La 6ª Conferencia Mundial sobre Integridad Científica, que tuvo lugar en Hong Kong, China, entre el 2 y el 5 de junio, cambió de lugar el eje del debate sobre la ética en el ámbito de la investigación científica. En lugar de abordar cuestiones directamente relacionadas con el problema, tales como la lucha contra el plagio, la falsificación, el fraude o la necesidad de asegurar la capacitación en buenas prácticas entre estudiantes e investigadores, la reunión se centró en la fiabilidad de la ciencia y la influencia de los procesos de evaluación en casos de mala conducta. La idea es que los sistemas de recompensa de los investigadores, todavía muy basados en indicadores cuantitativos de rendimiento y en un conjunto limitado de actividades científicas, fomentan comportamientos nocivos, que van desde el ímpetu de publicar en revistas de baja calidad para poder aumentar la producción individual, hasta en sesgar resultados para reforzar el impacto de los trabajos científicos. “Es importante cambiar la forma de evaluar la investigación”, afirmó en entrevista a la radio pública alemana Deutschlandfunk, el epidemiólogo Lex Bouter, copresidente de la conferencia y rector de la Universidad Libre de Ámsterdam entre 2006 y 2013. Según Bouter, el énfasis en criterios de evaluación, tales como el número de publicaciones y citas, es un generador de distorsiones. “Otras actividades, que también son importantes para la investigación, terminan no siendo contempladas. Este comportamiento envía un mensaje erróneo y crea pésimos incentivos.”
Para orientar los debates en la conferencia, los organizadores anunciaron el bosquejo de un documento cuya versión final será presentada a la brevedad. El Manifiesto de Hong Kong propone cinco principios a tener en cuenta a la hora de promover a los investigadores y evaluar sus contribuciones. El primero consiste en reducir el peso de las métricas cuantitativas, tales como la cantidad de artículos, el índice-H de los científicos o el factor de impacto de las revistas, y valorar las prácticas que al mismo tiempo promueven la integridad y la calidad de la investigación. Un ejemplo de estas prácticas, dice el manifiesto, es el registro público de los protocolos de investigación para que las premisas y la realización de los estudios sean conocidos de forma transparente, reforzando la confianza en los resultados.
El segundo principio es reconocer los esfuerzos de los investigadores que revelan todos los hallazgos de sus experimentos, incluyendo los fracasos. El hábito de publicar sólo los resultados que funcionaron genera un panorama parcial de los desafíos a los cuales se enfrenta el investigador, lo que hace que quienes tratan de reproducir la experiencia no siempre consigan llegar a las mismas conclusiones. Entre las prácticas que deben valorarse se incluyen desde la divulgación de resultados preliminares en repositorios de preimpresiones, a través de las cuales los hallazgos pueden someterse al escrutinio de una amplia gama de especialistas en el tema antes de su publicación, hasta la publicación de informes registrados, papers que presentan métodos y planes para el análisis de una investigación aún no iniciada, pero que fueron evaluados por sus pares. Las revistas especializadas en estos informes se comprometen a publicar los resultados finales, aunque sean nulos, lo cual permite comparar la ambición del proyecto con los resultados obtenidos.
Los demás principios se ocupan de la necesidad de hacer que la ciencia sea más abierta, ampliando el intercambio de datos de pruebas y experimentos; de la apreciación de un conjunto más amplio de actividades científicas, como el trabajo de replicar estudios realizados por otros investigadores; y del reconocimiento de tareas esenciales, como la revisión por pares y la tutoría de estudiantes y jóvenes investigadores.
Según Sonia Vasconcelos, investigadora del programa de educación, gestión y difusión en Biociencias del Instituto de Bioquímica Médica de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), el manifiesto actualiza la preocupación por la adopción de métricas de evaluación responsables, que ya había sido descrito en documentos anteriores, como la Declaración de San Francisco sobre Evaluación de la Investigación (Dora), de 2012. “No obstante, existe en la actualidad una mayor tendencia en este sentido y el documento es más enfático en lo que se refiere a la responsabilidad de los organismos de financiación, con el fin de valorar las prácticas que deben ser mejor representadas y explicadas en las reglas creadas para solicitar becas y financiación”, dice Vasconcelos, quien presentó en Hong Kong un estudio sobre el papel de los autores correspondientes en la construcción de una cultura responsable de atribución de autoría en países emergentes en la ciencia. En 2015, Vasconcelos coordinó la organización local de la 4ª edición de la Conferencia en Río de Janeiro.
