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Ciencia

Predadores vulnerables

Delinean un plan que contempla estrategias destinadas a salvar a las rayas y los tiburones que habitan la costa brasileña

NOAARaya manta gigante: pese a la veda, la explotación persiste en Santa CatarinaNOAA

Los tiburones y las rayas son predadores de mares y ríos que habitan los ecosistemas brasileños y se las están viendo en dificultades. En las últimas dos décadas, la pesca excesiva ha catapultado a la lista de animales bajo amenaza de extinción a varios elasmobranquios – esa denominación abarca a los tiburones, las rayas y los cazones, que tienen como característica común su esqueleto, formado únicamente por cartílagos. Estudios realizados en Brasil dan asidero a la inclusión en esta lista de especies que otrora fueron bastante prevalentes en la costa nacional, como la raya Rhinobatos horkelii, el cazón picudo (Isogomphodon oxyrhynchus), el tiburón recorrecostas (Mustelus fasciatus), el pez sierra (Pristis spp.), el tiburón toro (Carcharias taurus) o el tiburón ángel (Scuatina spp). Estos animales tienen un crecimiento relativamente lento, tardan para llegar a la edad adulta y se reproducen con parsimonia. No existe ninguna justificación económica para el infortunio de los elasmobranquios. Es que son raras las especies que tienen valor económico, como es el caso de la raya Dasyatis marianae, vendida para uso ornamental en acuarios, o el tiburón marrón (Carcharhinus signatus), cuyas carne y aletas son apreciadas. En realidad, la inmensa mayoría de los tiburones y las rayas caen en poder de pesqueros que buscan otros blancos, como son los cardúmenes de atún. Una vez pescados, se los descarta. O si no, para no perder la oportunidad, los pescadores les arrancan las partes de algún valor: los dientes (usados como adornos) y las aletas de los tiburones (un ingrediente de sopas en países asiáticos) y luego arrojan sus restos nuevamente al mar.

Desde hace algunos años, un grupo de oceanógrafos e ictiólogos advierte sobre el exterminio de los elasmobranquios, pero ahora han surgido la posibilidad de plantear una estrategia destinada a asegurar la supervivencia de estas especies. Se trata del Plan Nacional de Acción para la Conservación y el Manejo de Peces Elasmobranquios de Brasil, que apunta una serie de medidas, como la moratoria de la explotación de algunas especies, el incremento del control de los barcos pesqueros y la erradicación de técnicas de pesca perjudiciales para los tiburones y las rayas. Este diagnóstico se basa en casi 200 artículos científicos. Ya ha sido elevado al Ministerio de Medio Ambiente, y es el resultado de dos años de trabajo de doce investigadores miembros de la Sociedad Brasileña para el Estudio de los Elasmobranquios (Sbeel), que trabajan en diferentes zonas de Brasil. El plan recomienda un esfuerzo de investigación destinado a conocer mejor la biología de estos peces y sus dinámicas poblacionales. En la costa brasileña se conocen 85 especies de tiburones y 55 de rayas. Este número, considerado modesto, sería el reflejo del aún vasto desconocimiento científico sobre los tiburones y rayas de Brasil. “Como los elasmobranquios no son  blancos directos de la pesca, el estudiarlos no es considerado prioridad por parte de los órganos de financiamiento”, dice la oceanógrafa Rosangela Lessa, docente de la Universidad Federal Rural de Pernambuco (UFRPE) y organizadora de este documento.

Los investigadores admiten que es difícil sensibilizar a las agencias de fomento y al público neófito acerca de la necesidad de preservar a ciertas especies que protagonizan películas de suspenso y de terror. Con todo, recuerdan, los tiburones y las rayas son importantes para la biodiversidad de los mares y los ríos. “Forman parte de la cadena alimentaria y, de eliminárselos, pueden producir un desequilibrio ecológico en cascada, cuyos ribetes ni siquiera podemos imaginar”, dice Ricardo Rosa, investigador de la Universidad Federal de Paraíba (UFPB). “Además ese estigma es infundado. De las más de 400 especies de tiburones, no más de una docena de ellas son realmente peligrosas.”

Entre las especies más perjudicadas, se destaca una variedad de la raya guitarra, la Rhinobatos horkelii, que es conocida por su tamaño aventajado, que llega a medir 1,3 metros de diámetro. Hasta comienzos de la década de 1980 era abundante en la costa de Río Grande do Sul. Hoy en día está críticamente amenazada. Entre 1985 y 1997 hubo una declinación del 85% de su población en la plataforma del sur de Brasil, debido a la pesca exagerada de otras especies. El plan de manejo es drástico con relación a la raya guitarra. Plantea la moratoria de la pesca, con prohibición de su comercialización en Brasil por tiempo indeterminado, hasta que los datos científicos muestren la recuperación de sus poblaciones.

Las costas de las regiones sudeste y sur de Brasil son las más afectadas, de acuerdo con el diagnóstico del plan de acción. En el sur, la expansión de la actividad pesquera empezó en 1947, con el desarrollo de una técnica capaz de capturar peces hasta a 50 metros de profundidad. La pesca de especies oceánicas comenzó en 1959, con el uso de espinel para la pesca del atún. El espinel o palangre es un instrumento de pesca bastante utilizado, que consiste en una línea principal unida a otras secundarias, dotadas de anzuelos destinados a fisgar a los peces. En 1998, la flota abocada a este tipo de pesca se orientó hacia algunos tipos de tiburones, debido a la valoración de sus aletas en el mercado internacional. Pero la carne no suele tener valor comercial. Por tal motivo, los pescadores les arrancan las aletas y devuelven a los animales al mar, a veces aún vivos. Como el control de la explotación suele darse en el desembarque de los pesqueros, esta práctica escapa a la fiscalización.

