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Literatura

No tan lejos de Nueva York

Elizabeth Bishop escribió una obra sobre Brasil pero luego la rechazó

REPRODUCCIÓNHay que tener alma de poeta para comenzar un libro sobre Brasil contando el caso de un recién nacido raptado en la maternidad, ser capaz de dejar de lado en el imaginario popular la inflación, el terrible costo de vida, los cambios de poder en el gobierno e incluso los resultados del fútbol, todo eso en nombre de la saga de Conceiçãozinha, como se hizo conocida la beba. Con base en esa historia prosaica, que por cierto, termina bien, la autora se refiere a la familia brasileña, a la devoción nacional por los niños, a las masas pobres, al banano, a la corrupción, a la historia, a la cultura; habla de paulistas y cariocas, de los incentivos, de las emociones del país, etc. En definitiva, habla de Brasil, o mejor dicho, de Brazil, título original del libro escrito por la poetisa Elizabeth Bishop (1911-1979), a pedido de la editorial Time-Life para una colección de obras sobre países del mundo. “Brazil, de 1962, por sus características y por los percances que afrontó en su publicación, merece una atención especial. Están en juego aspectos importantes: las intenciones de los editores estadounidenses en plena guerra fría al producir una serie llamada Países del Mundo; la invitación a la poeta premiada para que escriba un libro semi periodístico sobre Brasil; y la confrontación entre los editores y la autora que resultó en una publicación que finalmente Bishpo rechazó. La propia existencia de Brazil nos lleva a discutir la posibilidad de captar la totalidad de un país en una obra de esta índole”, explica Armando Olivetti Ferreira, autor de la tesis doctoral intitulada Recortes en el paisaje: una lectura de Brazil y otros textos de Elizabeth Bishop, recientemente defendida en la Universidad de São Paulo, bajo la dirección de tesis de Ivone Daré de Rabello, y que incluye otros textos en prosa de la poeta sobre Brasil, tales como Uma viagem pelo Amazonas,  que aparece al final de este artículo, inédito en inglés, en portugués y en castellano.
Brasil fue un bálsamo en la biografía de la poeta norteamericana nacida en un Worcester, Massachusetts, que perdió a su padre a los ocho meses y vio a su madre enloquecer cuando tenía tan sólo cinco años. En su juventud se convirtió en poeta, y en alcohólica. En 1951, cuando ya había publicado un libro de poemas con cierto éxito, a los 35 años, resolvió hacer un viaje de circunnavegación por Sudamérica, deteniéndose en Brasil y yendo a Río de Janeiro, donde reencontró a la socialite Lota Macedo Soares, de una familia de la elite carioca, capaz de conducir un Jaguar, usar pantalones jeans y tener clases con Portinari. Cuando Elizabeth tuvo una reacción alérgica al probar un anacardo, Lota la cuidó y se le declaró; la norteamericana se mudó a Brasil y vivió aquí durante 15 años en su primer hogar. “Lo mejor de su producción se dio durante los años de reclusión con Lota Soares en la Casa da Samambaia, en Petrópolis. Allí escribió Poems, que le valió el premio Pulitzer y el reconocimiento internacional. En Brasil, Bishop se libró de su pasado negativo: era alcohólica y tenía problemas con la falta de una familia”, explica Nadia Nogueira, de la Universidad del Estado de Bahía, autora de Invenções de si em histórias de amor: Lota e Bishop. Pero Brasil antes de llegar a Brazil, fue mucho más que eso. “La poesía inicial Bishop recibe el influjo del alto modernismo anglo-americano, lo que implica un rígido control formal y un alejamiento del sujeto lírico. La permanencia en Brasil le suministró la apertura para explorar temas más subjetivos como aquéllos vinculados a la memoria de la infancia, que ella viviera en Nueva Escocia, y que asociaba a la rusticidad de la Casa da Samambaia. Posteriormente descubrió la poesía de Carlos Drummond de Andrade, especialmente los poemas sobre la infancia en Itabira que ella tradujo. En esa poesía, Bishop, encontró el tono que necesitaba para abordar temas subjetivos, efectivamente dolorosos. Su poesía en Brasil se había vuelto más personal, pero mantenía siempre un alto grado de elaboración artística”, explica Regina Przybycien, de la Universidad Federal de Paraná, autora de la primera tesis brasileña sobre Elizabeth Bishop, intitulada Fríjoles y diamantes.

