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Políticas públicas

Llega el tiempo de replantar

São Paulo prepara nuevas reglas para la reforestación de áreas degradadas

MIGUEL BOYAYANLos parámetros para la recuperación de las florestas serán actualizados en una nueva resoluciónMIGUEL BOYAYAN

La recuperación forestal de áreas degradadas en el estado de São Paulo contará ahora con parámetros más detallados y eficaces. Una reunión de más de cien expertos realizada al final de noviembre el Instituto de Botánica de la Secretaria del Estado de Medio Ambiente (SMA), relevó aportes para la reformulación de una resolución lanzada por la SMA en 2003. Entre las novedades presentadas se destacan la inclusión de informaciones sobre especies arbóreas amenazadas de extinción o que atraen a la fauna, además de la sugerencia de un elenco de medidas específicas, que estarán disponibles y siempre actualizadas en el sitio del Instituto de Botánica de la SMA y pueden adoptarse en diferentes situaciones, en áreas degradadas o en recuperación. Los criterios servirán de base para una nueva resolución de la SMA, que saldrá al final de 2006 o a inicios de 2007.

“Logramos perfeccionar los parámetros, de modo que ahora ellos sólo necesitarán ser revisados nuevamente dentro de tres años”, dice Luiz Mauro Barbosa, director del Instituto de Botánica y el organizador de la reunión. “Los investigadores paulistas están sirviendo a los intereses nacionales. Nuestra intención es que los estudios en São Paulo puedan servir de base para la creación de una política nacional de preservación del medio ambiente”, dice el entonces secretario del Medio Ambiente José Goldemberg, que participó en un simposio sobre recuperación de áreas degradadas, realizado paralelamente a la reunión.

Las resoluciones paulistas sobre el rescate de florestas vienen despertando interés de otros estados y también de autoridades ambientales federales. Su evolución es emblemática del avance del conocimiento en este campo. A mediados de los años 1980 e inicio de los años 90, a pesar de ya existir la recomendación para plantío con alta diversidad de especies, eso raramente era atendido. Dificultades operacionales para la producción de mudas y la falta de una orientación y cobro efectivo pueden ser señaladas como las principales causas del problema. Un análisis hecho por el Instituto de Botánica, entre 1999 y 2000, en proyectos de políticas públicas financiados por la FAPESP, reveló defectos como consecuencia de la no observancia de esta recomendación. De las 98 áreas reforestadas en el estado en los diez años anteriores, en un total de 2,5 mil hectáreas, solamente dos estaban en condición satisfactoria. En más del 80% de los casos los árboles habían simplemente muerto. Eso porque las áreas habían sido pobladas por algunas pocas especies de árboles de crecimiento rápido, las llamadas “pioneras”, que tienen un ciclo de vida corto.

En los primeros años todo parecía bien, con un rápido acumulamiento forestal. Pero cerca de diez años después de plantadas la mayoría de ellas desapareció, abriendo espacio para la invasión del popular matorral. También fueron detectados problemas en áreas en las cuales hubo la preocupación de combinar especies pioneras con las llamadas “climáticas” o “tardías”, de ciclo de vida más largo. Son ellas las que conquistan espacio después de que las primeras mueren. Sucede que la escasa variedad de especies plantadas dejaba las áreas susceptibles a plagas. En buena parte de las áreas de reforestación estudiadas el número de especies arbóreas mal llegaba a 30. En regiones de mata natural de floresta atlántica bien conservada la variedad encontrada es de 100 a 350 especies en solamente 1 hectárea.

Acto continuo, los investigadores del Instituto de Botánica salieron al campo para trazar los primeros parámetros para la reforestación, en un proyecto también financiado por la FAPESP previsto para terminar en marzo de 2007. El primer fruto de ese esfuerzo fue el advenimiento de la Resolución SMA-21, publicada en el 2001, que pasó a exigir una diversidad mayor de árboles nativos, mezclándose especies pioneras y tardías. “En la época hubo mucha reclamación de los viveristas, que no tenían variedad de mudas para vender”, dice Barbosa. “Pero la resolución fue fundamental para modificar el mercado y forzarlos a producir un marco diferenciado de árboles”, afirma el investigador. Según la norma, el número de especies plantadas dependería del tamaño del área (cuanto mayor, más especies diferentes de árboles deberían ser utilizadas) y de la presencia de remanentes forestales en las áreas vecinas, lo que, por si sólo, ya ayuda a esparcir especies de forma diversificada. El texto de la resolución también preveía una revisión de los parámetros a cada dos años.

Amenazadas
La nueva versión de la legislación surgió dos años más tarde. La Resolución SMA -47, de 2003, aumentó la lista de especies a cerca de 500, número que deberá ser ampliado aún más en la nueva versión de la resolución que será propuesta. Se pasó a orientar que áreas mayores que 1 hectárea utilizasen por lo menos 80 especies nativas diferentes. También se determinó un porcentaje de por lo menos 40% tanto de especies de ciclo corto como de ciclo largo. “Establecemos así parámetros para los dos casos, con márgenes de maniobra de hasta 20% para las dos categorías”, dice Barbosa.

A lo largo de 2006, ocho grupos de investigadores discutieron nuevas contribuciones para la legislación. La futura resolución debe corregir un cierto enyesamiento creado por la norma anterior – en vez de publicar un elenco de árboles nativos, solamente remitirá a una lista en el sitio del Instituto de Botánica (www.ibot.sp.gov.br), con inicialmente 700 especies que serán periódicamente actualizadas. Otro problema detectado es que, en algunas regiones del estado, hay pocas investigaciones sobre la ocurrencia de las especies nativas. La solución encontrada fue determinar que, donde hay carencia de informaciones, los proyectos de reforestación deben promover análisis regionales de especies, que tendrán prioridad para el plantío.

Se espera que la nueva norma esté en vigor por lo menos tres años, pero quien determinará ese límite será el avance en el conocimiento. Una serie de nuevos estudios promete traer contribuciones. Uno de esos estudios prueba el comportamiento de especies cuando son plantadas en hoyos abonados, en el medio de los proyectos de reforestación. “También es necesario avanzar en cuestiones como la diversidad genética de las mudas, la acreditación de viveros y la certificación de semillas y mudas”, dice Barbosa. Los desafíos son enormes. Los estudios indican la necesidad de recuperar 1,3 millones de hectáreas de bosques ciliares – la vegetación que tiene lugar en las márgenes de ríos. El Programa Bosques Ciliares, una prioridad para la SMA, tiene el apoyo del Banco Mundial. “Esa tarea llevaría más de cien años. Necesitaremos plantar, como mínimo, 26 millones de mudas por año y garantizar la sustentación de las especies nativas de cada región”, afirma Barbosa.

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