ALAN PAPPE/CORBIS/CORBIS (DC)/LATINSTOCKCon el ajetreo de la vida urbana, viene aparejado el estrés. Entre el trabajo, el tránsito, la familia, los quehaceres domésticos y el esparcimiento, las actividades se suceden y las horas de sueño que el cuerpo pide insistentemente son un lujo cada vez más raro. Y no es únicamente el físico el que resiste mal a la tensión y a la falta de reposo. La motivación y el desempeño sexual también son sus víctimas, de acuerdo con estudios recientes. Más allá de sabotear una actividad placentera y vital, con una disminución del deseo y causando impotencia, el estrés puede también provocar infertilidad femenina y, por consiguiente, la dificultad de muchas parejas para tener hijos. “El sexo es esencial para la preservación de la especie”, resume la biomédica especialista en sueño Monica Andersen, del Departamento de Psicobiología de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp), para justificar su interés científico en el tema.
Temprano a la mañana, cuando va a la Unifesp durante los fines de semana, Monica ve a los jóvenes que salen de los bares del barrio paulistano de Vila Mariana. No puede dejar de pensar en los posibles efectos de cambiar el día por la noche con frecuencia en los días de descanso. Noches de escaso sueño — la forma de estrés más común que la vida urbana moderna le impone al organismo — tienen efecto sobre la memoria, reducen la capacidad de mantener la atención, provocan hipertensión y aumentan el hambre y la necesidad específica de ingerir comidas calóricas, que llevan al aumento indebido de peso, entre otras consecuencias indeseables. Durante los últimos meses, el grupo de la Unifesp liderado por Sergio Tufik, médico y director del Instituto del Sueño, uno de los 11 Centros de Investigación, Innovación y Difusión (Cepids) financiados por la FAPESP, ha venido demostrando una consecuencia de la privación del sueño quizá más preocupante para los varones que los males que ponen la vida en riesgo: el hecho de dormir mal puede ocasionar impotencia.
Ese resultado surgió del estudio epidemiológico Episono, que analizó la calidad del sueño de más de mil habitantes de la ciudad de São Paulo con edades entre 20 y 80 años. Realizado en el Instituto del Sueño, dicho estudio ya había revelado que un tercio de los mujeres que viven en São Paulo tienen insomnio y un tercio de los paulistanos sufre con la apnea del sueño, interrupciones en la respiración que provocan el despertar momentáneo (lea en Pesquisa FAPESP nº 158). Pero ahora quedan a las claras los daños que la privación de sueño ocasionan a la salud sexual.
Durante el Episono, Monica les hizo a 467 varones una serie de preguntas sobre su desempeño y su deseo sexual. Una de las cuestiones específicamente definía si sufría de disfunción eréctil: “¿Cómo usted describiría su capacidad de tener y mantener una erección adecuada para una relación sexual satisfactoria?” Para sorpresa de la investigadora, el 17% respondió que “a veces” o “nunca” lo lograba. Ese índice, que de por sí es muy alto, sube aún más después de los 50 años, cuando el 63% de los hombres pasa quejarse de disfunción eréctil, tal como detalla el equipo de la Unifesp en un artículo en proceso de publicación en Sleep Medicine. De los 20 a los 29 años de edad, el problema es menos común: un 7% de los jóvenes se queja del propio desempeño sexual, pero aun así, es una proporción completamente inesperada para esa franja etaria.
La edad es el principal factor de riesgo para la disfunción eréctil, y después de los 40, el riesgo aumenta. Al evaluar la salud y los cuestionarios, junto a los resultados de las polisonografías, el examen más completo destinado a evaluar la calidad del sueño, Monica constató que las noches mal dormidas también constituyen un verdadero atentado contra las erecciones. Lo que ella demostró ahora que vale para los hombres ya lo había sido observado años atrás en ratones el investigador estadounidense David Gozal, de la Universidad de Chicago, uno de los más importantes expertos mundiales en el área, que estuvo en São Paulo en noviembre por ocasión del 3º Congreso Internacional de Medicina del Sueño.
