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INNOVACIÓN

Las toallas menstruales biodegradables se erigen como una alternativa menos contaminante

Con su descomposición en hasta seis meses, estos productos apuntan a disminuir la cantidad de basura plástica y la contaminación

Léo Ramos Chaves / Revista Pesquisa FAPESPEl algodón orgánico y el bioplástico biodegradable son los insumos con los que se producen las toallas de la empresa amaiLéo Ramos Chaves / Revista Pesquisa FAPESP

La menstruación es una experiencia fisiológica que aún está signada por tabúes y desigualdades, cuyas consecuencias comprenden aspectos sociales, económicos, sanitarios, emocionales y ecológicos. La cantidad de residuos plásticos que generan las compresas higiénicas desechables ejerce una presión negativa sobre el medio ambiente. Pese a que ya existen alternativas más sostenibles para contener el flujo menstrual, como los colectores o copas menstruales y las bragas absorbentes reutilizables, una nueva generación de diseñadores, emprendedores y startups apuesta a la creación de toallas absorbentes biodegradables que contaminen menos y, al mismo tiempo, agraden a las consumidoras habituadas a la practicidad de los productos convencionales.

Muchas de las iniciativas también contribuyen para acabar con la llamada pobreza menstrual. Esta condición, que se caracteriza por la falta de acceso a la educación y a la higiene menstrual básica, afecta a más de 15 millones de mujeres en Brasil, que cuando menstrúan deben recurrir a opciones casi siempre perjudiciales para su salud, sus interacciones sociales y su asistencia al puesto de trabajo.

“En Brasil, cuando se habla de pobreza menstrual, no se alude solamente a productos reutilizables, que necesitan ser debidamente higienizados”, dice la emprendedora Patrícia Zanella, cofundadora de la startup EcoCiclo, en el estado de Bahía. Para ella, este escenario está vinculado a la falta de saneamiento básico que padece el país, y que impide un aseo adecuado de las personas y los productos asociados a la higiene menstrual. El año pasado, la empresa ganó un premio concedido por el Pacto Mundial de las Naciones Unidas (ONU), por las novedosas toallas menstruales biodegradables que desarrolló.

“Utilizamos materias primas que no son perjudiciales para la salud de las usuarias y se degradan, como máximo, en seis meses”, dice Zanella, graduada en relaciones internacionales. La ingeniera química Adriele Menezes, directora operativa de EcoCiclo, estuvo a cargo de la investigación y el desarrollo técnico de las toallas, fabricadas por mujeres de la periferia de Salvador [Bahía] con fibra de bambú, celulosa y adhesivo vegetal.

Según Zanella, los estudios constatan que, incluso conociendo la existencia de opciones ecológicas y pudiendo comprarlas, las mujeres siguen utilizando las toallas descartables tradicionales. “La percepción es que lo sostenible no es práctico, y lo que es práctico no es sostenible. Nuestra innovación se diseñó para que sea cómoda y con el mismo grosor, color y capacidad de absorción de los productos que las mujeres están acostumbradas a utilizar”, explica.

El costo unitario de una toalla higiénica biodegradable de EcoCiclo ronda unos 3 reales, hasta cinco veces más caro que los productos convencionales que se venden en farmacias y supermercados. “En Brasil, aún no hemos logrado una solución tecnológica que permita que las compresas sostenibles sean más baratas que las tradicionales”, reconoce la diseñadora Rafaella de Bona Gonçalves, de Curitiba [Paraná], quien trabajó en un prototipo propio de toalla sanitaria biodegradable en colaboración con EcoCiclo.

Monyke Ruppel de AlmeidaAdemás de su uso externo (a la izq.), la toalla femenina que se muestra debajo puede separarse en dos, enrollarse y utilizarse como tampón (en el centro y a la der.)Monyke Ruppel de Almeida

El modelo ecológico de la diseñadora, inicialmente elaborado como parte de su trabajo final de graduación en la Universidad Federal de Paraná (UFPR), ha ganado premios nacionales e internacionales, entre ellos el subcampeonato del concurso Jóvenes Inventores, organizado por la Oficina Europea de Patentes (OEP). De Bona Gonçalves fue la responsable del diseño de la compresa y de la investigación de materiales, en la que se probaron tres componentes: celulosa, fibra de banano y espuma de soja. El desarrollo del prototipo estuvo a cargo del equipo de la startup bahiana. “Mi objetivo fue hacer una prueba de concepto. Quería demostrar la factibilidad de producir una compresa higiénica con esas características”, dice De Bona Gonçalves, quien subraya que el producto no ha llegado al mercado.

El absorbente fue pensado para utilizarse tanto externa como internamente, introducido en la vagina. “Esta es la gran novedad del diseño de esta toalla, porque una pieza puede ser única, para su uso externo, o separarse en dos partes, que se enrollan en forma cilíndrica obteniéndose así dos compresas internas.”

Para la química industrial Marta Tocchetto, docente jubilada del Departamento de Química de la Universidad Federal de Santa Maria (UFSM), en Rio Grande do Sul, y experta en sostenibilidad ambiental y gestión de residuos industriales y aguas, un aspecto sumamente importante a la hora de comparar el costo de los productos es que rara vez se toma en cuenta el aspecto ambiental. Presentes en la composición de la mayoría de las compresas convencionales, el polietileno y el polipropileno son polímeros plásticos derivados del petróleo, un recurso fósil no renovable y contaminante. Las toallas absorbentes de plástico, señalan los estudios, pueden tardar hasta 500 años para degradarse en la naturaleza.

