Los primeros habitantes prehistóricos del territorio que actualmente delimita lo que es el estado de São Paulo estaban por acá desde hace uno o dos mil años antes de lo que se imaginaba hasta ahora – hace aproximadamente diez mil años -, y eran un pueblo singular, con una identidad que se encontraba aún en proceso de construcción. Estaban a mitad de camino entre el hombre del mar y el hombre del monte. En rigor, no eran ni una cosa ni la otra: probablemente eran un híbrido de ambas. Su vida social emulaba ciertos comportamientos de los moradores de la costa, pero sus rasgos físicos se asemejaban en algunos casos a los de los de habitantes del interior de Brasil. Eran quizá un reflejo de la geografía que los albergó: vivían generalmente cerca de las orillas de los cursos de agua de una zona de transición ambiental ubicada en entre la meseta y la costa: el valle del río Ribeira do Iguape, en el sur del estado de São Paulo, cerca del límite con el estado de Paraná. Los miembros de esta cultura vivían a una distancia del mar de algunas decenas de kilómetros, enterraban a sus muertos y los cubrían con una gruesa capa de conchas. Y así fue como legaron a la posteridad un tipo de vestigio arqueológico conocido por estas tierras como sambaquí, que es típico de las poblaciones de la costa.
A lo largo de todo el litoral brasileño, en especial en el estado de Santa Catarina, existen grandes sambaquíes costeros, que en ocasiones despuntan de la tierra como colinas de hasta 30 metros de altura, formadas con base en la acumulación de variados mariscos u ostras. Teniendo en cuenta solamente la zona de Vale do Ribeira, existe una cantidad significativa de sambaquíes fluviales, aunque en menor cantidad y de dimensiones mucho más modestas que los hallados a orillas del mar. La altura de los también llamados concheros de río oscila entre los 80 centímetros y un metro y medio. Una nueva mirada sobre el pueblo que construyó estos sambaquíes fluviales está empezando a cobrar forma con los estudios llevados a cabo durante los últimos años por arqueólogos, geofísicos y biólogos de la Universidad de São Paulo (USP), que participan en un proyecto temático financiado por la FAPESP. El dato más espectacular de este trabajo, que se valió incluso de técnicas geofísicas para ubicar y caracterizar a las concentraciones de caracoles dentro de los sitios arqueológicos (lea en el recuadro de la página 42), fue el descubrimiento del más antiguo cráneo humano que se haya encontrado hasta ahora en São Paulo, con una edad de aproximadamente 9 mil años, o quizás un poco más, de acuerdo con la datación según el método del carbono 14. “La osamenta estaba en un túmulo ubicado en una capa geológica bien superficial”, recuerda el arqueólogo Levy Figuti, del Museo de Arqueología y Etnología (MAE) de la USP, coordinador del proyecto. “No creíamos que fuera tan antigua”. Conchas cercanas al cráneo sepultado también fueron datadas e indicaron una edad similar a la de la osamenta.
Este cráneo masculino, hallado hace alrededor de seis años en un sitio arqueológico denominado Capelinha I, en la cuenca del río Jacupiranga, fue objeto de un artículo científico publicado en abril de este año en la revista estadounidense Journal of Human Evolution. Los restos del habitante prehistórico del sambaquí fluvial, probablemente un cazador y recolector de caracoles, son importantes por dos motivos: su edad avanzada y sus rasgos anatómicos particulares. Antes del descubrimiento del nuevo cráneo, el más antiguo registro de la presencia humana en la zona de Vale do Ribeira (y en el estado) se remontaba a 8 mil años atrás, en la forma de esqueletos y otros registros arqueológicos hallados en los numerosos sambaquíes costeros de la región, que se pensaba que fueran más antiguos que los concheros fluviales. Muy bien preservado, el esqueleto de Capelinha cambió este escenario, al menos por ahora. Pero, por tal motivo, ¿se puede afirmar que los sambaquíes fluviales son más antiguos que los de la costa, y por consiguiente, sus habitantes llegaron provenientes del interior, se establecieron primero en los alrededores de los ríos y recién más tarde se esparcieron a lo largo de la costa? No todavía, dicen los investigadores. “Hace más o menos 10 mil años, la llanura costera era mayor y el mar estaba algunos kilómetros más lejos de lo que se encuentra hoy”, sostiene Figuti. “Desde ese entonces, la marea ha venido subiendo y es probable que los sambaquíes costeros más antiguos hayan quedado sumergidos por el avance del océano”. Si está hipótesis estuviera en lo cierto, nunca se sabrá con seguridad si eran más antiguos que los concheros fluviales.
Al margen de su inesperada y avanzada edad, el hombre de Capelinha reveló más sorpresas aún. Su cráneo perteneció a un individuo de unos 30 años, de alrededor de un metro sesenta, que al contrario de los sambaquieros típicos de la costa y de la mayoría de los habitantes de la prehistoria brasileña, no tenía rasgos mongoloides (orientales). “Era un individuo grácil, pequeño”, comenta la bióloga Sabine Eggers, del Instituto de Biociencias de la USP, otra investigadora del equipo.