El efecto perjudicial de la privación del sueño sobre la erección no debería ser tan sorprendente. Al fin y al cabo, el buen funcionamiento de pene depende de un sistema circulatorio eficiente, cosa que está lejos de caracterizar a las personas que padecen trastornos del sueño. En busca de marcadores genéticos ligados a la propensión a desarrollar problemas eréctiles, el equipo de la Unifesp corroboró la complejidad que caracteriza a la fisiología de la erección. De acuerdo con un artículo que saldrá publicado pronto en el Journal of Sexual Medicine, la revista más reputada de esta área de investigación, la disfunción eréctil aparece asociada a la diabetes, la hipertensión, la severidad de la apnea del sueño, la edad y el índice de masa corporal (la principal medida de obesidad). Todos estos problemas de salud también están de algún modo relacionados con los trastornos del sueño, lo que hace difícil disociarlos.
REPRODUCCIÓN FISCHBLUT, GUSTAV KLIMT (1898)El grupo investigó variaciones en la secuencia genética encargada de producir el óxido nítrico sintasa endotelial (eNOS), una enzima encargada de la producción del óxido nítrico, un neurotransmisor que tiene una función crucial en la erección. Este gen parecía ser un buen candidato a la hora de ayudar a prever los riesgos de la disfunción eréctil; pero, por lo visto, no lo es. Al menos no entre la población paulistana y entre la alemana. “A lo mejor es porque estas poblaciones tienen una tendencia mayor a la obesidad”, especula Monica. Factores de riesgo tales como el exceso de peso podrían camuflar la asociación entre las alteraciones en el gen y la impotencia, detectada por estudios realizados en México, en Taiwán y en Turquía. Ante este resultado, la experta en sueño y sexo no se amilanó y encontró otro gen prometedor que indica los riesgos de disfunción eréctil, y lo informa en un artículo aún no publicado. La base para entender qué sucede en seres humanos surge de un extenso cuerpo de investigaciones con ratones. Apoyados sobre islotes con agua alrededor, los ratones cabeceaban durante los experimentos, pero eran privados del sueño REM, la fase en que ocurren los sueños. Sucede que durante esta fase el cerebro desactiva los músculos, haciendo que los ratones apoyen el hocico en el agua y se despierten, como sucede cuando una persona se duerme en el ómnibus y apoya la cabeza en el hombro del vecino desconocido. El efecto es parecido: un sobresalto que interrumpe el sueño REM. “Después de cuatro días de privación del sueño”, cuenta la investigadora, “la mitad de los ratones tienen erecciones solos en la jaula”. Los videos del experimento no dejan dudas. Los ratones tienen erecciones, se masturban e incluso eyaculan. “La falta de sueño desencadena algo que aumenta la motivación sexual”, comenta Monica. Al menos parte de la explicación de dicho efecto “llamado por los investigadores de hipersexualidad (lea en Pesquisa FAPESP nº 110)” se encuentra en las hormonas. El tenor de testosterona, la hormona en general asociada a la masculinidad, cae vertiginosamente en los ratones privados del sueño. Y la concentración de progesterona, otra hormona sexual, es cinco veces más alta, según Monica.
Este resultado parece contradecir los problemas eréctiles observados en varones con trastornos de sueño. Sin embargo, Monica recuerda que la erección y la eyaculación son reflejos, pero el sexo es mucho más que eso. Ella demostró que cuando entra en escena una hembra receptiva, los machos impedidos de dormir tienen más dificultades para obtener un desempeño adecuado. En un artículo publicado este año en Behavioural Brain Research, Tathiana Alvarenga, del equipo de Monica demuestra que el macho cerca a la hembra y hace varias tentativas de comportamiento de monta, cosa que es normal. Pero necesita intentarlo más veces que los ratones que han descansado. El problema involucra tanto la penetración como la eyaculación, que se vuelven mucho más difíciles. Y preocupa, porque la privación del sueño no afecta solamente a los jóvenes, que pasan sus noches despiertos, a causa de sus salidas. “Antes, las personas dormían con las gallinas, hoy pasan las noches en internet”, compara Monica.
