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Entrevista

Marco Lucchesi: Un poeta de fronteras

El presidente de la Biblioteca Nacional de Brasil habla fluidamente 22 lenguas y traduce autores de idiomas tales como el persa, el ruso y el turco

Ana Carolina Fernandes

Profesor titular de literatura comparada de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), el poeta, escritor, memorialista y ensayista carioca Marco Americo Lucchesi asumió la presidencia de la Fundación Biblioteca Nacional (FBN) de Brasil en 2023 con la misión de volver más transparente y accesible a la institución, además de modernizar su centenaria colección, compuesta por más de 10 millones de piezas. Parte de su labor consiste en incorporar una mirada sensible a las cuestiones identitarias en la lectura del material producido en contextos coloniales, expandir el espacio físico disponible para almacenar las colecciones y ampliar el acceso a documentos digitalizados.

Lucchesi, quien domina 22 idiomas, entre ellos el persa, el latín, el árabe y el ruso, tuvo un contacto temprano con la literatura cuando, siendo un niño, escuchaba a su padre y a su abuela recitar versos de poetas italianos como Dante Alighieri (1265-1321). Graduado en historia, viajó por el mundo y presidió la Academia Brasileña de Letras (ABL) entre 2018 y 2021. Tradujo autores tales como los italianos Umberto Eco (1932-2016) y Primo Levi (1919-1987), como así también el persa Yalāl ad-Dīn Muhammad Rūmī (1207-1273) y el pakistaní Muhammad Iqbal (1877-1938).

En esta entrevista concedida a Pesquisa FAPESP en el último piso de la Biblioteca Nacional, en Río de Janeiro, Lucchesi rechazó las formalidades y pidió que lo llamaran Marco. Sonriente y expresivo, habló de sus planes al frente de ésa que ocupa el segundo lugar en antigüedad entre las instituciones brasileñas, y propuso reflexiones sobre la importancia de las investigaciones desarrolladas en los campos de la literatura y la historia en el proceso de traducción de autores al portugués.

Edad 59 años
Especialidad
Literatura comparada y traducción
Institución
Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ)
Estudios
Título de grado en historia por la UFF (1985), maestría (1989) y doctorado (1992) en letras por la UFRJ

¿Su primera lengua es el italiano o el portugués?
Mi infancia fue bilingüe. En casa era como si viviese en una pequeña Italia y la lengua de mis primeros años fue el italiano. En familia no hablábamos portugués porque hubiera sido algo artificial. Crecí en los horizontes de Brasil. En la escuela, con mis amigos y en público siempre hablaba en portugués. La experiencia de nacer bilingüe es diferente a la de aprender otros idiomas más adelante. El tener dos idiomas formando parte de mi formación ha sido una experiencia que me marcó.

¿Por qué emigraron a Brasil sus padres?
Mis padres, Elena Dati y Egidio Lucchesi, vinieron a Brasil invitados por el periodista y empresario Assis Chateaubriand [1892-1968]. Mi papá trabajaba como ingeniero de antenas de radio y televisión. Era muy talentoso en su profesión e inventó distintos sistemas por los que ganó premios. Había conocido a Chateaubriand cuando era radiotelegrafista en un buque de la marina mercante italiana. En los años 1950, recibió una invitación para trabajar en el sistema de radio del empresario. Estaba de novio con mi madre y se casaron por poder. Años más tarde arribó a Río de Janeiro mi abuela materna. Ellos nunca se sintieron extranjeros aquí, pese a que este era otro mundo comparado con Massarosa, su ciudad de origen, un pequeño pueblito en el norte de la región de Toscana. Para ellos, Brasil era un horizonte de sueños, de paz y de diálogo, aun con todas sus contradicciones. Yo nací en Copacabana, Río de Janeiro, en 1963. No tengo hermanos ni tuve hijos.

