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Competitividad

Las lecciones de los innovadores

Estudio releva estrategias de siete países que producen investigación de calidad mundial y formula recomendaciones para Brasil

Nokia Laboratorio de Nokia: Finlandia es un ejemplo de articulación entre la universidad y la empresaNokia

¿De qué manera Brasil puede inspirarse en el ejemplo de países que lograron perfeccionar su ambiente académico y empresarial y empezaron a producir investigación e innovación de nivel mundial? Dada a conocer al final de abril, la investigación Mobit – Movilización Brasileña para la Innovación, tuvo el mérito de compilar las iniciativas adoptadas por siete países para formar redes de investigación, articular recursos y esfuerzos públicos y privados y quizás lo más importante: formar un consenso sobre los objetivos que han de alcanzarse. El estudio comparó las políticas industriales y de innovación de Estados Unidos, Francia, Canadá, Irlanda, Reino Unido, Finlandia y Japón. Y también se extendió a Brasil, donde fueron entrevistados empresarios y autoridades. El resultado es un diagnóstico de aquello que acerca y aquello que separa a nuestro ambiente del de las restantes naciones.

El estudio evita apuntar soluciones categóricas para Brasil, pues las iniciativas tuvieron efecto en países con culturas y niveles de desarrollo muy diferentes. “No es posible hacer transposiciones mecánicas ni afirmar que existen salidas únicas y salvadoras. Pero esos países comparten un conjunto de estrategias y comportamientos que dejan lecciones”, dice el sociólogo Glauco Arbix, coordinador de la Mobit y del Observatorio de Innovación y Competitividad, con sede en el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de São Paulo (IEA/USP). El estudio fue solicitado por la Agencia Brasileña de Desarrollo Industrial (ABDI) y ejecutado por el Centro Brasileño de Análisis y Planificación (Cebrap).

Durante 10 meses, los investigadores liderados por Arbix recorrieron los siete países, entrevistaron a las autoridades y formuladores de políticas públicas y relevaron datos sobre los planes adoptados y sus resultados. Observaron, por ejemplo, que todos dan a la innovación el status de factor más importante de sus estrategias competitivas, comprometiendo a actores tales como el medio empresarial, las universidades y el gobierno. “Cada uno a su manera, esos países avanzaron rumbo a un paradigma en el cual el conocimiento ocupa un lugar central en la reproducción de nuevas relaciones económicas y sociales”, dice Glauco Arbix. Esto se dio, de acuerdo con el estudio, por medio de movilizaciones que perfeccionaron sus sistemas nacionales de ciencia y tecnología con el fin de que produjeran investigación e innovación de jerarquía mundial. “La preocupación de ellos es con lo mejor que se está haciendo en el mundo”, afirma el sociólogo.

Una característica significativa es el lugar asignado a las empresas en esas estrategias. El sector privado tiene un rol central. Todos los esfuerzos se vuelcan a perfeccionar las actividades de investigación, desarrollo e innovación en el ambiente empresarial. Existe un consenso de que a través de la empresa la economía se moverá y generará bienestar económico. En los siete países investigados las universidades son presionadas a colaborar. “No se trata de discutir su autonomía, sino la relevancia de su pauta de investigación. Las universidades son estimuladas a adaptarse a los cambios para ayudar a las empresas y están cumpliendo cada vez más ese papel”, dice Arbix.

SANDIA Generador de rayos X de los laboratorios Sandia: asociación público-privada en EE.UU.SANDIA

Al sector público le compete la misión fundamental de articular esfuerzos, Patrocinar políticas públicas y leyes que despejen los obstáculos del ambiente empresarial y académico y, por supuesto, de invertir en educación básica y superior y en la infraestructura de investigación. “En los órganos públicos de los países que visitamos, la innovación no es vista más como tecnología. Innovar significa incorporar conocimientos, nuevos o maduros, de manera inédita, por medio de procesos que pueden manifestarse en todos los sectores. En el Reino Unido, por ejemplo, se pone gran énfasis en la innovación del sector financiero, toda vez que el país pretende consolidarse como el mayor centro de finanzas del mundo”, afirma el coordinador de la investigación.

Otro importante denominador común es la persistencia y la durabilidad de las políticas públicas volcadas a la innovación. Entre los ejemplos mencionados, uno de los más elocuentes es el de Estados Unidos, donde la política para la innovación adoptada por el gobierno de Bush es rigurosamente la misma trazada en la década de 1990 por la administración Clinton, pese a todas las diferencias que separan a ambos gobiernos. En algunos casos, la “concertación” es antigua, pero eso no es la regla. Si bien Finlandia alcanzó ese consenso hace décadas, Irlanda estableció su Social Partnership en 1987 – una experiencia apuntada como central para el crecimiento económico de los últimos años. Hasta mediados de la década de 1980, las universidades irlandesas eran mucho más volcadas a la docencia que a la investigación, pues se valían de los avances tecnológicos de la influyente vecina Inglaterra.