En la actualidad, el trabajo ocupa buena parte del tiempo y, cuando no se le quita tiempo a la recreación, a la familia o a la vida social, se abandona la almohada. Las mujeres, que tienden a acumular, además de la función laboral, las funciones de madre y de administradora de la casa, también pueden estar en riesgo y muchas veces no logran dormir a la noche, organizando la agenda o revisando lo acaecido durante el día. Pese a que el equipo de Monica aún no sabe qué daños causa el insomnio en la fertilidad, algunas pistas aparecen en estudios con ratas, consideradas un buen modelo para entender el sistema reproductor femenino humano, por tener un funcionamiento neurológico y hormonal muy similar — la principal diferencia es que el ciclo de las ratas dura cinco días, en lugar de los 28 de las humanas —, como muestra un artículo que pronto saldrá publicado en el Journal of Sexual Medicine.
EL COLOSSUS, FRANCISCO DE GOYA, 1810-18El grupo de la Unifesp privó a las ratas del sueño REM durante cuatro días en diferentes fases del ciclo hormonal. Cuando la privación termina en la fase del ciclo hormonal en que ésta son receptivas y, después de haber descansado, encuentran a un macho, la falta de sueño las vuelve aún más receptivas al acto sexual: corren por la jaula, dan saltos verticales, sus orejas tiemblan y arquean el lomo con mucha mayor intensidad para exponer la región genital; todas éstas, señales de una intensa demanda sexual, más que de receptividad. Lo contrario sucede cuando la privación del sueño empieza en la fase no receptiva, correspondiente a la del síndrome premenstrual (SPM) humano. Luego de reponer el tiempo de sueño perdido, las hembras dejan bien clara su aversión a los machos que intentan seducirlas. Emiten chillidos, se levantan sobre las patas traseras y atacan al pretendiente con las delanteras, como si fueran pequeñas boxeadoras. Cuando están en cuatro patas, curvan el lomo en una U invertida. Al cabo de algunas tentativas, los machos no tienen otra alternativa que desistir.
Tensión sexual
Los análisis de los niveles hormonales de estas ratas revelaron que, al igual que en los machos, la falta de sueño afecta los tenores de progesterona, provocando distintas consecuencias, según la fase del ciclo. La fisióloga Janete Franci, de la Universidad de São Paulo (USP) de la ciudad de Ribeirão Preto, estudia el efecto de las hormonas en el sistema reproductor de las ratas y demostró que el estrés puede tanto desencadenar la ovulación como inhibirla. En la fase post menstrual, período que suele tener una duración variable, los estrógenos y la progesterona poco a poco preparan el cuerpo para la ovulación. El equipo de Janete descubrió que un estrés súbito y de corta duración durante esta fase puede provocar una ovulación precoz. Esto explicaría los indicios ya antiguos de que las mujeres que sufren violaciones tienen una mayor probabilidad de quedar embarazadas que las que tienen relaciones sexuales voluntarias.
Para simular la violencia sexual, los investigadores usaron una varilla de vidrio y delicadamente estimularon con ésta el cuello del útero de las ratas. Como ese procedimiento no se compara a la agresión sexual sufrida por tantas mujeres en el mundo, recién lograron crear una situación de miedo al poner un gato a la vista de las roedoras durante el experimento. “Registramos un pico de progesterona más alto que lo normal y antes de lo esperado”, comenta Janete. Como la descarga de progesterona que antecede a la ovulación se anticipó, la investigadora cree que la liberación del óvulo también se produce más tempranamente. Janete explica esa anticipación: el estrés activa la glándula adrenal, encargada de secretar la adrenalina, la principal hormona que induce las reacciones de emergencia y la liberación de las hormonas progesterona y testosterona. El pico de progesterona desencadenado por el miedo, a su vez, aumenta la concentración de la hormona luteinizante (LH), que provoca la ovulación precoz.
Todo esto solamente sucede en la fase post menstrual, cuando los estrógenos se encuentran preparando el cuerpo para la ovulación. Fuera de esta fase, Janete observó una reacción opuesta en las mismas condiciones experimentales: los niveles de LH llegan a caer en situaciones de estrés. “Ahora tenemos que estudiar la factibilidad de los fetos generados con base en una ovulación extemporánea”, advierte Janete. No se saben cuáles son las consecuencias de la fecundación de un óvulo que aún no estaba completamente maduro.
