Los estudios y las actitudes intelectuales y políticas orientados positivamente a la cuestión negra en Brasil se desarrollaron recién en el siglo XX. Durante el siglo XIX hubo toda una literatura abolicionista que, no obstante, trató a los negros como un problema, homogeneizado por la esclavitud como mácula.Es cierto que Nina Rodrigues, pionero de los estudios africanos en el país, trabajaba en el tema desde el final del siglo XIX, y en 1900 publicó en el Jornal do Commércio aquello que sería posteriormente el capítulo de su libro póstumo Os africanos no Brasil [Los africanos en Brasil ], de 1933. Allí figura en epígrafe la advertencia que Sylvio Romero hiciera en 1888 ?año de la Abolición de la Esclavitud en Brasil? con relación a la urgencia de que los estudios en el país se abocasen a la cuestión de los negros: “[…] África está en nuestras cocinas, tal como América lo está en nuestras selvas, y Europa en nuestros salones […] Que los expertos se apuren, pues los pobres mozambiques, benguelas, monjolos, congos, cabindas y cazangas… están muriendo…”
La adopción de ese epígrafe sintetiza muy bien las contradicciones entre las actitudes que signaron la obra de ese médico e intelectual proveniente del estado de Maranhão en Bahía: Nina Rodrigues, un defensor de los valores culturales de los africanos en Brasil y de su derecho a la libertad de prácticas religiosas, se hermanaba no obstante con Sylvio Romero en la visión “científica” de la inferioridad racial del negro.”El criterio científico de la inferioridad de la Raza Negra nada tiene en común con la indignante explotación que de él hicieron los intereses esclavistas de los norteamericanos”, afirmaba éste en el citado libro. “Para la ciencia”, proseguía, “esta inferioridad no es más que un fenómeno de orden perfectamente natural, producto de la desigual marcha del desarrollo filogenético de la humanidad en sus diversas divisiones o secciones (…).”
En contraposición a los mitos
En 1941, M. Herskovits, autor de varios trabajos sobre la cultura afroamericana, publicó The myth of the negro past. Declaraba de entrada su intención de contribuir a “mejorar la situación interracial” en EE.UU., realizando investigaciones sobre la cultura de origen africano en ese país. Construía así un libro destinado a ayudar a comprender la historia de los negros, contraponiéndose a cinco “mitos” por ese entonces vigentes. El primero, que sostenía que los negros, al igual que los niños, reaccionan pacíficamente ante “situaciones sociales no satisfactorias”; el segundo, que indicaba que solamente los africanos más débiles fueron capturados, ya que los más inteligentes huyeron con éxito; el tercero, que los esclavos, como provenían de todas las regiones de África, hablaban diversas lenguas, habían salido de culturas diversas y habían sido dispersados por el país, no lograban establecer un “común denominador cultural”; el cuarto, que aunque los negros del mismo origen tribal lograsen en ocasiones mantenerse juntos en EE.UU., no lograban mantener su cultura, pues ésta era inferior a la de sus señores;y, el quinto, que “el negro es de este modo un hombre sin pasado”.
En el prefacio a la segunda edición de su libro, de 1958, Herskovits reconocería que muchas cosas habían cambiado desde 1941. El número de negros que rechazaba su pasado disminuía paulatinamente, y se transformaban las actitudes de los blancos con relación a los puntos de vista anteriores, lo que le permitía rematar diciendo: “El negro americano, al descubrir que tiene un pasado, adquiere una mayor seguridad de que tendrá un futuro”.La oposición entre el optimismo culturalista de Herskovits y el pesimismo cientificista de Nina Rodrigues obedece entre otras cosas al propio cambio de los paradigmas teóricos en el tratamiento de los africanismos en América, al descrédito científico en que había terminado cayendo la frenología lombrosiana, que tanto signaba la postura intelectual del médico y de muchos otros en Brasil, incluso de Euclides da Cunha en Los sertones.