¿Recuerda su primer contacto con la literatura?
Estos primeros contactos se dieron a través de la música, las experiencias orales y las enciclopedias. Mi madre cantaba, tocaba el piano ‒ un instrumento que más tarde hice mío ‒ y sabía varias canciones de cuna. Mi padre amaba a Dante Alighieri. Recitaba de memoria algunos fragmentos del poema narrativo La Divina Comedia. Incluso cuando ya estuvo completamente inmerso en el alzhéimer, la única forma posible de comunicación era recitarle unos versos del Dante a medias para que él los completara. Dante fue nuestro nexo. En cambio, mi abuela materna narraba las historias de Orlando furioso, el poema épico de Ludovico Ariosto [1474-1533]. También recuerdo la primera vez que fui por mi cuenta a una librería y compré un libro. Fue en 1972, cuando tenía 8 años. Adquirí la obra Poemas, de Gonçalves Dias [1823-1864], en una librería de Niterói. Era una edición de 1968 editada por el crítico Péricles Eugênio da Silva Ramos [1919-1992]. Todavía conservo ese libro para repasar mis registros sentimentales elaborados a los 8 años. En cuanto a Gonçalves Dias, en 2023 también viví un momento emocionante relacionado con este poeta fundamental. El Archivo Judicial del Tribunal de Justicia del Estado de Maranhão descubrió y donó copias a la Biblioteca Nacional de demandas presentadas por Dias, hasta entonces desconocidas. Además de poeta, también fue abogado. La BN está catalogando el material que pronto estará a disposición para su investigación.

¿Cómo fue su cercanía con escritores desde muy joven?
Conocí personalmente a Carlos Drummond de Andrade [1902-1987] a los 21 años, en la fiesta por los 80 años del jurista y escritor Afonso Arinos de Melo Franco [1905-1990]. Fue una experiencia inolvidable y regresé a mi casa emocionado. Antes de eso solía escribirle cartas a Drummond, y él me las respondía. Otro encuentro significativo fue con el escritor egipcio Naguib Mahfouz [1911-2006] cuando yo tenía 33 años, durante uno de mis viajes a Egipto, en 1996. Ya había sido herido por el grupo extremista islámico Hermandad Musulmana y se encontraba recluido en su casa, pero accedió a recibirme. Le hice muchas preguntas y conversamos durante horas. Pero hubo muchos otros encuentros, antes y después de estos.

Cuando mi padre enfermó de alzhéimer, la única forma de poder comunicarse con él era recitarle algún verso de Dante

¿Es cierto que habla 22 idiomas?
Así es, pero también a mí me cuesta creerlo. En el fondo, creo que es un problema psiquiátrico. Bromas aparte, aún hoy me pregunto: ¿por qué tantas lenguas? Es una exageración, casi una osadía. Pero la sensibilidad para los idiomas ya era algo familiar, especialmente en mi abuelo paterno, al que no llegué a conocer. Él no era judío, pero en la familia cuentan que se lo llevaron al campo de concentración de Mauthausen-Gusen, en Austria, durante la Segunda Guerra Mundial [1939-1945]. Consiguió aprender el alemán rápidamente y huyó. Mi abuelo hablaba cinco o seis idiomas, pero no sé cómo aprendió. También creo que mi contacto con la radio me influenció desde niño y despertó en mí un deseo de comunicarme con otra gente.

¿Cómo aprendió tantos idiomas?
Aprendí español e inglés cuando todavía era un niño. A los 12 años aprendí alemán y francés y, a los 14, fue el turno del ruso. Los otros idiomas los estudié más tarde, como el árabe, que lo aprendí a los 30; una lengua que me permitió circular por diversos países, entre ellos el Líbano, Siria, Egipto y Marruecos, con sus variantes específicas del idioma. Al principio, siempre he tenido clases con profesores y me baso en métodos de aprendizaje. Para los idiomas complejos, como en el caso del árabe, los viajes también son de gran ayuda. No conforme con esta obsesión por aprender idiomas, inventé un lenguaje al que llamé “laputar”, e incluso publiqué una gramática con texto bilingüe, prefacio y glosario. Actualmente ya no estudio tantos idiomas como antes y me he concentrado solamente en aprender ñé’engatú, y escribirlo. El ñé’engatú, o tupí moderno, es una lengua indígena perteneciente a la familia tupí-guaraní.