Un estudio llevado a cabo en 2000 por el investigador Carolus Maria Vooren, de la Fundación Universidad Federal de Río Grande (Furg), evaluó que la flota de barcos que se dedican a la pesca con espinel en el sudeste y en el sur fue responsable de la captura de 186 mil ejemplares de tiburones en 1997 – de los cuales 156 mil se descartaron en el mar, una vez que les retiraron las partes rentables. Este dato sugiere que el 83% de los tiburones capturados siquiera llegó a desembarcar. Entre los tiburones de gran porte, una de las mayores víctimas es el tiburón toro (Carcharias taurus), que ha desaparecido de las regiones sudeste y sur. Dos factores determinaron tal declinación. Como su distribución se restringía a la franja costera, la especie se ha vuelto vulnerable a la pesca en aguas playas. En segundo lugar, su fecundidad es baja, de tan sólo dos crías por vez, y esto obstaculiza su recomposición en un ambiente hostil. Otro abuso es la explotación de las rayas manta gigante (Manta birostris) en la costa del estado de Santa Catarina, que está prohibida.

En la región central de la costa brasileña, que abarca los estados de Bahía, Espírito Santo y Río de Janeiro, la pesca de tiburones y rayas tiene importancia económica, social y cultural. La carne de raya es codiciada para la preparación de guisos, y hay buzos que capturan animales vivos para venderlos como peces ornamentales. Las estadísticas apuntan una reducción de la población de estos peces en Bahía entre 1998 y 2002. En el caso de las rayas, el volumen se ha reducido del 6% al 2% del total de toneladas de pesca. Entre los cazones, la caída fue del 4,7% al 0,8%. Cerca de las regiones urbanas, el problema es la polución. En Baia de Todos os Santos hay registros de rayas guitarra del tipo Rhinobatos percellens capturadas con deformidades congénitas.

Flota arrendada – En la zona nordeste, lo más preocupante es la apertura a la explotación del atún para barcos arrendados por otros países. Del total de peces capturados por esta flota, hasta un 25%, la mayoría de las veces accidentalmente, corresponde a elasmobranquios. En 1998 estaban en actividad dos barcos atuneros nacionales y 16 arrendados para países como Belice, España, Portugal, Taiwán y Guinea Ecuatorial. Ese número trepó a 29 barcos nacionales y 69 arrendados en 2002. Pero el crecimiento de la flota no vino acompañado con una estructura de monitoreo de la pesca. “Tenemos información de que aún es común la práctica prohibida de arrancarles las aletas a los tiburones y arrojar sus restos de vuelta al mar”, dice Rosa, de la UFPB. Entre los tiburones estudiados, el tiburón de puntas blancas oceánico (C. longimanus) es uno de los más vulnerables. En tanto, el tiburón azul (P. glauca), una especie de alta fecundidad, con un aumento poblacional del 5% anual, corre menor riesgo.

Curiosamente, uno de los principales esfuerzos de investigación en el nordeste de Brasil no afecta a ningún animal amenazado de desaparición. Se trata del Carcharhinus leucas o jaquetón toro, objeto de un proyecto capitaneado por la Universidad Federal Rural de Pernambuco.  Es la especie que atacó a unos 50 surfistas en Recife durante los últimos 12 años. El objetivo del proyecto es estudiar los ciclos biológicos y analizar los factores ambientales relacionados con los ataques. Se da por seguro que las agresiones tienen que ver con la construcción del puerto de Suape, que alteró la configuración del estuario y puede haber empujado a los tiburones en dirección a Recife.

En tanto, en la costa norte, llama la atención el desconocimiento sobre la fauna marina y de agua dulce. “Las metas de mayor urgencia son la recolección de datos biológicos de los desembarques y la implementación de un programa de observadores a bordo para la flota de la región”, dice la bióloga Patricia Charvet Almeida, doctoranda de la UFPB, una de las pocas investigadoras de elasmobranquios en actividad en el norte de Brasil. “Hasta el momento, sólo se ha relevado información sobre explotación, alimentación y reproducción de 12 especies”, afirma. “La costa norte traerá aún novedades con relación a la diversidad de especies de elasmobranquios.”

El ecoturismo, que es visto como una salida ambientalmente sostenible de desarrollo, es un gran enemigo de las rayas de agua dulce en algunas partes de la región amazónica. Éstas constituyen el blanco de la llamada “pesca negativa”. Se trata de una forma suave de calificar a la matanza. Dueños de hoteles o de empresas mandan a pescar rayas que habitan áreas poco profundas de las playas de agua dulce. Sucede que, cuando los turistas pisan en ellas, son picados. La herida es muy dolorosa y muchas veces de difícil cicatrización.

El plan de manejo está en manos del Ministerio de Medio Ambiente, que decidirá qué hacer con las sugerencias. Se espera que al menos una parte de las mismas se incorpore a la legislación de conservación ambiental.

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