Imprimir Republish

Homenaje

Las lecciones de un investigador

Alcir José Monticelli, profesor de la Unicamp y colaborador de la FAPESP, falleció a principios de agosto

La declaración de Isadora sobre su padre, Alcir José Monticelli, es corroborada por todos los que trabajaron y convivieron con él. Profesor titular de la Facultad de Ingeniería Eléctrica y de Computación de la Universidad Estadual de Campinas (FEEC/Unicamp), autor de tres libros sobre potencia y energía, investigador con 35 artículos publicados en periódicos de primera línea en el exterior y más de 500 citaciones catalogadas en el Science Citation Index. Era asesor de la National Science Foundation (NSF) y participaba en las principales conferencias en su área de actuación. Monticelli tuvo también un paso de enorme valía por la FAPESP, en donde fue el mentor de uno de los más importantes proyectos ya puestos en práctica por la Fundación: el Programa Innovación Tecnológica en Pequeñas Empresas (PIPE). Enfermo desde hacía algunos años, el profesor murió en el Hospital de Clínicas de Unicamp, en razón de complicaciones derivadas de problemas renales, el día 5 de agosto, a los 54 años.

Monticelli era natural de Rio Capinzal, Santa Catarina, pero se mudó junto con su familia a Sorocaba, São Paulo, y se graduó en ingeniería electrónica en São José dos Campos, en el Instituto Tecnológico de la Aeronáutica (ITA), en 1970. Ni bien se recibió fue a Campina Grande para hacer su maestría en la Universidad Federal de Paraíba (UFPB), concluida en 1972. De regreso en São Paulo, decidió instalarse en Campinas y cursar el doctorado en automación en Unicamp, finalizado en 1975. De ahí en adelante, mantuvo un vínculo permanente con esa universidad, de la cual se tornó profesor titular en 1982. “Alcir Monticelli fue un referente académico importantísimo”, testimonia Carlos Henrique de Brito Cruz, presidente de la FAPESP y director del Instituto de Física de la Unicamp. “Monticelli ponía los valores de la academia por encima de cualquier otra cosa dentro de la universidad.”

Aunque siempre manifestara su preferencia por trabajar en Brasil, en 1982 fue a dar clases, escribir e investigar en la Universidad de California, en Berkeley, Estados Unidos, con su mujer Maria Stella y sus hijas Viridiana, Isadora y Leonora, esta última recién nacida. También pasó una temporada en Japón, entre los años 90 y 91, como investigador del grupo de inteligencia artificial y computación paralela de Mitsubishi Electric Corporation.

Su actuación en la FAPESP se inició en 1987 como asesor. Durante la década del 90, pasó por la coordinación de innovación tecnológica, la de ingenierías, e integró el Consejo Superior de la Fundación. “Cierto día, en 1996, él entró en mi oficina y comenzó a hablar con entusiasmo sobre un interesante programa norteamericano de innovación tecnológica en pequeñas empresas”, recuerda el director científico de la FAPESP, José Fernando Perez.

Monticelli había recibido el encargo de analizar dos proyectos científicos en trámite en la NSF, que usaban sus artículos como principal referencia. Esos proyectos formaban parte del Small Business Inovation Research (SBIR), un programa solventado por agencias gubernamentales de fomento a la investigación con fondos superiores a los 100 millones de dólares. Las agencias destinan entre un 2,5% y un 5% de su presupuesto al SBIR, que apoya a la innovación tecnológica en pequeñas empresas. Monticelli propuso la creación de algo similar para la FAPESP.

“La idea era muy buena y le pedimos a Monticelli que trabajara en una primera versión de la adaptación de lo sería después el PIPE”, cuenta Perez. Algunos meses después, el 18 de junio de 1997, el PIPE fue lanzado con la presencia del entonces gobernador Mário Covas (1930-2001) – fue el primer programa de apoyo a la investigación para la innovación tecnológica directamente en la empresa mediante la concesión de financiamiento al investigador vinculado o asociado a ella. “Gracias a él, tenemos un espacio más adecuado para que la Fundación cumpla su función constitucional, que es la fomentar la investigación para el desarrollo científico y tecnológico”, dice Perez.

Superando todas las expectativas, en el primero llamado del PIPE fueron recibidas 82 propuestas, cuando se esperaban alrededor de 20. Al final, 32 fueron aprobadas y, desde entonces, ya han sido aprobados 165 proyectos. Uno de los que alcanzó mayor notoriedad es el que se destaca en la tapa de la actual edición: el de AsGa, fabricante de equipos para sistemas de telecomunicaciones. La empresa, participante del PIPE, prevé llegar a los 100 millones de dólares de facturación este año. “Por haber brindado contribuciones como ésa del PIPE, Monticelli fue muy especial para la FAPESP”, dice Perez.

El investigador era riguroso y creativo en todas sus áreas de trabajo. Uno de los tres libros que escribió, State Estimation In Electric Power Systems: a Generalized Approach, publicado a pedido de Kluwer Academic Publisher, una editorial norteamericana, fue adoptado en numerosas carreras de posgrado en ingeniería eléctrica en Estados Unidos. “Es el texto definitivo para dicha área”, afirmó en carta a la mujer de Monticelli, Maria Stella, el profesor Bruce S. Wollenberg, del Departamento de Energía Eléctrica de la Universidad de Minnesota.

Tanta competencia como profesor, investigador, escritor y formulador de políticas para la innovación tecnológica no le robaba tiempo para la familia y el esparcimiento. Monticelli tocaba flauta traversa, era aficionado a la astronomía y adepto a las caminatas. “Si una persona entrara en la biblioteca de mi papá, no sabría decir cuál era su especialidad”, cuenta Isadora, su segunda hija. “Tenía en igual cantidad libros de historia, literatura, música y filosofía, tantos como los de ingeniería.”

Republicar