Olavo Amaral, investigador de la UFRJ, quien presentó en la conferencia el proyecto de la Iniciativa Brasileña de Reproducibilidad, señala que el cambio en el eje de las discusiones sobre la integridad científica ha evolucionado en los últimos años: “El campo de la integridad científica fue estructurado en torno a la discusión sobre la mala conducta, es decir, sobre los científicos que burlan las reglas. Pero cada vez está más claro que la mayoría de las distorsiones corren por cuenta de los investigadores que actúan según las normas e incentivos existentes, y tal vez el problema se encuentre en el hecho de que estos incentivos no favorecen la construcción de una ciencia confiable”.
Ocho investigadores brasileños participaron en la 6ª Conferencia Mundial de Integridad Científica en Hong Kong, un contingente inferior al registrado en ediciones anteriores del mismo evento. En Ámsterdam, en 2017, había 20 brasileños, y en Río de Janeiro, en 2015, más de 200. Sin embargo, algunos trabajos lograron repercusión. La biomédica Mariana Dias Ribeiro fue una de los tres galardonados en el Doctoral Forum, una sesión de la jornada en la que los estudiantes de doctorado le presentan sus proyectos a una mesa de especialistas y registran sus comentarios y recomendaciones. Estudiante de doctorado en el programa de educación, gestión y difusión en Biociencias del Instituto de Bioquímica Médica de la UFRJ, Dias Ribeiro tiene la intención de realizar una evaluación sobre el impacto de las retractaciones de artículos científicos en la carrera de sus autores. Se propone seleccionar una muestra dentro de un universo de 2.000 investigadores del área biomédica que tuvieron artículos retractados y los entrevistará para saber qué tipo de repercusiones negativas tuvo en sus vidas académicas, si perdieron alumnos, empleos o financiación. El proyecto deberá estar terminado en 2022. “Fue muy importante haber podido presentar el proyecto en su etapa inicial y lograr un feedback positivo. La mesa de expertos evaluó que mi iniciativa era positivamente ambiciosa”, afirma Ribeiro, quien es dirigida en su investigación por Sonia Vasconcelos, de la UFRJ.
También obtuvo un impacto positivo la presentación del médico Olavo Amaral, investigador de la UFRJ, sobre la Iniciativa Brasileña de Reproducibilidad. Se trata de un proyecto que busca reproducir los resultados de hasta 100 experimentos en ciencias biomédicas descritos en artículos científicos desarrollados por brasileños. “El trabajo fue muy elogiado después de la presentación en la Conferencia y se observó el amplio espacio de diálogo con iniciativas y resultados de otros grupos en varios países”, dijo Sonia Vasconcelos. La enfermera Fafaelly Stavale, estudiante de maestría en la Universidad de Brasilia (UNB), presentó los resultados de un análisis de publicaciones en el área de ciencias de la salud que tuvieron retractaciones, entre 2004 y 2017, y que contaban entre sus autores a investigadores pertenecientes a instituciones brasileñas. Stavale identificó 65 artículos y encontró que la mayoría fue retractada por mala conducta: el 60% fue por casos de plagio. También observó que algunos de estos artículos todavía estaban disponibles en bases de datos sin ninguna advertencia sobre su retractación: el 63% de ellos continuaron siendo citados incluso después de haber sido cancelados. Los resultados fueron publicados en abril por la revista PLOS ONE. “Estoy trabajando para convertir el estudio en un proyecto de doctorado para evaluar por qué esos investigadores se involucraron en situaciones de mala conducta y hasta qué punto entienden la gravedad de la misma”, explica la investigadora.