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Trayectorias

La maternidad en el currículo

En el marco de un proyecto desarrollado por investigadoras se evalúa el impacto de las actividades ligadas a la función materna en la carrera científica

Ana Matsusaki

Poco tiempo después de haber ingresado como docente en el Instituto de Computación de la Universidad de Campinas (Unicamp), la científica de la computación Juliana Freitag Borin dio a luz a su segundo hijo en el mes de junio de 2012.

Seis meses después, al volver de su licencia por maternidad, retomó su cátedra, la supervisión de alumnos y el desarrollo de investigaciones acerca de redes de computadoras e internet de las cosas, sosteniendo una intensa producción académica. En 2016, cuando nació su tercer hijo, la situación resultó diferente. “Tenía expectativas de proseguir al menos con una parte de mis actividades”, relata. Inmediatamente supo que eso no sería posible. Para solucionarlo, encomendó a sus alumnos de posgrado a otros colegas del departamento y a otros profesores las cátedras que impartía. Cuando volvió a la universidad, su rendimiento ya no era el mismo.”

Freitag Borin es una de las tantas científicas brasileñas, que se topan con el reto de conciliar sus actividades docentes y en laboratorio con las demandas que genera la maternidad, que no es nada raro que coincida con la etapa de consolidación de la carrera.  Esta conclusión surge de un estudio desarrollado en el marco del proyecto “Parent in Science”, concebido en el año 2017 con el propósito de debatir la maternidad dentro del universo académico brasileño. Para ese plan, cuyos resultados preliminares se presentaron en el mes mayo en el 1º Simposio Brasileño sobre Maternidad y Ciencia que se llevó a cabo en Porto Alegre, se entrevistó a 1.182 científicas, 921 de ellas madres. La maternidad influyó negativamente en las trayectorias profesionales del 81% de esas mujeres.

El proyecto surgió por iniciativa de la bióloga Fernanda Staniscuaski, del Departamento de Biología Molecular y Biotecnología de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (UFRGS), en Porto Alegre. En 2015, con 34 años, durante la licencia por maternidad de su segundo hijo, Staniscuaski recibió una notificación de la Fundación Internacional para la Ciencia (IFS) –organización sin fines de lucro que ofrece becas de investigación a jóvenes científicos de países en desarrollo– solicitándole que presentara un informe final producto de un patrocinio que se le había concedido previamente. El mensaje también indicaba la posibilidad de solicitar una renovación del financiamiento para el trabajo investigativo. “En medio de los cuidados de dos niños pequeños, olvidé responder el –e-mail”, recuerda. “Meses después, recibí otro mensaje en el que me avisaban que el informe final estaba retrasado y que ya no podría ser seleccionada para solicitar una nueva subvención.”

Al compartir en las redes sociales sus frustraciones y las dudas que le generaba el conflicto entre ser una buena madre o una buena científica, Staniscuaski notó que estaba frente a un dilema general y poco debatido. Fue en ese momento cuando afloró su idea de crear, junto a otras investigadoras que experimentaban la misma problemática, el “Parent in Science”. El objetivo inicial de ese programa era el de crear un fondo de investigación para madres científicas. “No obstante, advertimos que carecíamos de datos acerca del impacto de la maternidad sobre la carrera científica en Brasil”, dice. “Entonces lo transformamos en otro proyecto de investigación para estimar ese impacto”.

Baja productividad
Para recolectar los datos requeridos, las investigadoras idearon un cuestionario que se encuentra disponible para todas las interesadas en la dirección http://bit.ly/2IyOlTf. Para la mayoría de las encuestadas, el principal obstáculo que enfrentan las científicas prontas a ser madres es conseguir la financiación para sus proyectos de investigación. La mayor dificultad parece estar ligada a una lógica de productividad que orienta la valoración del desempeño y el progreso profesional de los científicos. “Sucede que muchas investigadoras al convertirse en mamás atraviesan un período de merma en la producción académica”, destaca Rossana Soletti, docente de la Universidad Estadual de la Zona Oeste (Uezo), en Río de Janeiro. Ella explica que habitualmente las científicas que no tienen hijos mantienen un índice regular de publicaciones por año, mientras que para las que se tornan madres esa cifra decrece significativamente, siendo una tendencia que sólo comienza a revertirse cuatro años después del nacimiento de los hijos.

El impacto de la maternidad en la carrera académica suele variar de acuerdo al campo de acción de la investigadora, observa la ecóloga Eugenia Zandonà, del Instituto de Biología de la Universidad del Estado de Río de Janeiro (Uerj). “Aquellas que se trabajan en áreas tales como la geología, la ecología y la paleontología, por ejemplo, que exigen períodos fuera del hogar en trabajo de campo, suelen sufrir en mayor proporción los efectos de la maternidad” explica. “Resulta imposible permanecer fuera de la casa durante la etapa de amamantamiento en los primeros años de vida de los niños”.

