Con una cuerda alrededor del cuello, el joven colgaba del techo de la cocina de un inmueble abandonado en un barrio en la zona oeste de Río de Janeiro. Estaba muerto hacía por lo menos 15 días, aseguraban los vecinos. Pero los indicios analizados por la policía carioca contaban otra historia. Los exámenes de costumbre, que tenían en consideración el estado de conservación, la temperatura y el grado de rigidez del cuerpo, indujeron a los peritos a calcular el tiempo de muerte en tan sólo una semana. Con el fin de despejar la duda, la policía recurrió a Janyra Oliveira da Costa, perita del Instituto de Criminalística de Río de Janeiro y especialista en un área de la ciencia que se volvió bastante conocida por causa de las series de televisión estadounidenses: la entomología forense. En la escena del crimen, Janyra concentró su atención no en el cuerpo, sino en las larvas de moscas y cascarudos que lo poblaban y que también se diseminaban por el suelo. La diversidad de insectos era grande, escenario que apunta un período más largo transcurrido desde la muerte, cuenta Janyra. Como el cuerpo permaneció todo el tiempo colgado, se preservó mejor que si estuviera en otra posición, explica. Es que las larvas de insectos que se alimentan de la materia orgánica en descomposición, en una especie de reciclaje natural de nutrientes, caían en el suelo en vez de permanecer en el cuerpo. La explicación de Janyra fortaleció la versión de los vecinos y la policía amplió la lista de sospechosos, que pasó a incluir a personas que habían estado por allí en las dos semanas anteriores.
Trabajando en la identificación de las especies de insectos generalmente encontradas junto a los muertos en la Región Metropolitana de Río de Janeiro, Janyra es una de las investigadoras que en los últimos años viene ayudando a desarrollar en Brasil esa especialidad de acuerdo con la fauna y las características ecológicas de aquí, bastante distintas de las de otros países. Más recientemente, ella intenta incluir la observación de la presencia y del comportamiento de los insectos en la rutina de la policía carioca. La razón es que moscas, cascarudos, avispas y mariposas que se aprovechan de los muertos para nutrir sus proles pueden ayudar a esclarecer cuándo, dónde y cómo un crimen o una muerte misteriosa ocurrieron.
Los exámenes tradicionales hechos por los médicos legales son útiles para desvendar casos complicados, pero solamente si son realizados hasta 72 horas después de la muerte. Después de ese período la precisión disminuye mucho porque las reacciones bioquímicas que continúan ocurriendo en el cuerpo ya sin vida sufren la influencia de factores que no siempre pueden ser identificados o controlados. Así, se hace más difícil llegar a la causa o a fecha de la muerte. Con los insectos es diferente. Incapaces de controlar la temperatura del propio cuerpo, los varios estadios de su desarrollo eclosión del huevo, la transformación en larva o en pupa? son controlados por factores externos bien conocidos de los investigadores: la temperatura del ambiente y la disponibilidad de alimento.
Como la comida acostumbra ser abundante en esos casos, a partir de la temperatura del cuerpo y del ambiente es posible, después de identificar las especies de los insectos, estimar cuanto tiempo llevó para que los insectos alcanzasen el estadio en que fueron encontrados y, así, determinar cuando ocurrió la muerte. Inmediatamente después de la muerte, proteínas, azúcares y grasas del organismo humano o de otros animales son transformados en compuestos químicos volátiles, como alcoholes y aldehídos. El olor ácido es inmediatamente detectado por los insectos, que ven en esos cuerpos una importante fuente de alimento para sus descendientes. Cuanto más el tiempo pasa, más los insectos ayudan a definir con precisión el intervalo decorrido desde la muerte de una persona, afirma el médico Arício Xavier Linhares, especialista en entomología forense del Instituto de Biología de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp).
Uno de los pioneros en el estudio de la entomología forense en el país, Linhares coordina un equipo que incluye investigadores de la Universidad Estadual Paulista (Unesp) y desde 1991 investiga cuales especies de insectos primero llegan al cuerpo después de la muerte y cuales las suceden con el pasar del tiempo. Es una tarea exhaustiva en un país de dimensiones continentales como el Brasil, donde la diversidad de insectos es grande y son variadas las condiciones de temperatura y humedad, factores que pueden favorecer la proliferación de determinadas especies de moscas, mariposas y besouros, pero dificultar la de otras.
En 16 años de trabajo el grupo de Linhares constató, por ejemplo, que moscas como la Sarconesia chlorogaster, verdosa con alas largas, y la Calliphora vicina, negra y redondeada con alas oscuras, son encontradas sobre todo en el Sur del país. La primera es más común en áreas silvestres y rurales, mientras que la segunda es típicamente urbana. Ya en el estado de São Paulo las principales representantes urbanas son las moscas moscardones verde metálico Chrysomya megacephala, Chrysomya albiceps y Lucilia cuprina. En áreas rurales o de vegetación densa del interior del estado, lo más frecuente es encontrar las moscas Hemilucilia semidiaphana y Chloroprocta idioidea, además de especies del género Paralucilia.
