Todo tenemos un lagarto en el pecho. Cuando sale a pasear por el cuerpo, ocasiona un quebranto, que se cura con hierbas que lo hacen volver a su lugar. La comprensión de las propiedades de las plantas medicinales empleadas en cada cultura no es tarea sencilla, pero el trabajo de los etnofarmacólogos va mucho más allá: se trata de entender enfermedades que no se encajan en las denominaciones de la medicina convencional, y que por tal motivo se las caracteriza como “síndromes culturales” en el sistema oficial de salud. Ésta es la misión de la bióloga especializada en etnofarmacología Eliana Rodrigues, de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp) con sede en la ciudad de Diadema, quien desde hace 15 años investiga el conocimiento medicinal de distintas culturas brasileñas.
“Los indios tratan las enfermedades usando una planta para cada una”, ejemplifica la investigadora, coordinadora del Centro de Estudios Etnobotánicos y Etnofarmacológicos (CEE). “Los negros, en cambio, emplean mixturas, y pueden tratar de distintas maneras los dolores de cabeza de una persona y los de otra: lo que vale son las particularidades de cada uno”. Otra distinción entre las culturas apunta que cada chamán indígena tiene un conocimiento particular, su colección de plantas en la farmacia de la selva. En tanto, los cholos o caboclos, según la investigadora, cultivan un conocimiento difuso, que se alimenta de distintas culturas y tiene distintos orígenes geográficos.
Esta variada farmacopea es el tema del estudio de Eliana con siete comunidades ribereñas ubicadas a lo largo de las orillas del río Unini, en el norte del estado Amazonas. Para llegar a las ciudades más cercanas, Barcelos y Novo Airão, hay que navegar al menos 250 kilómetros por el río Negro. Los habitantes de la zona, una reserva extractiva, tienen ascendencia indígena, africana y europea. En el siglo XIX, una oleada migratoria proveniente del estado de Ceará se instaló allí en busca de trabajo en los grandes bosques de siringas o heveas ‒ el árbol del caucho ‒, haciendo así un aporte a la cultura local a base del fuerte componente de ese estado nordestino.
Forman parte actualmente de la lista relevada por Juliana Santos, una de las integrantes del equipo del CEE, 122 especies de plantas y 57 de animales, recomendadas para 67 usos terapéuticos. Hasta ahora, las investigaciones han dado cuenta de una gran diversidad de productos psicoactivos de distintos tipos: estimulantes, ansiolíticos, afrodisíacos, tranquilizantes, etc. Eliana ha catalogado 31 especies de plantas y animales empleadas con dichos fines. Las plantas pueden suministrar una variedad de partes: el tallo, las hojas, la corteza, las semillas y los frutos. En tanto, de los animales se emplea la carne, el cerebro, el pene, los huesos y a veces el cuerpo entero. El té de hormigas cortadoras, por ejemplo, se toma contra la pereza, en lo que constituye una referencia a la reputación de trabajadoras que tienen dichas hormigas. “Pero hoy en día pocos pobladores de las riberas emplean la medicina tradicional. La mayoría se acerca al centro de salud comunitario para obtener medicamentos que usan en forma indiscriminada”, se lamenta. El problema surge cuando este tipo de atención se lleva a cabo sin un seguimiento a cargo de un profesional calificado. “Lo hacen agentes de salud con escasa capacitación.”
Los cicatrizantes de las plantas
También son muchas las sustancias empleadas para tratar los llamados síndromes culturales, que según el médico Eduardo Pagani ‒ al tomar parte en el estudio realizado en el marco del trabajo de campo en la Amazonía ‒ pudo verificar, no tienen traducción directa en la medicina convencional. Ése es el caso del quebranto, del derrame, del espante y de la madre del cuerpo, entre otras enfermedades. Algunos de los preparados medicamentosos para estos tipo de dolencias no provienen de las partes tradicionales de las plantas, sino de sustancias que las mismas vierten, los exudados. Ejemplos de ello son el elemí y la brea, además del árbol del lacre, que libera un líquido anaranjado.