Así como un gran susto puede desencadenar una cascada de hormonas reproductivas en las mujeres, el estrés crónico puede llevar a la infertilidad. En ratas, el grupo de la USP demostró que el estrés continuo puede estar involucrado en la mayor causa de infertilidad: el síndrome del ovario poliquístico, que afecta a una de cada 10 mujeres en edad reproductiva. No se sabe por qué en estas mujeres el óvulo queda aprisionado dentro del folículo ovárico, cuyas paredes se van espesando y terminan formando un quiste. El resultado de ello es una ovulación errática, que puede suceder dos veces por año en momentos imprevisibles y llevan a que el embarazo sea bastante improbable. “Muchas de estas mujeres son ansiosas”, comenta Janete. Una pista de que el estrés formaría parte de la génesis del problema. “Es común que estas mujeres desistan del embarazo, adopten un niño y, una vez eliminada la tensión, queden embarazadas enseguida después”.
EL TRES DE MAYO, FRANCISCO DE GOYA, 1814Ratas expuestas a largos períodos de estrés — tres horas por día dentro de una heladera a 4 grados Celsius durante ocho semanas — desarrollaron el síndrome del ovario poliquístico, de acuerdo con un artículo publicado por el equipo de Ribeirão en 2008 en Endocrinology. El grupo de Janete verificó la existencia de un exceso de noradrenalina en los ovarios de estas ratas, especialmente al cabo de cuatro semanas de estrés. Con otras cuatro semanas, es como si se produjese un agotamiento de la capacidad de producir hormonas, que se vuelven menos abundantes. “DeMostramos por primera vez que el estrés puede causar infertilidad”, comenta la investigadora, que describe así de qué modo se instala el síndrome en mujeres: “Si en la pubertad el tenor de noradrenalina de una chica es mayor que lo normal, esto podría instaurar el síndrome. Luego, aun cuando la cantidad de noradrenalina liberada disminuya, no hay manera de tratarlo”. El artículo publicado el año pasado, parte del trabajo de doctorado de Marcelo Bernuci, demostró también la implicación de una región del encéfalo llamada locus coeruleus en el bombardeo de noradrenalina que ataca a los ovarios: cuando sus neuronas (de color azul) son lesionadas, las ratas no desarrollan ovarios poliquísticos en el transcurso de las ocho semanas del experimento. Bernuci ahora está probando el propanolol, un antihipertensivo usado en la prevención de infartos, para bloquear la acción de la noradrenalina en el ovario, algo que puede convertirse en un arma en el combate contra el síndrome del ovario poliquístico.
En la cuna
Janete también verificó que los efectos del estrés en el sexo no se ciñen a los jóvenes y a los adultos atareados con obligaciones o con su esparcimiento. Acontecimientos traumáticos inmediatamente posteriores al nacimiento pueden afectar el desarrollo del cerebro y tener efectos duraderos, tal como lo demuestra un trabajo realizado en colaboración con el fisiólogo Aldo Lucion, del Laboratorio de Neuroendocrinología del Comportamiento de la Universidad Federal de Río Grande do Sul (UFRGS). En ratas que sufrieron repetidas separaciones de la madre cuando eran recién nacidas, diminuyó a la mitad la cantidad de neuronas de la región preóptica medial, un área del cerebro implicada en el control de la ovulación, tal como muestra un artículo de este año en Brain Research.
Según Lucion, las separaciones eran breves y no ocasionaban otros problemas, a no ser la angustia del rompimiento del lazo materno. Durante los primeros 10 días de vida de las ratitas, los investigadores retiraban una vez por día a todas las crías del nido al mismo tiempo y los tenían en sus manos durante alrededor de un minuto antes de devolvérselos a la madre. Esa rápida separación fue suficiente como para reducir no solamente la cantidad, sino también el tamaño de las células de la región preóptica medial. Y la alteración fue duradera, según mostraron los análisis del cerebro de las ratas a los 11 días, inmediatamente después del experimento, y a los 90 días de edad, lo que corresponde más o menos a los 30 años en las mujeres.
La alteración en el cerebro parece explicar las observaciones publicadas el año pasado en Neuroendocrinology: las hembras manipuladas en la infancia tienen posteriormente importantes alteraciones en el comportamiento sexual y en la fisiología reproductiva. Las diferencias fueron significativas cuando, entre los 90 y los 110 días de edad, las hembras en período receptivo fueron presentadas a los machos. Las que habían sido separadas de la madre en la infancia produjeron menos óvulos y se mostraron menos propensas a exhibir o arqueamiento dorsal que indica la receptividad sexual.