Informaciones sobre las poblaciones de insectos características de los ambientes urbano, rural, Bosque Atlántico o Cerrado investigados por el equipo de Linhares son importantes para determinar no solamente la fecha de la muerte, sino también su local. Es que permiten evaluar si hubo transporte de cadáveres, estrategia muy usada por criminales para dificultar las investigaciones policiales. Si en el cuerpo de una persona encontrada en Río de Janeiro hallamos larvas de insectos del interior de São Paulo, podemos afirmar que ella no murió donde fue encontrada, cuenta Linhares, cuyo grupo recorre el estado hace casi dos años con el objetivo de identificar las especies más comunes de insectos en las diferentes regiones paulistas.
En la Unesp en Río Claro, interior de São Paulo, el biólogo Leonardo Gomes, del equipo de Claudio von Zuben, descubrió que la variedad de insectos que se alimentan de cuerpos en descomposición es mucho mayor que lo que se imaginaba. Gomes trabajó con puercos por causa de las semejanzas que guardan con los seres humanos, como tamaño, peso y pelos. En cada estación del año, colocó dos animales en áreas de campo abierto y acompañó en visitas diarias por la mañana, por la tarde y por la noche la evolución del ataque de los insectos, desde luego después de la muerte hasta la limpieza total de los cuerpos. Constató que eran consumidos por cerca de 60 especies de insectos, casi el doble de lo que relatan estudios hechos en Europa y en Estados Unidos.
Las moscas más comunes fueram la Chrysomya albiceps y la C. megacephala. Entre los besouros, uno de los más abundantes fue el Necrobia rufipes, de apenas 5 milímetros, caparazón entre azul oscuro y negro y antenas rojizas. Estamos trayendo a tona detalles específicos de nuestro escenario, donde las temperaturas son más altas y el inverno no es tan riguroso. Por eso, encontramos una diversidad mucho mayor que lo que indican los registros de otros países, afirma Gomes, organizador del libro Forensic entomology: new trends and technologies, colección de artículos que rescata los orígenes de la entomología forense y discute sus tendencias recientes, que va a ser publicado este año por la editora internacional Springer.
Atento al clima, Gomes constató que en el verano de Río Claro la descomposición de los cuerpos es acelerada y dura como promedio 14 días. En el invierno, con temperaturas más amenas, el proceso puede llevar un mes. La diversidad y la cantidad de besouros y moscas también variaron bastante entre esas dos estaciones. En el verano el biólogo colectó 21.231 insectos de 32 especies distintas. Ya en el invierno fueron 17.762 insectos de 19 especies. El soporte de esas informaciones genuinamente brasileñas es la pieza clave para que la entomología forense ayude a aclarar crímenes que tienen lugar en el país, afirma Gomes.
Otro descubrimiento hecho por él puede reorientar la forma como son hechas las investigaciones de muertes misteriosas. Sabiendo que los insectos no pasan todo el ciclo de vida en el cuerpo del animal muerto después de alimentarse, las larvas se entierran en el suelo y pasan por un proceso de transformación (metamorfosis) hasta que lleguen a la forma adulta, Gomes cavó huecos de 30 centímetros de profundidad y recogió muestras de tierra hasta una distancia de 10 metros de los carcasas de los puercos. Las muestras quedaron guardadas hasta que los insectos emergiesen en forma adulta y su especie fuese identificada. Con esas informaciones, Gomes y Von Zuben construyeron un modelo matemático que muestra que las larvas más antiguas y que primero se transformarán en adultos en general se quedan hasta 3 metros en el cuerpo. Por ser las primeras en entrar en contacto con el cuerpo, son las que guardan más información sobre el momento de la muerte, explica Gomes. Es en esa área que los peritos criminales deben concentrar las investigaciones, dice.
Gomes también observó que por aquí la secuencia en que las diferentes especies de insectos ocupan los cuerpos no es igual a la de otros países. Estudios europeos y estadounidenses hablan de siete u ocho ondas de invasión, siguiendo secuencias que siguen una regla. En Río Claro, él mostró que ese orden no es tan rígido. En tesis, las primeras en llegar son las moscas, en busca de líquidos y tejidos en estadio inicial de descomposición. Los besouros aparecen al final, cuando quedan solamente tejidos más finos y menos grasientos, como los cartílagos. Encontramos al menos dos besouros, Dermestes maculatus y una especie no identificada del género Phanaeus, que surgen poco tiempo después de la defunción?, dice Gomes. Para él, esa variación altera la comprensión sobre como se suceden esos ciclos y debería de ser tenida en cuenta por peritos involucrados en investigaciones, pues interfiere en la estimación del tiempo de la muerte.
