Los textos de los artículos científicos son cada vez más complejos y cifrados, y esto no solo se debe a la fragmentación y especialización del conocimiento, sino también al uso excesivo de frases largas, siglas y jergas. Es un fenómeno que no es exclusivo de las ciencias exactas y biológicas. Un estudio reciente realizado por investigadores de la Facultad de Arte y Humanidades de la Universidad de Macao, en China, sugiere que el problema está presente también en las revistas de las áreas de la lingüística y el lenguaje.
En la investigación, coordinada por el lingüista Shan Wang y publicada en julio en la revista Scientometrics, los autores examinaron 71.628 resúmenes de papers divulgados entre 1991 y 2020 en 187 revistas de esas áreas en el Social Science Citation Index (SSCI), una base de datos perteneciente a la empresa Clarivate Analytics. El análisis se basó en un conjunto de nueve indicadores, desarrollados en los últimos 50 años y empleados habitualmente para determinar el grado de legibilidad de los textos, a partir de variables tales como la extensión de las frases, la cantidad de sílabas por palabra y el porcentaje de “palabras difíciles”, es decir, poco conocidas o de uso infrecuente. Un software calificó a cada resumen con un puntaje de acuerdo con la facilidad para entenderlos. Los resultados indican que los resúmenes de los artículos de esas áreas son poco inteligibles y algunos obtuvieron una puntuación tan baja que su comprensión es una tarea casi imposible.
El artículo en Scientometrics es el más reciente de una serie de estudios elaborados sobre el tema en los últimos años. Uno de ellos, publicado en 2017 por el equipo del neurocientífico William Thompson, del Instituto Karolinska, en Suecia, analizó los resúmenes de 707.452 trabajos publicados entre 1881 y 2015 en 122 revistas del área biomédica: más de la cuarta parte de los divulgados en 2015 tenían índices de legibilidad tan bajos que eran difíciles de entender hasta para los estudiantes de posgrado, en comparación con un 16 % en 1960.
En Brasil, este campo de investigación es incipiente. Uno de los pocos estudios nacionales sobre el tema analizó la legibilidad de los artículos del área de las ciencias ambientales. Sus autores, de la Universidad Estadual de Santa Cruz, en el estado de Bahía, escrutaron 77 artículos publicados entre 2009 y 2013 en tres revistas brasileñas: Contexto Internacional, Cadernos Pagu y Revista Direito GV. Se evaluaron variables tales como la longitud media de las frases, el promedio de sílabas por palabra y la cantidad de palabras únicas. Los textos fueron sometidos a una revisión por software que determina su claridad. Se constató que el grado de legibilidad variaba entre un término medio (poco difícil) y bajo (muy difícil). En este trabajo, cuya autora principal es la científica ambiental Celeste Dias de Amorim, docente de la Facultad Pitágoras en Vitória da Conquista (BA), se pone de relieve una contradicción: el país realiza una fuerte inversión en la difusión de su producción científica, a través del Portal de Revistas de la Coordinación de Perfeccionamiento del Personal de Nivel Superior (Capes) y de las revistas de acceso abierto de la biblioteca SciELO Brasil. “Pero a juzgar por el nivel de dificultad de su lectura, los artículos científicos no están cumpliendo con su papel de socialización del conocimiento entre colegas ni con la promoción de la interdisciplinariedad, que es otro punto importante en la constitución y construcción del área de las ciencias ambientales”, según consta en el artículo.
El uso excesivo de frases largas y términos técnicos muy específicos se cuenta entre los factores que dificultan la lectura de los textos académicos
La escasa legibilidad de los textos académicos depende de varios factores. Los estudios sobre este tema suelen asociarlo principalmente con el empleo excesivo de frases extensas, palabras polisílabas –con cuatro sílabas o más– y términos técnicos muy específicos. Sin embargo, la investigadora Maria José Bocorny Finatto, del Departamento de Lingüística, Filología y Teoría Literaria de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (UFRGS), considera que el empleo de mediciones como la cantidad de sílabas para calcular la legibilidad de los artículos académicos exhibe limitaciones y exige cierta cautela, ya que tiende a clasificar como equivalentes palabras tales como “manzana” y “praxis”, aunque ellas guarden en sí mismas grados de complejidad distintos. “Esto no significa que los textos no se hayan, en efecto, vuelto más herméticos, sobre todo a causa de la exageración en el uso de términos técnicos específicos”, dice.
Thompson, del Instituto Karolinska, también ha apuntado en su estudio un aumento en el uso de lo que él y su equipo califican como “jerga generalista”, palabras con muchas sílabas sin un significado técnico específico, que se han tornado parte del léxico estándar de los artículos científicos contemporáneos. Se trata de estereotipos tales como “robusto” (robust), “significativo” (significant) e “innovador” (innovative), habituales en el lenguaje cotidiano, pero más frecuentes en la literatura especializada. “Estas palabras no son intrínsecamente inocuas o difusas, pero su acumulación aumenta el esfuerzo mental involucrado en la lectura del texto”, escribió el investigador.