Y los exudados no se ciñen a las plantas. La baba del yuí-nekeré común, una rana arborícola manchada marrón y beige, se usa contra el dolor de cabeza. El producto forma una piedra de coloración oscura que los ribereños maceran y envuelven en un pedazo de paño, que luego queman e inhalan. “El uso de los exudados generalmente se hace por la vía de la inhalación”, sostiene Eliana. Pero ella no se muestra convencida de que se trate efectivamente de la saliva solidificada del batracio. Este mes, la etnofarmacóloga se encuentra en las comunidades ribereñas para aprender a hallar la sustancia y verificar la sugerencia que realizara en el siglo XIX el naturalista João Barbosa Rodrigues: el yuí-nekeré recoge elemí en los troncos podridos de los árboles del género Protium y utiliza esa resina para revestir su nido. Así las cosas, la baba de sapo sería elemí enriquecido con secreciones de la piel del animal.
En este momento, la comprensión acerca de qué son estos exudados constituye una de las prioridades de Eliana, que a tal fin cuenta con la colaboración del químico João Henrique Ghilardi Lago, también de la Unifesp, aún inmerso en el proceso de caracterización de cada uno de éstos como resina, goma, látex o savia. “Esta información nos suministrará una pista de su composición química”, prevé la investigadora. Las resinas, por ejemplo, son ricas en terpenoides y aceites esenciales. Una segunda etapa consistirá en detallar los componentes químicos y los posibles principios activos de cada una de esas sustancias.
Mientras, Eliana cataloga los medicamentos de origen natural y se asocia con farmacólogos que analizan sus efectos en animales de laboratorio. Tal es el caso de dos plantas que las comunidades del Parque Nacional de Jaú emplean como analgésicas: el bellaco caspi osucuuba (Himatanthus sucuuba) y la cumandá o chiga (Campsiandra comosa). La segunda es, de acuerdo con los lugareños, la única eficaz contra el dolor de muelas. Los investigadores trataron ratones comunes con extractos de ambas plantas y corroboraron, en algunos aspectos, su uso popular, de acuerdo con un artículo publicado en 2010 en la Revista Brasileira de Farmacognosia. En los animales que recibieron dosis más elevadas del extracto de bellaco caspi, los investigadores detectaron efectos en el sistema nervioso central tales como sedación y una disminución de la actividad motora. En tanto, la cumandá no afectó la coordinación motora ni produjo relajamiento muscular. Pero el resultado no apareció en los ratones tratados con el extracto de la corteza del árbol, solamente del de las hojas, precisamente apuntadas por los lugareños como un remedio más fuerte, pero raramente usadas como medicamento por hallárselas solamente en las copas altas, fuera del alcance cotidiano.
Durante su doctorado, Eliana realizó un estudio similar con tribus de indios Krahô, en Tocantins (lea en Pesquisa FAPESP nº 70), un trabajo que después se vio dificultado y embargado a causa de la legislación que restringe el acceso a la información que ostentan esas poblaciones. Además de los lugareños, la investigadora también realizó estudios etnofarmacológicos en comunidades remanentes de esclavos [quilombolas], que tienen una cultura de medicina tradicional muy distinta.
Fue en el sexmo [sesmaria, en portugués] Mata-Cavalos, en el municipio de Nossa Senhora do Livramento, en Mato Grosso, donde ella descubrió por casualidad el cigarro tira-capeta[algo así como espanta diablo, también en portugués]. “Para hacer una buena etnografía hay que vivir en el área de estudio”, explica. Y fue así como descubrió que por las noches, luego de contestar las preguntas de la investigadora, don Cezário, el pai de santo o tata, encendía un cigarro muy aromático que, cuando se lo fuma, produce un relajamiento y altera la percepción. “Es un humo celebroso“, describió el curandero, quien aprendió la receta con su abuela india y prescribe el remedio para mejorar el desempeño escolar de niños y adolescentes. Es un “fortificante” del cerebro. La etnofarmacóloga descubrió también que los habitantes de la zona viajan kilómetros en busca de la mixtura de nueve plantas que ayuda a curar, por sustitución, la adicción a la marihuana. El tira-capeta crea dependencia, mas sin el estigma social de la hierba ilegal.
