibilidad de recursos de fomento a la innovación para startups que la de otros estados, a través del Programa de Investigación Innovadora en Pequeñas Empresas, el Pipe, de la FAPESP”, analiza Daniel Pimentel, director de la consultora. El 28 % de las deep techs mapeadas recibió recursos del programa Pipe, que desde 1997 ha brindado su apoyo a alrededor de 2.000 empresas en el estado. Un ejemplo es nChemi, una deep tech de nanotecnología aplicada al desarrollo de nuevos materiales. Fundada en 2015 por investigadores de la Universidad Federal de São Carlos (UFScar), creó una película ultradelgada a base de nanopartículas de óxidos de metal, que puede emplearse como revestimiento de una serie de productos, desde instrumentos quirúrgicos hasta máquinas industriales. “El material prolonga la vida útil de los productos y, en el caso de los instrumentos quirúrgicos, mejora su desempeño”, dice el ingeniero y doctor en ciencia e ingeniería de materiales Bruno Henrique Ramos de Lima, CEO de nChemi.
El revestimiento puede emplearse también en moldes y roscas de extrusión plástica, incluso para PVC, lo que aumenta la durabilidad de estos equipos. El desarrollo de esta innovación se extendió durante cinco años en los cuales Ramos de Lima y sus socios, el ingeniero Tiago Conti y el administrador Lucas Tognolli, se dedicaron exclusivamente al negocio. La empresa nChemi culminó el año 2023 con una facturación de 480.000 reales y la perspectiva de terminar 2024 con un crecimiento del 20 %.
Este artículo salió publicado con el título “Negocios intensivos en ciencia” en la edición impresa n° 347 de enero de 2025.
Proyectos 1. Monitoreo automatizado de recursos hídricos para la detección de macrófitas mediante técnicas de visión por computadora y modelos bio-ópticos con integración de imágenes multiespectrales de satélites y drones (nº 21/03110-8); Modalidad Investigación Innovadora en Pequeñas Empresas (Pipe); Investigador responsable Alisson Fernando Coelho do Carmo; Inversión R$ 843.869,65. 2. Desarrollo de una comunidad microbiana sintética para la promoción de la tolerancia a la sequía en el maíz (n° 18/19100-9); Modalidad Beca de posdoctorado; Investigador responsable Paulo Arruda (Unicamp); Becario Rafael Soares Correa de Souza; Inversión R$ 202.839,44. 3. Nanopartículas magnéticas para la inmovilización de compuestos biomoleculares (nº 17/00850-5); Modalidad Investigación Innovadora en Pequeñas Empresas (Pipe); Investigador responsable William Alberto Leonel Ferreira (Nchemi Engenharia de Materiais); Inversión R$ 573.071,72. 4. Desarrollo de un sensor inductivo mínimamente invasivo para monitorear la presión intracraneal (nº 14/50618-3); Modalidad Investigación Innovadora en Pequeñas Empresas (Pipe); Investigador responsable Sérgio Mascarenhas Oliveira (Braincare); Inversión R$ 913.895,75.
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