Mientras que varias categorías profesionales se resienten debido a la saturación del mercado de trabajo y defienden restricciones a la apertura de facultades en sus áreas, las asociaciones de ingenieros no se amilanan y plantean lo contrario: consideran indispensable multiplicar la cantidad de escuelas y de graduados en ingeniería en Brasil. El movimiento Crece Brasil, liderado por la Federación Nacional de Ingenieros, advierte acerca de la necesidad de duplicar la cantidad de profesionales egresados en los próximos 10 años si es que el país pretende continuar creciendo a tasas de entre el 5% y el 6%, como sucedió en 2007. “Comienzan a faltar ingenieros en ciertas especialidades, y eso se volverá más grave si el país mantiene ese ritmo de crecimiento”, dice Murilo Celso de Campos Pinheiro, presidente de la Asociación de Ingenieros del Estado de São Paulo y de la Federación Nacional de los Ingenieros. “El Programa de Aceleración Económica dependerá de la formación de miles de nuevos ingenieros para alcanzar sus objetivos”, complementa Pinheiro.
Hay cuellos de botella, sobre todo en las áreas de petroquímica y minería. El presidente de Vale, Roger Agnelli, recientemente se quejó de la dificultad para contratar ingenieros metalúrgicos y de represas -además de profesionales especializados, como soldadores de ductos. La meta de Petrobras de contratar 60 mil posgraduados en ingeniería durante los próximos 3 años tropieza en la falta de profesionales. De los 10 mil doctores y 30 mil másteres que se reciben todos los años, poco más del 10% se encuentra en las áreas de ingeniería o ciencia de la computación, según datos de la Coordinación de Perfeccionamiento del Personal de Nivel Superior (Capes). En países como China y Corea del Sur, ese índice asciende al 70%. Incluso la tradicional ingeniería civil está formando menos mano de obra que la que el país precisa. Debido al reciente boom de la construcción civil, surgen informes de dificultades para contratar profesionales en estados como São Paulo y Bahía. Pese a los obstáculos impuestos por la legislación, se observa incluso la importación de profesionales de países como Chile, Argentina y Estados Unidos. “Fingimos no ver que eso está sucediendo”, dice el ingeniero civil Vahan Agopyan, docente de la Escuela Politécnica de la Universidad de São Paulo. “No se trata de prejuicio o corporativismo. Sucede que hay diferencias en la formación de los ingenieros de cada país que tornan compleja la integración de esos profesionales. Lo ideal sería que se hiciera de manera planificada y que los ingenieros provenientes de afuera hicieran el posgrado en Brasil”, sugiere.
De acuerdo con el diagnóstico de Crece Brasil, las especialidades que más requieren atención son las ingenierías de producción, mecánica y electrónica, cuyo desempeño, medido en artículos publicados en revistas especializadas, es inferior al de otros países en desarrollo. En otras áreas, tales como ingeniería espacial y de petróleo, el desempeño de Brasil es mucho más destacado. Pero el movimiento no hace distinciones en relación con la necesidad de ampliar las vacantes: ninguna especialidad debe quedar afuera. “Es urgente incrementar la cantidad de vacantes y es fundamental que la formación impartida a los estudiantes sea de buena calidad. Para formar profesionales de alto nivel es necesario que en sus escuelas se haga ciencia y tecnología y exista una interfaz con las empresas en la búsqueda de la innovación”, dice Allen Habert, coordinador del Consejo Tecnológico de la Federación Nacional de Ingenieros.
Sin embargo, no se trata únicamente de una dificultad coyuntural. Un parámetro para medir la capacidad tecnológica e innovadora de un país es la disponibilidad de buenos ingenieros. No es que otros profesionales, tales como físicos, químicos, matemáticos, tecnólogos y técnicos sean menos importantes. Sucede que los ingenieros, con su formación emprendedora, suministran una buena brújula sobre las posibilidades de que una sociedad experimente un desarrollo económico vigoroso. Ellos son profesionales claves en sectores tales como la construcción civil, la energía, la logística, los transportes, las telecomunicaciones, la industria, los recursos hídricos, el saneamiento y el medio ambiente, entre otros. “El ingeniero es el profesional del crecimiento, pues transforma la naturaleza en sus macro y microdimensiones”, dice Murilo Pinheiro, de Crece Brasil.
Comparaciones internacionales sugieren que el desempeño de Brasil es desfavorable. En Corea del Sur hay 20 ingenieros por cada grupo de 100 estudiantes en las universidades. En Brasil son tan sólo 8 por cada 100. Corea es una referencia curiosa, pues logró construir un vigoroso sistema de innovación en las últimas tres décadas. En los años 1970 compartía con Brasil un mismo número de patentes depositadas en Estados Unidos. Hoy en día las patentes coreanas superan 40 veces la cantidad de las brasileñas. En Brasil se gradúan 20 mil ingenieros por año, ante 300 mil de China, 200 mil de India y 80 mil de Corea del Sur.