Lo que parece suceder es que, atrofiada por las incertidumbres de la infancia, la región preóptica medial no logra estimular la producción de los picos hormonales necesarios para la ovulación y el comportamiento sexual. Durante el período fértil, las hembras del experimento tenían un tenor menor que el esperado de noradrenalina y de óxido nítrico. Además de estimular erecciones, el óxido nítrico está involucrado en la ovulación y en la maduración de los óvulos. Como consecuencia de ello, los niveles de tres hormonas sexuales — el estradiol (un tipo de estrógeno), la hormona folículo estimulante (FSH) y la LH — eran más bajos de lo que deberían, sin alcanzar los picos de concentración necesarios como para desencadenar la ovulación y los comportamientos sexuales. El próximo paso consiste en entender la parte molecular y la bioquímica de cómo el estrés afecta el desarrollo del cerebro. “Estamos estudiando los factores del crecimiento neuronal”, comenta la fisióloga. Los resultados del grupo “gaúcho” resaltan la importancia de la relación cercana y constante entre madre e hijos. Lo propio vale para los seres humanos, advierte el investigador de la UFRGS: “La madre puede estar presente, pero es la calidad de la relación lo que importa para el niño”. Un estudio no publicado de su grupo mostró que los hijos de mujeres con depresión posparto tienen niveles elevados de cortisol en sangre. El cortisol es una hormona típica del estrés. “Las madres que padecen depresión posparto están presentes, amamantan a los niños y los cuidan, pero dirigen poco su mirada hacia los hijos; el contacto a travésa de la mirada es sumamente importante”, comenta Lucion. La reacción de estrés de los bebés sorprendió al investigador, acostumbrado a la idea de que ese mecanismo aún no estaría formado en los recién nacidos, que no tienen el sistema nervioso y el sistema hormonal completamente desarrollados. “La madre no necesita estar presente todo el tiempo”, explica Lucion, “pero los niños necesitan a alguien que sea su cuidador estable, alguien con quien puedan contar”. Juntos, los estudios de São Paulo y de Río Grande do Sul dejan claro que las condiciones ambientales tienen efectos importantes en la neurofisiología del sexo. El estrés excesivo puede reducir la fertilidad y el deseo sexual, lo que ocasiona problemas a quienes quieren tener hijos y va en detrimento de uno de los placeres de la vida. El hecho de entender mejor cómo funciona esto podrá algún día indicar el camino del tratamiento, pero desde ya la prescripción clara para una vida sexual plena es no desdeñar las buenas noches de sueño, y evitar el estrés excesivo. Vale la pena, ya lo decía en el siglo XVI el poeta francés Pierre de Ronsard: “Vivir sin deleite es vivir bajo tierra”.
El proyecto
1. Centro de Estudios del Sueño; Modalidad Centros de Investigación, Innovación y Difusión (Cepid); Coordinador Sergio Tufik — Unifesp; Inversión R$ 61.891,76 (FAPESP)
2. Regulación neuroendocrina y efectos del estrés sobre la función reproductora femenina (04/09638-9); Modalidad Proyecto Temático; Coordinador Janete Aparecida Anselmo Franci — USP-RP; Inversión R$ 1.077.666,13 (FAPESP)
Artículos científicos
ANDERSEN, M.L. et al. Prevalence of erectile dysfunction complaints associated with sleep disturbances in São Paulo, Brazil: a population-based survey. Sleep Medicine, en prensa.
ANDERSEN, M.L. et al. Paradoxical sleep deprivation influences sexual behavior in female rats. Journal of Sexual Medicine, en prensa.
BERNUCI, M.P. et al. Locus coeruleus mediates cold stress-induced polycystic ovary in rats. Endocrinology. v. 149, n. 6, p. 2.907-16. Jun 2008.
CAMOZZATO, T.S.C. et al. Neonatal handling reduces the number of cells in the medial preoptic area of female rats. Brain Research. v. 1.247, p. 92-9. Ene 2009.