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Especial

Los clones ya están entre nosotros. ¿Estamos preparados?

Los científicos empezaron a hacer clones de animales a finales del siglo XIX. El hombre es el siguiente en la lista

“Laboratorio de Estados Unidos produce el primer clon humano”. Ése era, con ligeras variaciones, el titular que los periódicos del mundo entero estampaban el día 26 de noviembre de 2001. De repente, en una prosaica mañana de lunes, el futuro invadía la mesas de café. Personajes de ficción científica, surgidos de las más delirantes páginas de libros y pantallas de cine, empezaban a cobrar forma. No obstante, tal impacto sería relativizado en las primeras líneas de la noticia. Por medio de una técnica de clonación similar a la que creara la famosa oveja Dolly algunos años atrás, Advanced Cell Technology, una empresa de Massachusetts, Estados Unidos, había obtenido un embrión humano.

Pero el mismo no había pasado de ser un aglomerado de seis microscópicas células, vivas apenas por algunas horas. Según los coordinadores de la investigación, el objetivo de la experiencia era obtener células troncales embrionarias, matrices capaces de transformarse en cualquier célula del cuerpo. Partiendo de esas células indiferenciadas, los científicos esperan algún día poder crear tejidos y órganos humanos para transplantes. Generado a partir de la clonación del propio paciente, el tejido transplantado no sufriría rechazo por parte del sistema inmunológico.

El vicepresidente de ACT para el desarrollo técnico y científico, Robert Lanza, afirmó categóricamente que su intención no era “clonar seres humanos, sino crear terapias que puedan salvar vidas”. Con todo, y aun frente a tan buenos propósitos, las reacciones fueron contundentes. Desde el Vaticano hasta la Casa Blanca, el calificativo más utilizado por los líderes políticos e religiosos para rotular al experimento con un embrión humano fue “inmoral”. En común, el miedo de aquéllos que se ven invadiendo un territorio ajeno y desconocido.A decir verdad, los clones están entre nosotros desde hace mucho tiempo.

La naturaleza los fabrica desde hace miles de años. Clon es una palabra que proviene del griegoklon , que significa brote vegetal. Fue creada para denominar a individuos originados en otros por reproducción asexuada, proceso bastante común entre los vegetales. Es aquello que el jardinero hace, por ejemplo, cuando planta un vástago de rosal. Y también es aquello que la naturaleza concreta al crear gemelos univitelinos, seres que comparten el mismo ADN, es decir, el mismo código genético. Tampoco es novedad que el hombre intenta reproducir ese curioso fenómeno de la naturaleza. En el distante año 1894, un zoólogo alemán llamado Hans Dreisch logró la primera clonación de animales.

Dreisch trabajó con erizos marinos, que fueron escogidos debido a que tienen grandes células embrionarias. El investigador colocó un embrión de dos células en un frasco con agua de mar y lo sacudió hasta que las células sesepararon. Éstas crecieronindependientemente una de la otra, resultando en dos erizos adultos. En 1902, el embriólogo Hans Spemman usó un cabello de su hijo como si fuera un cuchillo para separar un embrión de dos células de una salamandra, que también dio origen a dos individuos. Más tarde, Spemman separó una célula de un embrión de 16 células. Para sorpresa suya, tanto el embrión mayor como el que tenía tan solo una célula se transformaron en salamandras adultas.

No hubo mayores avances en clonación hasta noviembre de 1951, cuando un equipo de científicos de Filadelfia, Estados Unidos, clonó un embrión de sapo. Pero en esa ocasión, los investigadores no ejecutaron sencillamente la división de la célula del embrión. Tomaron el núcleo de una célula embrionaria de sapo y lo transplantaron a un óvulo no fertilizado. Una vez que el óvulo detectó que tenía la carga completa de cromosomas (heredados de macho y hembra), comenzó a dividirse y crecer. Ésa fue la primera vez que la transferencia de núcleo, un proceso utilizado hasta hoy, fue empleada.

En los años subsiguientes, la transferencia de núcleo hizo nacer clones de varios otros animales, incluidos algunos mamíferos, como ovejas y vacas. Pero siempre a partir de la célula de un embrión. Aún no se creía posible clonar células diferenciadas de un adulto. Fue el escocés Ian Wilmut, del Instituto Roslin, de Edimburgo, con la colaboración de la empresa de biotecnología PPL Therapeutics, quien transpuso esa frontera.