Ana Matsusak

Fernanda Staniscuaski relata que tras dar a luz a su primer hijo, le rechazaron proyectos en el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq) en pliegos de concursos de ayuda a la investigación, argumentando que su producción se encontraba “por debajo de lo esperado” en relación con sus pares. “Las agencias financieras aún no consideran el efecto desencadenado por la maternidad en la productividad al evaluar los pedidos de financiación” resalta. La excepción, según ella, es el Instituto Serrapilheira, una fundación privada creada en 2017 en Río de Janeiro para patrocinar proyectos de investigación. En su llamado inicial a la presentación de propuestas, ese instituto les concedió a las madres, de acuerdo con el número de hijos, uno o dos años más de tiempo límite para concluir el doctorado, uno de los criterios de elección del pliego.

“Una conquista reciente en ese sentido fue la aprobación de la Ley Nº 13.536/ 2017, que garantiza a los becarios de maestrías y doctorados del CNPq y de la Coordinación de Perfeccionamiento del Personal de Nivel Superior (Capes, según sus siglas en portugués) el derecho de licencia por maternidad o adopción”, explica Tamara Naiz, presidenta de la Asociación Nacional de Posgraduandos (ANPG). “Hoy en día, las mujeres pueden suspender sus actividades académicas hasta un máximo de 120 días sin que por ello pierdan la beca”. La prórroga vigente corresponde al período de licencia del científico. Por medio de un comunicado, la Capes informó que la agencia aplica esta práctica desde 2011. La FAPESP adoptó una política similar, pero de mayor alcance, en 2013. En la misma se incluye, entre otras, a becarias de iniciación a la investigación científica, investigadoras que realizan pasantías de posdoctorado en la modalidad Jóvenes Investigadores en Centros Emergentes.

En general, las universidades brasileñas no disponen de políticas para las mujeres que retoman sus actividades científicas con posterioridad a las licencias por maternidad. En un comunicado, la Universidad de São Paulo (USP) dijo que “la rectoría está desarrollando acciones tendientes a implementar nuevos programas e integrar, a nivel institucional, las iniciativas precisas que idearon sus unidades”. Ante esa perspectiva, las científicas del “Parent in Science” lanzaron el movimiento Maternidad en el Lattes, que promueve que las científicas incluyan en sus biografías, dentro de esa plataforma, el tiempo dedicado al cuidado de sus hijos durante la licencia por maternidad. “La mención de la maternidad en el currículo académico es una práctica normal en varios países”, comenta Rossana Soletti. “El objetivo de esto es aseverar que resulta imposible la comparación entre la productividad de un investigador que no sufre pausas en su carrera, con otro profesional que transitó por períodos de licencia.

Archivo personal La científica de la computación Juliana Freitag Borin junto a sus hijosArchivo personal

Experiencias en el exterior
La ley promulgada en el mes de diciembre de 2017 resulta una medida modesta si se la compara con las iniciativas instituidas por otros países. La National Science Foundation (NSF), que es la principal agencia impulsora de investigaciones en los Estados Unidos, ofrece, por ejemplo, subvenciones suplementarias de alrededor de 12 mil dólares (aproximadamente 45 mil reales), durante los tres primeros meses posteriores al parto, para que las científicas y las becarias de posgrado en las áreas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemática contraten un ayudante de laboratorio. De la misma manera, el Centro Europeo de Investigación adaptó sus reglas y creó en 2008, un programa fundado en la igualdad de género que les garantiza a las madres científicas un plazo mayor para solicitar subsidios  de investigación.

En tanto, el Instituto Max Planck, de Alemania, posee diversos programas destinados a mujeres con hijos. Uno de ellos, asegura una contribución extra estipulada en un máximo de 400 euros mensuales (alrededor de 1.700 reales) destinada a las estudiantes de posgrado en ciencias naturales y medicina, para gastos domésticos y cuidados infantiles. En Inglaterra, el Imperial College de Londres ofrece una beca para las investigadoras que retoman sus funciones con posterioridad al parto o a la adopción, eximiéndolas por un plazo máximo de doce meses tanto de la responsabilidad de ejercer sus funciones dentro de las aulas como de ocuparse de cuestiones administrativas, para que  puedan abocarse a sus investigaciones. En Argentina, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) prorroga por un año la edad límite establecida para la solicitud de becas de posgrado por cada hijo.

Archivo personal La bióloga Fernanda Staniscuaski junto a sus hijosArchivo personal

Las científicas del “Parent in Science”  enfatizan en la necesidad de que tanto las instituciones de educación superior e investigación como las agencias de fomento puedan ajustar los plazos temporales para el análisis de la producción científica, contemplando el período en que la investigadora gozó de su licencia. “Hoy en día, ese modo de evaluación considera los últimos cinco años de producción científica, pero podría extendérselo a seis años en aquellos casos de mujeres que tuvieran un hijo, o a siete cuando estos fueran dos o más”, dice Zandonà. Ellas además avalan la confección y adopción de un “manual de buena conducta” para su utilización en las designaciones que surjan de concursos públicos evitando la discriminación de las mujeres embarazadas y madres recientes en los procesos selectivos. Otra medida sería la creación de jardines maternales cercanos o  incluso dentro del propio campus de las universidades.

En relación con las agencias de fomento, las integrantes de “Parent in Science” reclaman, entre otros temas, que se concedan becas para investigadores suplentes durante el período en que ellas estarán de licencia y, como lo hace la FAPESP, que brinden ayuda para los menores a cargo en los casos de las becas en el exterior. “Resulta imprescindible naturalizar la maternidad en el ambiente académico” reivindica Staniscuaski.

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