Imprimir Republish

TAPA

Las imágenes de la ciencia

Red iberoamericana de investigadores desarrolla índices para evaluar la percepción pública del conocimiento científico

EDUARDO CESARSería temerario hacer extensivas al conjunto de las poblaciones de Argentina, Brasil, España y Uruguay las recientes conclusiones de una investigación innovadora sobre la percepción pública de la ciencia, llevada a cabo en dichos países entre finales de 2002 y comienzos de 2003, ya que, en términos estadísticos, las muestras utilizadas para ese trabajo son poco representativas de tamaño universo. Con todo, tales resultados suministran ciertamente indicaciones preciosas relativas al imaginario social inherente a la ciencia y la tecnología de esos países iberoamericanos. Y más aún: brindan importantes pistas sobre el grado de comprensión referente a determinados tópicos del conocimiento científico y tecnológico, sobre el consumo de información científica en dichas sociedades y sobre la participación efectiva de sus ciudadanos en los movimientos y debates en torno a temas controvertidos del área de ciencia y tecnología.

De esta forma, y manteniendo la salvedad de que la información que se presenta tiene “un carácter indicativo y provisorio”, como, por cierto, lo hacen explícito los coordinadores de esta investigación, se puede decir, por ejemplo, que en el imaginario social de los países estudiados prevalece una triple imagen de la ciencia: como epopeya de “grandes descubrimientos”, como condición para el “avance técnico” y como fuente de “mejora de la vida humana”. Y en otro ejemplo, relativo a la información sobre ciencia y tecnología, es interesante constatar que, repitiendo aquello que se registra en la práctica internacional de esas investigaciones, la gran mayoría de las personas escuchadas se considera “poco informada” o “no informada”, lo que de hecho es coherente con la revelación de que solo ocasionalmente estas personas consumen información científica vía televisión, periódicos o revistas especializadas. Dicho sea de paso, considerados los resultados de este estudio, existe una confianza muy grande de parte del público en los científicos en su rol de fuente de determinadas informaciones (sobre energía nuclear y biotecnología), mientras que en este campo los periodistas gozan de escasísima credibilidad.

Las estrategias de análisis
Todos estos datos, y muchos otros, cuidadosamente cuantificados, pueden encontrarse en el libroPercepción pública de la ciencia , organizado por Carlos Vogt, coordinador de la investigación en Brasil, y Carmelo Polino, coordinador de la misma en Argentina, publicado por Editora Unicamp y FAPESP. Presentado en noviembre y tomado como documento base de un taller sobre el tema realizado por la Fundación durante los primeros días de diciembre, el libro es en rigor una especie de primer informe científico del Proyecto Iberoamericano de Indicadores de Percepción Pública, Cultura Científica y Participación Ciudadana, iniciado a mediados de 2001 por la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) y por la Red Iberoamericana de Indicadores de Ciencia y Tecnología (Ricyt/ Cyted). Los sondeos de percepción pública de la ciencia forman parte del desarrollo de este proyecto y, al mismo tiempo, constituyen herramientas del mismo, que tiene objetivos más ambiciosos. “Las encuestas son ejercicios de carácter metodológico, toda vez que se ha dado prioridad a la cuestión empírica para el desarrollo de conceptos y la verificación de indicadores y estrategias de análisis”, puede leerse en el libro.

Y precisamente allí -en los conceptos e indicadores adecuados- radica una de las mayores dificultades para auscultar la repercusión, en sus diferentes sentidos, de las producciones de la ciencia y la tecnología en el seno de las sociedades de países que no están ubicados en el centro del sistema económico. Porque, como se lee en el libro, “aunque se pueda postular la universalización del conocimiento científico y tecnológico, es indudable que su recepción, su apropiación y su empleo son procesos demarcados socialmente, y sujetos tanto a las especificidades culturales de cada sociedad como a la situación social histórica y concreta de las mismas”.