Por iniciativa de las asociaciones de educación en ingeniería de Brasil, Chile y Argentina, fue enviado al Banco Mundial un proyecto sobre la inclusión de las cuestiones ligadas al emprendedorismo en las carreras de ingeniería. En la elaboración del documento final, el estudio mostró que mientras Brasil tiene solamente 1,5 estudiantes de ingeniería por grupo de 1000 habitantes, Argentina tiene 3, y Chile, 4,5. El equipo contó con la participación de João Sérgio Cordeiro, docente de la Universidad Federal de São Carlos y presidente de la Asociación Brasileña de Enseñanza de Ingeniería (Abenge). Lo curioso es que Brasil se ha esforzado, infructuosamente, en ampliar su contingente de ingenieros. Durante los últimos siete años, se duplicó la cantidad de facultades disponibles en Brasil, que ofrecen 300 mil vacantes. Pero la cantidad de egresados no pasa de los 30 mil anuales. “Es posible que el contingente de graduados aumente un poco en los próximos años, porque las carreras tienen cinco años de duración y una parte de los beneficiados por la ampliación de las vacantes aún no tuvo tiempo para recibirse”, dice Cordeiro. Pero persiste el fenómeno de la deserción. “Hay un conjunto de factores que alejan a los estudiantes de ingeniería. Una de ellas es la formación deficiente en las enseñanzas básica y media en matemática y física, que son áreas esenciales para la carrera profesional. Las carreras de ingeniería, en general, son exigentes”, afirma el presidente de Abenge. Se estima que el conocimiento en ingeniería se duplique cada 18 meses. Esa velocidad ayuda a explicar la exigencia de las carreras, pero también ha llevado países de Europa a desestimular la especialización y a buscar una formación más generalista, aunque capaz de acompañar la evolución del conocimiento.
El profesor Agopyan cita los malos materiales didácticos como uno de los factores que ahuyentan vocaciones para la ingeniería. “En lugar de enseñar la lógica y la utilidad de una ecuación, los docentes sencillamente mandan hacer diez ejercicios. La física de Galileo explica los fenómenos de la naturaleza, pero la forma esquemática de enseñar no entusiasma a nadie”, afirma. Un problema extra es la baja calidad de algunas facultades, notadamente aquéllas que se dictan en algunas instituciones privadas, que pueden estar perdiendo estudiantes por su incapacidad de estimularlos. “Las escuelas de ingeniería necesitan adaptarse a las nuevas necesidades del desarrollo brasileño y algunas ya lo están haciéndolo”, dice Allen Habert. “Hasta la década pasada, los profesores con gran capacidad innovadora tenían poco espacio en las escuelas, pero ahora comienzan a ganar más voz”, afirma.
La escasez de estudiantes de ingeniería no es un fenómeno exclusivamente brasileño. En Estados Unidos la cantidad de graduados cayó de 77 mil en 1985 a poco más de 60 mil a finales de los años 1990, y recién ahora ensaya una recuperación. En Japón el porcentaje de estudiantes en las áreas de ingeniería disminuyó del 21,1% en 1970 al 17,8%, en 2003. Aunque haya crecido la cantidad de egresados en las universidades británicas entre 1995 y 2000, cayó significativamente la cantidad de egresados de química (-16%), física e ingeniería (-7%). Pero estos países son capaces de compensar la escasez local de talentos con la importación de mano de obra extranjera, sobre todo en el campo de la investigación académica.
La profesión de ingeniero en Brasil tuvo un carácter liberal hasta la década de 1950. Pero, posteriormente, se convirtió en una ocupación asalariada, al impulso del desarrollo económico e industrial del país. Los buenos ingenieros eran disputados por las grandes contratistas e industrias de transformación, y tenían sueldos y status privilegiados. Con el bajo nivel de crecimiento registrado en los años 1980 y la consiguiente falta de dinero para construir grandes obras, la carrera vivió una crisis signada por la escasez de empleos tradicionales, como la de ingeniero civil. El símbolo de la crisis fue un bar de São Paulo llamado “Ingeniero exprimido”, abierto por un profesional desempleado que puso su diploma detrás de la caja registradora. De acuerdo con datos de la Federación Interestadual de Asociaciones de Ingenieros, la cantidad de profesionales recibidos entre 1995 y 2005 superó en un 66% la cantidad de empleados -lo que otorga una buena medida del viraje ocurrido durante los últimos tres años. Si bien escasearon los empleos tradicionales, los ingenieros no tuvieron dificultades para atreverse en otros rubros, como el del mercado financiero. “La formación polivalente y la capacidad de tomar decisiones en la incertidumbre son valoradas en el mercado financiero”, dice Agopyan.
La forma de trabajar del ingeniero también ha cambiado bastante y eso impone desafíos extras en la tarea de disponer de profesionales preparados adecuadamente para afrontar los desafíos del desarrollo. Si hasta la década de 1980 el ingeniero trabajaba sentado delante de un tablero, haciendo proyectos y cálculos, hoy trabaja delante de la computadora, que amplió significativamente su capacidad de producción. “Actualmente la computadora resuelve en una o dos tardes los cálculos de un proyecto que en 1974, cuando me recibí, tardábamos dos meses para hacer”, dice Agopyan. De la misma manera, una buena parte de los ingenieros trabaja hoy en día como prestador de servicios y afronta el reto de actuar en red. “Conozco un ingeniero que trabaja en São Paulo, pero actúa en una red que está desarrollando un producto para un país de Europa, que será fabricado en otro país y embalado en otro”, dice Agopyan. Los profesionales graduados a partir de la década de 1990 aprendieron a trabajar de esa manera. Pero hay profesionales que todavía no están muy bien ubicados en este nuevo ambiente. “Tienen dificultades para adaptarse y se volvieron redundantes”, dice el profesor de la Politécnica. Su reentrenamiento se ha vuelto una cuestión estratégica ante la perspectiva de la falta de ingenieros.
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