El ciudadano del mundo contemporáneo tiene su destino supeditado a números y medidas. Expuesto a las exigencias naturales de las sociedades de consumo, quizás no se de cuenta de que por debajo del “peso correcto y la medida exacta” subyace un trabajo notable de las sociedades técnico-científicas, que desempeñan un papel fundamental en el progreso de las ciencias y en el amplio proceso de desarrollo económico y social tendiente al bien común. Ese ciudadano tal vez no sepa que el simple hecho de aceptar o cuestionar resultados de mediciones en el curso de su vida lo convierte en socio natural de esas organizaciones técnico-científicas. Así ocurre cuando es necesario verificar la fiebre de un hijo; el dosaje físico-químico de las propiedades y características de la sangre humana; del tiempo de exposición a la radioterapia; de la indicación del fiel de las balanzas más rudimentarias que viabilizan el comercio; de la tarifa del consumo de servicios básicos y esenciales como los de suministro de agua, energía y teléfono, así como en otras innumerables circunstancias en las que la medición afecta directa o indirectamente el bolsillo, el trabajo y la vida.
En este contexto, se puede afirmar que las sociedades técnico-científicas están al servicio de la humanización de la función de los números y de la discusión conceptual sobre su validación, lo que se verifica en su preocupación por cuantificar para cualificar. Cualificar productos y procesos para la existencia del ciudadano y, por lo tanto, para la vida. Utilizar la metrología para medir la calidad del aire, del agua, de los alimentos, de los medicamentos, de los productos de consumo básicos, del medio ambiente urbano y rural y de todo lo que interfiera directa o indirectamente en la vida de los ciudadanos es consolidar la ciencia y la tecnología como instrumentos políticos de la reforma social segura e responsable.
Los beneficios para la sociedad generados por las sociedades científicas son innumerables. La propia “descripción de los hechos” actual, que incorpora el concepto de physical quantity, formulado por James Clerk Maxwell (1873) en su Treatise on electricity and magnetism, surgió para fundamentar la formulación axiomática de una nueva álgebra (quantity calculus) capaz de correlacionar “unidades de medida” y “grandeza física”, a la época un concepto causante de impasses y polémicas en el seno de las sociedades científicas. Fue ese fundamento básico, que interrelaciona expresiones matemáticas e incorpora la regularidad experimental de las leyes físicas, lo que le permitió a Helmholtz formular la teoría de las mediciones fundamentándose en trabajos anteriores de notables físicos y matemáticos, permitiéndole postular que las posibilidades de realización de mediciones empíricas directas son consideradas una propiedad esencial de la propia grandeza física.
En el campo de la ciencia de las mediciones, se fortalecieron los foros científicos y tecnológicos interesados en finalmente crear un sistema universal de unidades de medida, agregando no solamente los campos de la mecánica y la electricidad, sino incorporando también los fenómenos térmicos, la termodinámica, la fotometría, la radiometría y la química. Ésa puede ser considerada la estrategia más decisiva que viabilizó la integración de las ciencias, culminando con el entendimiento universal de la metrología como ciencia de las mediciones o como ciencia de la competitividad por la importancia de la technia como elemento de superación de las barreras técnicas impeditivas del desarrollo del comercio internacional.
Maurício N. Frota, de la PUC-RJ, es Presidente de la Sociedad Brasileña de Metrología
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