Son las diez de la mañana del 3 de septiembre en la mayor metrópolis de Brasil. ¿De qué año?, del año 1999, cuando se efectuó una de las mediciones en el marco de la investigación que fundamenta este artículo. Pero el panorama poco ha ido cambiado durante todo este tiempo. En medio a la hilera de edificios y al ruido del tránsito de la Avenida Paulista, es fácil observar hombres vistiendo trajes oscuros y mujeres desfilando sobre tacos, con sus trajes sastre casi siempre negros.
Debido a la temperatura de 28º Celsius, atípica para una mañana soleada de final de invierno, esos atuendos parecen poco adecuados, pero ésas son las exigencias del trabajo en el mayor centro financiero del país – y además, como ya es sabido, la temperatura puede caer por la tarde. Ocho kilómetros al oeste de allí, a esa misma hora, en mangas de camisa, los vendedores del mercado municipal de Lapa atienden a sus clientes – y en las cercanías de dicho mercado la temperatura es de 32º Celsius. A su vez, a 10 kilómetros de allí, en Moóca, un barrio situado del lado opuesto, no es menos intenso el calor que sienten los comerciantes, y sus vecinos en general.
La diferencia de temperatura entre dos puntos próximos, que molesta a quienes viven en São Paulo, puede llegar a diez grados en un mismo horario. Tales sitios pueden ser el Parque Ecológico del Tietê y la Autopista Marginal del Tietê, situados a diez kilómetros uno del otro. Quienes más padecen esta peculiaridad de la mayor ciudad brasileña son los habitantes de las favelas y conventillos o vecindades, a menudo empujados hacia regiones cada vez más distantes del centro. Sus casas, no aptas para afrontar las oscilaciones de temperatura, son como hornos durante el día y heladeras por las noches.
El constante cambio de ropa – y, lógicamente, la propagación de viviendas precarias, en las cuales vive el 12% de los 10 millones de habitantes de la capital – es producto del crecimiento desordenado de la metrópolis, ahora desmenuzado con la publicación este mes del Atlas Ambiental do Município de São Paulo [Atlas ambiental del municipio de São Paulo], un proyecto llevado a cabo por las secretarías municipales de Verde y Medio Ambiente y de Planificación, con el apoyo del Biota-FAPESP, un programa de relevamiento de la flora y la fauna paulistas.
Dicho Atlas, cuyos primeros resultados fueron anunciados en diciembre de 2000 (lea en Pesquisa FAPESP nº 60), se encuentra en internet (http://atlasambiental.prefeitura.sp.gov.br). El proyecto de investigación que lo fundamentó “es el resultado de una asociación paradigmática entre el poder público municipal y el sistema de investigación de estado de São Paulo”, comenta José Fernando Perez, director científico de la FAPESP, en el prefacio del libro. “El éxito de este emprendimiento nos lleva a hacer una reflexión sobre el potencial de esta relación posible y necesaria, pero tan poco explotada aún.”
El Atlas muestra cómo se distribuyen los 200 kilómetros cuadrados que aún restan de vegetación intacta en el municipio, el equivalente al 13% de su territorio (1.512 kilómetros cuadrados). A lo largo de sus casi 450 años – que se cumplirán a comienzos de 2004 -, la construcción de viviendas, edificios e industrias echó abajo un 87% de la vegetación nativa de la capital paulista. De acuerdo con este estudio, coordinado por la geóloga Harmi Takiya, subalcaldesa del barrio de Moóca, la ciudad perdió una quinta parte de su vegetación natural entre 1990 y 2000. Hoy en día los árboles se concentran en los 39 parques estaduales y municipales, y en un puñado de barrios – Jardins, Pinheiros y Morumbi, en la Zona Oeste, y Moema, en la parte de la Zona Sur más cercana al Centro.
Pero, a medida en que se avanza hacia Capão Redondo y Jardim Ângela, barrios situados en el meollo de la Zona Sur, el brazo más largo de la ciudad, a unos 20 kilómetros del Centro, los árboles comienzan a escasear. Y gana espacio un paisaje horizontal absolutamente urbano, con edificios dispersos e impresionantes conjuntos de viviendas precarias – y la temperatura sube lentamente. En los barrios más cercanos a la Sierra do Mar, como Marsilac, debido a la cercanía de la reserva de Capivari-Monos, la temperatura es mucho más baja: oscila alrededor de los 23º Celsius.