Esto significa que el proyecto afronta el desafío de construir en el mediano plazo una batería de indicadores regionales basados en un concepto complejo de cultura científica, que dé cuenta de las características de los países de la región y, al mismo tiempo, pueda ser utilizada en comparaciones internacionales más amplias. Cabe acotar que en Estados Unidos, países de la Unión Europea, Gran Bretaña, Canadá, Australia, China y Japón, entre otros países, la base metodológica que generalmente se aplica en las encuestas de percepción y nivel cultura científica fue desarrollada por la institución estadounidense National Science Foundation (NSF), a partir de 1972. Estos modelos de análisis evalúan el nivel de información, las actitudes y los intereses de los individuos con relación a la ciencia, pero no revelan su grado de implicación con relación al avance de la investigación, por ejemplo. Ésta es una de las limitaciones que, de acuerdo con la evaluación de los investigadores ligados a la Ricyt, hacen que la metodología de la NSF se muestre inadecuada a la realidad de las naciones en desarrollo.

El argumento es que en esos países, la ciencia y la tecnología desempeñan un papel preponderante para el crecimiento económico, y la comprensión del público con relación al rumbo y a los beneficios sociales del avance del conocimiento constituye una condición indispensable para la efectiva participación democrática de los ciudadanos en las políticas públicas del sector. “Los conceptos deben discutirse en un marco teórico más amplio”, observa Polino, director del Centro de Estudios sobre Ciencia, Desarrollo y Educación Superior de Argentina.En términos prácticos, los partícipes del proyecto están realizando una serie de estudios que comprenden la revisión teórica de los conceptos ligados a la cultura científica y el desarrollo de los indicadores de percepción, al tiempo que procuran dotar de densidad a la red de grupos de investigación e instituciones abocadas a promover el intercambio y la discusión teórico-metodológica entre los países iberoamericanos. Actualmente integran la Rycit 50 instituciones.

Una investigación pionera
Realizada en Brasil por el equipo del Laboratorio de Periodismo de la Unicamp (Labjor), coordinado por Vogt, que es también presidente de la FAPESP, la encuesta de percepción pública sobre la ciencia tiene un carácter pionero en el país, especialmente si se considera su metodología, su basamento teórico y sus objetivos. A decir verdad, en 1987 se realizó una amplia encuesta de opinión “Qué piensan los brasileños de la ciencia” sobre la imagen que la población urbana del país tenía sobre la ciencia, concebida por el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq) junto con el Museo de Astronomía y Ciencias Afines (Mast), y que fue realizada por el Instituto Gallup. Con base en las respuestas dadas por 2.892 personas (1.409 varones y 1.483 mujeres) de más de 18 años y de todas las clases sociales sobre 27 cuestiones, el sondeo mostró entre otros datos que el 52% de la gente escuchada consideraba al país atrasado en el área de investigación, y que el 71% de estas personas manifestaba algún o mucho interés en los descubrimientos científicos. Reveló también que, de acuerdo con la visión de la gente, los científicos ocupaban el quinto lugar entre los profesionales que más contribuían al desarrollo del país, detrás de los agricultores, los industriales, los docentes y los médicos.

En cambio, la investigación de la Rycit fue más profunda, con un total de 90 cuestiones, y eminentemente cualitativa. Tanto es así que en Brasil, en el marco de la primera muestra -la que aparece en el libro-, fueron consultadas tan solo 162 personas de Campinas, entre febrero y marzo de 2003. Posteriormente el sondeo se extendió a São Paulo, donde se completaron 776 cuestionarios, y a Ribeirão Preto, donde se consultó a 125 personas. Cabe señalar que, una vez tabuladas las respuestas de la segunda etapa, las diferencias con relación a la primera muestra fueron insignificantes, lo que le permitió al equipo del Labjor presentar durante el seminario realizado en la FAPESP los resultados unificados relativos a un total de 1.063 personas, y sin contradicciones con los resultados que aparecen en el libro. En Argentina, la muestra abarcó a 300 personas, todas escuchadas en diciembre de 2002 en el Gran Buenos Aires.