Incubadoras
Las dificultades de Brasil también fueron relevadas y analizadas desde la perspectiva de los siete países visitados. El estudio apunta problemas, tales como el hábito de confundir política industrial con la reducción del llamado “costo Brasil”, el bajo número de empresas innovadoras que exportan y las resistencias para a la ampliación de la cooperación entre empresas y universidades. La lista es más extensa: incluye la ausencia de coordinación política, el bajo aprovechamiento del poder de compra gubernamental, el plazo largo para la liberación de recursos, la incertidumbre jurídica, la deficiencia de gestión y la carencia de emprendedores, la acción insuficiente de las incubadoras tecnológicas…

El diagnóstico va acompañado por una batería de recomendaciones, como la profundización del diálogo con líderes empresariales, el relevamiento de los investigadores brasileños radicados en el exterior y la consecuente tentativa de comprometerlos en redes nacionales y la creación de un fondo nacional de innovación, con fuerte sesgo de capital de riesgo, para estimular o surgimiento de nuevas empresas y de nuevos productos.

Divulgación/Peugeot Coche híbrido desarrollado por Peugeot: Francia innova con polos de competitividadDivulgación/Peugeot

El estudio sugiere incentivos para el desarrollo de polos, arreglos y redes volcados a la innovación y que abarquen obligatoriamente empresas e instituciones de investigación. La propuesta se inspira en la experiencia francesa de los Polos de Competitividad y en el modelo finlandés de los Centros Estratégicos para Ciencia, Tecnología e Innovación. “Pero no vamos a avanzar en nuestros parques tecnológicos o arreglos productivos regionales si no hacemos elecciones. La especialización es fundamental para alcanzar resultados”, dice Arbix. Se recomienda también la financiación de diez grandes proyectos de desarrollo tecnológico que han de seleccionarse. Deben estar vinculados a problemas reales, a ejemplo de los esfuerzos llevados a cabo por Francia para crear el TGV, el tren de alta velocidad, y por Japón en la investigación de supercomputadoras.

Los resultados del estudio Mobit tuvieron una buena repercusión entre especialistas del campo de la innovación. Carlos Américo Pacheco, docente del Instituto de Economía de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp) y ex secretario ejecutivo del Ministerio de Ciencia y Tecnología, recuerda que parte del diagnóstico era conocido, pero dice que el estudio avanza al apuntar nuevos caminos. “Lo más relevante para nosotros es el énfasis que el estudio le otorga a la necesidad de rediseñar las instituciones comprometidas con la innovación, de cerrar cosas que están en funcionamiento y abrir nuevas, además de tener un consenso estratégico con relación a dónde se quiere llegar. Tenemos grandes dificultades para hacer eso en Brasil”, afirma. Otra lección importante, según Pacheco, se refiere a la necesidad de discutir estrategias de mediano y largo plazo. “Estamos siempre ocupados discutiendo los instrumentos y existe una sobredosis de los mismos. Si una empresa tuviera que saber de todos los pliegos y llamados que surgen todos los años, no hará otra cosa. Pero no paramos para debatir estrategias y encontrar mecanismos para alcanzarlas. ¿En qué sectores queremos nos destacar dentro de 20 años? ¿Qué mecanismos institucionales necesitamos crear para alcanzar esos objetivos?”, indaga.

David Kupfer, profesor del Instituto de Economía de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), ve dificultades para adoptar algunas experiencias de los países analizados en el estudio. “La economía brasileña vive la transición hacia una economía de servicios, pero no somos una economía postindustrial como esos países. Todavía precisamos vivir unos 20 años como economía industrial hasta alcanzar ese estadio”, dice. Y evalúa que la “concertación” observada en los países innovadores es una quimera en Brasil. “No existe consenso ni siquiera dentro del gobierno acerca de la política macroeconómica – el Banco Central piensa una cosa y el Ministerio de Hacienda otra. Políticas de innovación son políticas de largo plazo. Y existe una enorme dificultad para crear políticas de largo plazo en un país tomado por la necesidad imperiosa de atacar las heridas del subdesarrollo.”

Un obstáculo cultural
Para el director científico de la FAPESP, Carlos Henrique de Brito Cruz, un aspecto fundamental del estudio es el rol central asignado a la empresa en el ambiente de innovación de los siete países. “Brasil perdió mucho tiempo creyendo que las universidades y los institutos de investigación eran el lugar para desarrollar innovación”, dice Brito Cruz.  El cambio de foco de la innovación en Brasil – de la universidad a la empresa – empezó en 1999 y cobró fuerza en 2001, en el marco de la 1ª Conferencia Nacional de Ciencia y Tecnología. La idea de que los sectores público y privado  deben articularse también fue destacada. “Existe todavía un obstáculo cultural en relación con eso en Brasil. Se supone que el sector privado desea aprovecharse del sector público o que el sector público quiere ponerse en venta. Los ejemplos de esos países muestran que ambos sectores pueden colaborar, en beneficio tanto del interés público como del privado, y que eso puede ser bueno para el país”. Brito destacó también que hay que entender y respetar los diferentes roles que las instituciones deben tener en un sistema de innovación. En el caso de la colaboración entre universidades y empresas, hay que evitar la mistificación que procura hacer de la universidad un apéndice de la empresa. Incluso en Estados Unidos los costos de la investigación académica son solventados mayoritariamente por el Estado y solamente un 7% de esos costos es financiado por colaboraciones con empresas. “No se trata de transformar a la universidad en el laboratorio de investigación y desarrollo que la empresa no quiere crear. Hay que tener una universidad dedicada al progreso del conocimiento, para que siga generando conocimiento relevante en favor de la sociedad, y no solamente para contribuir con las empresas.”

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