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Cultura

Lo bello en los trópicos

El esfuerzo de Manuel Araújo Porto-Alegre en pos de civilizar la nación por medio de la cultura

Pintor, arquitecto, escultor, urbanista, pensador de la cultura, dramaturgo, periodista, crítico e historiador del arte. Cada una de estas variadas facetas de la intensa producción de Manuel de Araújo Porto-Alegre (1806-1879), una figura central del Imperio brasileño, ha sido hasta ahora abordada en trabajos específicos, desarrollados por distintos investigadores. Pero un nuevo estudio pretende demostrar de qué manera, escrutando la extensa documentación dejada por Porto-Alegre en dichas áreas, es posible hallar en esa miríada de intereses una visión cohesionada de la actuación de este artista romántico, que creía en la posibilidad de erigir un proyecto civilizador para Brasil por medio de las artes, especialmente las artes visuales. Esta tesis, sustentada por Letícia Squeff en el Departamento de Historia de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la USP, sale ahora en libro, con el título de O Brasil nas letras de um pintor  [Brasil, por las letras de un pintor] de la editorial de la Unicamp (277 páginas, R$ 39,50), con auxilio a la publicación de la FAPESP.

“Al margen de presentar una visión no segmentada sobre la producción de Porto-Alegre, pretendí demostrar precisamente que, por haber actuado en tan diferentes áreas, logró esparcir su proyecto de nación por estos campos”, explica Letícia. Para dar cuenta de la extensa actividad del artista, la investigadora trabajó con documentos recabados en importantes archivos de Río de Janeiro, tales como el Archivo Histórico Nacional, los archivos del Instituto Histórico Geográfico Brasileño (IHGB), el Archivo Don João VI, de la Escuela Nacional de Bellas Artes, y el Archivo del Museo Imperial de Petrópolis. En este último encontró algunos documentos poco conocidos, como el álbum de memorias que perteneció a la esposa de Porto-Alegre, doña Paulina Delamare Porto-Alegre, la baronesa de Santo Ângelo. Como era costumbre entre las señoras de las personalidades prominentes del Imperio, la baronesa coleccionó cartas, dibujos, pinturas y documentos que mostraban la importancia de Porto-Alegre para la sociedad imperial desde su casamiento (en 1838) hasta su muerte (en 1883). Entre esos documentos había registros de ejercicios de caligrafía del emperador y sus hermanas, versos de Gonçalves Dias y Gonçalves de Magalhães y cartas de Debret, Don João VI y otros. Miembro de la así llamada primera generación romántica, de la cual formaron parte también sus grandes amigos Sales Torres Homem y Domingos José Gonçalves Magalhães, Porto-Alegre apostaba a la cultura y al arte como formas de caracterizar al país que acababa de nacer con la independencia, en 1822.

Para éste, las actividades artísticas, como así también la cultura y la ilustración, producirían efectos fundamentales para la sociedad imperial, dejando atrás definitivamente un cierto oscurantismo del pasado colonial. “No cabe duda de que era un proyecto consciente, que Porto-Alegre pretendió poner en práctica en toda su producción literaria y artística”, comenta la investigadora. El trío romántico fundó importantes publicaciones, que sirvieron para trasmitir estas ideas por medio de artículos científicos, filosóficos, históricos y artísticos. Fueron los casos de Nitheroy: Revista Brasiliense de Ciências, Letras e Artes (1836), Minerva Brasiliense: Jornal de Ciências, Letras e Artes (1843-1845) y, finalmente, Guanabara: Revista Mensal Artística, Científica e Literaria (1849-1856), que se transformó en una especie de “diario oficial del Romanticismo”.

Al margen de su actividad periodística, Porto-Alegre produjo literatura y dramaturgia; tanto es así que algunas de sus obras, como Os lavernos (1863), se constituyeron en críticas ferinas a la sociedad imperial. En la pieza citada, por ejemplo, se abordaban temas tales como el casamiento por dinero, la codicia por el lujo y otros. Este hecho revela una aparente contradicción, pues en diversos campos y momentos, Porto-Alegre ensalzó al Imperio, y formó parte incluso de un grupo de áulicos en torno a Pedro II – para éste proyectó, entre otras cosas, en su calidad de arquitecto y artista, la galería y las ropas usadas por el monarca durante la ceremonia de coronación como joven emperador. “Ésta es tan sólo una de las contradicciones que atravesaron la vida de Porto-Alegre”, afirma Letícia. “Toda su generación vivió tales contradicciones, pues ellos fueron a Europa a buscar referencias culturales y tuvieron que relacionar todo eso con lo que estaba del otro lado del Atlántico: una nación fundada hacía poco tiempo, una monarquía enclavada en los trópicos.”

