Es el mes de enero; el año, 1942. Estamos en el escenario del Teatro Municipal en un momento de gran solemnidad, todos con toga y las autoridades con frac. Se gradúa la 6a promoción de la Facultad de Filosofía, Ciencias y Letras de la Universidad de São Paulo, y el director Fernando de Azevedo anuncia que finalmente ella posee su reglamento interno. Alineados en niveles diferentes, somos cien “bachilleres” y licenciados, el mayor grupo producido hasta entonces por la Casa. Pero, antes de nuestro acto de graduación, tiene lugar cierta ceremonia inédita en la facultad: la colación del grado de primer doctor, el entonces joven Simão Mathias, oriundo del sector de Química, que recibió la imposición azul de la borla y del birrete bajo nuestros aplausos de neófitos. La descripción anterior es del profesor Antonio Candido, respetado investigador de la teoría literaria en Brasil, y fue leído en 1988 durante un simposio que homenajeaba a Simão Mathias (1908-1991). En la ocasión, el primer doctor de la entonces FFCL cumplía 80 años.
En marzo de 1942 se doctoraron también Paschoal Senise y Jandyra França, compañeros de Mathias en la primera promoción de grado de Química, en 1935. “Él se doctoró en enero porque necesitaba viajar a Estados Unidos, por una beca de la Fundación Rockefeller, y la universidad autorizó la anticipación de la ceremonia”, dice Senise, de 90 años, aún frecuentador asiduo del Instituto de Química de la USP. El título de la tesis era Sobre mercaptanas bivalentes y sulfuro-dimercaptanas, un estudio relacionado con compuestos orgánicos del azufre.
Mathias tenía inclinación hacia la fisicoquímica y los profesores Heinrich Rheinboldt, investigador alemán contratado para implantar la carrera de química en la USP, y Heinrich Hauptmann, su asistente, no eran especialistas en el área. La oportunidad ofrecida por la Rockefeller era excelente para la creación de ese sector. Mathias pasó dos años en la Universidad de Wisconsin y volvió a Brasil para hacerse cargo de la cátedra de fisicoquímica, ya casado con la estadounidense Ruth Ann, con quien tuvo dos hijos, Regina y Gilberto. Encargado por Rheinboldt de montar el primer laboratorio de la especialidad del país, lo hizo prácticamente solo porque no había mano de obra calificada.
Con el pasar de los años, las funciones administrativas le fueron robando tiempo de las actividades de investigación. En 1960 se convirtió en director del Departamento de Química y coordinó la mudanza al futuro Instituto de Química dentro de la Ciudad Universitaria. El trabajo era especialmente complicado: había necesidad de integrar la química de la Facultad de Filosofía con las otras -la de la Politécnica, la de Medicina, la de Farmacia y la de Veterinaria. “Esa fue una marca de él dentro de la USP, Mathias siempre luchó por la construcción e integración de la universidad”, cuenta Ana Maria Alfonso-Goldfarb, docente e investigadora en historia de la ciencia y fundadora y coordinadora del Centro Simão Mathias de Estudios en Historia de la Ciencia de la Pontifícia Universidad Católica de São Paulo (Cesima/PUC-SP).
A parte de su intensa actuación dentro de la universidad, Mathias participó de la creación de asociaciones, como la Sociedad Brasileña de Química (SBQ), en 1977, y la Sociedad Brasileña de Historia de la Ciencia (SBHC), en 1985, de las cuales fue presidente. Fue secretario de la Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia durante el período más difícil de la dictadura, entre 1969 y 1973. Por su envolvimiento con sectores que resistían a la dictadura militar tuvo la casa allanada y registrada y fue interrogado. “Simão Mathias tenía un gran sentido de la justicia y el equilibrio, lo que no combina con regímenes autoritarios”, cuenta Márcia Ferraz, investigadora y vicecoordinadora del Cesima. Este año, centenario del nacimiento de Mathias, la SBQ y el Cesima planean una serie de actividades para recordar los aportes del investigador a la ciencia y a la universidad.
Cuando se jubiló, en 1978, se abocó a un área que siempre cultivó: la historia de la ciencia. Desde entonces se convirtió en un catalizador de las nuevas generaciones de docentes e investigadores en historia de la ciencia. O sea, hasta su muerte en 1991, a los 83 años, Mathias se dedicó a hacer escuela, ahora en otra área, diferente de la química. Ana Maria define al científico con una palabra: “Scholar. Simão Mathias era un scholar, un formador de escuelas, siempre con rigor y generosidad”.
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