¿Cómo pasó de la formación en historia al campo literario?
Estudié historia en la Universidad Federal Fluminense [UFF] en la década de 1980, cuando la institución estaba desarrollando sus programas de maestría y doctorado. Era un apasionado de la disciplina y de los autores que proponían reflexiones sobre la cronotopía, es decir, sobre la forma en que se asimilan las relaciones espaciales y temporales en las obras de arte. Ya consideraba a la literatura un espacio fundamental para la consecución de lo que anhelaba, en concreto, escribir poesía, ensayos, novelas y memorias. Entonces, en el posgrado, opté por estudiar literatura comparada, sus contextos históricos, andamiajes teóricos y referencias metodológicas. Hice la maestría y el doctorado en la UFRJ, este último, centrado en Dante. Mi tesis fue publicada en el formato de un libro intitulado Nove cartas sobre a Divina comédia [Nueve cartas sobre la Divina Comedia] [Bazar do Tempo, 2013]. Cada capítulo corresponde a una carta dirigida al lector que propone reflexiones sobre diferentes temas y aspectos de la Divina Comedia, desde el infierno hasta el paraíso. El posdoctorado lo realicé en la Universidad de Colonia (Alemania), en 1994, en el que estudié la filosofía del Renacimiento italiano, en particular, el pensamiento del erudito neoplatónico Marsílio Ficino [1433-1499], quien fue filólogo, médico y filósofo.

¿Puede hablarnos de sus intereses de investigación?
Estudio los sistemas literarios de distintos países, entre ellos de naciones tales como Italia, Irán, Turquía, Grecia y Rusia. Un sistema literario es un concepto que engloba el conjunto de elementos que forman parte de la realidad literaria de cada lugar e incluyen la tradición, los movimientos, las editoriales y las asociaciones, entre otros. En mis estudios busco entender las relaciones entre historia y literatura y los procesos de traducción de distintos autores. He investigador estos diálogos en diferentes proyectos, como en un estudio sobre las fronteras entre ficción y ensayo e historia y literatura partiendo de la obra del escritor italiano contemporáneo Claudio Magris. También investigo las dimensiones éticas de la traducción mediante análisis de los desplazamientos semánticos y culturales que se producen en el paso del texto de partida al texto de llegada.

Ana Carolina FernandesLucchesi hojea una obra rarísima elaborada por un fraile franciscano entre 1445 y 1517Ana Carolina Fernandes

¿Cómo se retroalimentan la actividad de traducción y el trabajo de investigación?
Esta es una de las cuestiones medulares de la investigación que estaba llevando a cabo con la financiación del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico [CNPq] antes de asumir la presidencia de la BN. El trabajo de un traductor posee un aspecto artesanal, de traducción de cada palabra, pero debe equilibrarse con el conocimiento de la historia y la literatura de cada país, ajustando los sentidos semánticos en función de los contextos en cuestión. El proceso de traducción no ocurre solamente mediante mecanismos de relación entre lenguas y requiere de un conocimiento previo de los sistemas literarios. En otras palabras, la traducción es un campo en el que los aspectos históricos y literarios necesitan combinarse de manera sinfónica. El conocimiento teórico debe ir alineado con el conocimiento práctico de lo que funciona en términos de rimas y métricas. La teoría y la práctica deben corregirse y retroalimentarse permanentemente, y ello supone un gran reto, sobre todo cuando se trata de la traducción de poemas. Estas propuestas han guiado mis trabajos de traducción de autores tales como el poeta y matemático rumano Dan Barbilian [1895-1961], el poeta, teólogo y médico alemán Angelus Silesius [1624-1677] y el poeta ruso Velimir Jlébnikov [1885-1922].