De cualquier manera, la simpatía de Nina Rodrigues por la cultura de los pueblos africanos que fueron traídos al país como esclavos, los procesos referentes a sus adecuaciones, transformaciones e influencias, producto de la interacción con los otros elementos constitutivos de esa nueva realidad, fue lo que sobrevivió a su modismo positivista. Y ejerció en el etnólogo que en él también convivía la influencia más importante para el desarrollo de los estudios del negro en Brasil a comienzos del siglo XX.
En esa línea, muchos fueron sus seguidores o admiradores, en particular, los casos de Artur Ramos y Edison Carneiro, aun cuando se contraponían en diferencias teóricas y metodológicas, o cuando se alineaban en las disputas regionales por la primacía de lo auténtico de las manifestaciones culturales africanas en Brasil.Eso es lo que sucede por ejemplo en el artículo “El Congreso Afro-brasileño de Bahía”, publicado en 1940, en el que Edison Carneiro desparrama elogios al mencionado encuentro, realizado en 1937, y lo contrapone al Congreso de Recife de 1934, siguiendo el criterio de la mayor o menor pureza de los ritos y ceremonias presentados: “Esta conexión inmediata con el pueblo negro, que fue la gloria mayor del Congreso de Bahía, le imprimió al certamen un colorido único”, tal como lo previera Gilberto Freyre. Artur Ramos, en carta que me escribiera sobre una entrevista concedida al Diário de Pernambuco, decía: “El material de allí, que [Gilberto Freyre] juzga ser tan solamente pintoresco, constituirá precisamente la parte de mayor interés científico. El Congreso de Recife, que llevó a los babalorixás con su música al escenario del Santa Isabel, puso en jaque la pureza de los ritos africanos. El Congreso de Bahía no incurrió en ese error. Todas las ocasiones en las que los congresales entraron en contacto con las cosas de los negros lo hicieron en su propio medio de origen, en los candomblés, en las ruedas de samba y de capoeira”.
Una visión sociológica
Edison Carneiro, en su artículo “Nina Rodrigues”, de 1956, reconoció sus méritos “a pesar de las críticas” especialmente el de haber planteado un método comparativo para el estudio de los comportamientos de los negros en Brasil y en África – del cual tanto él como Artur Ramos son herederos. “Las lenguas, las religiones y el folclore eran elementos de esa comparación, a la que la historia le daba la perspectiva final. El negro adquirió de esta manera su verdadera importancia ante la sociedad brasileña”, dice Carneiro. Compárese lo dicho en ese último período de la cita de Edison Carneiro con la observación de Herskovits sobre el pasado y el futuro del negro americano, y se sabrá en qué medida, objetivamente, los propósitos político-intelectuales de estos autores eran coincidentes; por supuesto, teniendo en cuenta las diferencias entre la sociedad estadounidense y la sociedad brasileña.
Tanto en un caso como en el otro, se trataba de reencontrar la historia del negro por la vía de la valorización de su cultura, en África y en el país de destino, comparándola en ambas situaciones, y haciéndola llegar en tales casos a EE.UU., a Brasil o adonde quiera que fuera, por la puerta de la dignidad y la distinción que el pasaporte de los ritos, las lenguas y la complejidad cultural de sus orígenes le confería.Ésa fue la fase heroica de los estudios del negro en Brasil. Fase que culmina más o menos en 1950, de acuerdo con Edison Carneiro, con lo que se inicia la llamada fase sociológica, tal como puede leerse en su artículo programático “Los estudios brasileños del negro”, de 1953: “Si bien el negro con su presencia alteró ciertos rasgos del blanco y del indígena, sabemos que éstos, por su parte, transformaron toda la vida material y espiritual del negro, y éste hoy en día representa tan solamente a un 11% de la población (1950), utiliza la lengua portuguesa y olvida en la práctica sus antiguas vinculaciones tribales para interesarse por los problemas nacionales como un brasileño cualquiera. Todo esto significa que debemos analizar lo particular sin perder de vista lo general (…), teniendo siempre presente la antigua constatación científica de que la modificación de la parte implica una modificación del todo, así como cualquier modificación del todo redunda en modificaciones de sus partes”.