Contradicciones
La autora destaca la creatividad con que Araújo Porto-Alegre incorporó los valores europeos al pasado colonial brasileño. “Fue el primero que señaló la importancia de los esclavos para la comprensión de la cultura brasileña, un recurso tan útil para los modernistas posteriormente”, comenta. Otras contradicciones de Porto-Alegre fueron el tono acentuadamente realista de sus piezas “pese a ser un romántico”, como así también el humor que le imprimió a sus publicaciones como Lanterna Mágica: Periódico Plástico Filosófico (1845) – se dice que Porto-Alegre era un sujeto serio, incluso adusto. Discípulo de Jean-Baptiste Debret, con quien viajó a Europa por primera vez en 1831, Porto-Alegre arribó a Río de Janeiro durante el Primer Reinado, proveniente de la provincia de Río Grande do Sul. Egresado en la primera promoción de la Academia Imperial de Bellas Artes (Aiba) -que dirigió años más tarde -, se afianzó en el Imperio como pintor, aunque tempranamente participó en reuniones donde se discutía política y hacían también las veces de verdaderos saraos literarios. Más allá de su fuerte amistad, hay indicios de que Porto-Alegre y Debret desarrollaron una relación de filiación, ya que el primero perdió a su padre y el segundo a su hijo. “En París, en vista de las dificultades financieras de Porto-Alegre, Debret logró hacer que el joven estudiara con su hermano arquitecto gratuitamente”, comenta Letícia.

Habiendo retratado al emperador Don Pedro I en 1830, Porto-Alegre fue designado en 1840, inmediatamente después de que Don Pedro II cumpliera su mayoría de edad, como pintor de la Imperial Cámara. Durante los agitados años que posteriores a la proclamación de la mayoría de edad del monarca, signados por grandes reformas, fiestas y la fundación de diversas instituciones, prácticamente dominó, en soledad, todas las iniciativas que contemplaran en su ejecución a las así llamadas “bellas artes”. Hizo la decoración de las nupcias imperiales en 1843, al margen de haber acogido el pedido de encargarse de la decoración interna del palacio de Petrópolis. También se preocupó con la ciudad de Río de Janeiro, que consideraba que debía servir de escenario para la nueva sociedad que se estaba consolidando.

Era tal la confianza del emperador en Porto-Alegre que, cuando éste se convirtió director del Aiba, en 1854, el monarca le brindó su apoyo político y económico incondicional para que pusiera en práctica la más importante reforma vivida por la academia durante el período monárquico. Con los fondos de cinco “contos de réis” anuales disponibles para reestructurarla, Porto-Alegre reformó el edificio internamente, añadiendo el segundo piso y construyendo instalaciones para la pinacoteca y la biblioteca especializada. También redactó para esa institución nuevos estatutos, que abordaban minuciosamente una amplia gama de aspectos: el contenido de las áreas; las atribuciones de todos los profesionales de la institución, desde el director y pasando por los docentes y por el conservador de la pinacoteca, hasta el portero y el guardián; los días lectivos y la cantidad de feriados; las exposiciones públicas, las distinciones y el pensionado en Europa; la frecuencia de los alumnos y los castigos por indisciplina.

Dibujo
Las nuevas reglas perfeccionaron algunas asignaturas del Aiba, que hasta ese entonces estaban mal estructuradas. Al margen de las cátedras existentes – arquitectura, escultura, pintura, grabado, dibujo, paisaje y anatomía -, se crearon las clases de dibujo geométrico, dibujo de ornatos, matemáticas aplicadas e historia de las bellas artes. En este último campo, también Porto-Alegre desempeñó un papel fundamental. Debido a sus escritos para el Instituto Histórico y Geográfico Brasileño y sus críticas para periódicos cariocas, se lo considera el fundador de la historia y la crítica de arte nacionales. “Porto-Alegre fue el primero que introdujo en Brasil la noción romántica de artista. Hasta ese entonces, a los que producían artes visuales no se los consideraba en su individualidad”, explica Letícia.

Pese a que era un eximio pintor – existe un consenso sobre la superioridad de sus dibujos -, Porto-Alegre sostenía que las artes visuales podían legitimar los intereses del Imperio. “Insistía en el apoyo de parte del emperador a los pintores, pues éstos eran capaces de sintetizar plásticamente al Imperio. La importancia de Porto-Alegre para la cultura brasileña del siglo XIX es precisamente ésta: destacó el significado de una cultura figurativa para la consolidación del Estado monárquico y sus valores más preciados”, enfatiza Letícia. También pesaba la influencia del maestro Debret en las preferencias por los valores clásicos. “Porto-Alegre legó a sus contemporáneos y a la posteridad la noción de monumento nacional”, añade la investigadora. “Elevó al gobierno la primera propuesta de realización de la estatua de Don Pedro I, que resultaría en la enorme escultura Estátua eqüestre de d. Pedro I (1862).” De allí la hipótesis de que habría sido muy grande la influencia de Porto-Alegre sobre su yerno Pedro Américo, quien pintó la inmensa y famosa tela Independência ou morte.

Monumentalidad ésta que no se reflejó en la vida de Porto-Alegre. Los títulos que las buenas relaciones con el Emperador le granjearon no se tradujeron en recursos, por lo que murió pobre, sin dejarle haberes a la familia.

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