En Uruguay, con la coordinación de Rodrigo Arocena, de la Universidad de la República Oriental del Uruguay, se completaron 150 cuestionarios en Montevideo, y en España, fueron consultadas 150 personas en Salamanca y Valladolid, en el marco de un trabajo coordinado por Miguel Ángel Quintanilla, de la Universidad de Salamanca. En ambos países, la encuesta se realizó entre febrero y marzo de 2003.En todos los casos, la magnitud de la muestra se determinó siguiendo criterios de consistencia para el análisis de los indicadores empleados. De los cuatro núcleos de cuestiones – imaginario social, comprensión de contenidos del conocimiento científico, procesos de comunicación social de la ciencia y Participación Ciudadana en cuestiones de ciencia y tecnología -, el primero fue el más extenso. Y el conjunto de indicadores allí incluidos pretende reflejar, al margen de las imágenes que se tiene de la ciencia, las ideas relativas a su utilidad, la valoración del conocimiento científico, la representación de la ciencia en su relación con la sociedad y con la vida cotidiana, los riesgos asociados a la producción científica, la imagen de los propios científicos y la visión sobre el desarrollo de la ciencia local.

En lo que atañe a la cuestión específica sobre aquello que mejor expresa la idea de ciencia, y aunque esto ya fuera dicho antes, en los cuatro países investigados tres asociaciones predominan (grandes descubrimientos, avance tecnológico y mejora de la calidad de vida humana). En Brasil específicamente, la visión de la ciencia como fuente de beneficios para la vida de los seres humanos es la que tiene más adeptos (el 46,9% de los entrevistados). Otro indicador de la imagen positiva de la ciencia es el elevado nivel de coincidencia de los entrevistados de los cuatro países (un 77% en promedio; en Brasil un 76,5%) con la afirmación que dice que el principal motivo de la mejora de la calidad de vida de la humanidad es el avance de la ciencia y la tecnología. Pero, por supuesto, esto no quiere decir que se tome a la ciencia como una especie de panacea universal; tanto es así que la gran mayoría de los entrevistados dice estar en desacuerdo con la afirmación que indica que la ciencia y la tecnología pueden resolver todos los problemas (un 82,7% en Brasil, un 85,4% en Argentina, un 82% en España y un 93,3% en Uruguay).

Entre las indagaciones orientadas a la representación de la ciencia como fuente de conocimiento o como lugar de la verdad, se la compara con la religión, por ejemplo. El problema es presentado mediante una afirmación, “atribuimos excesiva verdad a la ciencia y poca a la fe religiosa”, con la cual los entrevistados pueden coincidir o disentir. La concordancia de las personas escuchadas en Brasil es del orden del 70,4%, en Uruguay, del 57,3%, y en Argentina, de 53,3%, mientras que en España es mayor el porcentaje de aquéllos que disienten (un 46,7%) y es alto con relación a los demás países el porcentaje de aquéllos que no saben contestar a esta cuestión (un 11,3%).

En las cuestiones que intentan captar la representación de la ciencia con relación a la sociedad y a la vida cotidiana, llama la atención la indicación de que ésta no es considerada como un dominio exclusivo de las mentes iluminadas. La mayor parte de los brasileños (un 64,8%), uruguayos (un 56%) y españoles (54%) entrevistados está en desacuerdo con la afirmación de que “el mundo de la ciencia no puede ser comprendido por las personas comunes”. En cambio, los argentinos en su mayoría (el 60,5%), considera que el discurso de la ciencia es inaccesible. Siguiendo en el mismo terreno de cuestiones, el 67% de los entrevistados piensa que la ciencia y la tecnología se preocupan con los problemas de la población, y el 60% de éstos en media calificó a la ciencia como un factor de racionalidad de la cultura humana, considerando que, si la descuidamos, “nuestra sociedad será cada vez más irracional”. En síntesis, según concluye el estudio, aunque existe una buena parte que ve en la ciencia un conocimiento de difícil acceso por parte de las personas comunes, la actividad científica está integrada en la sociedad, “como componente de la cultura, como fuente de conocimiento útil o como producción de saber orientado hacia los problemas de la población”.