“Tras su desechado, el plástico presente en la composición de las toallas se transformará en microplástico, un pequeño fragmento polimérico perjudicial para el medio ambiente”, señala Tocchetto (lea en Pesquisa FAPESP, ediciones nº 281 y 332). “Por otra parte, menos de la mitad de las ciudades brasileñas cuentan con vertederos sanitarios urbanos diseñados para recibir y procesar en forma adecuada residuos como los que se encuentran en las toallas sanitarias descartables”.

Una investigación que se llevó a cabo en la Escuela Politécnica de la Universidad de São Paulo (Poli-USP) estimó el impacto ambiental causado por las compresas menstruales en el país. Sus autores revelaron que, si las –aproximadamente− 60 millones de brasileñas que menstrúan utilizaran productos descartables durante su ciclo menstrual, en Brasil se desecharían cada año unos 15.000 millones de compresas fabricadas a base de plástico. Según apunta el artículo “Análisis del ciclo de vida de las copas menstruales y las toallas femeninas externas descartables”, además de generar un gran volumen de basura, las compresas externas a menudo se descartan en el inodoro, lo que puede llegar a taponar las cañerías.

En el exterior ya existen productos adecuados para este tipo de desechado. Las compresas higiénicas biodegradables de la marca británica Fluus pueden arrojarse directamente al inodoro, ya que se descomponen al entrar en contacto con el agua y en la red de alcantarillado. Según el fabricante, incluso el envoltorio del empaque y las cintas que protegen la parte adhesiva pueden descartarse en el váter. Están hechas con fibras vegetales, biopolímeros y savia vegetal, y se comercializan a 50 centavos de libra por unidad.

Alexandre Affonso / Revista Pesquisa FAPESP

En los últimos años, las empresas Srising, de Shanghái (China), y Niine, de Haryana (en la India), también lanzaron al mercado compresas higiénicas biodegradables, elaboradas con el biopolímero ácido poliláctico (PLA), que puede producirse a partir del maíz, la remolacha o la mandioca. En Estados Unidos, la firma Pee Safe vende una compresa absorbente elaborada con algodón orgánico y fibra de bambú. El precio de venta de todos estos productos es más alto que el de los convencionales.

“No existe un producto de higiene menstrual idóneo para todas las realidades. Cualquiera que pueda lavar y esterilizar una copa menstrual [recipiente de silicona para recoger la sangre menstrual] debería utilizarla”, opina Tocchetto. Hay circunstancias en las que un artículo es más conveniente que otro. “Por eso tenemos que pensar en múltiples soluciones, ya sean las toallas biodegradables, las de tela o las bragas absorbentes. La opción más adecuada dependerá de las normas, las necesidades y la etapa de la vida de cada persona”.

Fue para satisfacer una necesidad personal que Luri Minami, una administradora paulista, fundó la startup amai junto con la empresaria Erika Tomihama. Amai es una marca de compresas higiénicas femeninas elaboradas con algodón orgánico certificado y bioplásticos biodegradables, que se comercializan en la página web de la empresa. “Hace algunos años, las toallas comunes me produjeron una alergia y descubrí que, al contrario de lo que pensaba, la culpa no era mía por no haberla cambiado a menudo o algo por el estilo. El problema radicaba en la composición del producto. El envase decía que estaba hecho de algodón, pero no contenía este componente”, dice Minami. Los médicos recomiendan reemplazarlas cada cuatro horas, en promedio, dependiendo del flujo.

La incomodidad física y el deseo de desarrollar un producto con repercusión impulsaron a Minami y Tomihama a realizar investigaciones por su cuenta hasta obtener una toalla femenina descartable que consideraron más saludable y sostenible. “Las especificaciones técnicas las elaboramos junto con nuestro proveedor, un colaborador en China, quien también se hizo cargo de la fabricación. Durante la etapa de desarrollo, realizamos cientos de pruebas con mujeres brasileñas”, relata Minami. La empresa destina el equivalente al 1 % de sus ventas en toallas higiénicas a la ONG paulista Fluxo Sem Tabu, cuya misión es distribuir kits de higiene entre la población de escasos recursos y difundir conocimientos sobre la menstruación.

“La parte superior de la compresa, en contacto con la vulva, está hecha de algodón; la parte central, de celulosa no tratada con cloro, para que no irrite la piel, y la inferior, sobre la braga, de bioplástico biodegradable”, informa. Este último componente es una combinación de dos biopolímeros biodegradables, uno elaborado a base de almidón de maíz (PLA) y el otro es un derivado del petróleo (PBAT).

Si bien constituyen una opción menos contaminante que un producto convencional, las toallas biodegradables también pueden generar impactos negativos en el medio ambiente, que van desde la forma en que se plantan, extraen y producen las materias primas hasta el propio proceso de eliminación de los componentes que contienen. “Las alternativas biodegradables no son soluciones perfectas, porque pueden implicar deforestación, uso inadecuado de productos agrotóxicos y explotación laboral, entre otras cuestiones asociadas a su proceso productivo”, reflexiona Tocchetto.

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