Guilherme KramerCuando el liberalismo empezó a hacer agua en Sudamérica y los líderes de centroizquierda asumieron los gobiernos de diversos países, la “percepción de riesgo” pasó a pautar la formulación de las políticas estadounidenses para el continente. En el caso de Brasil, este pragmatismo adquirió un cariz de “interés benévolo”, sin por ello traducirse en una agenda política efectiva. “Las iniciativas estadounidenses para la región se han mostrado más reactivas que proactivas: responden a circunstancias específicas y raramente se basan en análisis abarcadores”, afirma Tullo Vigevani, de la Universidade Estadual Paulista (Unesp) y coordinador del Instituto Nacional de Ciencia y Tecnología para Estudios sobre Estados Unidos (INCT/ Ineu).
Hay quienes celebren el relativo distanciamiento de Washington, teniendo en cuenta un pasado reciente fuertemente intervencionista. Pero esta relativa euforia debe sopesarse con los nuevos riesgos. Incluso con cuestiones relativas a los desentendimientos en la propia región, ya que existe a su vez el potencial de exasperación de rivalidades entre Estados –como en el conflicto que opuso a Colombia con Ecuador y con Venezuela– o de inestabilidad, como en el caso de Bolivia.
El monitoreo sistemático de las políticas estadounidenses puede constituir un ejercicio revelador, dada la centralidad de EE.UU. en el escenario mundial y, particularmente, en el sudamericano. En el caso del INCT/ Ineu, estos análisis se han materializado en ocho tesis doctorales y 20 tesinas de maestría, y otras en marcha; compilaciones; innumerables artículos; muchos informes diarios; boletines quincenales y, por supuesto, diversos cursos. Y eso sin mencionar al Observatorio Político de Estados Unidos (Opeu), un portal electrónico y un banco de datos sobre la política interna y exterior de Estados Unidos que el año pasado registró un total de 24 mil accesos, y, durante los primeros meses de este año, un promedio mensual de tres mil visitantes. Sin la pretensión de competir con la prensa, el Opeu creó un canal de difusión de información y de contenido analítico sobre eventos significativos. “Mediante este instrumento de observación, esperamos difundir información y conocimiento calificado sobre un país cuyas políticas impactan fuertemente en el escenario internacional”, explica Vigevani.
Constituido como un Instituto Nacional de Ciencia y Tecnología a finales de 2008, el Ineu congrega a ocho universidades brasileñas, a las que se suma el Centro de Estudios de Cultura Contemporánea (Cedec), con un total de más de 50 investigadores. A ejemplo de otros INCTs, el Ineu cuenta con el apoyo del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq) y de la FAPESP.
La idea de crear un instituto de estudios sobre las relaciones exteriores de Estados Unidos surgió a partir de la constatación de que, pese a la intensa exposición de los brasileños a los productos de la cultura norteamericana, poco se sabía sobre aquel país. “Los elementos de información disponibles no se organizaban en conjuntos estructurados y significativos. Casi siempre eran estereotipados: positivos o negativos”, justifica Vigevani, haciendo hincapié en los objetivos del instituto. La carencia de reflexión –o la “irreflexión” como prefiere decir– es el resultado sólo en apariencia contradictorio de la sensación de familiaridad o cercanía provocada por la sobrecarga de información sobre EE.UU. “La sorpresa no se produce; la duda, que es la madre del conocimiento, no llega a brotar”. Y lo que es peor: “Usamos a Estados Unidos como modelo para detectar nuestras propias características, para medir nuestras insuficiencias y para definir la figura del ser colectivo al que aspiramos a transformarnos”, se describe en el documento de presentación del proyecto del Ineu.
Guilherme KramerUna paradoja asimétrica se ha instalado del otro lado: varios centros de estudios estadounidenses se abocan al análisis de la economía, la política, la cultura y la sociedad latinoamericana; pero, en la práctica, el gran público ignora la realidad latinoamericana. “Analizan esas informaciones con categorías propias de su cultura y de su sociedad, lo que genera una forma de desconocimiento diferente, pero no por ello menos grave”, evalúa Vigevani.