Cuando fueron convocados a reflexionar sobre los riesgos implicados en la investigación científica, los entrevistados demostraron grados muy variados de preocupación con el tema. Entre los brasileños, el 42,6% entiende que el desarrollo de la ciencia le ocasiona problemas a la sociedad, proporción que se eleva al 47% entre los argentinos. Pero la preocupación en ese sentido es mucho más fuerte entre los españoles (un 56% de la muestra) y los uruguayos (un 58%). Entre aquéllos que ven problemas, los más mencionados son la “utilización del conocimiento para la guerra”, seguido de “la mayor concentración del poder y la riqueza”. No obstante, en los cuatro países son pocos los que tienen dudas acerca que de los beneficios que traen aparejados la ciencia y la tecnología sean mayores que sus efectos negativos. En media, el 74,3% opina lo contrario.

La percepción del público sobre la ciencia y la tecnología, según se destaca en la investigación, no necesariamente está en consonancia con la imagen de los científicos y los tecnólogos. La idea de la ciencia como fuente de racionalidad puede articularse con una visión de científicos movidos por intereses particulares e irracionales. Del mismo modo, la visión de la ciencia como fuente de riesgos puede combinarse con una buena imagen de los científicos, que serían orientados por valores positivos. Así, la “vocación para el conocimiento” fue apuntada “con un amplio margen de diferencia con relación a las otras alternativas” como el principal factor que los motiva a dedicarse a la investigación. Una eventual disposición humanitaria “para resolver los problemas de la población” aparece en segundo lugar, y la “conquista del poder”, “el dinero” o “el prestigio” fueron consideradas motivaciones menos relevantes.

Pero aun así, una fracción importante de los entrevistados no piensa que estas cualidades les garanticen idoneidad como para hacer ciencia como un instrumento de desarrollo. Es más: pese a apoyar la autonomía en la investigación, para los entrevistados, la función política de decidir qué se debe investigar está más allá de las incumbencias de los investigadores. La investigación tampoco debe ser controlada por las empresas, en la opinión de la mayoría de los entrevistados. Únicamente en Brasil la muestra aparece dividida con relación a esta cuestión: el 48,2% no ve problema alguno en la apropiación privada del conocimiento.

El optimismo brasileño
La idea predominante al respecto de la existencia de la ciencia y la tecnología en cada uno de los países investigados es de que hay “un poco de ciencia y de tecnología en algunas áreas” (vea el gráfico de la página 21 ). A propósito: Uruguay fue el país en el que esta afirmación obtuvo el mayor porcentaje de respuestas: el 80%. “En Uruguay, la ciencia y la tecnología tienen poco peso en la economía”, dice Arocena. Merece destacarse sin lugar a dudas el optimismo de la muestra brasileña con relación al conocimiento producido en el país: las alternativas que identifican a la ciencia nacional como “bastante desarrollada” y “muy desarrollada” obtuvieron respectivamente un 25% y 18% de las respuestas.Los investigadores también procuraron evaluar la visión del público sobre el financiamiento estatal a la ciencia y la tecnología.

Y la opinión predominante que se observó indicó que es insuficiente el apoyo oficial, algo que se configura como uno de los principales factores de inhibición de un “mayor desarrollo científico y tecnológico” en cada uno de los países. No obstante, en este apartado, otra vez la percepción de los brasileños es más optimista: un 27,8% de los entrevistados piensa que el financiamiento estatal es “razonablemente suficiente”, ante un 3,3% de los argentinos que lo califican de igual modo, un 13,3% de los españoles y un 9,3% de los uruguayos. Y más: mientras que la falta de interés por parte de los empresarios aparece casi marginalmente entre los factores que impiden un mayor desarrollo científico y tecnológico para los argentinos y para los españoles (los uruguayos no tenían esa cuestión para contestar), para el 17,3% de los brasileños éste es una factor que se debe considerar. Para finalizar con este punto del optimismo brasileño, mientras que un 66% de los uruguayos, un 59,4% de los argentinos y un 43,2% de los españoles subrayan la carencia de difusión social de los resultados de las prácticas científicas, nada menos que el 54,9% de los brasileños, en cambio, otorgan relevancia a la aplicación práctica del conocimiento como un rasgo positivo del sistema científico del país.