¿Por qué es tan difícil traducir poesía?
La poesía tiene la capacidad de dar saltos, de unir cosas aparentemente dispares y congregar lo que parece distante, proporcionando una centella para la comprensión del sentido. Así, desde la imposibilidad del diálogo, el poeta crea la capacidad de horadar bloqueos, de cruzar fronteras, y esta intención debe aparecer en el trabajo de recreación de cada verso. El traductor se inquieta o se aflige, porque debe lidiar con la idea de que no puede más que rozar apenas los sentidos del texto original, siéndole necesario trabajar siempre en el campo de lo imponderable y lo impreciso.

¿Cuál ha sido la obra más difícil que ha traducido?
Empecé a hacer traducciones cuando tenía 15 años y aún hoy en día sigo haciéndolo. Este año, por ejemplo, he tenido que hacer dos traducciones exigentes: Babel [Attar Editorial], del poeta turco contemporáneo Tozan Alkan, y Caderno azul [editorial Patuá] de Yunus Emre [1238-1328], que traduje del turco antiguo. Me dieron mucho trabajo, porque no solo requirieron del conocimiento de la lengua, sus rimas y métricas, sino también de una adaptación del sistema literario turco, antiguo y moderno, al sistema literario brasileño. Esto significa que tuve que echar mano de mis conocimientos de la historia de cada país y de los referentes teóricos de la filosofía de la traducción.

¿De dónde proviene su interés y su conexión con autores de Oriente?
De los 30 a los 50 años, me asaltó una especie de gran añoranza de Oriente, un sentimiento que me inquietó durante décadas. Viajé a muchos lugares, a casi todos los países árabes: Mauritania, Marruecos, Arabia Saudita y varios más. A veces, debido a invitaciones para dictar conferencias o para la presentación de libros, y otras, de vacaciones. En 2022 viajé a Pakistán para brindar una conferencia. Hubiera querido llevar flores a la tumba del poeta y filósofo Muhammad Iqbal, pero no pude porque corrían rumores de un golpe de Estado. Tuve que huir del hotel a las 4 de la madrugada, escoltado por guardias armados hasta los dientes y correr al aeropuerto.

¿El saber hablar tantos idiomas le ha abierto puertas más allá del campo de la traducción?
Me gusta utilizar las lenguas que conozco para abrir espacios de diálogo. Por poner un ejemplo, en 1996 me encontraba en el Líbano y quise visitar un campo de refugiados. Llegué a Sabra y Shatila y un periodista árabe me saludó en inglés. Rápidamente le respondí en árabe. Quedó conmovido y sorprendido, razón por la cual tuve la posibilidad de visitar el campo acompañado de niños, ancianos y mujeres. Fue una experiencia diferente, que me reveló cuán dramática es la vida en esos espacios. Además, me sumé a un grupo en el Consejo Nacional de Justicia para defender el derecho a la lectura en espacios de reclusión. Antes de la pandemia, solía visitar las cárceles para dar clases en las escuelas que funcionan en estos lugares. En una de ellas, empecé a conversar con un tipo que hablaba en un portugués difícil de entender. Le pregunté cuál era su origen, pero no me respondió. En realidad, fue una pregunta inapropiada, ya que pareció sentirse todavía más excluido: estaba preso y encima, era extranjero. Para tratar de distender la situación, le dije que yo era italiano y acabó respondiéndome que era de Brasov (Rumania). Entonces le dije en rumano: “¿Brasov, en Rumania? ¿Cómo es posible, amigo mío?”. Quedó perplejo al ver que yo hablaba su lengua materna. Al final de la charla me abrazó y me dio un beso en la mejilla.

