Para los psiquiatras y para la mayoría de la gente, resulta relativamente fácil diferenciar entre una persona con psicosis y una que no presenta ningún desorden mental diagnosticado: las del primer grupo relatan delirios y alucinaciones y a veces se presentan como mesías que salvarán al mundo. Sin embargo, la diferenciación de los dos tipos de psicosis –manía y esquizofrenia– no resulta tan sencilla y requiere experiencia personal, conocimiento e intuición por parte de los especialistas. Un abordaje matemático desarrollado en el Instituto del Cerebro de la Universidad Federal de Rio Grande do Norte (UFRN) puede que facilite esta distinción, esencial para establecer las terapias más adecuadas para cada enfermedad, al evaluar en modo cuantitativo las diferencias en las estructuras del lenguaje verbal adoptadas por quien padece manía o esquizofrenia.
La estrategia del análisis –basada en la teoría de los grafos, que representó las palabras como puntos y la secuencia entre ellas en las oraciones con flechas– indicó que los individuos con manía son mucho más farragosos y repetitivos que los esquizofrénicos, generalmente lacónicos y centrados en un único tema, sin dejar que el pensamiento viaje. “La recurrencia es un signo del paciente con manía, que cuenta tres o cuatro veces lo mismo, mientras que aquél con esquizofrenia expresa objetivamente lo que tiene para decir, sin desviarse, y presenta un discurso pobre en cuanto al sentido”, dice la psiquiatra Natália Mota, investigadora del instituto. “En cada grupo”, expresa Sidarta Ribeiro, director del instituto, “la cantidad de palabras, la estructura del lenguaje y otros indicadores son completamente distintos”.
Ellos consideran que lograrán dar los primeros pasos rumbo a un método objetivo para diferenciar ambas formas de psicosis, del mismo modo que un hemograma se utiliza para evaluar una enfermedad infecciosa, siempre y cuando los próximos test, con una muestra mayor de participantes, refuercen la consistencia de este abordaje y los médicos consientan en trabajar con un asistente de esa clase. Los test comparativos descritos en un artículo recientemente publicado en la revista PLoS One indicaron que este nuevo abordaje aporta índices de certeza del orden del 93% en el diagnóstico, mientras que las escalas psicométricas actualmente en uso, basadas en cuestionarios de evaluación de síntomas, tan sólo llegan al 67%. “Se trata de métodos complementarios”, dice Natália. “Las escalas psicométricas y la experiencia de los médicos siguen siendo indispensables”.
“El resultado es bastante simple, incluso para los que no entienden de matemática”, dice el físico Mauro Copelli, de la Universidad Federal de Pernambuco (UFPE) quien participó en el trabajo. El discurso de las personas con manía se revela como un enmarañado de puntos y líneas, mientras que el de los esquizofrénicos aparece como una recta, con pocos puntos. La teoría de grafos, que condujo a estos diagramas, ha sido utilizada desde hace siglos para evaluar las trayectorias por las cuales un viajante podría visitar todas las ciudades de una región, por ejemplo. Aunque recientemente, ha servido para optimizar el tráfico aéreo, considerando a los aeropuertos como un conjunto de puntos o nodos conectados entre sí por los aviones.
“La primera vez que utilicé el programa de grafos, las diferencias de lenguaje saltaron a la vista”, comenta Natália. En 2007, al terminar la carrera de medicina y comenzar la residencia médica en psiquiatría en el hospital de la UFRN, Natália notaba que muchos diagnósticos diferenciales de manía y esquizofrenia dependían de la experiencia personal y juicios subjetivos por parte de los médicos –quienes trabajaban mayormente con pacientes con esquizofrenia tendían a diagnosticar más casos de esquizofrenia y menos de manía– y en muchas oportunidades no había consenso. Ya se sabía que los individuos con manía hablan más y se desvían del tema central mucho más fácilmente que los esquizofrénicos, pero eso le pareció demasiado genérico. Durante un congreso científico realizado en Fortaleza, en 2008, ella conversó con Copelli, quien ya colaboraba con Ribeiro y la alentó a trabajar con grafos. Al comienzo ella se resistió, debido a su poca familiarización con las matemáticas, pero más tarde la teoría le pareció simple y práctica.
Para llevar adelante el trabajo, ella grabó y, con la ayuda de Nathália Lemos y Ana Cardina Pieretti, transcribió las entrevistas con 24 personas (ocho con manía, ocho con esquizofrenia y ocho sin ningún trastorno mental diagnosticado), a quienes les solicitaba relatar un sueño, y cualquier comentario fuera de ese tema era considerado como un vuelo de la imaginación, bastante común en la gente con manía.
“En la transcripción, los relatos de los pacientes con manía eran evidentemente mayores que los de los esquizofrénicos”, dice. Luego, ella eliminó elementos menos relevantes, tales como artículos y preposiciones, dividió las oraciones en sujeto, verbo y objetos, representados por puntos o nodos, mientras que la secuencia entre éstos en las frases era representada por flechas, uniendo dos nodos, y marcó las que no se referían al tema central del relato, es decir, del sueño reciente que ella solicitara contar a los entrevistados, y denotaban un desvío del pensamiento, común en las personas con manía.
Un programa específico para grafos bajado gratis por internet indicaba las características relevantes para el análisis –o atributos– y representaba las principales diferencias en el discurso de los participantes, tales como cantidades de nodos, extensión y densidad de las conexiones entre los puntos, recurrencia, minuciosidad prolijidad (o verborrea) y desvío de la temática principal. “Es muy sencillo”, asegura Natália. Para las comprobaciones y análisis de los resultados, ella también contó con la colaboración de Osame Kinouchi, de la Universidad de São Paulo (USP) de Ribeirão Preto, y Guillermo Cecchi, del Centro de Biología Computada de IBM, en Estados Unidos.
Resultado: los individuos con manía obtuvieron una mayor puntuación que los esquizofrénicos en casi todos los apartados evaluados. “La verborrea típica en pacientes con manía no es producto solamente del exceso de palabras, sino de un discurso que retorna siempre al mismo punto, en comparación con el grupo con esquizofrenia”, sostuvo. Curiosamente, los participantes del grupo control, sin trastorno mental diagnosticado, presentaban estructuras discursivas de dos tipos, ora redundantes, tal como los participantes con manía, o bien parcas, tal como los pacientes con esquizofrenia, reflejando las diferencias entre sus personalidades o la motivación para, en ese momento, hablar más o menos. “la patología define al discurso, eso no es ninguna novedad”, dice ella. “Los psiquiatras están capacitar para reconocer esas diferencias, aunque difícilmente podrían establecer que la recurrencia de un paciente con manía es un 28% menor, por más experimentados que sean”.
“El ambiente interdisciplinario del instituto resultó esencial para la realización del estudio, pues me la pasaba todo el día intercambiando ideas con gente de otras áreas. Nivaldo Vasconcelos, un ingeniero de computación, me ayudó mucho”, dice. El Instituto del Cerebro, que funciona desde 2007, cuenta actualmente con 13 docentes, 22 estudiantes de grado y 42 de posgrado, 8 posdoctorandos y 30 técnicos. “Sorteadas las dificultades iniciales, logramos conformar un grupo de investigadores jóvenes y talentosos”, celebra Ribeiro. “La casa donde trabajamos ahora cuenta con un amplio jardín, y varias noches nos quedamos allí hasta las dos o tres de la madrugada, charlando sobre ciencia y tomando mate”.
Artículo científico
MOTA, N.B. et al. Speech graphs provide a quantitative measure of thought disorder in psychosis. PLoS ONE (en prensa).