Un trayecto cronológico de lectura de Brasil, antes de Brazil, en los textos en prosa de Bishop empieza necesariamente con el borrador de “Suicide of a moderate dictador”, de 1954, un breve texto de dos páginas, abandonado, como su contrapartida en verso, donde la poeta describe el entierro de Vargas con base en un noticiero de cine, comentando el comportamiento del hijo del presidente, visto como un “personaje de dibujo animado”, y el de la multitud. En 1958, escribiría otro texto cuyo foco era el país: “Una nueva capital, Aldous Huxley y algunos indios”. Este texto fue escrito inmediatamente después del viaje que emprendió junto a un grupo que incluía al autor inglés y cuyo destino fue Brasilia, ciudad aún en construcción, y una aldea indígena de Mato Grosso, que despuntaba entre los temas inéditos por haber sido retrabajado y concluido por la autora para su presentación en la revista The New Yorker, que no lo quiso publicar. “Lota y su círculo eran totalmente contrarios a la construcción de la nueva capital, y Bishop compartía esa opinión”, comenta Ferreira. “En ese artículo ella hace hincapié en los contrastes: por un lado, la ciudad futurista de formas fantásticas, y por otro, la ciudad libre de los ‘candangos’ [nota del traductor: los obreros, en general migrantes del nordeste de Brasil, que trabajaron en la construcción de la nueva capital, y allí se radicaron], desordenada y caótica: dos Brasiles. A Bishop le gustaron las formas arquitectónicas, pero le parecieron poco prácticas: ella puso de relieve la falta de confort interior y de integración de la ciudad con sus habitantes, añade Regina. En 1960 escribió ‘A trip on the Amazon’, un texto inédito en que describe el viaje en barco de Manaos a Belém. Poco después de ese periplo empezaría a nacer su texto más extenso relacionado con Brasil. La oportunidad para usar el conocimiento que había venido acumulando surgió a comienzos de la década de 1960, por ocasión de una invitación de los editores de la revista Life, fue al encuentro de su deseo de escribir un libro sobre el país”, explica Ferreira. “Tengo mucho material y creo que con Lota nos vamos a divertir bastante al incluir en el texto nuestros chistes preferidos, a las personas que más queremos, etc.”, escribió Bishop en carta al amigo Robert Lowell, en 1961, afirmando que consideraba que dicha tarea era “puramente comercial y una especie de penitencia por mis años de vagabundeo”, y añadió entre paréntesis: “¡Probablemente nadie leerá nunca este texto!”. Un comentario curioso para una escritora tan celosa de cada coma de su trabajo.

ROLANDO/AE“Parece estar ajena a la motivaciones que podrían llevar a Life a incluir un libro sobre Brasil en su colección sobre Países del Mundo en aquel momento, o incluso parece ser poco conciente acerca de los intereses ideológicos implicados en ese proyecto editorial”, sostiene Ferreira. “No me agradan ni la revista y ni ellos. Es gente igual a esos vendedores que presionan a uno a comprar. Pero quiero ganar dinero y a esta altura sé mucho sobre Brasil, quiera o no”, escribió Bishop en carta a su tía. “Ella, que pasaba más de 10 años trabajando un poema hasta encontrarle el tono exacto, la palabra adecuada, no admitía escribir un libro superficial sobre Brasil. Es probable que también tuviese recelo a que el público que admiraba su poesía la tomase como una mercenaria, o peor, que ese publico llegase a sentir que su talento poético se había agotado (una pesadilla que la persiguió durante toda su vida), y que por ello aceptaba escribir literatura menor”, analiza Regina. Escribió el libro durante la segunda mitad de 1961 y partió hacia aquello que denominó campo de batalla, la sede de Time-Life, para su revisión. Cuando allí llegó, se dio cuenta de que los editores habían alterado el texto. “Según ella, los revisores habían alterado su estilo para ponerlo en la línea de la empresa. Lo rellenaron con ‘mas’, ‘pero’, ‘sin embargo’, ‘casi’ y ‘probablemente’, entre otros injertos. Las fotos también la decepcionaron. Lamentaba la ausencia de fotos de la naturaleza y se indignó porque en la página 89, la foto que supuestamente retrataba una escena del Carnaval carioca era a decir verdad una escena de la película Orfeu do carnaval. También, según ella, habían cambiado los títulos de los capítulos, entre otras cosas. En resumen, los editores mutilaron bastante el texto”, comenta Regina. “Con todo, queda bastante de Bishop en el libro. En la historia del secuestro de la pequeñita, por ejemplo. Un poema suyo, inconcluso, sobre los pobres de Río, empieza con la imagen de una niña recién nacida encontrada en el basural. Por lo tanto, las niñas desamparadas son un tema recurrente. Basta con recordar que ella misma fue una niña desamparada que perdió a su padre prematuramente y vio a su madre enloquecer cuando tenía cinco años”, sostiene la investigadora.