Un mosaico de microclimas
En una de las vertientes de trabajo del Atlas, un equipo de la Universidad de São Paulo (USP) descubrió que, como consecuencia de las distintas formas de ocupación del espacio urbano, la ciudad presenta 77 climas diferentes – vistos desde una concepción más amplia, que al margen de la temperatura y la humedad del ambiente, considera los factores que alteran las características del clima e influyen sobre el bienestar de la gente, como lo son el tipo de construcción predominante (más o menos viviendas, edificios o favelas) y la intensidad del tránsito, ya que la temperatura puede subir con el calor emanado de los automóviles y la contaminación.
El resultado de ello es un mosaico que gana homogeneidad en los extremos de la ciudad, debido a la proximidad con la Sierra da Cantareira, al norte, y la Sierra do Mar, al sur. Existe también una cierta uniformidad en los barrios que circundan el Centro, en un arco que comienza en Barra Funda, Zona Oeste, pasa por Limão y Santana, en la Zona Norte, avanza hasta Penha y Vila Matilde, Zona Leste, y termina en Sacomã, en la Zona Sur de la ciudad. Y hay variaciones de temperatura en el seno de los propios barrios, en sus calles o plazas, razón por la cual estos climas también pueden caracterizarse como microclimas. Pero el mosaico se torna más complejo, con diferencias más acentuadas de temperatura en las porciones de Zonas Oeste y Sur cercanas al Centro (vea en el mapa).
Una de las principales causas de tamaña variación es la deforestación, asociada a los loteos clandestinos y favelas que se diseminan en los extremos de la ciudad. A los daños de la devastación, de acuerdo con el estudio coordinado por el geógrafo José Roberto Tarifa, se suma inicialmente el impacto provocado por la impermeabilización del suelo: São Paulo tiene hoy en día 60 mil kilómetros de calles asfaltadas, que retienen el calor; así la ciudad se vuelve más calurosa. Se debe también tener en cuenta la fuerte influencia de la circulación diaria de 3 millones de automóviles en la ciudad.
Al margen de generar calor, producto de la quema de combustibles, que corresponde a una décima parte de la energía que a ciudad recibe del Sol, los vehículos arrojan al aire 2,6 millones de toneladas anuales de contaminantes, de acuerdo con la Compañía de Saneamiento Básico del Estado de São Paulo (Cetesb) – y, cuanto más humareda hay en el aire, más calor hace. Súmese a ello el concreto de 4 millones de viviendas y edificios. El resultado es que la temperatura tiende a subir más aún con la densidad de las construcciones verticales – un efecto conocido como islas de calor. En ese sentido, el centro histórico de São Paulo es una excepción. La densidad de rascacielos es tan elevada que se da el efecto contrario: las islas de frío. En este caso, en muchos edificios, no llega la luz del Sol a los pisos más bajos.
Ya desde que empezó a estudiar el clima de São Paulo, esto hace 30 años, Tarifa no lograba aceptar la idea de que ambientes tan diferentes – como las alamedas del barrio Jardins y la alfombra grisácea de las casas de la Zona Este – tuvieran un clima homogéneo, de acuerdo con la visión clásica de los físicos y meteorólogos. “Los estudios eran segmentados y evaluaban únicamente uno u otro aspecto, como las lluvias o la contaminación”, dice Tarifa, quien luego de jubilarse en la USP, en 2002, fue contratado por la Universidad Federal de Mato Grosso (UFMT) de Rondonópolis.
“La antigua visión no tenía en cuenta que la vida de las personas en São Paulo sufre por ejemplo la influencia de la calidad del aire y del confort térmico”. Según Tarifa, el cambio en la forma de análisis del problema urgía también debido a que existen períodos del día en los que las actividades de los habitantes, como su traslado a los lugares de trabajo, por ejemplo, pesan más que el relieve en la definición de la temperatura en una región específica y a un determinado horario.
