DIANA TAVARESLa angustia de fin de año por la que pasa la mayor parte de los alumnos y de los potenciales ingresantes a la universidad, quienes se quejan de que la materia –no les entra– en la cabeza, puede derivar de la elección de un método de estudio no demasiado eficaz. Eso es lo que sugiere una investigación de la Universidad Purdue, publicada en el periódico Science a fines de enero, que recupera el papel de la memorización en los procesos de aprendizaje.
“El aprendizaje tiene que ver con la recuperación de informaciones [traducción aproximada para el sustantivo inglés ‘retrieving’]”, afirma Jeffrey Karpicke, coordinador de la investigación y profesor en el Departamento de Ciencias Psicológicas de la institución norteamericana.
Para el experimento, dividido en dos etapas, Karpicke y su asistente, Janell Blunt, reunieron a 200 alumnos con el fin de que estudiaran temas de varias áreas de la ciencia con textos previamente escogidos. Los alumnos fueron separados en dos grupos distintos, de acuerdo con el método de estudio adoptado en cada uno de ellos.
Un grupo usó como estrategia de aprendizaje la elaboración de sofisticados mapas conceptuales – diagramas que ilustran las relaciones entre las ideas en el interior de un texto. El otro echó mano sólo de ejercicios de memorización: después de leer los mismos materiales ofrecidos al primer grupo, éstos los dejaban de lado e intentaban acordarse de los conceptos explicados allí.
En esta primera etapa de la investigación, ambos retuvieron aproximadamente la misma cantidad de información, según Karpicke. Sin embargo, una semana más tarde, cuando los dos grupos fueron sometidos a pruebas que evaluaban el grado de conocimiento y asimilación de los conceptos estudiados, aquellos que habían utilizado ejercicios de memorización como estrategia de estudio presentaron un desempeño 50% superior demedia al de los alumnos que habían utilizado mapas conceptuales.
Karpicke resalta que, en esa segunda fase de la investigación, los estudiantes respondieron preguntas no sólo sobre conceptos específicos presentes en los textos leídos una semana antes, sino que además debían realizar conexiones entre conceptos e ideas que no estaban explícitamente mencionados allí. En los dos casos, el rendimiento del grupo que había realizado ejercicios de memorización fue superior al del otro.
Los sorprendentes resultados le inspiraron a Karpicke el nombre de su investigación, publicada en la Science: “Retrieval practice produces more learning than elaborative studying with concept mapping” [La práctica de recuperación de información produce más aprendizaje del que producen los estudios elaborados con mapas conceptuales].
Él es taxativo al evaluar los resultados del experimento que coordinó, financiado por la División de Educación en la Graduación de la Fundación Nacional para la Ciencia de los Estados Unidos: “La investigación muestra que la práctica de recuperación de información como método de estudio es crucial para el aprendizaje”.
Sorpresa
Cristiane Gottschalk, profesora de la Facultad de Educación de la Universidad de São Paulo (USP), no se muestra sorprendida con las conclusiones de ese estudio. Ella recuerda que estudios en el área de la filosofía del lenguaje llegaron a una conclusión parecida ya en los años 50 y 60 del siglo pasado.
DIANA TAVARESAutores como Gilbert Ryle (1900-76) e Israel Scheffler (1923) habían demostrado que “la memorización de ciertos saberes proposicionales es condición para el aprendizaje de los demás. Y esa memorización, si se ejercita bien, es la que posibilita operar con esas informaciones”. Los dos tomaron como punto de partida la distinción hecha por el filósofo austríaco Ludwig Wittgenstein (1889-1951) entre “saber qué” y “saber cómo”, es decir, entre un saber normativo – que es aceptado – y un saber descriptivo – que es aprendido.
Cristiane ejemplifica esas dos formulaciones con una de las operaciones cognitivas más básicas de la matemática. “Cuando un niño memoriza que –dos más dos es igual a cuatro–, está poniendo en práctica una función normativa.” A partir del entrenamiento y de la memorización de ésta y de otras operaciones de suma, el niño será capaz de aprender situaciones empíricas como deducir que dos pares de zapatos son cuatro zapatos – ésta sí una proposición descriptiva, con sentido. “Así, memorizar determinados contenidos trasciende la mera repetición, pues es en el ejercicio de esa información que el ‘saber cómo’, aunque no sea transmitido explícitamente, va siendo dominado por el alumno.”, concluye.
Los resultados de la investigación de Karpicke remiten a un antiguo debate que incluye a las estrategias de aprendizaje, que tienen su origen a finales del siglo XIX. Hasta ese entonces, la memoria había ejercido un papel crucial en la enseñanza, desde la Antigüedad pasando por la Edad Media hasta llegar a la Era Moderna.