El momento en que Bishop escribe Brazil es sumamente problemático en su vida. Luego de los primeros ocho años brasileños disfrutados en una casa de campo ubicada en los alrededores de Petrópolis, en medio de una inmensa paz, al lado de Lota, la amiga recibe una invitación de Carlos Lacerda, a finales de la década de 1960, luego de su elección como gobernador del recién creado estado de Guanabara, para coordinar la construcción de lo que sería después el Parque do Flamengo. “Culminaba así el período de confort y ambas en la práctica se trasladan a Río, donde Lota empieza trabajar en las obras del Aterro do Flamenco durante casi 12 horas diarias, echando por tierra la antigua paz y confrontando a ambas mujeres con la realidad política del país”, evalúa Ferreira. En medio de ese clima, llegó la invitación para escribir Brazil. “Y en 1961, cuando el nombre y el trabajo de Bishop quedaron asociados a la revista Life, la invitación para la elaboración del libro partió de los editores norteamericanos, pero la escritora quería contribuir de alguna manera con el gobierno del presidente Kennedy, que había anunciado enseguida el deseo de tener una relación productiva con los artistas”, explica el investigador. “Todos parecen estar encontrando su verdadera vocación en estos días”, escribió la poeta. Empezando por Lota, quien trabajaba sin remuneración para Lacerda, y la lista de Bishop incluía hasta a una amiga que había adoptado a una niñita brasileña. En esa misma época, la escritora le había preguntado al amigo Lowell si podría mencionarle “a alguien de la Casa Blanca” que a ella “le gustaría hacer algo por su país en Brasil”. “En junio surgió la invitación de la Time Inc. para que escribiera el libro sobre Brasil para su serie relacionada con los países del mundo y la respuesta positiva llegó de inmediato”, sostiene Ferreira. De cualquier modo, los problemas entre ella y los editores tampoco tardaron en llegar. “Me piden una estructura de trabajo. Es de no creer. La cosa tiene que ver más con la fabricación de chantilly a base de subproductos de una fábrica de plásticos que con la literatura o incluso con el periodismo”. “El interés de Elizabeth en la flora y la fauna se contraponía al de los editores, volcado a las personas y a la política, específicamente a las circunstancias relacionadas con el potencial del país con respecto a la democracia al estilo estadounidense”, sostiene el investigador. “Mi impresión es que Bishop entendía poco acerca de la enmarañada política brasileña y poco le interesaba la política en general. Creo que ella repetía lo que les oía decir a los amigos. No deja de ser una paradoja que se muestre como una liberal defensora de los derechos humanos en EE.UU. y una conservadora anticomunista en Brasil”, evalúa Regina.

REPRODUCCIÓNPero, tal como recuerda la investigadora, el verdadero Brasil, incluso en Brazil, estaba en el humor y en el arte del pueblo. Así, luego de abarcar cuatro siglos de historia nombrando a poco más de seis personajes políticos (Don João VI, Don Pedro I y Don Pedro II, Getúlio Vargas, Juscelino Kubitschek y Jânio Quadros. Cabe destacar la ausencia de Santos Dumont, cuya primacía aérea siempre fue  motivo de ironía por parte de la poeta norteamericana), Elizabeth se interna en la cultura brasileña. “Desdeñaba la llamada alta cultura y decía, por ejemplo, que la literatura modernista brasileña era una imitación de los modelos europeos, que los poetas brasileños, una vez famosos, eran mimados y creían que no necesitaban ejercer un rigor crítico sobre su producción (dijo eso sobre Manuel Bandeira). De las artes brasileñas, admiraba realmente su arquitectura”, explica Regina. “Amaba la cultura popular y manifestaba un sentimiento de pérdida con relación a las modificaciones que la modernidad iba produciendo en el modo de vida de los pueblos del interior y en el Carnaval. Le encantaba coleccionar libritos de literatura de cordel, viejas letras de samba y hasta frases de paragolpes de camiones. Admiraba el humor de los brasileños pobres, siempre listos para hacer chistes incluso sobre sus propias desgracias. Su mirada era la de una viajera-etnógrafa. Buscaba una alteridad que para ella se asociaba a un cierto primitivismo romántico, a un modo de vida que ella decía que había desaparecido en Norteamérica”, cree la investigadora.

