Bettmann / Getty ImagesEl 24 de mayo, en una conferencia online de especialistas en integridad académica, se debatieron los retos a los que se enfrentan los editores de revistas científicas a la hora lidiar con los artículos producidos por las llamadas “fábricas de papers”, empresas que ofrecen servicios ilegales de producción de artículos, generalmente con datos o imágenes falsificados, les venden la autoría de estos trabajos a investigadores interesados e incluso ayudan a presentarlos para su publicación a nombre de sus clientes. El encuentro virtual denominado United2Act, organizado por el Comité de Ética en las Publicaciones (Cope), un foro de editores con sede en el Reino Unido, y por la asociación de empresas de comunicación científica STM, que tiene su sede en La Haya (Países Bajos), congregó a un grupo de investigadores, directores de revistas y representantes de organismos de fomento de la ciencia. “Es la primera vez que un grupo de expertos crean un conjunto de acciones tendientes combatir el problema, que ahora nos hemos propuesto dar cumplimiento”, declaró a la revista Nature la matemática Deborah Kahn, miembro del consejo curatorial del Cope.
El grupo tiene previsto publicar un plan de acción en breve. Entre las ideas que se barajan, se ha propuesto que las revistas científicas comiencen a exigirles a los autores la presentación de los datos primarios de sus investigaciones con marcas de agua digitales cuando envían sus trabajos para su publicación. Esta medida permitiría añadir a los datos referencias sobre su origen, bajo la forma de códigos de identificación exclusivos, permitiéndoles a los editores y revisores evaluar si la información en la que se basa el estudio es auténtica. Actualmente, según los participantes de la reunión, no existe un criterio uniforme de requisitos para el envío de los datos primarios y esto puede obstaculizar la comprobación de su veracidad. Un escollo para la implementación del cambio propuesto en la conferencia radica en que requerirá inversiones en gestión de datos por parte de las revistas científicas.
Otra estrategia que se está contemplando es el intercambio de datos entre las editoriales científicas cuando haya indicios de la actividad de una fábrica de papers: es habitual que los ataques con características sospechosas afecten a varias publicaciones e involucren un gran volumen de artículos fraudulentos, sin que los editores se den cuenta de que el problema es mayor o más grave de lo que parece. El reto consiste en compartir información sin violar las normas de protección de datos en las publicaciones, ya que el tratamiento confidencial de los artículos que se envían es un principio de la comunicación científica. El Cope dispone de un foro de carácter reservado en el que los editores afiliados al comité pueden consultar a otras revistas o empresas que se hayan enfrentado a un problema determinado de mala conducta cuando sospechan que también están siendo víctimas del mismo tipo de fraude.
La detección de los artículos producidos por una fábrica de papers no es una tarea sencilla. Según un estudio elaborado por el Cope en el cual se basaron las discusiones de la conferencia, los mismos suelen estar redactados de manera tal que eluden el cribo de los programas antiplagio y respetan las normas de publicación de las revistas a las que se los envían, para no despertar sospechas y ser aceptados sin contratiempos. Pero hay ciertas características que pueden ayudar a los editores de revistas a rastrearlos: son más frecuentes en las áreas de biología celular y molecular, presentan imágenes de pruebas western blot demasiado claras, lo que puede ser un indicio de manipulación; facilitan el correo electrónico particular de los autores, en lugar de las direcciones institucionales; impulsan cambios en la lista de autores cuando el artículo está siendo evaluado, y omiten los registros de aprobación del uso de animales por un comité de ética, entre otras.
Un estudio publicado en noviembre en la revista The British Medical Journal (BMJ) verificó que, de 33.700 artículos retractados entre 2004 y 2021, 1.182 procedían de fábricas de papers; de este subconjunto, el 96,8 % correspondía a autores de instituciones de China y un 76,9 % tenía a un hospital como filiación principal. Hay una percepción de que las fábricas de papers están cada vez más activas, pero también que las condiciones para hacer frente al problema están mejorando. Una de las participantes de la conferencia, Sabina Alam, directora de ética e integridad editorial de la editorial Taylor & Francis, le dijo a la revista Nature que la cantidad de posibles casos de mala conducta investigados por su equipo se multiplicó por 10 entre 2019 y 2022; de este total, aproximadamente la mitad abarca artículos producidos por fábricas de papers. En 2023 el problema adquirió proporciones aún mayores: para el mes de mayo ya se contabilizaban más denuncias que en todo 2022.
Según Alam, la capacidad de la editorial para detectar artículos fraudulentos se amplió con el uso del software disponible desde el año pasado en la plataforma STM Integrity Hub, que presta auxilio a los editores para examinar los manuscritos presentados para su publicación. Se trata de un ambiente basado en la nube en el que los editores de 15 empresas de divulgación científica pueden acceder a programas de computación que ayudan a identificar los casos de mala conducta. También permite el intercambio de experiencias sin infringir las normas de privacidad de los datos ni las leyes de la competencia, posibilitando así el desarrollo conjunto de nuevas herramientas.
Un ejemplo de esto es la colaboración de 24 editoriales y empresas de análisis de datos científicos, anunciada a finales de 2022 y patrocinada por STM, que está desarrollando sistemas automáticos capaces de escrutar y reconocer más de 70 posibles indicios de manipulación habituales en los artículos producidos por fábricas de papers, tales como imágenes adulteradas, vicios lingüísticos y direcciones de correo electrónico sospechosas. Uno de los frutos de esta colaboración se encuentra disponible desde abril: una aplicación web en la que se pueden cargar manuscritos de revistas y esta los examina en busca de indicios de fraude. Si detecta alguna señal, el sistema genera un mensaje de alerta para que los editores investiguen el caso en profundidad.
El telón de fondo de los debates de la conferencia fue una amenaza más reciente: el surgimiento de herramientas de inteligencia artificial capaces de realizar fraudes más sofisticados y difíciles de detectar. Aún no existen evidencias de que las herramientas de inteligencia artificial que confeccionan textos, como ChatGPT, o producen imágenes realistas, como MidJourney, estén poniendo en peligro la literatura científica, empero, para la socióloga rusa Anna Abalkina, investigadora de la Universidad Libre de Berlín, esto puede ser solamente una cuestión de tiempo. Como el proceso de revisión por pares en las revistas académicas demora algunos meses, en promedio, los problemas pueden tardar un poco en aparecer.
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