Se afirmaba así, en particular con los trabajos de Florestan Fernandes, Octavio Ianni y Fernando Henrique Cardoso, en la llamada Escuela Sociológica de São Paulo, una nueva tendencia de estudios orientados hacia el análisis de la estructura de clases en el país, y en ésta, hacia la historia del negro, primero como esclavo y luego como trabajador libre marcado con el estigma del prejuicio de color. Como escribimos en el libro Cafundó – A África no Brasil, en coautoría con Peter Fry, y con la colaboración de Robert Slenes, al romanticismo de la fase teórica le sigue un realismo de inspiración sociológica, de fondo social y aspiración socialista. En resumen, el movimiento de estos estudios podría caracterizarse en una primera instancia por su énfasis cientificista; el culturalismo dominaría la segunda fase y la visión sociológica, la tercera.
Las repercusiones en el movimiento negro – Estos tres momentos contribuyen para la comprensión de las diferentes fases por las que pasó el movimiento negro durante el siglo XX, desde el punto de vista de sus luchas, sus reivindicaciones y sus banderas, y de las explicaciones científicas, culturales y sociológicas que fundamentan el énfasis de sus acciones políticas. Así, en los años 1920, las propias organizaciones negras reflejaban la visión de que el principal problema de la población negra en Brasil estaba en ella misma, dadas las precarias condiciones de su educación formal, la debilidad de sus organizaciones y su consiguiente falta de habilidad para competir en la disputa en el mercado de trabajo; y a todo esto se le sumaba el “prejuicio de color”, que obstruía la integración social y discriminaba al negro en el seno de la sociedad. La democracia racial, como ideal político y social programático, concomitante a la redemocratización del país, en 1945, y coincidente con el final de la Segunda Guerra Mundial y la victoria de los países aliados sobre el nazifascismo, hizo propicio el desarrollo de acciones en el campo educativo, cultural e incluso psicoanalítico – como en el caso del Teatro Experimental del Negro de Río de Janeiro -, que a través de diferentes organizaciones tenía como objetivo reforzar el sentimiento – cuando no despertarlo – de orgullo de ser negro, para de ese modo contribuir capacitándolo para enfrentar a su peor enemigo en la sociedad: el prejuicio racial, un agente también perturbador del progreso integrado del país en la comunión de razas, credos y diferencias.
Este movimiento refleja así las características propias de la segunda fase de los estudios del negro en el país. La transformación de la democracia racial de ideario político en mito y en ideología, y, por lo tanto, en herramienta de ilusionismo social, se dará a partir de los años 1970: quizás uno de los hechos más importantes de esta nueva tendencia y postura es la fundación del Movimiento Negro Unificado en 1978, en São Paulo.
No será difícil identificar en este momento aspectos coincidentes con los que se encuentran en la línea sociológica de los estudios del negro, debido a que la gran responsabilidad por la situación de exclusión del negro radica a decir verdad en la estructura de dominación de la sociedad por parte dele stablishment blanco, consolidado en el gobierno y difundido en la sociedad civil. Se pasa pues de la democracia racial, integradora y generadora de plenos derechos, a la denuncia de una dominación real, asentada sobre la base de un racismo difuso y poderoso.
Acciones afirmativas
Lo que perdura hasta los días actuales en la historia de los estudios y de los movimientos negros en Brasil tiene que ver, grosso modo, con las características de las diferentes fases de su evolución. En 1988, año del centenario de la Abolición de la Esclavitud, se promulgó la nueva Constitución de la República Federativa de Brasil. En ésta, y como resultado de las luchas por los derechos civiles de los negros, quedó consagrado, en el Título II De los derechos y garantías fundamentales, Capítulo I De los derechos y deberes individuales y colectivos, Artículo 5º “Todos son iguales ante la ley, sin distinción de ninguna naturaleza, garantizando a los brasileños y a los extranjeros residentes en el país la inviolabilidad del derecho a la vida, a la libertad, a la igualdad, a la seguridad y a la propiedad”, en los términos siguientes: Inciso XLII “la práctica del racismo constituye un delito inafianzable y imprescriptible, sujeto a pena de reclusión en los términos de la ley”.