Pese a ello, la autora insistió en renegar el libro. En 1965, los editores le propusieron que revisase el texto, pero ella se rehusó. El libro fue republicado en 1970 con alteraciones sustanciales en tres capítulos y varias fotos fueron reemplazadas, pero la poeta no tuvo ninguna participación, aunque su nombre siguiese figurando en los créditos. Recién en 1984, luego de su muerte, surgiría en EE.UU. una edición radicalmente nueva de Brazil, sin el nombre de Elizabeth Bishop. Y en 2008, el primer capítulo del libro, “Un pueblo cálido y sensato”, fue incluido en la compilación Elizabeth Bishop: poems, prose and letters, que reprodujo fielmente el texto publicado en 1962, aunque el mismo hubiese sido renegado por la autora. Durante años alimentaría el proyecto de escribir un segundo libro en reemplazo del renegado Brazil. “Estoy planeando escribir un libro de prosa cuyo título provisorio es Feijões-pretos e diamantes [Fríjoles y diamantes]. Sería una combinación de libro de viajes, memoria y libro de fotos. Pretendo hacer que Brasil parezca menos remoto y menos objeto de una fantasía pintoresca. No es realmente tan distante de Nueva York”, escribió. ¿Por qué entonces ese rechazo tan fuerte contra Brazil?

“Presumo que se basó en tres factores: la calidad del texto, esa fue la motivación siempre asumida por la autora; la inestabilidad emocional de Bishop, siempre insegura y a la espera de críticas, una actitud exacerbada en esa época en que Lota dejara de desempeñar el rol protector y, en cierto sentido, maternal, materializado en una presencia y apoyo constante; y el hecho de que los editores de Time-Life no eran una empresa periodística cualquiera, sino uno de los más importantes portavoces de la ideología estadounidense a lo largo del siglo XX, especialmente durante la Guerra Fría”, explica Ferreira. Sobre este punto, sigue el investigador, es posible que la poetisa haya sido ingenua, que haya tomado conciencia de la situación sólo en la confrontación con los editores en torno a su escrito. “Sin embargo, sus críticas no cuestionan la ideología de Time-Life, aunque apunten la ignorancia de los editores y la intención de presentar las ideas preconcebidas que ellos tenían de un país sin ninguna interferencia”. ¿La ingenuidad también forma parte del alma del poeta?

Un viaje por el Amazonas [1960]

Desde el aeropuerto hasta Manaos, con Isaac. Manoel y yo no teníamos ni idea de su importancia y metimos horriblemente la pata en más de una oportunidad. Primero fui yo, que hice una exclamación ante las bellezas de las favelas. El camino pasa por varios puentes sobre valles profundos. Estos barrancos están repletos de casas flotantes, que en aquel momento estaban casi todas varadas en el barro, en cualquier posición. Techos de palmas, algunos hermosamente trabajados, o de zinc –algunos con puertas cuadradas, como el arca de Noé– y cientos de ellas tristemente encalladas en el fango y en los altos matorrales. Empezaba a anochecer –el sol ya se escondía– y de estos valles de barcos encallados venía humo. Humo rosa; de esos largos y profundos valles repletos de barcos-casas encallados “barcos jadeantes”, surgía una ligera humareda azulada, quizá preparaban la cena. La luz en el oeste era rosa claro, tipo melón; el aire, lleno de fuertes y agudos cantos de sapos, una clase de sapos distintos que los de Petrópolis. El Sr. Sabbá le preguntó a Rosinha si quería de ver la refinería,  y yo me empecé a percatar de quién era cuando Rosinha respondió con falso entusiasmo que le encantaría.

El niño corrió por el muelle y escaló la barranca, arrastrándose, sujetándose a plantas y piedras. Parecía que iba a caerse y que sería tragado a cualquier momento. El capitán apareció en la escalera sobre nuestras cabezas, de pijama blanco, y arrojó a la orilla algo que parecía ser un grueso sobre. Por qué no se lo entregó al niño es un misterio. El niño parecía ahora tener una linterna, y se arrastró peligrosamente a lo largo del borde de la barranca, tropezando y cayendo y dirigiendo su mirada hacia el sobre, como en un extraño juego. Los habitantes silenciosos y somnolientos, observaban junto a nosotros el río que corría furiosamente, y también hacia atrás. Por último, él lo recogió. El capitán le gritó: “Llévalo al correo”, y el niño se perdió en la oscuridad. Cinco minutos después estaba de vuelta, barranca abajo, sobre el pequeño muelle, que fue retirado tan pronto como él pasó. Soltaron la amarra del embarcadero local y comenzamos a alejarnos, y eso fue todo lo que vimos de Uricurituba.

* Originales en Vassar College, Special Collections; Box “Prose Unpublished”,  Carpeta 55.4, 9p. Mecanografiado; sin fecha (1960); título ms: “On the Lauro Sodré”.

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