En octubre del año 2007, se reunieron en Costa do Sauípe, Bahía, investigadores de diversos países, para discutir los efectos del aumento de la producción de nitrógeno en la salud del planeta. Desde 1860 hasta 1995, la producción de nitrógeno creció diez veces y alcanzó un volumen de 156 millones de toneladas anuales. Parte de ese nitrógeno –generado por el consumo de combustibles fósiles y por el uso de fertilizantes químicos en la agricultura– contamina la tierra, el agua y el aire, y contribuye para la aparición de problemas respiratorios y desequilibrios ecológicos, tales como la acidificación de los océanos. Estos no son los únicos problemas que los investigadores –entre ellos Luiz Martinelli, de la USP– apuntan en el alerta publicado en el mes de mayo en la revista Science. El consumo de nitrógeno en el mundo es bastante desigual. Mientras algunas naciones emanan toneladas de gas hacia la atmósfera, otras no disponen de las cantidades mínimas necesarias para sus magros cultivos.
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