Tarifa y Gustavo Armani, otro geógrafo del Laboratorio de Climatología y Biogeografía de la USP, reunieron los estudios sobre el clima paulistano [de la ciudad de São Paulo] realizados entre 1970 y 2000, y compararon estos datos con fotos aéreas de la ciudad e imágenes provenientes del satélite Landsat 7. Partiendo de esa base de datos, los investigadores listaron 18 variables relacionadas con el clima de la ciudad. El clima de una región es definido inicialmente por ocho de éstas, tales como la temperatura de la superficie del suelo, la humedad del ambiente y la cantidad de lluvia.
Los otros diez factores regulan esas características básicas: son los llamados controles climáticos, tales como la emisión de contaminantes, la dimensión de la cobertura vegetal y la densidad de población y de edificios. El resultado final – los 77 climas presentados en el libro Os Climas na Cidade de São Paulo – Teoria e Prática [Los climas de la ciudad de São Paulo – Teoría y práctica], publicado en 2001 – deja claro que estas expresiones de la urbanidad son actualmente más importantes para definir el clima metropolitano que el propio relieve, uno de los principales factores determinantes de las características de los climas naturales hasta comienzos del siglo pasado.
São Paulo creció desde una colina enclavada entre los ríos Tietê y Tamanduateí, a 720 metros de altitud, sobre la cual los sacerdotes jesuitas José de Anchieta y Manuel da Nóbrega crearon el Colegio de São Paulo de Piratininga, en una precaria cabaña de madera. Desde allí, los habitantes ganaron primeramente las tierras más planas y bajas. En un segundo momento, avanzaron rumbo a la elevación conocida por los geógrafos como espigón central, situada 800 metros arriba del nivel del mar, sobre el cual en la actualidad se asientan barrios como Sumaré, Cerqueira César, Vila Mariana y Jabaquara. El tramo más alto de ese corredor es la Avenida Paulista, que hasta 1900 no era más que un bucólico conjunto de chacras o quintas y mansiones.
Desde el comienzo del siglo pasado, la población de la ciudad, por entonces de 240 mil habitantes, ha crecido 40 veces, y hoy en día se esparce incluso por áreas antes de difícil acceso, como la Sierra da Cantareira, una muralla natural de 1.200 metros de altura. “Cada vez que se altera el espacio se redefine el clima”, recuerda Tarifa. Cercada al norte por la Cantareira y al sur por la Sierra do Mar, la mayor metrópolis brasileña se encuentra en un corredor que facilita la entrada de masas de aire frío provenientes de la Antártida y de corrientes de aire cargadas de humedad que llegan desde el océano Atlántico, distante a apenas 45 kilómetros en línea recta. Estos elementos naturales son responsables aún hoy en día por la temperatura relativamente agradable de la ciudad.
La tierra “sin garúa”
Desde la época de los jesuitas hasta la actualidad, São Paulo se ha devorado casi todo el verde que tenía en sí y dejó de tener únicamente cinco climas, tal como tenía hace quinientos años, a la época del descubrimiento. Esos cinco tipos eran variaciones del clima Tropical, con una estación fría y seca, que se extiende por el otoño y el invierno, y otra cálida y lluviosa durante la primavera y el verano, con temperaturas medias que oscilaban entre los 15º Celsius y los 25º Celsius. De acuerdo con un estudio realizado en el Instituto de Astronomia, Geofísica y Ciencias Atmosféricas de la USP, la temperatura media de la ciudad se elevó 1,3º Celsius en los últimos 40 años. Hasta los años 60, la capital paulista era todavía llamada “La tierra de la garúa”, debido a la llovizna fina y asidua, que se sumaba a un clima que era más frío que el actual. En el invierno, los paulistanos no omitían el uso gruesos abrigos, guantes y echarpes o bufandas.
Pero tan elevada diversidad de climas no es una exclusividad de São Paulo. En mayor o menor grado, ésta existe también en otras metrópolis del mundo, como Ciudad de México, Santiago de Chile y Buenos Aires, en Argentina. “Variaciones de climas tan acentuadas surgen cuando se abdica del sueño de una vida en armonía con el ambiente”, comenta Tarifa. “Es un fenómeno que se produce cuando la lógica de la rentabilidad pasa a determinar la forma de ocupación de los espacios.”
El Proyecto
Atlas Ambiental del Municipio de São Paulo
Modalidad
Línea Regular de Auxilio a la Investigación. Integrado al programa Biota/FAPESP
Coordinador
Harmi Takiya – Secretaría del Verde y el Medio Ambiente
Inversión R$ 148.845,00