El interés por Estados Unidos como objeto de investigación empezó hace algunos años, con la publicación de obras importantes de autores nacionales y con la constitución de grupos de investigación relacionados con diferentes aspectos de la política y de la sociedad norteamericana. A finales de los años 1990, por ejemplo, docentes de la Unesp –Vigevani entre ellos–, de la Universidad de Campinas (Unicamp), de la Universidad de São Paulo (USP) y del Cedec crearon un grupo de estudios sobre las relaciones internacionales estadounidenses, apoyado por la FAPESP bajo la forma de Proyecto Temático, coordinado por Sebastião Velasco e Cruz. El foco era en ese caso la exportación de ideas liberales hacia los países en desarrollo. Ese mismo grupo –ampliado con la participación de investigadores de las universidades federales de Santa Catarina (UFSC), de Uberlândia (UFU), de Paraíba (UFPb) y de Piauí (UFPI), y de la Universidad Estadual de Paraíba (UEPB)– se ha reunido ahora en el INCT/ Ineu. “Se han creado asignaturas de estudios sobre Estados Unidos en programas de posgrado, en particular en el Programa de Posgrado en Relaciones Internacionales San Tiago Dantas (Unesp, Unicamp y PUC-SP)”, subraya Vigevani.
El instituto está organizado en cuatro grandes áreas temáticas. La integración y la crisis en Sudamérica y la política de Estados Unidos para la región es una de éstas. El objetivo es examinar el panorama sudamericano en una doble dimensión: evaluar su interacción con la política exterior de EE.UU. y la dinámica política y económica de los países de la región. Los proyectos de investigación se orientan según una misma “hipótesis general”: el desarrollo de iniciativas independientes de la influencia estadounidense es favorecido por la emergencia de nuevos polos de poder en el escenario global –China, la India y Rusia– y por el rol secundario de América del Sur en la agenda internacional norteamericana. “Históricamente, la autonomía política y económica en Sudamérica ha avanzado siempre durante los períodos en que Estados Unidos le adjudicó poca importancia a la región”, explica Vigevani.
Las otras áreas temáticas estudiadas son la política de seguridad norteamericana, la política económica internacional y el rol de Estados Unidos en la estructura de gobernanza global. En lo que hace a este último aspecto, Vigevani endosa el análisis de Benjamin Cohen, de la Universidad de California en Santa Bárbara, quien participó en uno de los seminarios organizados por el INCT-Ineu en Florianópolis, que apunta que, efectivamente, la hegemonía norteamericana en el plano internacional está siendo “lentamente corroída”. “Están surgiendo alternativas. Hay una canasta de monedas que debilita el rol del dólar. Pese a la crisis, el euro avanza. Pero hace una salvedad: el dólar es todavía más importante que la moneda china o la japonesa”. Este proceso no es exclusivo del plano económico: la corrosión de la hegemonía, según Cohen, se registra en todas las áreas. “Recientemente, José Graziano da Silva fue elegido para ocupar el cargo de director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y no era el candidato de Estados Unidos. En la ONU, la política norteamericana no siempre se impone, y el país tampoco tiene ya la misma fuerza cuando se trata de plantear modificaciones al Fondo Monetario Internacional (FMI).”
Incluso el dominio militar se ve desgastado por el nuevo tipo de guerra. “Vea los desastres militares de Vietnam, Irak y Afganistán”, ejemplifica. “Son fricciones en las cuales las viejas formas de poder no logran imponerse”. En el caso específico de Afganistán, los estudios han demostrado una fuerte contradicción entre los militares y los formuladores de política. “Estados Unidos no logra establecer estrategias definitivas, pero la acción del presidente Barack Obama parece orientarse hacia el retiro de aquel país, incluso considerando que parte de la opinión pública estadounidense es adepta a las posturas fuertes.”
Fue en medio de la crisis del “americanismo” en el exterior, y la peor crisis económica desde 1929, cuando Obama fue electo presidente, señala Reginaldo Moraes, de la Unicamp, en el artículo intitulado Obama, obamismo – orígenes, futuro y límites, publicado en el sitio del INCT/ Ineu. Obama llevó a las urnas a segmentos y grupos que “aparentemente”, como él dice, se habían refugiado en los movimientos sociales y comunitarios, “una multitud de jóvenes” ávida de cambios. Contra los “cambistas”, se movilizan los conservadores, “aquéllos que temen que los cambios sean más grandes que lo posible, que es algo que ellos identifican con aquello que consideran deseable”. La clave de la cuestión radica en “la conexión entre las fuerzas de cambio internas en Estados Unidos –que en gran medida gravitan en torno de Obama, pero no solamente– y las fuerzas de cambio externas: los gobiernos y los movimientos sociales”, escribe Moraes. Con la mirada puesta en ese equilibrio, el INCT-Ineu sigue atentamente el comienzo de la campaña electoral estadounidense.
El Proyecto
Instituto de Estudios de las Relaciones Exteriores de Estados Unidos (nº 2008/57710-1) (2008-2014); Modalidad Proyecto Temático; Coordinador Tullo Vigevani – Unesp; Inversión R$ 1.125.321,05
Artículo científico
COELHO, J. C. Trajetorias e interesses: os EUA e as finanças globalizadas num contexto de crise e transição. Revista de Economia Política. v. 31, n. 5, p. 771-93, 2011.