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Ciencia

Se invierte el flujo

Tras las sucesivas manifestaciones de El Niño durante los años 90, la Selva Nacional de Tapajós libera más gas carbónico que el que absorbe

Datos recabados por una de las 12 torres del Experimento de Gran Escala de la Biósfera-Atmósfera en la Amazonia (LBA), que miden cuánto dióxido de carbono (CO2) entra o sale, el CO2 es el principal gas responsable del aumento del efecto invernadero, que eleva progresivamente la temperatura media de la Tierra? en diferentes puntos del ecosistema, han sorprendido a los investigadores. De acuerdo con los registros de esa torre, ubicada a 55 metros de altura, en un punto de la Selva Nacional de Tapajós, cerca de Santarém, en el estado Pará, ese tramo de la Amazonia expele más CO2 en la atmósfera que el que absorbe.

Ésta es la primera vez que una torre del experimento, capaz de registrar diez veces por segundo las concentraciones emitidas y asimiladas de ese compuesto, apunta una pérdida neta de carbono en alguna parte de la selva. A largo plazo, si ese comportamiento persiste, esto equivaldrá a decir que ese punto de la selva (y solo ese, por lo que se sabe) contribuye para aumentar el efecto invernadero y no para reducirlo, tal como parece ser el caso de la región amazónica en general.

La constatación de que ese tramo de la Selva Nacional de Tapajós libera más dióxido de carbono que el que absorbe la hizo el estadounidense Steven Wofsy, de la Universidad de Harvard, uno de los participantes del LBA, un megaproyecto internacional por valor de 80 millones de dólares que, desde 1999, reúne a más de 300 investigadores de América Latina, Europa y Estados Unidos, y es encabezado por Brasil.

Con todo, el científico evita hacer cualquier tipo de comentario más general sobre el papel de la región amazónica a largo plazo en el balance global de dióxido de carbono. “En toda la selva esperamos ver diversos patrones, con áreas que pierden y carbono y otras que lo ganan”, dijo Wofsy en entrevista concedida para la edición de febrero de la revista Environmental Science & Technology . “En el caso específico de la torre de Santarém, el déficit anual es de alrededor de media tonelada de carbono por hectárea”, afirma Paulo Artaxo, del Instituto de Física de la Universidad de São Paulo, uno de los coordinadores del LBA.

El mar y la selva
Para Wofsy, la causa de este inédito saldo negativo en el flujo de dióxido de carbono medido en la torre de Santarém está relacionada con los efectos sobre el clima de la región provocados en la década pasada por sucesivas apariciones del fenómeno El Niño, el calentamiento anormal de las aguas superficiales del Pacífico Sur, que altera los índices de lluvias y las temperaturas en varias partes del globo. En razón de las cuatro apariciones de El Niño registradas durante los años 90, hubo menos lluvias en la región de Tapajós, y una mayor cantidad de árboles sucumbió a la sequía prolongada.

Con el final de los efectos de esa anomalía climática, los niveles de humedad en la Amazonia, normalmente altos, volvieron a su nivel usual y aceleraron la pudrición de una gran cantidad de troncos y vegetales, que no resistieron a la sequía. Resultado: el índice de descomposición de la abundante madera muerta se tornó tan elevado que los niveles de liberación de dióxido de carbono superaron a los índices de absorción, producto de la fotosíntesis del bosque.

Pese a que la parte viva de la selva también respondió positivamente al restablecimiento de la humedad en la región, el crecimiento de los árboles sanos ?léase, la asimilación de CO2? no fue tan significativa como para superar a la cantidad de gas exhalada por el decaimiento de los restos de vegetación. La mayoría de los científicos cree que el bosque tropical es capaz de absorber más CO2 que de emitirlo. En términos prácticos, esta visión le confiere a la región amazónica ?implícitamente? la misión de retirar una parte del exceso de este gas presente en la atmósfera, y de ese modo mitigar el incremento del efecto invernadero.

Los datos recientes, provenientes de casi todas las torres del LBA, son compatibles con dicha teoría. No obstante, de acuerdo con las mediciones más actualizadas, la cantidad de dióxido de carbono asimilada naturalmente por este ecosistema es igual o tan solo ligeramente mayor que la expelida, con un saldo anual positivo de entre 1 y 2 toneladas de carbono por hectárea de selva y no de 6 u 8 toneladas, como los estudios más antiguos llegaron a sugerir. Es decir que el efecto limpiador de la Amazonia sobre la atmósfera parece existir, pero podría ser bastante más modesto de lo que se pensaba.

El impacto del calor
La pérdida de carbono detectada por la torre de Santarém, obviamente, no coincide con la premisa anteriormente citada, y podría considerarse apenas como un episodio aislado, una excepción a la regla. Esto hasta puede ser verdad, pero las inusitadas mediciones en la Selva Nacional de Tapajós se vuelven más interesantes todavía cuando se las compara con los resultados de otro trabajo reciente, llevado a cabo en un ambiente similar al de la Amazonia. En un artículo publicado en la edición del 13 de mayo de la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences , de Estados Unidos, investigadores de la Universidad de Missouri sugieren que los árboles del bosque tropical de La Selva, Costa Rica, crecen menos y vuelven negativo su balance de carbono en los períodos más calurosos, sobre todo durante los años con el fenómeno El Niño acentuado, tal como lo fue durante la temporada 87-88.

Luego de analizar el flujo de carbono entre 1984 y 2000 en La Selva, los autores del estudio constataron que, cuando las temperaturas se elevaban demasiado, la vegetación arbórea de la región empezaba a emitir una mayor cantidad de CO2 que la que absorbía. Como puede observarse, si el tema es la pérdida de carbono en años de El Niño, los bosques de Santarém y La Selva parecen exhibir comportamiento análogos. “Para dilucidar la influencia del ecosistema tropical sobre el efecto invernadero, deben efectuarse mediciones en otros sitios, y por plazos más largos aún”, comenta Artaxo.

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