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Historia

Si está censurado, va de titular

Un estudio revela que hubo periodistas que ayudaron a la dictadura brasileña a acallar a los medios

acervo dedoc/abrilCaricatura de Fortuna, publicada en Pif-Paf (1964)acervo dedoc/abril

Perros Guardianes: Periodistas y Censores, del AI-5 a la Constitución de 1988, es como un baldazo de agua fría sobre la idea romántica de que los periodistas de la prensa brasileña esgrimían frecuentemente sus lapiceras contra la dictadura. Perros Guardianes, la tesis doctoral de Beatriz Kushnir, máster en Historia de la Universidad Federal Fluminense (UFF), defendida en el Instituto de Filosofía y Ciencias Humanas de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp), tiene como escenario el período sombrío de la dictadura en Brasil. El motivo inicial del trabajo, patrocinado por la FAPESP, era entender la lógica interna de la censura en aquellos años. Pero a mitad de camino, la investigadora se deparó con una senda paralela que amplió su análisis.

“Existía una idea quijotesca de que los periodistas, aun durante el período pos-64, utilizaron los periódicos como un frente de resistencia, pero eso solamente se dio con fuerza en la prensa alternativa, no así en la gran prensa en general”, enfatiza Beatriz. “Escribiendo en los diarios o tachando lo que no podría ser dicho o impreso, los periodistas colaboraron con el sistema autoritario orquestado en aquel período.”

La investigadora inició ese doctorado en 1996. A partir de 1997, ella comenzó a analizar la documentación del Archivo Nacional de Río de Janeiro y los archivos de Brasilia y de la Academia Nacional de Policía. También llevó adelante investigaciones en los bancos de datos del diario Folha de S. Paulo, en la editora Abril y en los archivos personales de los periodistas Joel Silveira y Ana Maria Machado (Radio JB). Kushnir realizó también entrevistas con periodistas que pasaron específicamente por Folha da Tarde y con otros periodistas de otros medios.

También entrevistó al cineasta Roberto Farias, ex presidente de la estatal Embrafilme y director del film Pra Frente Brasil, y a 11 censores – mujeres y hombres de franjas de edades diferentes que desarrollaron su actividad entre 1950 y 1986 que hoy están jubilados, o todavía son empleados del Departamento de Policía Federal (DPF). Cabe subrayar que, de los 11 censores entrevistados, apenas dos autorizaron la divulgación de sus nombres. Solange Hernandes fue una de ellas.

El otro fue Corioleano de Loyola Cabral Fagundes, hoy pastor evangélico. Loyola era jefe del Departamento de Censura de Diversiones Públicas (DCDP) cuando el entonces presidente José Sarney (1985-1990) vetó Je Vous Salue Marie, del cineasta Jean-Luc Godard, el último film censurado en el país, y cuando se decretó el fin de la censura.

Tramas legislativas
Inicialmente, Beatriz mapeó la legislación de la censura durante el período republicano. Aunque no haya encontrado casi nada de documentación sobre la censura del Departamento de Prensa y Propaganda (DIP, sigla en portugués) durante el Estado Novo (1937-1945), la investigadora procuró cruzar las semejanzas y las diferencias entre los dos períodos. “Intenté registrar el ‘locus’ institucional de las agencias de censura en el aparato de Estado, las tramas legislativas construidas durante el período republicano y las generaciones de los técnicos de censura del (DCDP), además de toda la estrategia corporativa armada por este grupo para sobrevivir después de decretado el fin de la censura oficial en 1988”, resume la investigadora.

Al entrar en el recorte temporal escogido para su análisis, Beatriz empezó a encontrar nombre y algunos de los rostros de los censores. Fue al comenzar las entrevistas cuando se dio cuenta de que podría ampliar su tesis. En esa fase, ella percibió que los diez primeros censores desplazados a Brasilia junto con el traslado de la capital habían sido anteriormente periodistas, cuestión que la llevó ampliar su investigación. “Hay dos explicaciones para ello: una es que, en los concursos para técnico de censura, la única ocupación que se podía tener, más allá de la de censor, era la de periodista”, explica.

Beatriz subraya también que en Brasil también existía la práctica del doble empleo de los periodistas, uno de ellos en el seno de organismos del gobierno. El diario Correio da Manhã, de acuerdo con ella, intentó romper con esa práctica en los años 60, pero no tuvo éxito. El escritor Carlos Heitor Cony cuenta eso con claridad en su libro Quase Memória, sobre su padre, que también era periodista. “Así sí se puede comprender cómo ellos se convirtieron en censores. El problema es que, después, ellos continuaron siendo censores”, concluye la investigadora.