La reglamentación de dicho inciso llegó a continuación con la Ley nº 7.716, del 5 de enero de 1989, modificada por la Ley 008.882, del 3 de junio de 1994, y nuevamente modificada el 13 de mayo de 1997, por la Ley nº 9.459, que añadió también al Artículo 140 del Código Penal un dispositivo referente al delito de injuria por utilización de “elementos referentes a raza, color, etnia, religión u origen”, fijando una pena de “reclusión de uno a tres años y multa”. El paso siguiente sería el de las acciones afirmativas, cuyo modelo podía buscarse en los EE.UU. de los años 1960, y, más recientemente, en el gobierno de Nelson Mandela, en Sudáfrica.Entonces sí, en una cuarta fase, se opera un cambio importante en el paradigma clásico de los estudios y de los movimientos negros en Brasil, aunque el mismo sea producto también de las grandes transformaciones que el mundo contemporáneo atraviesa en la economía, la política y la cultura, sobre todo a partir de 1989, con la consolidación del fenómeno de la globalización. Se deja de lado el ideal del Brasil mestizo para proceder a las acciones en pro del reconocimiento étnico-racial de los negros.
En tal sentido, Antonio Sérgio Alfredo Guimarães, en su artículo intitulado “El acceso de los negros a las universidades públicas”, de 2002, observa que “en los primeros tiempos, desde 1995 y hasta hace muy poco, la reacción de la sociedad civil, representada por sus intelectuales y por los medios masivos de comunicación, fue abrumadoramente contraria a la adopción de políticas de cuño racialista”. Guimarães recuerda que el movimiento negro y los pocos intelectuales blancos que las defendían quedaron aislados políticamente, bajo la acusación de dejarse colonizar por los valores norteamericanos. “Así, los que por ventura tenían sólidos intereses en el mantenimiento de las desigualdades encontraron aliados, cuyos motivos eran puramente ideológicos, gente que veía en las políticas volcadas preferentemente a los negros la penetración del “multiculturalismo” y del “multirracionalismo” de extracción anglosajona en Brasil.”
Para doblegar las resistencias
Brasil ha avanzado bastante en los últimos años con relación a los escenarios de movilidad social, desarrollo personal, formación profesional y de posibilidades de competencia de los hombres y mujeres negras en el mercado de trabajo. Pero se debe avanzar mucho todavía, y muchas resistencias deben romperse entre los intelectuales y la sociedad civil; esto si se consideran los datos de 2001 de la investigación del programa “El color de Bahía/ UFBA” y del I Censo Étnico Racial de la USP y el IBGE, por ejemplo. De acuerdo con dichos datos, en la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), el número de alumnos blancos corresponde al 76,8%, y el de negros, al 20,3%, para una población negra en el estado del 44, 63%; en la Universidad Federal de Paraná (UFPR), los blancos llegan al 86,6%, los negros, al 8,6%, para una población negra del 20,27%; en la Universidad Federal de Maranhão (UFMA), los blancos corresponden al 47%, los negros, al 42,8%, y la población negra en el estado, al 73,36%; en la Universidad Federal de Bahía (UFBA), el 50,8% es de blancos, un 42,6% negros y un 74,95% es la población negra del estado; en la Universidad de Brasilia (UnB), blancos equivalen al 63,74%, y negros, al 32,3%, siendo que el Distrito Federaltiene una población negra del 47,98%; en la Universidad de São Paulo (USP), los alumnos blancos corresponden al 78,2%, los negros, al 8,3%, y el porcentaje de la población negra en el estado es del 27,4%.