Las medidas y el formato de su cráneo exhibían características negroides, similares a las encontradas en los actuales aborígenes australianos y africanos – y en Luzia, el famoso cráneo de una joven que vivió hace 11 mil años en la región de Lagoa Santa, en los alrededores de Belo Horizonte, considerado el más antiguo fragmento de esqueleto humano de Brasil. El hombre de Capelinha presentaba craneosinostosis, una malformación genética caracterizada por el cierre precoz de las suturas del cráneo. No obstante, el problema no ni alteró la forma y ni el tamaño de los huesos. Tenía también lesiones en el fémur y en la clavícula, producto probablemente de los grandes esfuerzos físicos. “Las marcas en la clavícula sugieren la ejecución de movimientos repetitivos, como el nado o el acto de remar”, subraya Sabine. Ya sea originario de la costa o de la meseta, parecía adaptado al medio acuático.
Si era parecido a Luzia, el hombre de Capelinha solamente puede haber venido del interior del país, y no del litoral, ¿no es cierto? Es probable que sí. Pero los investigadores no saben hasta qué punto el cráneo de Capelinha es representativo de los primeros habitantes de los sambaquíes de río de toda la zona de Vale do Ribeira. El fragmento de esqueleto puede ser la excepción, y no la regla en la región. El equipo de la USP halló restos de alrededor de 60 individuos en sambaquíes fluviales. Tan sólo una sexta parte de ellos se dató mediante el empleo del carbono 14, y todos eran más recientes que el hombre de Capelinha, con edades entre 1.200 y 6 mil años. La apariencia del hombre de Capelinha presenta aspectos contradictorios. A simple vista, el cráneo parece ser bastante distinto que las osamentas extraídas del sitio prehistórico de Moraes, en la cuenca del río Juquiá, otro tramo de la zona de Vale do Ribeira en su porción media. Con una edad de alrededor de 5 mil años, los esqueletos de Moraes, el conchero fluvial de donde salieron fragmentos de 40 individuos, eran parecidos a los de las típicas poblaciones mongoloides que vivieron en igual período en los sambaquíes costeros de la región conocida como Baixada Santista. Sin embargo, análisis más detallados sugieren que las diferencias físicas entre los restos humanos de Capelinha y Moraes no son tan grandes. Es decir, hay más dudas que certezas. “Con nuestros trabajos abrimos un abanico de problemas sobre la ocupación de la región”, afirma el arqueólogo Paulo De Blasis, del MAE/ USP.
La zona de contacto
Los sambaquíes fluviales del sur de São Paulo son conocidos desde comienzos del siglo XX, pero comenzaron a estudiarse de manera más sistemática recién en los años 1970 y 1980. Rica en grutas, como la famosa Caverna do Diabo, ubicada en la localidad de Eldorado, la región atrae a muchos espeleólogos amateurs y profesionales. Para los arqueólogos, la zona de Vale do Ribeira, en especial su porción media, representa una oportunidad de conocer y estudiar a los pueblos prehistóricos que se establecieron en un área considerada como la conexión entre la costa y la meseta, el piso de arriba de la Sierra do Mar. Una zona donde diferentes culturas entraron en contacto y dejaron posiblemente tipos variados de vestigios arqueológicos. “La región también puede haber sido área de refugio para grupos bajo presión demográfica”, dice Figuti. La zona media de Vale do Ribeira era un punto de encuentro, debido a su particular geografía. Al contrario que los demás ríos paulistas, que nacen en la meseta y corren hacia el oeste, el Ribeira do Iguape fluye hacia el este, a camino del mar. En su periplo hacia el Atlántico, cruza sierras y atraviesa pequeños valles, formando microambientes diversificados que funcionan como puentes naturales entre la costa cálida, y la meseta, más fría. En lugar de las escarpas abruptas de Sierra do Mar, que más bien separan y no unen a la costa con la meseta, la región del Ribeira muestra un relieve más suave, que integra la zona del litoral a la montañosa.
Los investigadores de la USP estudiaron 29 sambaquíes fluviales de Vale do Ribeira. La mayoría de los sitios arqueológicos exhibe una forma circular, se extiende por un área de entre 500 y 1.900 metros cuadrados y se la conoce como población local, debido a sus típicos montículos de caracoles terrestres, conchas del género Megalobulimus. Los concheros son más frecuentes en algunos tramos de este valle, sobre todo en la cuenca del río Jacupiranga y en el municipio de Itaoca, y también, aunque en menor escala, en la cuenca del río Juquiá. La cronología que muestra este conjunto de sitios prehistóricos llevó a los investigadores a especular en el sentido de que la prehistoria de los sambaquíes fluviales puede provisoriamente dividirse en tres períodos. La primera fase abarcaría dos sitios de la cuenca del Jacupiranga, entre los cuales se encuentra el de Capelinha I, con edades entre 8.500 y 9.200 años. La segunda comportaría nueve sitios, dispersos por los tres tramos con mayor concentración de concheros. Estos sambaquíes tienen edades estimadas entre los 7 mil y los 3.500 años. La tercera etapa reuniría siete sitios, todos ubicados en la región de Itaoca. En dichos lugares hay indicios de que la cultura de los últimos sambaquieros de los ríos estuvo presente durante tan sólo medio siglo, hace entre 1.700 y 1.200 años. Hay dos intervalos de tiempo donde no se registran sambaquíes fluviales: entre 8.500 y 7 mil años y entre 3.500 y 1.700 años. Esto no quiere decir que no existían habitantes en la región durante estas épocas. Según los investigadores, nuevas excavaciones podrán rellenar las lagunas de información.
