A las 3 de la tarde del 11 de septiembre de 2017, un lunes de fines de invierno, la temperatura en la capital paulista alcanzó un pico de 31,9 grados Celsius (ºC), la más alta del año en la estación que debería ser la más fría del año. Como el invierno del año anterior, en el cual había llegado a 33 ºC, los habitantes de la mayor ciudad del país tuvieron que volver a convivir con el malestar ocasionado por un sol a pleno, calor intenso y aire seco, dado que la humedad relativa del aire cayó al 28% durante ese día del mes de septiembre. Ese mismo día, la ciudad de Jales se destacó por ser la más cálida y seca de ese invierno en el interior paulista, con un registro de 37,2 ºC y una humedad relativa de un 13%.
A este fenómeno climático se lo conoce como ola de calor, una secuencia de al menos tres días consecutivos con temperaturas máximas o mínimas más altas que las esperadas para la misma región en la misma época del año. Si bien se lo registra desde hace décadas, lo que también recibe el nombre de été Indien (calor indio) se ha tornado cada vez más frecuente, intenso y duradero. En un estudio comparativo entre seis capitales brasileñas, desde 1961 a 2014, Brasilia fue la ciudad donde se registraron olas de calor más extensas, con 20,5 días de duración cada año, un lapso que es casi el triple de lo registrado en la ciudad de Río de Janeiro. A la cabeza en cantidad de días con olas de calor se ubica la ciudad de Manaos, con 39 días por año, si bien son más breves que las de otras localidades, según consta en el estudio publicado en septiembre en la revista International Journal of Climatology. En São Paulo, los períodos de calor extremo no llegaban a 15 días al año durante las décadas de 1960 y 1970, pero saltaron hasta alrededor de 40 en 2010 y a 50 días en 2014.
Las olas de calor también están ligadas a los ciclos climáticos naturales –la humedad y las lluvias frecuentes en la región de Manaos, por ejemplo, varían de acuerdo con la oscilación de una banda de nubes de tormenta a la que se conoce como Zona de Convergencia Intertropical–, aunque también pueden tener otras causas. “El aumento de la duración, intensidad y frecuencia de este fenómeno climático son el reflejo de un incremento en la temperatura media global como consecuencia de la gran emisión de gases de efecto invernadero y se ve exacerbado, en parte, por las islas de calor [las áreas urbanas que retienen el calor y son la causa de que la temperatura sea más alta que en los alrededores]”, dice la meteoróloga Renata Libonati, docente del departamento de Meteorología del Instituto de Geociencias de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) y coautora del estudio. Según ella, la construcción de edificios y el asfaltado de las calles causan que las superficies urbanas absorban mayor radiación solar que el suelo y la vegetación. En simultáneo, la falta de áreas verdes impide que las ciudades liberen el exceso de calor por medio de la evaporación y de la transpiración de los árboles.
“Es muy probable que los cambios climáticos globales causados por la actividad humana y por el aumento de las olas de calor se encuentren relacionados”, dice Libonati. Los climatólogos vienen advirtiendo desde hace años que los cambios climáticos no sólo se manifiestan por medio de un incremento sostenido de la temperatura, sino por eventos extremos ocasionales, tales como olas de calor y sequías más intensas y prolongadas, como la que se registra actualmente en el nordeste brasileño, que arrancó en 2010.
No sólo en Brasil los días están siendo más abrasadores. La Organización Meteorológica Mundial (WMO, según su sigla en inglés) atribuye a una ola de calor el récord de temperatura de 54 ºC que se registró el 21 de julio de 2016 en la estación meteorológica de Mitrabah, en Kuwait, y de 53,9 ºC en la ciudad de Basora, Irak, al día siguiente. Simultáneamente, una amplia ola de calor afectaba a Estados Unidos, con temperaturas entre 35 ºC y 38 ºC; en el apogeo del verano en el hemisferio norte, el 22 de julio. El servicio meteorológico estadounidense estimó que 124 millones de personas soportaban esa ola de calor excesivo.
Estos fenómenos climáticos se intensificarán durante este siglo en todo el planeta, de acuerdo con el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), elevando el malestar de la gente y el riesgo de mortalidad, principalmente entre niños y ancianos. Las olas de calor dejaron en 2003 un saldo de 70 mil muertos en Europa, 10 mil en Rusia en 2010 y al menos 2.300 en la India, en 2015. “Se ha abordado mucho esta temática en el hemisferio Norte, pero por ahora escasamente en Brasil, pese a los graves efectos de las olas de calor sobre la salud, principalmente entre las franjas más vulnerables de la población”, dice Libonati.
Mortalidad en aumento
En China, como consecuencia del calor excesivo en los últimos años, la mortalidad total a causa de las olas de calor con una duración de cinco días se incrementó en un 18%, la de los ancianos, en un 24% y la de las mujeres, en un 22%. “Niños y ancianos son los grupos más susceptibles a la variación térmica a causa de su escasa capacidad de mantener la temperatura corporal”, explica el epidemiólogo Nelson Gouveia, docente de la Facultad de Medicina de la Universidad de São Paulo (FM-USP). A su juicio, los individuos con un nivel educativo más bajo y los indigentes también parecen hallarse bajo un riesgo ligeramente más alto que el término medio de la población durante esos eventos, algo que podría explicarse por su menor probabilidad de buscar auxilio médico cuando fuera menester.
