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Ciencia

Se da vuelta el partido

La contaminación de los ríos con petróleo constituye una amenaza, en particular para peces de respiración aérea, que era paradójicamente una antigua ventaja evolutiva

Hace poco más de 400 millones de años, algunos peces tropicales empezaron a desarrollar una estrategia respiratoria que se transformó en una ventaja evolutiva para la ocupación de aguas de baja concentración natural de oxígeno, como lo son los ríos de la región amazónica. En lugar de intentar capturar la pequeña cantidad de ese gas disponible en el medio líquido, estos peces se volvieron capaces de inspirar oxígeno directamente del aire, una característica que, en mayor o menor escala, se perpetuó hasta los días de actuales en muchas especies típicas de las regiones tropicales.

Estudios realizados por investigadores del Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonia (Inpa, sigla en portugués) muestran que, en caso de contaminación de los ríos de la región norte de Brasil con petróleo, ese recurso de buscar oxígeno fuera del agua puede irónicamente potenciar el riesgo de envenenamiento y muerte entre los peces. El peligro es mayor entre las especies de respiración aérea obligatoria, como el pirarucú o paiche (Arapaima gigas ), uno de los grandes peces de agua dulce del mundo, que puede llegar a medir dos metros de longitud y pesar más de 100 kilos.

En el transcurso de su evolución, este tipo de pez perdió totalmente la capacidad de retirar oxígeno disuelto en el agua, y cuenta con una vejiga natatoria, un órgano que puede hacer las veces de pulmón. Cuando precisa abastecerse de oxígeno, el pirarucú debe necesariamente ascender a la superficie de tiempo en tiempo, en un movimiento de supervivencia que lo lleva a inspirar el aire hacia el interior de la vejiga natatoria.

Como los derramamientos forman una película de petróleo sobre la superficie de ríos y lagos en los que algunos peces buscan oxígeno, las especies de respiración aérea obligatoria y de respiración aérea optativa acaban ingiriendo cantidades elevadas de petróleo, se intoxican y mueren rápidamente. “En los casos de contaminación con petróleo, la estrategia evolutiva les juega en contra a esas especies de peces tropicales”, afirma Adalberto Luis Val, uno de los investigadores del Laboratorio de Ecofisiología y Evolución Molecular del Inpa, quien junto a su equipo investiga los impactos de los derrames de petróleo sobre los peces de la Amazonia.

Sin oxígeno
En un estudio llevado a cabo con tres especies que presentan diferentes patrones de respiración, Val recabó evidencias de que la contaminación de las aguas con petróleo implica un peligro extra para los peces que respiran en el área de contacto entre el aire y el agua u obtienen oxígeno directamente del aire, como es el caso del pirarucú. El equipo del Inpa simuló derrames de petróleo en acuarios y analizó el impacto de esa agresión ambiental en ejemplares de pirarucú y de dos tipos de respiradores acuáticos con adaptaciones diferenciadas a la falta de oxígeno (hipoxia), el boarí (Mesonauta insignis ) y el tambaquí (Colossoma macropomum ).

Ni bien entraron en contacto con el ambiente contaminado, los tres tipos de peces comenzaron a ajustar sus parámetros fisiológicos, con el fin de ampliar lo máximo posible la absorción de oxígeno y el transporte de dicho gas a sus tejidos. Pero el más sensible al petróleo fue el pirarucú, precisamente la especie de respiración aérea obligatoria. “No aguanta más de 24 horas en un ambiente contaminado con petróleo, aun en bajas cantidades”, comenta Val.

El que menos sintió los efectos de la contaminación fue el boarí, que retira todo el oxígeno que necesita del agua y tiene una gran capacidad de suprimir su metabolismo y resistir a la hipoxia. El tambaquí sufrió un poco más que el boarí el impacto de la situación adversa creada en el marco del experimento. Pese a ser susceptibles a la presencia de petróleo, el boarí y el tambaquí lograron sobrevivir en aguas contaminadas con ese elemento hasta un máximo de 66 horas, el triple que el pirarucú.

El riesgo de que exista contaminación con petróleo en ríos de la región norte no es teórico. Es real. Petrobras extrae diariamente más de 40 mil barriles de petróleo, al margen de centenas de toneladas de gas natural, en un área cercana al río Urucu, afluente del Amazonas situado a unos 700 kilómetros de Manaos. Desde el sitio de extracción, el petróleo es bombeado por un oleoducto hasta la terminal de Solimões, cerca de la ciudad de Coarí. El petróleo es entonces transportado en barcazas hasta la capital del estado de Amazonas, en donde se lo refina. “Pueden producirse derramamientos tanto en el momento de la extracción como durante el transporte”, dice Val.

“Pero Petrobras parece estar preocupada con el medio ambiente, y ha apoyado investigaciones sobre el posible impacto ambiental del petróleo en la región amazónica”. Hasta ahora no existen registros de ningún accidente de magnitud en el retiro o el transporte de petróleo en la región del Urucú, pese a que los pequeños derrames afectan, aunque de una manera aún poco conocida, la diversidad de peces en los ecosistemas tropicales. De allí el interés del Inpa en hallar formas para evaluar la dimensión de dicho problema.

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