Cuando tenga que ahuyentar el sueño a la noche, deje alguna luz roja encendida cerca. “Puede ser una alternativa para seguir alerta”, afirma Mariana Figueiro, arquitecta graduada en la ciudad de Belo Horizonte que coordina el programa de investigaciones sobre luz y salud en el Lighting Research Center. Este instituto, parte del Rensselaer Polytechnic Institute, con sede en Troy, al norte de Nueva York, desarrolla investigaciones básicas y aplicadas sobre el impacto de la iluminación artificial en las personas. En el marco de un estudio publicado en la revista BMC Neuroscience, Mariana y su equipo demostraron que las luces rojas puede ser más apropiada para el uso nocturno que las luces azuladas. Los investigadores efectuaron pruebas con luces de colores puros, para ver en realidad los efectos de las luces blancas comunes que tienden al azul, como las fluorescentes blancas.
“La luz roja ayuda a mantener o incrementar el nivel de actividad mental sin suprimir la producción de melatonina, la hormona que regula el sueño, a diferencia de la azul”, dice Mariana. Otros estudios habían mostrado que luces azuladas pueden reducir la producción de melatonina, liberada por la glándula pineal, ubicada en la base del cerebro. La melatonina ayuda a regular el ritmo circadiano, la variación de fenómenos tales como la frecuencia cardíaca y el sueño que oscila en períodos de aproximadamente 24 horas. Más luz azul y menos melatonina podrían dejar el organismo más vulnerable al desarrollo de tumores, más allá de desregular el sueño. Según Mariana, todo aquél que debe permanecer despierto para trabajar a la noche puede sentir un poco más de sueño con una luz roja, pero el organismo probablemente sufrirá menos daños.
Las ventajas de la luz roja sobre la azul surgieron en el marco de un experimento del cual participaron 14 personas sometidas a dosis medianas y bajas de los dos tipos de radiación durante dos noches. Para evaluar con precisión las reacciones del organismo, el equipo de Mariana hizo un seguimiento de los índices de latidos cardíacos y de la actividad cerebral. “La luz azul es más potente para intervenir en los ritmos circadianos”, concluyó. Estudios anteriores de dicho grupo habían verificado la sensibilidad del organismo humano a la luz azul: una cantidad de luz azul mucho más baja que la de la iluminación normal puede interferir en el ritmo del sueño. En otro artículo publicado este año en la revista Journal of Carcinogenis, Mariana, Mark Rea y John Bullough, del Lighting Research Center, plantearon la hipótesis de que la iluminación ambiental, normalmente excesiva a punto tal de intervenir en la producción de melatonina, podría contribuir a aumentar la incidencia del cáncer de mama, pero hasta el momento, la falta de evidencias cuantitativas impide establecer conclusiones.
De inmediato, los resultados abrieron un camino de investigación básica, volcada entre otras posibilidades a las combinaciones más saludables entre la luz azul y la roja, y aplicaciones, especialmente para quienes trabajan a la noche, o en penumbras. Uno de los desafíos inmediatos de Mariana y su equipo apunta a utilizar las conclusiones de los experimentos científicos para mejorar la iluminación en los submarinos, a pedido de la Marina de Estados Unidos. Los investigadores han verificado que uno de los problemas es el horario de trabajo, con turnos de 18 horas con seis de descanso, y trabajando en penumbras, “como si estuvieran en una caverna”, dice. “No saben más cuando es de día y cuando es de noche”. Las consecuencias pueden ser dramáticas sobre el ritmo circadiano, que requiere de una intensidad de luz mayor que la de la visión para ser activado. Los horarios de sueño pueden perder fácilmente la regularidad.
Mariana pretende ahora, con su equipo, encontrar la mejor intensidad y cantidad de luz roja para usar durante la noche y para combinar con la azul durante el día, no solamente en los submarinos, sino también en otros ambientes de trabajo. “La luz azul es la más recomendada para el día, pero tal vez no sea la mejor opción para la noche”, dice. Su grupo y otros del Lighting Research Center se sienten cómodos para afrontar el desafío de transformar descubrimientos científicos en productos de uso común. Han fabricado un dispositivo de uso personal: el Daysimeter, que se asemeja a un micrófono. El artefacto se ubica cerca de los ojos y mide la cantidad de luz que cada persona recibe, indicando si los horarios de sueño deben reajustarse, por ejemplo. En este momento trabajan para ver los mejores tipos de luz que las personas ancianas deben recibir para evitar caídas y dormir mejor. Otro proyecto consiste en el desarrollo de luces de coches que puedan causar menos impacto a los ojos a la noche y por supuesto, iluminar mejor.
Artículo científico
FIGUEIRO, M.G. et al. Preliminary evidence that both blue and red light can induce alertness at night. BMC Neuroscience. v. 10. p. 105-16. 2009.