Las vacunas son reconocidas desde hace ya mucho tiempo como una de las medidas de mayor costo-beneficio en el área de salud. Por tal motivo, la ventaja de su desarrollo no requiere mayor justificación. Tras el descubrimiento fundamental de Pasteur, surgieron diversos inmunizantes contra numerosos patógenos, principalmente bacterianos y virales. Luego de un largo período en el cual hubo un surgimiento esporádico de nuevas vacunas, se ha iniciado un nuevo período de crecimiento en el área. Este resurgimiento se debe, entre otros factores, al desarrollo tecnológico y al aumento del conocimiento de la patogénesis.
La mayor parte del conocimiento básico que hizo posible este avance fue producido en el ámbito público, en universidades e institutos de investigación. Pero el proceso de desarrollo de vacunas que llegan hasta el público fue llevado adelante por la industria farmacéutica. Este aspecto restringe el espectro de nuevas vacunas disponibles, pues está limitado por las características del mercado y a la posibilidad de retorno financiero de la inversión realizada. Recientemente, el Institute of Medicine de Estados Unidos realizó un estudio sobre la prioridad de vacunas para los estadounidenses del siglo XXI. La elección tuvo en cuenta las enfermedades de importancia primordialmente doméstica.
En 1985, los países ricos utilizaban, de manera rutinaria, siete vacunas en sus esquemas de inmunización, mientras que los países pobres usaban seis. En el año 2000, los pobres pasaron a usar siete vacunas, y los ricos, 12. Esos aspectos reflejan la necesidad de la existencia de planes nacionales que contemplen la realidad de cada país o región. Es necesario considerar los objetivos de la Global Alliance for Vaccines and Immunization (Gavi). Esta iniciativa tiene por objeto garantizar el uso amplio de las vacunas existentes y estimular su desarrollo contra las enfermedades responsables por los altos índices de mortalidad en los países más pobres. La Gavi orienta sus prioridades hacia países más pobres que Brasil, lo hace que nuestro panorama de necesidades no sea contemplado.
Entretanto, Brasil reúne condiciones como para contribuir de manera más activa para mejorar la situación actual. El expresivo crecimiento del país en la producción de conocimiento y en la formación de investigadores es una garantía de que puede tener un desempeño prominente en el sector. Actualmente, Brasil no asume el papel que le cabe por diversas razones. La ausencia de un programa de incentivo al conocimiento básico en las enfermedades de interés, y el desarrollo de una tecnología en vacunología son algunas de ellas. Los grupos de investigación clínica, en gran medida, obedecen a una agenda dictada por la gran industria internacional, ya sea debido a la escasa demanda interna o por la falta de estímulo y coordinación por parte de las agencias gubernamentales.
Un plan de desarrollo de vacunas a lo largo y ancho de Brasil es posible y necesario. Pero será esencial tener el debido cuidado con la protección de la propiedad intelectual e industrial, y los mecanismos orientadores de esas acciones precisan ser difundidos y facilitados. La formación de equipos multidisciplinarios, más allá de los equipamientos adecuados de las unidades de test – en modelos experimentales o por medio de ensayos clínicos -, debe ser estimulada. No obstante, y más importante que las iniciativas aisladas para la corrección de las fallas, se hace necesaria la integración de todas las medidas. Sin un plan global que contemple todos los aspectos, estaremos embarcándonos en un nuevo esfuerzo inútil.
Manoel Barral-Netto es profesor titular de Patología, director de la Facultad de Medicina de la Universidad Federal de Bahía y miembro titular de la Academia Brasileña de Ciencias.
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