Clonar una célula de embrión es mucho más fácil. Todas las células tronco, también llamadas totipotentes, poseen naturalmente potencial para transformarse en un embrión completo. En algún estadio durante el crecimiento, mientras se encuentran aún en el útero, éstas pierden tal capacidad y se especializan, transformándose en los diversos tipos de células del organismo, en un proceso que siempre se consideró irreversible. Por eso cuando efectuamos un corte en la piel, por ejemplo, crecerá piel nueva en el lugar de la herida, y no un nuevo bebé. Wilmut y su equipo lograron plasmar la proeza de hacer que una célula adulta se vuelva totipotente nuevamente.

Aislaron una célula mamaria congelada de una oveja de la raza Finn Dorset de seis anos de edad y la pusieron en cultivo con una baja concentración de nutrientes. Al “pasar hambre”, la célula entró en un estado de latencia y paró de crecer. Luego, la célula fue colocada junto a un óvulo infertilizado de una oveja de la raza Scottish Blackface, de color oscuro, del cual se había retirado previamente el núcleo. Ambas células fueron colocadas juntas y una corriente eléctrica hizo que las mismas se fusionaran. Una segunda corriente hizo las veces de la explosión de energía de una fertilización natural y dio inicio a la división celular.

Después de seis días, el embrión resultante fue colocado en el útero de otra oveja de la raza Scottish Blackface. Al final del período de gestación, la oveja oscura dio a luz una cría blanca de la raza Finn Dorset, prácticamente idéntica al donador original, a no ser por un pequeño detalle: pese a que Dolly heredó de la oveja blanca el ADN contenido en los cromosomas del núcleo de la célula mamaria, también heredó de la oveja oscura un ínfimo porcentaje de material genético mitocondrial, el ADN contenido en las mitocondrias, organelas que ubicadas en el citoplasma de las células.

El día 5 de julio de 1996, fecha del nacimiento de Dolly, pasaría a la historia de la genética como un hito. Nunca una oveja tuvo tamaña fama anteriormente. Dolly fue acosada porpaparazzi y fue a parar a las portadas de revistas tales comoTime y Newsweek . Despertó la curiosidad del mundo entero y también suministró el combustible para las ideas más absurdas. Una secta de California, denominada Segunda Venida, anunció que clonará a Jesucristo partiendo de una muestra de sangre extraída del Santo Sudario. El embrión sería implantado en una virgen voluntaria, naturalmente.

Otra secta americana, la de los raelianos -que asegura que la especie humana es descendiente de clones de extraterrestres-, ya habría recibido 500 mil dólares para clonar a la hija muerta de una pareja de fieles. E incluso algunos científicos dejaron volar su imaginación. A mediados de 2001, el médico italiano Severino Antinori, que se tornó conocido por realizar una fertilizaciónin vitro en una mujer de 62 años, dijo que tendría un clon humano antes del final del año. ¿Ya estará listo?

Para el investigador Harry Griffin, del Instituto Roslin, esos proyectos se basan más en la ciencia ficción que en algo serio. El proceso que resultó en el nacimiento de Dolly es mucho más complicado de lo que aparenta ser. Los investigadores formaron 277 huevos con un núcleo de un animal adulto. Veintinueve de éstos fueron implantados en 13 ovejas y tan solo una de ellas generó una cría que se mantuvo viva hasta hoy. Según Griffin, en un artículo publicado en el sitio del instituto, los 277 “huevos reconstruidos” usados para producir a la oveja Dolly exigieron 400 óvulos infertilizados de donadoras. “Las clínicas de fertilización humana recogen en promedio entre 5 y 10 óvulos de cada donadora. De esta manera, cualquier clínica que intentara concretar una clonación humana debería reclutar como mínimo 40 voluntarias para cada intento de embarazo”, dice Griffin.

Y ese no es el único problema. Hasta la llegada de Dolly, varios fetos murieron durante la gestación o tras el nacimiento, y algunos de estos presentaban serias anomalías. Los clones que sobreviven hasta el nacimiento tienden a ser mayores que lo normal, por ejemplo. Esto sucede tan frecuentemente que, pasados cuatro años desde el nacimiento de Dolly, los científicos ya acuñaron un nuevo término:large offspring syndrome , LOS, o síndrome de la cría grande. Junto al LOS, suelen aparecer defectos en los pulmones, en el corazón y en el hígado. “No sabemos la razón de esas fallas, pero la explicación más sencilla indica que la reprogramación de las células transferidas no es completa un 100%”, explica Harry Griffin.

