La divulgación científica en Brasil atraviesa un período delicado, plagado de promesas y problemas. Nunca antes la ciencia natural había necesitado tanto una cobertura periodística en sentido pleno, informativa y crítica, capaz de munir mínimamente a los ciudadanos interesados en ser de la partida en debates nacionales de la importancia de las inspecciones de la Agencia Internacional de Energía Atómica, para quedarnos únicamente en un ejemplo reciente. Y tampoco fueron nunca tan pesados los efectos de los aprietos económicos sobre la práctica periodística, con reflejos inmediatos sobre aquellos sectores todavía hoy catalogados como menos prioritarios, como es el caso de las editorías de ciencia.
La preocupante situación financiera y los frecuentes recortes de recursos traen aparejado el riesgo de un retroceso en lo que se refiere al prestigio y al reconocimiento del periodismo científico dentro de las propias redacciones, conquistados anteriormente a duras penas y con mucha inversión en la formación de un grupo pequeño pero consistente de profesionales. Parte dese patrimonio se encuentra ahora bajo amenaza, debido al fantasma del desempleo y al rebajamiento general de las condiciones de trabajo.
Aunque la crisis de la industria de la comunicación es sistémica, en las revistas semanales del área de divulgación científica sus efectos pueden no haberse sentido tan fuertemente. Aun cuando puede que se hayan reducido los puestos trabajo en dicho sector, el hecho es que, durante los últimos años, se ha venido acentuando la tendencia a dedicar más y más espacio a los temas de salud. Al margen de ser un probable síntoma de deterioro de la calidad de vida, bajo las nuevas exigencias de la desinvestidura de lo social y del hiperdesempeño individual en el trabajo, esta tendencia termina traduciéndose en aquello que muchos consideran como el reverso del periodismo científico: un tipo de consejería descartable, aunque barnizada con pinceladas de ciencia — noticias que se pueden usar (y tirar a la basura) como pañuelos de papel.
Algo similar parece obrar en contra del periodismo científico de estirpe — aquél que no cede ante la apariencia de impenetrabilidad cuando la relevancia científica se impone — en las revistas mensuales que se abocan al tema. El canto de la sirena sugiere como regla hacer importante aquello que no es sino interesante, exactamente lo opuesto a lo que manda la buena práctica. En tal sentido, una noticia auspiciosa es que permanecen en la plaza al menos dos publicaciones: Scientific American Brasil yPesquisa FAPESP, que insisten en el desafío de hacer comprensible y atractivo el mundo de las ciencias naturales, sin por ello recurrir al expediente fácil de borrar sus fronteras con las de aquello que podría denominarse como paraciencia.
Entre ambas publicaciones, urge también destacar la marcha consistente de Pesquisa FAPESP en pos de soltar las amarras de los horizontes paulistas y ganar en representatividad en términos de investigación científica nacional, nicho que en tiempos menos agudos fuera ocupado en carácter pionero por la revista Ciência Hoje, de la Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia (SBPC).
Sin embargo, medios gráficos como éstos no serán precisamente capaces de sanar la principal deficiencia de la divulgación científica en Brasil: la falta de capilaridad. Como es propio de la naturaleza de los periódicos diarios, sus artículos de ciencia no logran más que destellos momentáneos en la pantalla del radar de la opinión pública, mientras que las revistas, especializadas o no, son atraídas por el brillo huidizo del mercado y, cuando no, sus esfuerzos consistentes se esfuman en medio a tirajes irrisorios.
Hace falta en Brasil un gran portal de ciencia para el público, como el EurekAlert de Estados Unidos (www.eurekalert.org), que sirva tanto para los legos que buscan informarse como para los docentes secundarios carentes de actualización y para los periodistas sedientos de pautas para sus artículos. Mientras no se cree una red de apoyo social a la investigación científica como un valor cultural, y no solamente como un factor de innovación y de competitividad económica, el periodismo científico — y quizás el propio emprendimiento de investigación — continuará a merced de los flujos y reflujos de la coyuntura.
Marcelo Leite es periodista y editor de Ciencia de Folha de S.Paulo. Es autor de O DNA (Publifolha)
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