Al ver a los cascarudos, la tendencia es señalar que la persona murió hace por lo menos cinco días. Nuestros datos muestran que ese intervalo puede ser menor, afirma el investigador, que en junio de este año comenzó a replicar el experimento. De esta vez, Gomes decidió acompañar la descomposición de los puercos en un cañaveral en los alrededores de Río Claro. Es en ese ambiente que se encuentran muchas victimas de asesinato en el estado de São Paulo, justifica. Los resultados preliminares comprueban la importancia de examinar ambientes diferentes en una misma región. La cantidad de insectos y de especies es mucho menor en el cañaveral, dice Gomes. Además de eso, la ocurrencia de especies varía de modo muy distinto en las diferentes fases de descomposición.
Recientemente Wesley Godoy, biólogo de la Unesp en Botucatu y miembro del equipo de Linhares, confirmó en el laboratorio otro comportamiento no común entre los insectos y que puede dificultar la investigación de una muerte. Godoy observó que la mosca Chrysomya albiceps puede convertirse predadora de otros insectos cuando el alimento convencional se vuelve escaso. Cuando no encuentra más alimento en el cuerpo en descomposición avanzada, las larvas pasan a atacar a otras especies, dice Godoy, que describió ese comportamiento el año pasado en un artículo del Journal of Insect Behavior. Como la C. albiceps pasa a dominar, la diversidad y la abundancia de otros insectos disminuyen y el técnico puede concluir equivocadamente que la muerte se dio hace poco tiempo, explica.
En Campinas, el grupo de Linhares descubrió que los insectos pueden revelar más que detalles sobre cuando y donde una muerte ocurrió. Pruebas realizadas por la bióloga Patrícia Jacqueline Thyssen muestran que ellos también pueden sugerir la causa de una muerte. Es que, al alimentarse, las larvas absorben substancias químicas que componen medicamentos o drogas ilícitas, que alteraron su desarrollo. Patricia observó que las larvas de la mosca C. albiceps en general llevan 96 horas para volverse adultas y salir volando. Cuando se alimentan del cuerpo de una persona que consumió cocaína, sin embargo, el tiempo de desarrollo cae para entre 74 y 80 horas. En una investigación, se puede pensar que se trata de un insecto maduro, cuando de hecho es un joven cuyo desarrollo fue acelerado. Es una falsa pista, explica la bióloga de la Unicamp. Ella constató aún que lo contrario también puede ocurrir. Las larvas que se alimentan del cuerpo de alguien que consumió fenobarbital principio activo de medicamentos contra convulsiones y crisis epilépticas se desarrollan más lentamente que lo normal. El fenobarbital atrasa en hasta 72 horas el desarrollo de las moscas Chrysomya putoria y, conforme la cantidad, puede hasta matar las larvas.
Exámenes toxicológicos en insectos pueden traer más informaciones. Patricia cuenta un caso reciente atendido por el Instituto Médico Legal (IML) de Campinas. Un joven fue encontrado muerto y, aún después del examen pericial tradicional, restaban dudas sobre la causa del fallecimiento. Llamada por el IML, Patricia notó que algunas larvas encontradas en el cuerpo del joven en especial en la región de la nariz se comportaban de modo curioso. Eran mayores que lo normal y estaban más separadas unas de las otras. Las pruebas de laboratorio mostraron que las larvas habían entrado en contacto con cocaína sospecha levantada por su rápido desarrollo y comportamiento no usual, sugiriendo que el joven habría muerto por el consumo excesivo de la droga.
Además de las drogas ilícitas, el equipo de la Unicamp estudia substancias encontradas en medicamentos que pueden ayudar a identificar desaparecidos, aún años después de la muerte. Cuando detectamos el principio activo de cierto medicamento en insectos enterrados próximo a una osamenta y sabemos que la persona desaparecida consumía aquel medicamento, tenemos una evidencia más que auxilia en la identificación, explica Linhares, que pretende facilitar la identificación de las especies a que pertenecen las larvas, visualmente idénticas unas a las otras, por medio de pruebas y exámenes de ADN. Según los especialistas brasileños en entomología forense, la intención ahora es llevar los descubrimientos científicos recientes para lo cotidiano de los peritos. En la opinión de Patricia, un primer paso fue dado en marzo, con la creación de la Asociación Brasileña de Entomología Forense (Abef).Estamos negociando una sociedad con el Instituto de Criminalista de São Paulo para auxiliar en la identificación de las causas de crímenes misteriosos, dice. Si tiene éxito, podrá repetirse en Brasil una colaboración que se viene mostrando exitosa en países como Alemania y Estados Unidos.
El Proyecto
Entomología forense: la utilización de artrópodos para la determinación del tiempo, local, la causa y la circunstancia de la muerte
Modalidad
Proyecto Temático
Coordinador
Arício Xavier Linhares – Unicamp
Inversión
487.884,39 reales