¿Por qué hablar tantos idiomas? Es una exageración. La sensibilidad por los idiomas ya existía en mi familia

Con base en su experiencia en distintos contextos nacionales y sociales, ¿qué consejos le daría a un joven investigador que desea adentrarse en la vida académica?
Una de las cosas más importantes es escaparle a la tentación de seguir la carrera por mera vanidad o por la estabilidad que brinda la administración pública. Los jóvenes no deben dejarse embelesar por los cantos de sirenas. Siempre deben ponerse en primer plano las grandes cuestiones metafísicas. El segundo punto fundamental es la capacidad de realizar lecturas múltiples y globales, sin prejuicios, metódicamente y sin ideas apresuradas. Debe adoptarse una mirada abierta, ecuménica y evitar los modismos. Hay que tener cuidado con las ideologías mecánicas, los anacronismos, las ilusiones historicistas y saber atisbar el pasado sin aprisionamientos. Tenemos que desconfiar del presente y afrontar los retos del futuro. Y no permitir, bajo ningún concepto, que la institución destruya o comprometa nuestra subjetividad. Es una lucha constante y perenne de autorregulación y refinamiento. Los grandes insights tienen que ver con la estructura de las revoluciones científicas que tienen lugar en lo colectivo, en los embates y en los diálogos, pero el núcleo duro de la subjetividad debe regir la investigación y los intereses académicos.

Hablemos de la Biblioteca Nacional. ¿Podría definir qué es esta institución?
La Biblioteca Nacional es un gran acontecimiento, es soñar despiertos, una métrica de tesoros, una máquina del tiempo y una defensa de lo infinito. Para dar una definición objetiva, una biblioteca nacional es aquella que, por ley, recibe el depósito legal de cuanto se publica en el país: libros, revistas, periódicos, partituras. La BN recibe entre 80.000 y 100.000 libros por año y debe catalogar y preservar todo este material. En época de vacaciones recibimos 7.000 visitantes por día. Se espera que la cifra de accesos digitales supere los 100 millones este año. También trabajamos en colaboración con otras bibliotecas de Latinoamérica a través de la Federación Internacional de Asociaciones e Instituciones Bibliotecarias. La BN de Brasil es reconocida mundialmente por sus actividades de preservación y conservación y ayudamos a instituciones de Bolivia, Ecuador, Uruguay y Paraguay. La BN apunta a entablar colaboraciones con entidades hermanas de este continente que tienen mucho para darle al mundo. También acabamos de celebrar el primer encuentro de la BN con bibliotecas nacionales de países africanos de habla portuguesa.

¿Qué secretos esconde la BN? ¿Hay alguna caja cerrada que nunca haya sido abierta?
No. Lo que seguramente debe haber son algunas sorpresas de clasificación, es decir, objetos que han sido catalogados erróneamente. En 2011 se encontró una edición desconocida del libro Mysterium Cosmographicum [1596], del astrónomo y matemático alemán Johannes Kepler [1571-1630]. Cuando me enteré de la noticia caí de rodillas. En la década de 1950 se identificaron dictámenes de Machado de Assis [1839-1908] que datan del siglo XIX, para el Conservatorio Dramático, en los que el escritor evaluaba si determinada obra debía ser puesta en escena o no. En definitiva, la labor de los investigadores y bibliotecarios puede sacar a la luz muchas sorpresas.

¿Recuerda cuándo entró por primera vez a la BN?
Debo haber tenido 14 o 15 años. Siempre me ha cautivado esta institución. Son muchos tesoros. Hace poco vinieron unos egiptólogos y quedaron asombrados con las fotografías que Pedro II trajo de Egipto. Tenemos la mayor colección de incunables ‒ libros impresos en el siglo XV, antes de Gutenberg ‒ que existe al sur del ecuador. Tenemos la Biblia de Maguncia impresa en 1462, como así también obras de Candido Portinari [1903-1962], grabados de Francisco de Goya [1746-1828] y una colección de música considerada como la más importante de América Latina. Una de las grandes joyas de la BN es De divina proportione, una obra rarísima de autoría del fraile franciscano y matemático Luca Bartolomeo de Pacioli [1445-1517]. El libro versa sobre la divina proporción desde una perspectiva platónica, y sostiene que la matemática y la geometría constituyen el verdadero lenguaje del Universo. Además, la tipografía del libro fue diseñada por Leonardo da Vinci [1452-1519], quien fue su alumno. Este libro estaba destrozado y muy dañado. Algunas partes estaban incluso hechas migajas, y el equipo de preservación de la BN consiguió recuperarlo a partir de un proyecto para la reconstrucción de libros raros. Guardo un inmenso respeto por el personal de la biblioteca.