Uno de los periodistas censores que Beatriz apunta fue José Vieira Madeira. “Trabajaba en el diario Jornal do Brasil, y después que dejó de ser censor, tuvo una columna en O Dia “, cuenta. De esta manera, en Perros Guardianes, Beatriz focaliza su análisis en dos escenarios y en el diálogo que ellos establecen entre sí: los periodistas que cambiaron las redacciones por la burocracia y se convirtieron en técnicos de la censura, y los policías de carrera que actuaron como periodistas, colaborando con el sistema represivo a partir de las redacciones. Para entender a este último grupo, Beatriz redibujó la trayectoria del diario Folha da Tarde .

Acerca de esta empresa del Grupo Folha da Manhã, la investigadora dedica especial atención a dos momentos de la historia del periódico: “Primero, el foco es 1967, cuando FT renació, dirigido por Miranda Jordão (actualmente éste trabaja en O Dia) para hacerle frente al Jornal da Tarde, del Grupo Estado, que acababa de ser lanzado.” Beatriz hace hincapié en que ése era un momento en el que la redacción de FT estaba repleta de buenos periodistas, aún activos – como Rose Nogueira o Tonico Ferreira, entre muchos otros que ella entrevistó.

“Muchos de ellos eran simpatizantes de la izquierda, comprometidos o militantes que actuaban en la lucha armada, principalmente en la Alianza Libertadora Nacional (ALN). Pero durante la noche de la muerte del líder, Carlos Marighella, en noviembre de 1969, comenzaron a caer militantes, muchos de ellos, periodistas de aquella redacción”, dice Beatriz. “Finalmente, con el AI-5 (Acto Institucional Número 5), Miranda Jordão fue despedido y el periódico cambió completamente de perfil”, cuenta. En el lugar de Jordão, de acuerdo con Kushnir, fue puesto Aggio (Antonio Aggio Jr. actual asesor de prensa del senador Romeu Tuma), proveniente del periódico Cidade de Santos.

“Durante una década y media, el diario permaneció bajo el comando de policías, y muchos de los periodistas que allí trabajaron también ejercían cargos en la Secretaría de Seguridad Pública del Estado de São Paulo”, dice la profesora. “Algunos creían que el local se parecía más a una comisaría y el periódico adquirió el mote de ser el de ‘mayor tiraje’, dado el número de tiras (designación común en Brasil para los policías) que empleaba”. La familia Frias solamente volvió a tener su nombre estampado en el staff del diario en 1984. Otávio Frias Filho asumió Folha de S. Paulo, Aggio salió de FT y entraron Carlos Brickman y Adilson Laranjeira. El diario atravesó una reformulación y fue modernizado.

En entrevista concedida a Pesquisa FAPESP, Aggio contó su versión de los hechos. “La reformulación de FT y el proyecto Folha de 1984 nada tuvieron que ver con la ideología, sino más bien con el mercado”, observa. El periodista recuerda que, al salir de la dirección del diario, Miranda Jordão permaneció en la empresa. “Quien quedó en su lugar fue Antonio Pimenta Neves y, después, el director fue Francisco de Célio César”, dice. “Solamente después fui llamado por Frias para dirigir FT. Era el final de 1969 y allí permanecí hasta 1984″.

Aggio asegura que el único policial que actuó en la redacción fue llevado por él de Cidade de Santos. “Era Carlos Antonio Guimarães Sequeira, un estudiante de derecho que quería ser periodista y, al mismo tiempo, prestó concurso para comisario”, afirma. “Pasó en el concurso, pero como reveló ser un excelente periodista de Internacional, lo invité para que fuera editor de FT.”

Tortura
Durante su investigación, Beatriz conoció a Ivan Seixas, periodista que fue militante de la izquierda armada y que, junto con otros ex militantes, acusa a FT de aquel período negro de legalizar muertes en tortura. Seixas contó que, en abril de 1971, cuando tenía 16 años, fue preso junto con su padre, tras la muerte del empresario Henning Albert Boilesen, uno de los millonarios que financiaron la Operación Bandeirantes (Oban). El asesinato era atribuido al Movimiento Revolucionario Tiradentes (MRT), organización a la cual ambos estaban vinculados. En la prisión, padre e hijo fueron torturados.