“Las olas de calor son causa de muerte anticipada entre la población vulnerable”, resume el economista Paulo Henrique Cirino Araújo, docente de la Universidad Federal de Goiás. En su investigación doctoral, que concluyó en 2017 en la Universidad Federal de Viçosa, él notó que, durante una ola de calor, el total de fallecimientos de niños de hasta 5 años de edad internados con infecciones o enfermedades parasitarias –principalmente dengue– se incrementó de un 24% a un 30% en los estados de Mato Grosso, Goiás, São Paulo y Tocantins, que padecieron las olas de calor más intensas durante el período evaluado, entre 2008 y 2013. Como contrapartida, las internaciones por bronquitis, neumonía y otras enfermedades registraron una reducción de hasta un 8% en Rio Grande do Sul, durante las olas de calor. Según el estudio, en las 27 capitales de estado brasileñas, los gastos extra anuales por internaciones hospitalarias de niños tan sólo a causa de una ola de calor pueden llegar a 14,5 millones de reales. Los efectos son diferentes según las clases socioeconómicas: el 75% de los niños internados provienen de hogares relativamente pobres.
El país se mostró vulnerable en un estudio comparativo entre 400 ciudades de 18 países, que se publicó en agosto de 2017 en la revista Environmental Health Perspectives, que apuntó un aumento del riesgo de mortalidad proporcional a la intensidad de la ola de calor. En ese estudio, que analizó un total de 26 millones de óbitos entre 1972 y 2012, los efectos de las olas de calor sobre la mortalidad aparecieron inmediatamente y duraron entre tres y cuatro días en la mayoría de los países cotejados, con excepción de Italia y España, donde ese efecto perduró por más tiempo. Al igual que Australia, Brasil registró un riesgo de muerte entre un 5% y un 10% mayor, dependiendo de la severidad del calor.
“El estudio solamente revela la punta del iceberg, porque no tiene en cuenta a la gente que no se muere o no acude al hospital por haberse sentido mal a causa del intenso calor”, advirtió la meteoróloga Micheline Coelho, investigadora de la FM-USP y coautora del estudio. En ese trabajo, las olas de calor presentaron una asociación más clara con la mortalidad en regiones de frío y calor moderados, como en el caso del sudeste de Brasil, que en áreas más cálidas o frías.
Frente a la mortalidad que generaron las olas de calor en varios países, el biólogo colombiano Camilo Mora, docente de la Universidad de Hawái, campus de Manoa, sostiene que los mecanismos de regulación térmica –la capacidad de adecuarse a la variación de la temperatura– del organismo humano podrían resultar incapaces de lidiar con las olas de calor muy intensas. En un artículo que publicó en noviembre de 2017 en la revista Circulation: Cardiovascular Quality and Outcomes, Mora y otros científicos de las universidades Yale y Cornell, también de Estados Unidos, enumeraron 27 formas de muerte como consecuencia del calor excesivo: por infarto, coagulación sanguínea, insuficiencia respiratoria o daños en el cerebro, riñones, páncreas y otros órganos. La totalidad del organismo, argumentan los autores de ese estudio, puede verse perjudicado por la escasez de oxígeno provocada por la dilatación de los vasos sanguíneos, que empuja la sangre hacia la periferia del cuerpo como forma de disipar el calor en el ambiente. Las altas temperaturas también resultan devastadoras para los animales de cría. Según un estudio de la Universidade Estadual Paulista (Unesp), en las granjas, las olas de calor pueden ocasionar la mortalidad de un 34% de las aves.
“Las políticas que posibiliten una adaptación al calor extremo y promuevan el confort térmico son fundamentales para sobrellevar los efectos causado por las olas de calor”, sugiere Araújo. Una guía de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC, según su sigla en inglés) de Estados Unidos (bit.Iy/extguidebook) recomienda a las personas –principalmente a niños y ancianos, los más vulnerables– que eviten la exposición directa al calor excesivo, permanezcan en ambientes con aire acondicionado, se hidraten, utilicen ropa liviana y de colores claros, no consuman alimentos pesados y calientes y que se interioricen al respecto de los síntomas de las enfermedades que se ven agravadas por las temperaturas elevadas.
Según los CDC, también es importante que no se deje a los niños o a los animales domésticos encerrados en el interior de automóviles, que se calientan rápidamente al quedar expuestos al sol intenso. Como medida de prevención más extensiva, la guía recomienda plantar árboles.
Artículos científicos
GUO, Y. et al. Heat wave and mortality: A multicountry, multicommunity study. Environmental Health Perspectives. v. 125 (8), p. 1-11. 2017.
GEIRINHAS, J. L. et al. Climatic and synoptic characterization of heat waves in Brazil. International Journal of Climatology. En prensa, 2017.
MORA, C. et al. Twenty-seven ways a heat wave can kill you: Deadly heat in the era of climate change. Circulation: Cardiovascular Quality and Outcomes. v. 10 (11), p. 1-6. 2017.