Así, se observa que el déficit producido por esas diferencias es bastante desfavorable a los negros en los estados donde se encuentran las citadas universidades. Con todo, pueden notarse avances, especialmente en el gobierno, con relación a la adopción de acciones afirmativas, entre las cuales se encuentra el abandono oficial de la doctrina de la “democracia racial” desde la Conferencia Mundial Contra la Discriminación Racial, realizada en Durban, Sudáfrica, sumada a la institución de cupos de empleo en varios ministerios y servicios, al margen de la creación de programas orientados hacia los derechos humanos, la formación profesional y el reconocimiento del derecho al título de propiedad de tierras remanentes de quilombos [refugios de los esclavos fugitivos], entre otros. Los cupos en las universidades desempeñan un rol estratégico en esa lucha por la igualdad de oportunidades, y forman parte de un conjunto mayor de acciones afirmativas que tienden por suerte a crecer cada vez más en nuestra sociedad. Algunas páginas de novelas y crónicas de Machado de Assis muestran situaciones que delinean, en rasgos de una atenta observación crítica, las relaciones sociales entre los blancos señores y los negros esclavos o libertos, y muestran, con levedad de estilo y sensibilidad, la naturaleza compleja y el peso de los problemas que esa sociedad esclavista legaría a las generaciones futuras en Brasil.
Retomo acá una crónica del libro Bons dias [Buenos días ], del 26 de junio de 1888, que registró, con la fina ironía propia del autor, y con el cinismo oportunista característico de muchos de sus personajes, una situación reveladora delethos de los señores, al day after del acto legal de la Abolición. Transcurrido más de un mes después de la Abolición, nuestro cronista ficticio arquitecta maneras de obtener réditos económicos y no solamente políticos de la nueva situación. Como un Tchitchikof de los trópicos, trata de comprar “tal como en la novela Almas muertas, de Gogol” en este caso esclavos libertos, con documentos fechados antes del 13 de mayo, para así poder “vendérselos” al poder público, como resarcimiento por las “pérdidas” ocasionadas por la Abolición.
“Suponga el lector que poseía doscientos esclavos al día 12 de mayo, y que los había perdido con la ley del 13 de mayo. Llegaba yo a su establecimiento y le preguntaba:
– ¿Sus libertos permanecieron todos?
– No, solamente la mitad; se quedaron cien. Los otros cien se dispersaron; me consta que andan por Santo Antônio de Pádua.
– ¿Quiere usted que los vendamos?
Para espanto del lector; me explico:
– Venderlos a todos, tanto a aquéllos que se quedaron como a los que huyeron.
Y el lector, asombrado:
– Pero, señor, qué interés puede tener usted…
– Eso no le debe importar a usted. ¿Los vendemos?
– Los libertos no se venden.
– Es cierto, pero la escritura de venta tendrá la fecha del 29 de abril; y, en ese caso, no fue usted quien perdió a sus esclavos, fui yo. Los precios indicados en la escritura serán los de la tabla de la ley de 1885; pero yo realmente no doy más de diez mil-réis por cada uno.”
Machado de Assis, a quien el crítico norteamericano Harold Bloom considera el “mayor literato negro surgido hasta el presente”, nos dejó un legado artístico sin igual en Brasil y en la literatura universal de todos los tiempos. Gracias a él pudimos conocer mejor la sociedad imperial brasileña, y con él entramos al atrio de los conflictos de la sociedad republicana que se anunciaba, sin historicismo, sin sociologismo, sin programatismo panfletario.Con el legado estético; con el legado ético. Y forma parte de éste, con la misma discreta perspicacia, el registro de situaciones de puro ejercicio de dominación señorial de los blancos con relación a los negros, o de burlesca astucia negociante de aquéllos que se han habituado a intentar sacar ventaja en todo, tal como sucede en las dos crónicas aquí mencionadas.
Es una situación históricamente datada. Con todo, debido a su propia historicidad que le imprime concretud, no deja de remitirnos a la fuerza explicativa del paradigma social que muestra.Y, contra la permanencia de ese modelo de relaciones sociales, constituido en la tradición patriarcal blanca de la sociedad brasileña, se hizo el esfuerzo intelectual y político – caracterizado en las diferentes fases de su evolución y transformación, tal como las presentamos – para romper con éste y para superarlo definitivamente.Las acciones afirmativas del movimiento negro y las políticas públicas de su afirmación en Brasil constituyen una etapa contemporánea del largo proceso histórico. Y los cupos en las universidades públicas, una parte estratégica de ese movimiento.
Carlos Vogt es poeta, lingüista, presidente de la FAPESP, coordinador del Laboratorio de Estudios Avanzados en Periodismo de la Unicamp y vicepresidente de la Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia – SBPC.
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