La presencia de valvas en los sambaquíes fluviales induce a pensar que la dieta de los habitantes prehistóricos del Ribeira medio era a base de moluscos y peces de río. Pero ésta puede ser una falsa impresión. No hay registros de cocción de moluscos ni de su rotura con el objetivo de extraer su carne para comerla. Los caracoles pueden haber sido recolectados prioritariamente para la construcción de los montículos funerarios. “El sambaquí de Moraes puede haber sido un sitio usado solamente para realizar sepulturas, como un cementerio, y no como morada”, comenta la arqueóloga Claudia Regina Plens, que elabora su doctorado en el MAE/ USP. “En algunos casos descubrimos cómo morían los sambaquieros fluviales, y no cómo vivían”, explica Figuti. Vestigios de varios mamíferos, como pecaríes, venados, monos, pacas y armadillos, sugieren que la caza puede haber sido una fuente de comida más importante que la pesca o la recolección de moluscos.
La así llamada cultura material de los pueblos prehistóricos del Vale do Ribeira medio refleja la influencia tanto de la meseta como del litoral en la construcción de utensilios, herramientas y armas. Un adorno típico era el collar con decenas de dientes caninos de simios perforados, hallados en ocasiones cerca del cuello de cuerpos sepultados. Por lo que todo indica, aprovechaban casi todo el cuerpo de estos simios. Versiones marinas del aderezo, echas de dientes de tiburón, también aparecen en algunos sitios. Puntas de flechas fabricadas de sílex, cuarzo y otros materiales muestran cuán necesaria era la caza. Dientes de mamíferos y, con menor frecuencia, de peces marinos y rayas se empleaban como perforadores y como puntas contundentes. Los huesos de animales terrestres se pulían y se convertían en objetos que se asemejan a flautas, y que, pese a que se desconoce su utilidad, pueden no haber sido precisamente instrumentos musicales. Tres anzuelos de unos 5 centímetros de longitud, hechos con huesos de animales, fueron quizá los artefactos más insólitos rescatados en los sambaquíes fluviales. “No solemos hallar anzuelos, ni siquiera en los sambaquíes de la costa”, explica Figuti. “¿Qué pescado de río podrían pescar con eso?” Los antiguos habitantes de la zona media de Vale do Ribeira, quizás los primeros paulistas de la prehistoria, eran diferentes: eran un pueblo no muy del mar ni muy de la tierra.
Los rayos gama en la arqueología
Por ser pequeños y menos visibles que los sambaquíes costeros, los concheros fluviales pueden ser de difícil ubicación y delimitación. Para mitigar este problema, los investigadores del proyecto temático verificaron la eficiencia de mediciones geofísicas, normalmente utilizadas para encontrar minerales, como herramienta en el trabajo de prospección arqueológica. Una de las técnicas que se pudieron a prueba, la gamaespectrometría, demostró ser útil para descubrir los montículos de conchas que caracterizan a los sambaquíes. Por este método, un sensor registra durante un minuto la radiación gama naturalmente emitida por las capas geológicas del suelo. ?En la minería, este tipo de medida se usa para buscar depósitos de uranio y torio?, afirma Carlos Alberto Mendonça, del Instituto Astronómico y Geofísico (IAG) de la USP, quien coordinó esta parte de los estudios. Lugares con mayor radiación pueden indicar la presencia de minerales con dichos elementos.
Con los sambaquíes sucede lo contrario. Lugares con menor radiación tienden a ser ricos en material calcáreo, lo que constituye una pista de que ahí debe haber un sambaquí. Sucede que la valva del molusco está básicamente constituida de carbonato de calcio. El empleo de la gamaespectrometría fue tan exitoso que derivó en el descubrimiento de un segundo conchero, menor que el sambaquí principal, en el sitio arqueológico de Capelinha. Los investigadores también probaron con otras técnicas para hallar vestigios arqueológicos, como es el caso de la medición del magnetismo del suelo, que podría indicar la existencia de hogueras prehistóricas. Pero los resultados no fueron tan alentadores.
El Proyecto
Investigaciones arqueológicas y geofísicas en los sambaquíes fluviales de la región de Vale do Ribeira do Iguape, estado de São Paulo (99/12684-2); Modalidad: Proyecto Temático; Coordinador: Levy Figuti – MAE-USP; Inversión: R$ 254.359,74