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Ciencia

Se multiplica el alivio

Sustancias extraídas de la bolsa mullaca son 30 veces más potentes que los antiinflamatorios conocidos actualmente

Gabriela zauth La planta prometedora, cultivada en laboratorio, y su fruto: regulación de las defensas del organismoGabriela zauth

Ante una mirada desatenta, la bolsa mullaca [camapú; tomatillo] no es más que una maleza. Esta planta, también conocida como farolito, es un arbusto de un metro de altura, de tallo fino, hojas ovaladas y delicadas flores amarillas, que crece en pastajes, cultivos y al borde de las carreteras. Abunda en las regiones cálidas, y es utilizada desde hace mucho tiempo por los pueblos de Asia, África y Latinoamérica para hacer tés e infusiones contra el asma, la hepatitis, la malaria y el reumatismo. Pero ahora, investigadores de Bahía y Río de Janeiro han constatado que al menos tres moléculas extraídas de las hojas y el tallo de este arbusto ayudan a regular el sistema de defensas del organismo, y son hasta 30 veces más potentes que algunos de los medicamentos más corrientemente utilizados para aliviar inflamaciones, tal como lo afirman en un artículo publicado en enero pasado en el European Journal of Pharmacology .

Pero estas moléculas, las fisalinas, químicamente clasificadas como esteroides, deben aún pasar por otros experimentos para que se concluya si pueden efectivamente reemplazar a fármacos tales como la dexometasona y la hidrocortisona, que, cuando se los emplea en exceso, pueden perjudicar la producción de hormonas sexuales y otras hormonas, esenciales para el desarrollo del cuerpo. “Estas pruebas indicarán si las fisalinas pueden emplearse con seguridad en los seres humanos”, explica la inmunóloga Milena Soares, de la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz) de Salvador, coordinadora de esta investigación, que forma parte del Instituto del Milenio del Semiárido, un programa del Ministerio de Ciencia y Tecnología destinado a investigar el potencial farmacológico de las plantas autóctonas o exclusivas de esa región que se extiende desde norte de Minas Gerais hasta Piauí.

Identificadas a comienzos de los años 70, las moléculas extraídas de la bolsa mullaca fueron denominada fisalinas para hacer referencia al nombre científico de la planta, Physalis angulata , llamada también farolito, porque da frutos parecidos a unos tomatillos, encapsulados en hojas que forman una especie de bolsa o farol redondeado y luego en punta (en griego, Physalis significa bolsa o vejiga). Pero, más que el amplio uso popular de la planta, lo que más intrigaba a Milena era la estructura molecular de las fisalinas, bastante similar a de los glucocorticoides, hormonas producidas por el organismo y que regulan la actividad del sistema inmunólogico y sirven de base para la producción industrial de la dexometasona y la hidrocortisona. Una de las dudas residía en saber si las fisalinas también actúan como los glucocorticoides e inhiben la actividad de las células de defensa.

Macrófagos bajo control
Milena y su equipo decidieron trabajar sobre seguro y verificar si las proteínas de la bolsa mullaca eran tan eficientes como los glucocorticoides. En una serie de experimentos, llevados adelante en el marco de una colaboración con un grupo de la fundación Fiocruz de Río, la investigadora aplicó las fisalinas de los tipos B, F y G – en dosis que oscilaron de 0,01 microgramo por mililitro a 2 microgramos por mililitro– en tubos de ensayo con una mezcla rica en uno de los principales tipos de células del sistema inmune, los macrófagos. Cuando estos macrófagos son activados, llegan al local de la inflamación y liberan óxido nítrico, un mensajero químico que recluta otras células de defensa para eliminar células dañadas o combatir microorganismos invasores. Esta activación, que en general es benéfica, se vuelve nociva cuando es producida en demasía.

Y los resultados fueron sorprendentes. Con dosis más elevadas, una de las fisalinas, la del tipo B, redujo en un 90% la producción de óxido nítrico – una eficiencia 30 veces superior a la de dosis equivalentes de dexometasona. Análisis más detallados revelaron que la acción de la fisalina B no se restringe al óxido nítrico. El esteroide de la bolsa mullaca, tal como se comprobó en este trabajo, impide la producción de otros dos mensajeros químicos, las interleucinas 6 y 12. Dosis altas de fisalina B disminuyeron en un 60% los niveles de interleucina 6, y en un 90% los niveles de interleucina 12. Redujeron también un tercio la fabricación del factor de necrosis tumoral alfa. Una de las proteínas liberadas por los macrófagos, el factor de necrosis tumoral, auxilia al sistema inmune en la eliminación de microorganismos extraños. Pero, en tasas elevadas, hace caer la presión sanguínea y reduce la oxigenación de los tejidos, una situación conocida como shock endotóxico, que puede ocasionar la muerte.

Una vez superada la etapa de pruebas en tubos de ensayo, los investigadores de la Fiocruz chequearon el efecto de las fisalinas en ratones, puesto que los resultados en los organismos vivos pueden ser muy diferentes. Aplicaron en los roedores dosis letales de una molécula formada por azúcar y grasa – un lipopolisacárido – de la membrana de bacterias, que activa el sistema inmunológico y estimula la producción intensa del factor de necrosis tumoral alfa. Luego, aplicaron dosis variadas de las tres fisalinas a grupos separados de ratones. Todos los animales exhibieron los signos característicos de un shock endotóxico, ya mostraban sus pelos erizados y sufrían temblores, y casi no lograban moverse. Sin embargo, los síntomas de los que recibieron las fisalinas fueron mucho más suaves. Y lo que es más importante: todos los ratones tratados con dosis elevadas (1 miligramo) de estas moléculas de bolsa mullaca sobrevivieron, mientras que los animales no tratados murieron. “Esta prueba demostró que las fisalinas tienen una acción lo suficientemente potente como para impedir la muerte de los animales”, comenta Milena.

En un experimento complementario, el equipo de Bahía constató también que las fisalinas, debido a la acción de un mecanismo aún desconocido, bloquean la acción de los mensajeros químicos del organismo de una manera distinta que la de la dexometasona. Los investigadores administraron a diferentes grupos de ratones proteínas de bolsa mullaca y de dexometasona. Luego aplicaron un compuesto que funciona como un antídoto contra la dexometasona, que, tal como era de esperar, cortó el efecto del glucocorticoide, pero – he allí lo inesperado – no mostró tener acción alguna sobre las fisalinas. Mientras aguarda los resultados de las pruebas de seguridad, Milena se adelanta y planea un paso más audaz todavía: investigar si estos compuestos serían lo suficientemente potentes como para controlar una respuesta inmune mucho más exacerbada, como la que se observa en los casos de transplantes de órganos.

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