Según el odontólogo Sigmar de Mello Rode, presidente de la Asociación Brasileña de Editores Científicos (Abec Brasil), el uso de la terminología específica en los textos científicos se justifica cuando no hay palabras de uso cotidiano capaces de sustituirla. No obstante, a menudo esto está relacionado con el afán de los investigadores de demostrar su expertise o resaltar su autoridad en un tema determinado. Según el análisis del odontólogo, este comportamiento comienza a estructurarse en los estudios de posgrado, cuando se recomienda a los estudiantes la adopción de terminología específica de su disciplina en sus tesinas de maestría y tesis doctorales, para obtener el reconocimiento de la comunidad como un trabajo científico cabal. En tanto, en el caso de la “jerga genérica”, añade, se trata de una modalidad utilizada por los científicos para realzar aquello que consideran especial en sus estudios, una estrategia tendiente a ampliar las posibilidades de que sus trabajos sean aceptados para su publicación. “Este fenómeno tiende a acentuarse en un contexto de presión por publicar a cualquier costo”, dice Rode, profesor titular de la Universidade Estadual Paulista (Unesp).
Otro fenómeno que ha contribuido a que los textos académicos sean más herméticos es la proliferación de siglas o acrónimos, no solo en el cuerpo de los textos, sino también en los títulos y resúmenes. Si bien algunos son útiles y están ampliamente incorporados, como sida y ADN, muchos de ellos obstaculizan la comprensión del mensaje, porque configuran un rejunte de letras inconexas y de difícil asimilación. Al analizar 24 millones de títulos y 18 millones de resúmenes de artículos publicados entre 1950 y 2019, el grupo de la ecóloga Zoe Doubleday, de la Universidad del Sur de Australia, y del estadístico Adrian Barnett, de la Universidad Tecnológica de Queensland, comprobó que, en ese período, el uso de acrónimos creció 10 veces en los abstracts y 3,4 veces en los títulos. También sostienen haber identificado 1.112.345 acrónimos diferentes en el material examinado, pero solamente 2.000 se utilizaban con regularidad. La mayoría (el 79 %) apareció menos de 10 veces en esas siete décadas.
El uso de jerga en demasía puede dificultar la comunicación entre los científicos, aislándolos en sus propias áreas de interés y poniendo en riesgo el establecimiento de colaboraciones, dice Finatto, de la UFRGS
Las frases ampulosas, la jerga y los acrónimos pueden incluso incidir en las citas de los artículos. “Esto tiene sentido, ya que para tener impacto, otros investigadores necesitan percibir y reconocer las contribuciones de los trabajos, algo que solo es posible si han logrado leer y entender los papers”, escribieron Doubleday y Barnett. Los resúmenes, en estos casos, adquieren una importancia aún mayor, ya que esta suele ser la sección más leída de las publicaciones académicas, junto con los títulos.
Estudios recientes apuntan que los artículos con títulos y resúmenes concisos y términos familiares suelen ser los más citados; otros, que el uso de una jerga más específica en el título y en los resúmenes estaría asociado a trabajos con menor cantidad de citas. “Es cierto que algunos estudios señalan una correlación entre títulos y resúmenes más sencillos y un mayor número de citas, pero todavía no puede decirse que ello responda a una relación de causa y efecto”, resalta Rode. “Sea como sea, es importante que los investigadores redacten con claridad, evitando la terminología innecesaria y los acrónimos”.
“La ciencia es una práctica compleja y es natural que cada disciplina establezca y emplee sus propios términos”, escribió Wang, una de las autoras del estudio en Scientometrics. Sin embargo, argumenta Thompson, “esto no justifica la tendencia sostenida que hemos verificado en esos trabajos”. Según él, es importante considerar la importancia de la legibilidad de los artículos científicos a la luz de las recientes controversias en lo que respecta a la reproducibilidad de los experimentos. “Esto requiere que los hallazgos puedan verificarse en forma independiente y, para ello, la descripción de los métodos y los resultados ha de ser lo suficientemente comprensible”.
Para Finatto, de la UFRGS, no se trata de eliminar la terminología técnica específica, al fin y al cabo, se trata de una consecuencia natural de la dinámica de la producción del conocimiento científico, que se desarrolla a partir de ideas y conceptos novedosos. “El problema radica en su uso excesivo e innecesario, sobre todo en los artículos, que son el instrumento por excelencia para el intercambio de ideas y resultados entre colegas”, dice. Y añade: “En la era de la interdisciplinariedad, esto puede dificultar la comunicación efectiva entre científicos que no comparten una misma formación, aislándolos en sus propias áreas de interés y poniendo en riesgo el establecimiento de colaboraciones”.
Artículos científicos
WANG, S. et al. Readability is decreasing in language and linguistics. Scientometrics. v. 127, p. 4697-729. jul. 2022.
MARTÍNEZ, A. y MAMMOLA, S. Specialized terminology reduces the number of citations of scientific papers. Proc Biol Sci. v. 288, n. 1948, p. 1-5. abr. 2021.
PLAVÉN-SIGRAY, P. et al. The readability of scientific texts is decreasing over time. eLife. p. 1-14. 2017.
VINKERS, C. H. et al. Use of positive and negative words in scientific PubMed abstracts between 1974 and 2014: Retrospective analysis. The BMJ. dic. 2015.
AMORIM, C. et al. Legibilidade de artigos científicos da área de “ciências ambientais”. Ambiência ‒ Revista do Setor de Ciências Agrárias e Ambientais. v. 2, n. 3, p. 753-70. dic. 2015.