En un simposio patrocinado por la Asociación Médica Americana en agosto de 2001, Ian Wilmut contó que una oveja clonada, que parecía estar bien después de nacer -“comía y se movía normalmente”-, comenzó a fatigarse mucho. Su historia duró apenas 12 días, pues el animal tuvo que ser sacrificado. La autopsia reveló un tejido muscular denso y rígido que contraía los vasos sanguíneos de los pulmones y cortaba el flujo de oxígeno. “Pero ¿y si fuera un bebé? ¿Cómo sería tratado?”, advierte Wilmut. En ese mismo simposio, el genetista Rudolf Jaenisch, del Instituto Whitehead del Massachusetts Institute of Technology (MIT), lanzó la cuestión: “¿Un animal clonado que parece normal es realmente normal? El desarrollo del embrión puede continuar a expensas de problemas genéticos que solamente aparecerán más tarde”.

Las sospechas del investigador del MIT pueden estar concretándose en el caso de Dolly. El Instituto Roslin ya ha informado que el animal está sufriendo de artritis en la cadera y en la rodilla de la pata trasera izquierda, dolencia poco común en una oveja de pocos años de vida. A pesar de ser aparentemente sana y de haber engendrado ya seis crías de manera natural, seteme que Dolly esté sufriendo un envejecimiento precoz, puesto que ella fue creada a partir de una célula adulta de seis años, y no de un embrión.

Ante estos problemas, la llamada clonación reproductiva parece aún distante. Posibilidades éticamente condenables o no, como tener un hijo gemelo de sí mismo, recrear a un pariente fallecido o salvar especies animales de la extinción aún son hipótesis barradas más por la técnica que por la conciencia. De esta manera, mientras monitorean la salud de sus clones, los laboratorios van enfilándose por el terreno de la clonación terapéutica, es decir, por el uso de las técnicas de transferencia nuclear con el objetivo de crear alternativas para el tratamiento para varias enfermedades. Poco después del nacimiento de Dolly, en julio de 1997, PPL Therapeutics anunció el nacimiento de Polly, un clon transgénico cuya leche podría ser utilizada para tratar la hemofilia.

Es una oveja obtenida mediante la técnica de la transferencia nuclear, a la cual se adicionó un gen humano responsable pela producción de una proteína llamada de Factor IX o agente de coagulación sanguínea, del cual carecen los hemofílicos. Otra importante vertiente de la investigación es la que atrajo la atención del mundo entero para la empresa americana Advanced Cell Technology: el uso de células tronco de embriones clonados con miras a la producción de tejidos y órganos para transplantes. La empresa está anunciando más resultados concretos en ese campo. Al final de enero de 2002, notificó la producción de riñones creados a partir de células tronco extraídas de una vaca.

Los dos minirriñones (de alrededor de cinco centímetros cada uno) habrían sido implantados en el animal y estarían funcionando normalmente, filtrando sangre. Según Robert Lanza, quien se rehusó a brindar mayores detalles sobre el experimento hasta que el mismo sea publicado en una revista científica, ésa sería tan solo una demostración de que es posible realmente utilizar la clonación terapéutica para crear un órgano humano. Pero esa técnica tropieza ante una delicadísima cuestión: tras la colecta de las células, el embrión sería descartado. ¿Sería lícito acabar con una vida para salvar otra? Pero, al final de cuentas, ¿cuando comienza efectivamente la vida? Los líderes religiosos, en general, y la Iglesia Católica, en particular, creen que la vida tiene se inicia con la fertilización del óvulo.

La Pontificia Academia para la Vida, creada por el Vaticano en 1994 y formada por 70 científicos nombrados por el Papa, “no considera moralmente lícita la utilización de embriones humanos vivos para la preparación de células estaminales (o células madre, o células tronco o troncales) embrionarias”, y acepta únicamente el uso de dichas células adultas para fines de investigación, de acuerdo con el documentoDeclaración sobre la producción y el uso científico y terapéutico de las células estaminales embrionarias humanas . Los 14 mil miembros de la Asociación Médica Cristiana de Estados Unidos, de orientación protestante, comparten esa opinión: “Es un error el crear una vida humana con el propósito de destruirla. Esos clones no son apenas humanos en potencial, como la industria de biotecnología nos quiere hacer creer. Ellos ya son seres humanos”, declara la asociación.

En medio de esas discusiones éticas y religiosas, surgen las primeras batallas jurídicas. Pese a que Dolly fue el primer animal clonado, fue la empresa Advanced Cell quien obtuvo la primera patente de clonación para sus toros George y Charlie. Actualmente, dicha compañía disputa con dos empresas -Geron Bio-Med, que le adquirió la tecnología de Dolly al Instituto Roslin, e Infigen, propietaria de la vaca clonada Gene- los derechos sobre una técnica que puede rendir millones de dólares. Los gobiernos y la sociedad civil, aún aturdidos, también intentan organizarse. El día 31 de julio de 2001, la Cámara Baja de Estados Unidos aprobó un proyecto de ley para la prohibición general de la clonación humana, que impediría no solamente el uso de la clonación para la reproducción, sino también para fines de investigación, como los estudios con células madre.

