Para los jóvenes doctores se hace cada vez más difícil la inserción en el mercado de trabajo académico. Como si no bastase con la competencia –tan sólo en 2017 obtuvieron su doctorado más 21 mil profesionales en Brasil–, el escenario económico actual incidió en la oferta de vacantes para docentes e investigadores asistentes, y también afectó a las pasantías de posdoctorado, fundamentales para el perfeccionamiento de habilidades científicas e intelectuales, así como la adquisición de la experiencia necesaria para establecer y administrar un laboratorio o un grupo de investigación. La coyuntura tampoco es favorable para la docencia en el sector privado. “Muchas universidades privadas, para reducir costos, evitan la contratación de doctores por encima de la cantidad mínimo que exige el Ministerio de Educación”, dice el biólogo Hugo Fernandes-Ferreira, docente de la carrera de biología de la Universidad Estadual de Ceará (Uece), en Fortaleza.
Mientras tanto, la cantidad de doctores en el país creció un 486% entre 1996 y 2014, de acuerdo con los datos que maneja el Centro de Gestión y Estudios Estratégicos (CGEE). Este panorama poco alentador tiende a elevar la presión sobre los jóvenes investigadores. “El estudiante se pasa años preparándose para convertirse en investigador y, de buenas a primeras, debe salir a buscar empleo en el mercado laboral no académico, viéndose en un trance en el cual no consiguió una oportunidad como docente o investigador ni tampoco cuenta con la experiencia que le requiere el mercado de trabajo tradicional”, dice la periodista Deisy Feitosa, quien realiza un posdoctorado en la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de São Paulo (FFLCH-USP).
Para afrontar esa realidad, se ha estimulado a los estudiantes para que consideren al posgrado como un período dedicado al desarrollo de habilidades y competencias que puedan aplicarse a toda una diversidad de actividades profesionales. La USP, por ejemplo, empezó este año a estructurar mecanismos que ayuden a los estudiantes del posgrado a desarrollar esas capacidades. “Estamos hablando de habilidades encauzadas, sobre todo, en el ámbito del comportamiento organizativo”, explica Tania casado, docente de la Facultad de Economía, Administración y Contabilidad (FEA) y directora de la Oficina de Desarrollo de Carreras de la universidad.
El inmunólogo Phillipp Kruger, de la Universidad de Oxford, en Inglaterra, publicó recientemente un artículo en la revista Nature donde analiza cómo pueden prepararse los doctorandos para diferentes carreras, dentro y fuera de la universidad. Una de sus recomendaciones es que ellos aprovechen el período del curso para sacar partido del desarrollo de las habilidades denominadas transferibles, que son aquellas que no se consideran técnicas y que pueden emplearse en actividades diversas. Según él, la capacidad de liderazgo, de trabajar en equipo y la habilidad en la administración del tiempo pueden hacer la diferencia.
El número de doctores creció un 486% entre 1996 y 2014 en Brasil, según datos del Centro de Gestión y Estudios Estratégicos
Kruger también aconseja que los estudiantes entren en contacto con las oficinas de carreras de sus universidades para enterarse sobre las formas de actuación posibles en el mercado laboral y cómo pueden perfeccionarse o adaptarse sus habilidades o preferencias a otras actividades. “Resulta fundamental que los alumnos se aboquen durante el curso al desarrollo de sus habilidades de comunicación y de resolución de conflictos, por ejemplo”, comenta Casado.
Ella explica que los docentes pueden asesorar a los estudiantes para que asistan a cátedras de otras carreras, tales como administración y psicología, en las cuales esos temas se tratan más regularmente. “Desde que ingresé a la carrera de grado en la Unesp [Universidade Estadual Paulista], en 2008, tan solo tuve un seminario sobre las perspectivas profesionales para los cientistas sociales”, comenta el sociólogo Alex Arbarotti. Él finalizó el doctorado hace tres meses en la Universidad Federal de São Carlos (UFSCar) e intenta volver a la universidad. Refiere que le envió su currículum a varias instituciones privadas de educación superior antes incluso de finalizar el posgrado, pero no recibió respuesta.
Ante la falta de perspectiva en el mercado laboral, algunos doctores optan por regresar a la universidad y realizar una pasantía posdoctoral. Más allá de la investigación, por lo general, ellos se ocupan de la coordinación de las tareas del laboratorio, redactan artículos científicos, asesoran a alumnos y trabajan en la concepción de nuevas líneas de investigación científica. A veces eso da resultado, como en el caso de Fernandes-Ferreira. Él ingresó al posdoctorado en marzo de 2015, luego de concluir el doctorado en el año anterior. “En ese intervalo trabajé en una consultora ambiental, pero la crisis estaba en su apogeo y ese mercado se vio muy afectado. El posdoctorado me vino justo”, dice.
La bióloga Patrícia Tachinardi no tuvo la misma suerte. Ella concluyó el doctorado en fisiología en el Instituto de Biociencias (IB) de la USP en mayo de 2017. “Siempre quise seguir una carrera académica y decidí ingresar a una pasantía de posdoctorado”, refiere, lamentando que aún no cuenta con una beca de estudios. “Mientras aguardo la oportunidad, recurrí a otras actividades, tales como la docencia en una escuela privada y como productora de contenidos para libros didácticos”.
“La formación de nuevos doctores debe ir aparejada con estrategias que les ayuden a insertarse en el mercado laboral”, sostiene Feitosa. Ella intentó realizar pasantías tanto dentro como fuera de la universidad durante toda su carrera académica. “Incluso hice un máster profesional en televisión digital, con la esperanza de que eso me abriera las puertas en la iniciativa privada”, relata. La estrategia sirvió. Luego del doctorado, Feitosa recibió una invitación para poner en práctica su proyecto. “Trabajé en la desconexión de la señal analógica de TV en Brasil. Dos años más tarde me fui para hacer un posdoctorado”. Para aquellos que no saben por dónde comenzar, Feitosa les deja un consejo: “Invertir en una capacitación que integre la experiencia académica con el mercado de trabajo fuera de la universidad puede marcar la diferencia en tiempos de crisis”.
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