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Carta de la editora | 156

Proyectos cálidos para la región amazónica

Un año antes de proclamar la emancipación de los esclavos en Estados Unidos, el presidente Abraham Lincoln manifestó oficialmente en más de una oportunidad su disposición de deportar a los negros libres a algún lugar ubicado fuera de las fronteras estadounidenses, de preferencia a América Central. Es más: en medio de la complicada Guerra Civil, Lincoln solicitó al Congreso que autorizase de recursos a tal fin. A propósito, en agosto de 1862, un editorial del The New York Times comentaba que “el plan propuesto oficialmente por el presidente Lincoln y sancionado por el Congreso para dar comienzo a la tarea de colonizar fuera de EE.UU. a los negros libertos o en vías de ser libertados en el decurso de la guerra, está en vías de ser concretar a lo sumo en cinco semanas”. Añadía que éstos serían “transportados a cargo del gobierno y mantenidos durante la primera estadía a costa del estado y para ello el Congreso había aprobado fondos”.

Todo eso y los detalles de cómo Brasil entró en esa historia están contados en el hermoso artículo que firma el editor de humanidades, Carlos Haag, en la página 80, elaborado con base en una fascinante investigación que recuperó decenas de documentos sobre la propuesta norteamericana de deportar negros a la Amazonia. El texto nos lleva por ejemplo a mayo de 1862, cuando el ministro plenipotenciario y representante oficial del gobierno de EE.UU., James Watson Webb -para quien “la raza negra” se caracterizaba por inferioridad mental y una ignorancia degradante-, entregó al gobierno brasileño la propuesta de constituir una empresa binacional de colonización de la Amazonia con negros norteamericanos libres o que serían libertados en el correr de la guerra. Se trata de un trabajo de sumo interés histórico en un momento en que en Estados Unidos acaba de tomar posesión su primer presidente negro, Barack Obama, y traen de vuelta a la escena a Lincoln, de quien se celebra el bicentenario de su nacimiento este 14 de febrero.

Claro que esa terrible Amazonia ideada como colonia de ex esclavos norteamericanos fue fuerte candidata a la portada de esta edición de Pesquisa FAPESP, pero fue otra Amazonia la que terminó imponiéndose en ese espacio privilegiado: la de los experimentos fundamentales para tener una comprensión más profunda de los cambios climáticos globales que están precisamente delante de nosotros. En un texto vigoroso, el editor de ciencia, Ricardo Zorzetto, se refiere a partir de la página 16 a una selva donde los árboles más altos e imponentes han perdido buena parte de sus hojas; otros se muestran muertos, en tanto que el material seco depositado sobre el suelo constituye una amenaza de irrupción de fuego en cualquier momento. Como dice en el artículo, menos mal que este escenario se restringe a una pequeña área que, durante la última década, ha venido sirviendo de laboratorio natural para investigadores brasileños y norteamericanos interesados en descubrir qué puede suceder con el bosque tropical más grande del mundo si la temperatura del planeta sigue aumentando y las lluvias disminuyen drásticamente en la región. En otras palabras, es precisamente de este experimento a cielo abierto que trata el artículo. Y de algunas conclusiones en las cuales derivó. Por ejemplo, menos lluvias en la Selva Amazónica podrán significar una reducción de su capacidad de absorber carbono, cosa que con seguridad no es una buena noticia.

Y siguiendo en el ámbito de la ciencia, quiero poner de relieve el artículo del editor Carlos Fioravanti sobre experimentos que establecen una conexión entre los medicamentos empleados para tratar trastornos mentales y la menor resistencia a virus, bacterias y tumores. En tanto, en la sección de política científica y tecnológica, vale la pena leer el artículo del editor Fabrício Marques, que compara el sistema de evaluación de la calidad de la investigación científica de las universidades del Reino Unido, basado en peer review, con el sistema de la Capes en Brasil. Al igual que aquí, allá los resultados de dicha evaluación orientan la distribución de fondos públicos para la investigación académica, pero ambos sistemas son muy distintos. Por último, en tecnología, atención al artículo de la editora asistente, Dinorah Ereno, que comienza en la página 70, sobre las nuevas células solares de bajo costo desarrolladas en Brasil, que hacen una especie de fotosíntesis, es decir, reproducen el proceso vegetal de transformación de la luz.

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