Dicho proyecto, que cuenta con el apoyo declarado de la Casa Blanca, instituye también una pena de hasta diez años de prisión y multas de hasta un millón de dólares para quien genere embriones humanos clonados. El texto ya ha entrado al Senado, en donde está siendo leído y analizado. El 9 de agosto del mismo año, el presidente George W. Bush anunció la autorización para el uso de recursos federales para la investigación con células troncales humanas, pero con varias restricciones. Los embriones utilizados deben haber sido creados con propósitos reproductivos (los científicos pueden utilizar los embriones que “sobran” en los tratamientos de fertilidad), con una autorización firmada por el donador del embrión -que no debe recibir nada a cambio- y los investigadores deben registrar su trabajo en el recientemente creado Human Embryonic Stem Cell Registry, vinculado al Instituto Nacional de Salud.

Inglaterra fue el primer país que autorizó la investigación con células tronco en 2000. El Human Fertilisation and Embryology Authority, HFEA, un órgano que reglamenta y monitorea los tratamientos de fertilidad y las investigaciones con embriones humanos en el Reino Unido, permite la investigación con embriones humanos hasta el 14° día de desarrollo. Ruth Deech, directora do HFEA, ya se ha pronunciado favorablemente incluso de la clonación reproductiva, siempre y cuando ésta sea usada solamente en el tratamiento de víctimas de algunas enfermedades genéticas mitocondriales que afectan severamente el sistema nervioso, causando daños tales como ceguera y epilepsia. Una pareja que tuviera ese problema genético podría generar hijos sanos a partir de un embrión creado mediante fertilizaciónin vitro convencional.
Bastaría retirar el núcleo de ese embrión e implantarlo en un óvulo donado con su propio núcleo vacío. Así, el bebé clonado tendría un 99% de la carga genética de sus padres, pero sin el desorden, pues recibiría ADN mitocondrial sano.En Brasil se acepta la clonación humana terapéutica como procedimiento de soporte de terapias médicas, de acuerdo con los principios éticos y la supervisión de la Comisión Técnica Nacional de Bioseguridad (CTNBio). Con base en la ley 8974/95 de Bioseguridad, la CTNBio prohíbe “la manipulación genética de células germinales humanas” y “la intervención en material genético humanoin vivo , excepto en el caso de tratamiento de defectos genéticos, respetando principios éticos tales como los de la autonomía (el respeto a la voluntad y a los valores del paciente) y de beneficencia (tener en cuenta el bien del paciente), de acuerdo con la aprobación previa de la CTNBio”.

Según Ronaldo Sardenberg, ministro de Ciencia y Tecnología, en un artículo publicado en el diarioO Globo (del 28 de noviembre de 2001), la Comisión Jurídica de la Asamblea General de las Naciones Unidas ha decidido apoyar la propuesta de elaboración de un tratado internacional que prohíba la clonación, por ésta ser “contraria a la dignidad humana”. “La propuesta, presentada por Alemania y Francia, propone que un grupo defina el alcance de dicho tratado. Teniendo en cuenta su experiencia en la elaboración de la Declaración Universal sobre el Genoma Humano y los Derechos de la Persona Humana, aprobada por la ONU en 1998, como así también la reunión de ministros deCiencia realizada en París en octubre pasado, de la cual participé, la Unesco se encargará de llevar adelante esa importante misión”, cree Sardenberg.

Recientemente ha sido divulgada una nueva investigación que puede echar más leña en el ya crepitante fuego de la clonación: la obtención de células madre generadas a partir de óvulos infertilizados. En febrero de 2002, el investigador americano Michael West, de Advanced Cell Technology, informó haber conseguido hacer que un óvulo de una mona se dividiera por medio de un tratamiento químico, es decir, sin haber sido fertilizado por un espermatozoide. Dicha técnica, llamada partenogénesis, es utilizada rutinariamente en ratones de laboratorio, pero es la primera vez que la misma es usada con primates.

El éxito de esta experiencia lleva a que el investigador se muestre confiado en que podrá emplearla en óvulos humanos, obteniendo un tejido embrionario que suministraría células tronco, pero que nunca se transformaría en un ser humano. De esa manera, el americano Michael West cree que la partenogénesis resolvería el dilema ético del descarte de embriones. Puede ser. Pero lo más probable es que dicha técnica genere nuevas batallas filosóficas y jurídicas. A fin y al cabo, en los últimos años, la ciencia está andando más rápido que nuestra capacidad de discernimiento.

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