Sorprendente nivel de aciertos
En el conjunto de cuestiones relativas a la comprensión de los contenidos del conocimiento científico – en las que los entrevistados deberían señalar si las afirmaciones eran verdaderas, falsas o contestar que desconocían el tema -, en general el índice de contestaciones correctas fue bastante alto, esto con seguridad en función del nivel de escolaridad de los entrevistados. Con todo, se registraron variaciones considerables de ese índice dependiendo del campo de conocimiento abordado. Así, fue del 82,5% en las preguntas referentes a geología y astronomía, mientras que en física se ubicó en un 61%. Fue relativamente bajo en cuestiones ligadas a bioquímica e ingeniería genética (un 62,8%) y más alto en las preguntas relacionadas con la evolución biológica (un 74%). Se observó también que ciertas cuestiones que suelen movilizar acciones colectivas, como la de los transgénicos, la clonación o la radioactividad, no muestran tener niveles de comprensión mayores que otros temas.

En el núcleo de cuestiones relativas a los procesos de comunicación social de la ciencia, la mayoría de los entrevistados en Argentina (un 80%), Brasil (un 71%) y España (un 67%) se consideró “poco informado” y “no informado”. Solamente entre los uruguayos un alto porcentaje (un 50%) se consideró “bastante informado”. El consumo de información científicas, ya sea a través de la televisión, de periódicos o de revistas de divulgación científica es mayoritariamente ocasional en Argentina, Brasil y España. En Uruguay, las respuestas acerca de la frecuencia del consumo en periódicos contemplaron equilibradamente las opciones “regular” y “nunca”. En Argentina llama la atención la respuesta del 41% de los consultados, que contestaron nunca haber tenido ningún contacto con revistas de divulgación científica, ante un 23,5% de los brasileños que escogieron esa opción, un 20,7% de los españoles y un 28,7% de los uruguayos.

El cuestionario también tuvo por objeto identificar los valores que los entrevistados atribuyen a los científicos y periodistas en su calidad de agentes relevantes de la comunicación pública de la ciencia. Al respecto de la claridad de la difusión, por ejemplo, la gran mayoría de las respuestas se inclinó por sostener que solamente en algunas situaciones los científicos “utilizan un lenguaje complicado y de difícil comprensión” (esta opción fue seleccionada por un 74,1% de los argentinos, un 56,8% de los brasileños, un 79,1% de los españoles y un 58,7% de los uruguayos). Sin embargo, cuando el tema es la biotecnología o la energía nuclear, la confianza en la fuente de información se divide entre científicos universitarios y organizaciones no gubernamentales (ONGs) de defensa del medio ambiente. Por cierto: los brasileños confían más en las ONGs ambientalistas. Una cuestión para pensar es la credibilidad de los periodistas, ubicada en un nivel muy secundario: solamente un 5,2% de los brasileños los mencionó como fuentes en las que se puede confiar para recibir información sobre energía nuclear. Y peor es su credibilidad entre los argentinos (solamente un 1,9% los escogió), los españoles (un 1,3%) y uruguayos (un 2% de la muestra). La confianza en los periodistas es menor todavía cuando la información se refiere a biotecnología: solamente el 0,9% de los argentinos, un 2% de los brasileños, un 0,7% de los españoles y un 2,7% de los uruguayos los consideraron dignos de confianza.

La encuesta comprendió situaciones controvertidas – como las cuestiones de los residuos nucleares, los organismos genéticamente modificados y la contaminación industrial, entre otras – para detectar experiencias de participación efectiva de la gente. Y constató que la mayoría absoluta de los entrevistados no tiene dudas al respecto de que es “importante” participar en esos debates, preferentemente en forma grupal. Pero gran parte de ellos reveló haber participado únicamente en manifestaciones públicas con relación a estos temas, o para recabar firmas.

El proyecto de la OEI y de la Rycit ingresa ahora en una nueva etapa, con la profundización de la evaluación de los resultados de este estudio y de los instrumentos empleados para recabar las informaciones. La red iberoamericana también se verá reforzada con la incorporación de nuevos grupos al proyecto de indicadores y de nuevos sondeos, que utilizarán distintas estrategias, según adelantan Vogt y Polino.

Republicar