El traductor debe lidiar con la idea de que no puede más que rozar apenas el sentido del texto original

¿Cuáles son los retos que se le presentan a una institución centenaria a la hora de tener que modernizarse y, al mismo tiempo, preservar el pasado?
Cada generación abre una ventana de su época y recoge los mejores frutos. Todas complementan y revisan una política de desarrollo de colecciones. El reto de nuestro tiempo es ampliar la biodiversidad. En colaboración con líderes indígenas vamos a repensar una colección de fotografías tomadas por distintos profesionales en una aldea yanomami cercana al municipio de São Gabriel da Cachoeira [Amazonas]. Este año hemos lanzado el Premio Akuli, para reconocer los cantos ancestrales y las narraciones orales de los pueblos originarios, palenqueros o quilombolas y ribereños, como parte del Premio Literario que concedemos anualmente. La idea del premio surgió durante las visitas que realicé a aldeas y comunidades quilombolas del país. Me di cuenta de que las nuevas generaciones querían reconstruir el tejido social a través de sus narraciones orales y canciones. El Prêmio Akuli fue el primer paso que dimos con miras a ampliar las estanterías étnicas de la BN, sin menoscabar otras riquezas. Somos ecuménicos. La BN es una institución que no censura, es democrática y acoge una gran pluralidad de libros y voces en su depósito legal.

La BN ha afrontado problemas vinculados a la falta de mantenimiento de su estructura que han provocado fugas de agua, fallas en el sistema de climatización y riesgo de incendio. ¿Estos problemas están siendo resueltos?
Hace diez años, la institución puso en marcha un proyecto para modernizar su sistema de refrigeración y, en 2017, renovó su fachada. En los últimos cinco años se han realizado inversiones para mejorar la seguridad contra incendios, incluyendo elementos arquitectónicos y capacitación del personal. Seguimos teniendo problemas de falta de espacio y contamos con un equipo reducido de profesionales. La BN no ha dejado de crecer y el espacio físico debe acompañar este avance. Este año hemos recibido una asignación de 23 millones de reales del gobierno federal y 18 millones de reales del Fondo de Derechos Difusos, para iniciar las reformas al anexo de la BN en Porto Maravilha, en el centro de Río de Janeiro. Con estas y otras inversiones, la idea es que el anexo funcione como una biblioteca del siglo XXI. Los fondos se están ampliando con miras a poder solucionar estos problemas, pero es necesario dar pasos seguros, tener transparencia en los gastos y responder ante los organismos de control. Por este motivo, los proyectos no pueden llevarse a la práctica con la rapidez que desearíamos.

¿Qué es una biblioteca del siglo XXI?
Es una institución sin muros, transparente y accesible. Estamos transitando un proceso cada vez más intenso de digitalización de las colecciones. Hoy en día, llevamos un registro de 8 millones de accesos mensuales a nuestra base de datos y pretendemos aumentar la cantidad de documentos digitalizados para que puedan consultarlos investigadores de todo el mundo. No hay que confundirse: lo digital no es enemigo de lo analógico, como se pensaba en la década de 1990. Tenemos que hacer un doble trabajo de preservación y conservación de ambos patrimonios, desde el punto de vista de su organización. Por otra parte, tenemos que ampliar el acceso a la información, de manera tal que la BN no sea un mero repositorio, sino una gran encrucijada de saberes. Por último, nos enfrentamos al desafío de expandir el desarrollo de investigaciones que nos permitan profundizar la comprensión de determinadas piezas de nuestra colección que aún no han sido muy estudiadas, entre ellas el repositorio de historietas, que es uno de los más grandes del mundo.

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