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Especial

Las inversiones ponen el riesgo bajo control

Los laboratorios reorganizan sus áreas de investigaciones

En 1988, una reacción de hidrogenación provocó un incendio en el Laboratorio de Síntesis del Departamento de Química del Centro de Ciencias Exactas y Tecnología de la Universidad Federal de São Carlos (UFSCar), hiriendo gravemente a un alumno y a un técnico. Ocho años después, le tocó el turno a uno de los laboratorios del Instituto de Química de la Universidad de São Paulo (USP). Estos son solamente dos ejemplos de los accidentes ocurridos en laboratorios de São Paulo.

Los problemas en las instalaciones eléctricas, las redes inadecuadas para los requerimientos de los equipos y la falta de mantenimiento y de un sistema adecuado de ventilación eran responsables por los incendios, las explosiones, las quemaduras e intoxicaciones que, además de poner en riesgo a investigadores y alumnos, dificultaban el desarrollo de las investigaciones y ocasionaban graves perjuicios para los laboratorios de las universidades paulistas.

A partir de 1995, los laboratorios de química de la USP, de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp), de la Universidad Estadual Paulista (Unesp) y de la UFSCar y de otros institutos de investigaciones paulistas pudieron contar con 37,8 millones de reales del Programa de Infraestructura de la FAPESP para financiar reformas y modernizar las instalaciones propuestas en 262 proyectos, de forma que fueran factibles las investigaciones de avanzada. La mejoría de las instalaciones aumentó la motivación para el trabajo y la calidad de la formación de los alumnos. Las investigaciones ganaron en competitividad y conquistaron importantes premios. También creció el número de publicaciones de artículos y de pedidos de nuevas patentes.

El Programa de Infraestructura estableció condiciones más seguras de trabajo. En el caso del Laboratorio de Síntesis Orgánica y Cromatografía Líquida de Alta Eficiencia (CLAE), del Departamento de Química de la UFSCar, fue posible incluso crear una Sala de Reacciones Peligrosas de uso común para todo el Departamento de Química, cuenta Quezia Bezerra Cass.

Caída de potencial
“Antes de las reformas, era difícil trabajar debido a que llovía sobre los equipamientos”, recuerda Walter Colli, dos veces director del Instituto de Química (IQ) de la USP, en São Paulo. Las caídas de tensión frecuentes de quemaban las lámparas de aparatos y piezas importadas que muchas veces demoraban de tres a cuatro meses para ser reemplazadas. “En un solo fin de semana, llegamos a perder 30 mil dólares en productos químicos destinados a los experimentos, que estaban almacenados en un freezer, quemado en una de esas caídas de energía.” Los bancos de madera, hechos artesanalmente hace 30 años, estaban corroídos por las termitas.

Uno de esos, revela Colli, se derrumbó durante la realización de una de las experiencias. Las condiciones de las instalaciones hidráulicas no eran mejores: de las tuberías tapadas y oxidadas chorreaba “agua marrón” que abastecía a los lavabos, lo que exigía una triple destilación para tornarla pasible de uso. “La investigación científica, que siempre fue de alto nivel en el IQ-USP, estaba siendo perjudicada por la falta de infraestructura. Sin el auxilio de la FAPESP no podríamos, por ejemplo, estar abrigando actualmente grupos del Proyecto Genoma. No teníamos condiciones asépticas, ni estructura hidráulica, ni estabilidad eléctrica para permitir el funcionamiento de los sensibles secuenciadores de ADN”, afirma.

Los recursos del Infra garantizaron al Instituto de Química de la Unicamp un salto de calidad en las investigaciones y la posibilidad de trabajar con equipamientos de última generación, dice Anita Jocelyne Marsaioli. Su grupo, formado por 24 profesores y cerca de cien alumnos, pasó a contar con un espectómetro de Resonancia Magnética Nuclear (RMN) en el desarrollo de las investigaciones a partir de 1996. Este equipo era la última palabra en espectómetros y permitió, entre otras cosas, la ampliación de investigaciones en resonancia, estudios de difusión por RMN, determinaciones estructurales de muestras de menos de un miligramo y RMN de Carbono 13. En dos años, cada profesor del grupo llegó a publicar entre cinco y siete trabajos, además de las tesis asociadas de los alumnos de posgrado.

En la misma universidad, el Infra patrocinó en 1999 las reformas en el Laboratorio de Electroquímica y Electroanálisis para el Desarrollo de Sensores. Según Lauro Tatsuo Kubota, éstas contribuyeron para que el número de dirigidos creciese de entre 6 y 8 a 16 alumnos. Esto sin hablar de la mejora de la calidad y aceleración del ritmo de las investigaciones con diferentes tipos de biosensores que tienen aplicación en la detección de microorganismos, de glutationa-peroxidasa (evaluación de niveles de estrés) y de compuestos fenólicos en efluentes. El laboratorio ya generó cinco pedidos de patentes de biosensores en Brasil.

De acuerdo con la evaluación de Luiz Otávio de Souza Bulhões, del Laboratorio Interdisciplinario de Electroquímica y Cerámica (Liec), de la UFSCar, “el Infra permitió el crecimiento y la reorganización del trabajo académico y de investigación aplicada en los institutos de Química”.

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