Las mujeres eran presas fáciles del cáncer de cuello uterino a finales del siglo XIX en Brasil. Sin acceso a los servicios médicos, muchas se morían sin saber qué padecían o cómo tratarse. Las cirugías y los tratamientos paliativos constituían en ese entonces las principales estrategias de la medicina brasileña contra esta enfermedad. No obstante, e independientemente de la terapia, las posibilidades de cura eran ínfimas y se restringían a los tumores menores. A comienzos del siglo XX, frente al aumento de la cantidad de casos, los médicos empezaron a prestarle más atención al problema. Pocos a poco, las acciones de control de este tipo de tumores empezaron estructurarse mejor, y esto culminó en la creación de instituciones de atención y control de la enfermedad, entre ellas el Instituto de Ginecología de Río de Janeiro. Inaugurado en marzo de 1947, dicho instituto fue pionero en la organización de acciones permanentes de combate contra el cáncer cervical mediante la implementación de un modelo específico de diagnóstico que se convirtió en referencia en el país.
La atención del cáncer de cuello uterino en Brasil hasta la década de 1930, en general se concentraba en los consultorios externos de las facultades de medicina, como parte de la enseñanza práctica de la especialidad. Su diagnóstico se concretaba mediante un examen ginecológico simple. En los casos en que la enfermedad se encontraba en un estadio avanzado, la única opción consistía en recurrir a la cirugía para la extirpación del útero. La mayoría de las mujeres no sobrevivían. Además, no era raro que los estigmas que recaían sobre este tipo de cáncer, aludieran a una idea de promiscuidad. De este modo, muchas mujeres evitaban hacer públicos sus malestares, y recurrían a los médicos solamente cuando los dolores se les volvían insoportables.
En 1936, la Facultad de Medicina de la Universidad de Brasil (actual Universidad Federal de Río de Janeiro) decidió escindir la cátedra de clínica quirúrgica, dando origen a la cátedra de ginecología, a cargo del médico carioca Arnaldo de Moraes (1893-1961). De Moraes se había especializado en la Universidad Johns Hopkins, de Estados Unidos, en 1927, mediante una beca que le concediera la Fundación Rockefeller. En 1930 fue a Alemania, en donde trabajó con el ginecólogo Hans Hinselmann (1884-1959), creador de una lupa binocular adaptada a la observación del cuello del útero. Este aparato, llamado colposcopio, facilitaba el diagnóstico de anomalías celulares en el cérvix.
De regreso a Brasil, De Moraes se trajo el colposcopio, con el objetivo de usarlo como herramienta de diagnóstico del cáncer de cuello uterino junto a otras técnicas poco difundidas fuera de Europa y de Estados Unidos, tales como el uso del yodo diluido para la observación de alteraciones cervicales y para del examen de frotis, según verificó el historiador de la ciencia Luiz Antonio Teixeira, investigador de la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz), en Río. Al comenzar sus actividades en la Facultad de Medicina, De Moraes fundó la publicación científica Anais Brasileiros de Ginecologia, que circuló hasta la década de 1960. Ese mismo año se abocó a la enseñanza práctica de la disciplina y creó una clínica, instalada en el Hospital Estácio de Sá, con la aspiración de que se tornase una institución de punta, capaz de atraer a investigadores interesados en nuevas técnicas de diagnóstico del cáncer de cuello uterino.
En 1942, la clínica se trasladó al Hospital Moncorvo Filho, en donde funciona hasta los días actuales. En 1947, el claustro de la universidad le concedió entidad legal, pasando a llamarse Instituto de Ginecología. “La creación del instituto representó la institucionalización de los trabajos de ginecología que ya se desarrollaban en la clínica dirigida por De Moraes”, explica la historiadora de la ciencia Vanessa Lana, del Departamento de Historia de la Universidad Federal de Viçosa (UFV), en Minas Gerais, en un artículo publicado en la revista História, Ciência, Saúde —Manguinhos. El instituto trabajaba con la idea de la prevención de la enfermedad. “Frente a los límites de la medicina, la detección del tumor en etapas iniciales aumentaba las posibilidades de intervención terapéutica, como en el caso de la radioterapia”, explica Lana. De este modo, todas las mujeres que iban al instituto, con o sin síntomas de cáncer, se sometían a exámenes.
La institución hacía del uso combinado de la colposcopia, la citología y la biopsia su modelo de actuación para la detección de la enfermedad. “El uso aunado de estos métodos se convirtió en la impronta del instituto y en la principal orientación en las acciones de control del cáncer de cuello uterino en Brasil”, afirma Lana. “La combinación sistemática de estos métodos aumentó las posibilidades de detección de lesiones uterinas”, añade. Según la investigadora, en 15 años, la cantidad de casos identificados precozmente subió un 300% en comparación con el final de la década de 1940, cuando De Moraes empezó sus trabajos en la clínica ginecológica.
Esta estrategia le permitió al instituto aumentar los porcentajes de diagnósticos de tumores en estadio inicial, disminuyendo así la cantidad de muertes, para convertirse en referente de otras instituciones de control de la enfermedad, como el Hospital Aristides Maltez (HAM), inaugurado en 1952 en Salvador por la Liga Bahiana de Combate contra el Cáncer.
En São Paulo, el Departamento de Tocoginecología de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Campinas (Unicamp), dirigido por el médico José Aristodemo Pinotti, puso en marcha en 1965 un importante programa de control del cáncer de cuello uterino. Todas las mujeres atendidas se hacían la prueba de Papanicolau. Posteriormente, cuando la demanda de atención lo volvió insuficiente, se empezó a planificar la construcción de lo que vino a ser el Centro de Control del Cáncer Ginecológico y Mamario, embrión del Centro de Atención Integral a la Salud de la Mujer (CAISM), actual Hospital de la Mujer José Aristodemo Pinotti.
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