El tira-capeta lleva plantas autóctonas, como el zorrillo (Pettiveria alliacea) y el capitiú o palo bachaco (Siparuna guianensis), y otras introducidas aquí, a ejemplo del eucalipto (Eucalyptus globulus) y del ajo. Un primer nivel de análisis a cargo de la química Giuseppina Negri, publicado en 2010 en la Revista Brasileira de Farmacognosia, demostró que el humo de este cigarro es rico en cineol, alcanfor y alfa-pineno, sustancias conocidas en la literatura científica debido a que aguzan la memoria, para el tratamiento de la sinusitis y porque alivian el insomnio.
Conocimiento adulterado
Con todo, de no mantenérsela bajo cuidados, esta cultura se perderá. En el marco de un estudio llevado a cabo en Diadema, Eliana y su alumno Julino Soares verificaron precisamente que muchas de las hierbas medicinales que se venden en la ciudad no son lo que deberían ser. Al comprar una planta por otra, los clientes corren el riesgo de agravar sus problemas de salud. Y lo que es más grave: los investigadores encontraron altos tenores de contaminación con hongos y bacterias. “Son migrantes que reunieron los conocimientos que recabaron en su periplo a través de los estados hasta llegar al Gran São Paulo”, comenta la investigadora. Pero esos saberes van perdiendo precisión por el camino.
“Hay que rescatar la historia del conocimiento popular pues, de no ser así, va a desaparecer”, subraya el psicofarmacólogo Elisaldo Carlini, director del Centro Brasileño de Información sobre Drogas Psicotrópicas (Cebrid) de la Unifesp. Carlini la dirigió a Eliana durante su doctorado y afirma que es imposible que la misma persona recabe las informaciones etnológicas en las comunidades tradicionales y lleve a cabo los estudios químicos y farmacológicos. Para él, es necesario reunir equipos multidisciplinarios en centros bien equipados. Un lujo raro en Brasil, de acuerdo con su experiencia. “Entonces la cosa pasa por hacer los estudios etnofarmacológicos y guardar los datos para cuando el país se despierte y empiece a invertir en el desarrollo de medicamentos”. Sin el primer escalón que Eliana ha subido, no se puede avanzar.
Una forma de modificar este panorama puede ser la iniciativa de crear una carrera de posgrado en plantas medicinales en Diadema, donde Eliana es docente. Carlini es el mentor y coordinador de dicho proyecto, que se encuentra en proceso de aprobación en el rectorado y cuenta con el apoyo de la Coordinación de Perfeccionamiento del Personal de Nivel Superior (Capes). Cabe esperar que sus características interdisciplinarias materialicen una interconexión entre los campi de la Unifesp: la carrera de farmacia de Diadema, la de medicina de la capital paulista y la de sociología, con sede en Guarulhos.
El Proyecto
Estudio etnofarmacológico entre los lugareños de la reserva extractiva del río Unini, Amazonas (nº 2009/53382-2); Modalidad Ayuda Regular a Proyecto de Investigación – Programa Biota; Coordinador Eliana Rodrigues – Unifesp; Inversión R$ 86.130,40
Artículos científicos
RODRIGUES, E. et al. Perfil farmacológico e fitoquímico de plantas indicadas pelos los caboclos do Parque Nacional do Jaú (AM) como potenciais analgésicas. Parte I. Revista Brasileira de Farmacognosia. v. 20, n. 6, p. 981-91. dic. 2010.
NEGRI, G & RODRIGUES, E. Essential oils found in the smoke of “tira-capeta”, a cigarette used by some quilombolas living in Pantanal wetlands of Brazil. Revista Brasileña de Farmacognosia. v. 20, n. 3, p. 310-16. jun./jul. 2010.
SOARES NETO, J. et al. A rede de comércio popular de drogas psicoativas na cidade de Diadema e o seu interesse para a saúde pública. Saúde e Sociedade. v. 19, p. 310-19. 2010.