Frente a esa perspectiva surgió la Escuela Nueva, que comenzó a criticar duramente lo que convencionalmente dio en llamarse, a partir de entonces, “pedagogía tradicional”. Según los seguidores de la Escuela Nueva, en la pedagogía tradicional, el alumno era sometido al conocimiento de un profesor autoritario, cuyo resultado eran alumnos sumisos, conformistas y propensos a perpetuar el status quo. Eso tenía que ver con el ascenso del movimiento romántico, según el cual la sociedad está en constante transformación. En contraste, el pasado y, por lo tanto, la memoria pierden importancia.
“Para contraponerse a la memorización y a la imposición de conocimientos ‘petrificados’, aparece la idea del desarrollo de la creatividad en el alumno”, afirma la docente de la USP.
A lo largo del siglo XX aparecerían varias derivaciones de la Escuela Nueva, las más famosas de ellas son la pedagogía de las competencias y el constructivismo. En Brasil, en mayor o menor medida, ellas fueron incorporadas a los Parámetros Curriculares Nacionales (1997), que orientan el sistema público de educación. Para Cristiane, eso terminó de sobrevalorar la noción de que el niño debe construir su propio conocimiento a partir de su propia experiencia – de hecho, única. Dermeval Saviani, pedagogo y profesor emérito de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp), creó la expresión “teoría de la curvatura de la vara” para explicar ese fenómeno. Si la enseñanza tradicional sobredimensionó la memoria y pasó a tratarla de forma mecánica, –la Escuela Nueva curvó la vara para el otro lado, colocando el foco en la imaginación y en la creatividad, como si esas funciones pudieran desarrollarse de forma pura, de modo espontáneo, sin basarse en las percepciones y conocimientos anteriores”.
DIANA TAVARESEl propio Karpicke, a pesar de los resultados de su estudio, no descarta la enseñanza basada en la construcción de mapas conceptuales. Pero, él insiste que es preciso “descubrir modos más efectivos y prácticos para usar el retrieval en el proceso de aprendizaje”.
La psicóloga Rosely Sayão, quien lleva muchos años aconsejando a padres y educadores en lo que concierne a la enseñanza de niños y adolescentes, preconiza que “tal vez sea mejor que el profesor actúe y enseñe en consonancia con el método con el cual se siente mejor – sea él tradicional o no”.
Así como el docente de la Universidad Purdue, ella no descarta otras formas de aprender; pero es incisiva: “Hoy todo el mundo habla de constructivismo, sólo que el profesor no tiene tiempo para estudiar y descubrir exactamente lo que esto significa”.
ENEM y el Examen previo de ingreso a la universidad
¿Esa polarización entre métodos de enseñanza interfiere en la formulación de los exámenes previos de ingreso a la universidad y, sobre todo, del Examen Nacional de la Enseñanza Media (ENEM)? “Sí, el error de valorar el ‘saber cómo’ en detrimento del ‘saber qué’ está presente en los actuales exámenes previos de ingreso a la universidad, en especial en aquellos que siguen el formato del ENEM”, evalúa Cristiane.
¿Es posible que estudios como el coordinado por Karpicke puedan alterar el modo como esos exámenes son concebidos? “No creo que ocurran alteraciones profundas, porque esos exámenes ya vienen pasando por procesos de revisión”, dice Saviani. Sin embargo, si suceden, “espero que no promuevan el retorno a las formas mecánicas de tratamiento de la memoria”, concluye el profesor Saviani.
¿Una reorientación pedagógica también podría afectar la industria editorial, que todos los años lanza al mercado grandes variedades de “métodos” de enseñanza? “¡Sin duda! Buena parte de ellos, si no todos, tendría que ser reescrita… Lo que esa investigación de la Universidad Purdue pone en centro de la escena es la función crucial de los saberes de naturaleza convencional para el proceso de aprendizaje”, dice Cristiane.
¿Pero no existe el riesgo de que la “vara” se encorve para el otro lado y forme alumnos pasivos? Al contrario, “estaremos dando condiciones de aprendizaje para que ellos puedan inclusive criticar y modificar lo que fue aprendido” dice.
Saviani piensa que la industria editorial se ajustaría rápidamente a las nuevas directrices. “En lugar de apelar a las novedades, muy fuerte en los libros didácticos publicados actualmente, puede ocurrir que el estudio en referencia motive la aparición de textos con más sustancia.”
La investigación de Karpicke tomó como materia-prima sólo el estudio de conceptos científicos. Pero ¿sería posible extender sus conclusiones a otras áreas del saber, como las humanidades? Cristiane, que posee graduación y máster en matemática aplicada, no tiene duda de que la respuesta es sí. “Hay un conjunto de saberes en cada área del conocimiento que es ‘condición de sentido’ para los otros saberes. Y eso sucede no sólo en las ciencias empíricas, sino en todas las áreas del conocimiento.”
Republicar