A cierta altura, de acuerdo con la declaración delperiodista,los policías fueron a pasear con el joven por la ciudad. “Por la radio, él escuchó que los policías habían recibido la orden de matarlo; pararon en un bar para tomar café e Ivan vio por la ventana en un kiosco de revista un titular que anunciaba que su padre había muerto al ser capturado”, cuenta ella. “Pero no era verdad, pues cuando Ivan y los policías volvieron a la prisión, él vio a su padre aún vivo y siendo torturado”, cuenta.

“Al analizar ése y otros reportajes de aquellos tiempos, me doy cuenta de que ellos reflejan una buena parte de la cobertura de esos casos con el desenlace que interesaba en la época, es decir, se ve que no eran meros textos impuestos, hay material periodístico con el interés de que se divulgue una imagen de la lucha armada como subversivos y terroristas”, dice. “Por eso, a partir de ese caso, intenté interiorizarme sobre la historia de ese diario, para entender qué fue y quién estaba en aquella redacción.”

Este estudio, de acuerdo con Beatriz, toca sobre todo en la cuestión de la ética, pero principalmente se centra en las prácticas del oficio periodístico, en las normas que deben seguirse y principalmente en sus momentos de ruptura. “En este sentido, es importante no olvidarse que la prensa vende un servicio, al comprar el impreso se adquiere una información, por lo tanto, se negocia la veracidad de un relato”, observa Kushnir. “De esta manera, lo que sucedió en Folla da Tarde de 1969 y 1984 es algo muy relevante para pensar las normas que rigen este ‘negocio’ y en el colaboracionismo de la gran prensa con el sistema.”

Resumiendo el resultado de su trabajo, que rindió más de 400 páginas, Beatriz considera que, al focalizar su estudio en la prensa, encontró caminos para reflejar la relación entre periodistas e historiadores en la investigación y confección de la historia del tiempo presente. “Debemos considerar que, pasados 30 años, los periodistas recuentan su historia posicionándose como a ellos les interesa”, dice la investigadora. Pero las sorpresas y los probables temas para la polémica no terminan allí: “Lo que más me sorprendió fue detectar la autocensura en las redacciones aun antes de ese período y después de 1988: el periodista, conocedor del medio en el cual trabaja, selecciona aquello que puede o no puede decir”, añade.

Para curar la amnesia de la censura en la prensa

La oscuridad de la censura recayó dos veces sobre la prensa brasileña: de 1937 a 1945 y de 1964 a 1978. Mucho tiempo pasó sin que el tema fuera tratado como se merece, pero poco a poco los libros y tesis académicas van escudriñando sus meandros y arrojando luz sobre sus principales personajes. En el prefacio de A Censura Política na Imprensa Brasileira, 1968-1978 (Global Editora, 1980), del periodista Paolo Marconi, uno de los primeros libros que se sumergió a fondo en ese lodo, el escritor Antonio Callado apunta a Memórias do Cárcere, de Graciliano Ramos, como el único documento sobre la censura de 1937.

“Pero poco a poco, libro por libro, va ocupándose toda el área de la represión (pos-64 )”, escribe Callado. En 1969, Marconi todavía estudiaba periodismo y trabajaba en una redacción. “Yo veía misteriosos billetitos circulando por la redacción, con determinadas prohibiciones para no publicar las más variadas informaciones”, atestigua Marconi. “Frente a esta violencia ejercida diariamente (por los órganos de seguridad e información), la censura patronal iba quedando relegada a un segundo plano.”

De regreso a Francia en 1975, Marconi investigó el tema, entrevistó a periodistas, fue en busca de las fuentes ideológicas de la censura y documentó todo en su libro. Pasados 19 años, el propio Marconi escribió sobre el libro Censura, Imprensa, Estado Autoritário (1968-1978), de Maria Aparecida de Aquino (Edusc, 1999). “Que este libro estimule a otros, académicos o no. Es la única forma de aclarar las zonas de sombra, pasadas y presentes”. La tesis Perros Guardianes: Periodistas y Censores, del AI-5 a la Constitución de 1988 , que la historiadora Beatriz Kushnir acaba de concluir, llena un poco más esa laguna. Y Kushnir advierte que le sobró material sobre el tema. 

El proyecto
Perros Guardianes: Periodistas y Censores, del AI-5 a la Constitución de 1988 (nº 03/13569-0); Modalidad Tesis doctoral; Coordinadora Maria Stella Martins Bresciani – Instituto de Filosofia y Ciencias Humanas de la Unicamp; Inversión R$116.553,00

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