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Sin ellos no hay avances

Los experimentos con animales siguen imprescindibles, al contrario de lo que dicen los activistas

Entre los feriados de Navidad y Año Nuevo, el Consejo Deliberante de Río de Janeiro aprobó una ley que, si fuera llevada a la práctica, obstruirá una parte significativa de la investigación científica realizada en la ciudad por instituciones como la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz), las universidades federal y estadual de Río de Janeiro y el Instituto Nacional del Cáncer (Inca). De autoría del concejal y actor Claudio Cavalcanti, la ley tornó ilegal el uso de animales en experimentos científicas en la ciudad. “Un ser humano que tortura  seres dominados e incapaces de defenderse, seres que gritan y lloran de dolor -sea ese ser un investigador o un psicópata- es una aberración de la Creación”, justificó Cavalcanti, un destacado militante en la defensa de los derechos de los animales, en favor de su proyecto.

La comunidad académica reaccionó. La estrategia fue definida en la primera semana de enero, en una reunión entre el secretario de Ciencia y Tecnología del estado de Río, Alexandre Cardoso, e investigadores de varias instituciones. El grupo de diputados nacionales del estado será movilizado para ayudar a aprobar un proyecto de ley que tramita en el Congreso hace 12 años y establece normas para la utilización de criterios sobre animales en experimentación. La ordenanza municipal perdería efecto si el proyecto federal saliese del papel. Paralelamente, los investigadores también decidieron ir a la desobediencia e ignorar la disposición. “Continuaremos trabajando con animales de laboratorio, cuyos protocolos fueron aprobados por los comités de ética, y con animales de las instituciones de investigación”, dice Marcelo Morales, presidente de la Sociedad Brasileña de Biofísica (SBBf) y profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), uno de los líderes de la reacción de los científicos.

Sucede que la interrupción del uso de animales generaría perjuicios inmediatos con repercusión nacional, como la falta de vacunas, inclusive la de la fiebre amarilla. El control de calidad de los lotes de vacunas fabricados en  Río por la Fiocruz es hecho por medio de animales de laboratorio. La inoculación en pequeños ratones domésticos confirma la calidad de los antígenos antes de que ellos sean aplicados en las personas. Sin poder usar roedores, la distribución de vacunas como la de la hepatitis B, la rabia, la meningitis y la BCG tendría que ser interrumpida, por falta de seguridad. “También es fundamental aclarar a la población que, si esas experiencias fueran prohibidas en nuestra ciudad, todos nuestros esfuerzos recientes para descubrir vacunas para el dengue, el Sida, la malaria y la leishmaniasis serían tirados textualmente a la basura”, dice Renato Cordeiro,  investigador del Departamento de Fisiología y Farmacodinámica de la Fiocruz. Marcelo Morales enumera otros perjuicios. “Investigaciones sobre células madre en el campo de la cardiología, de la neurología y de molestias pulmonares y renales, lideradas por investigadores de la UFRJ, y de terapias contra el cáncer realizadas por el Inca tendrían que ser interrumpidas”, afirma.

La confusión de Río de Janeiro preocupa a los investigadores de todo el país porque no es un caso aislado. En noviembre, concejales de Florianópolis también prohibieron el uso de animales en prácticas de enseñanza e investigación en el municipio. En 2005, la Legislatura paulista aprobó una ley que, además de cohibir los rodeos y cercenar los mataderos, prohíbe el uso de animales en investigación en el caso de que haya dolor. La ley aún carece de reglamentación y su constitucionalidad está siendo cuestionada en el Supremo Tribunal Federal (STF). “La presión está aumentando y nosotros no estamos consiguiendo mostrar a la población lo que está en juego”, dice João Bosco Pesquero, profesor de biofísica de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp) y director general del Centro de Desarrollo de Modelos Experimentales para Medicina y Biología (Cedeme), el bioterio de la universidad. “Las personas se posicionan contra el uso de animales en investigaciones sin percibir que eso es fundamental para el desarrollo de los medicamentos que ellas compran en las farmacias y que permitió avances que aumentaron la expectativa de vida de la humanidad”, señala Pesquero.

Walter Colli, profesor del Instituto de Química de la USP, aseveró, en un artículo firmado en octubre de 2006 en la revista Ciencia Hoy en sociedad con Maria Julia Manso Alves, que los científicos necesitan divulgar mejor la ciencia y sus métodos, con el fin de no perder el apoyo de la opinión pública para una actividad esencial para el progreso. “Hasta  hace poco tiempo, el científico era visto como un benefactor de la humanidad. Sin embargo, en el presente, él es muchas veces apuntado como un profesional frío y calculista, sin sentimientos. Los grupos que piensan así están equivocados, ya que ningún científico, en su sano juicio, sentiría placer en maltratar a animales”, escribió Colli.

La pelea que se calienta en Brasil es una vieja conocida de países como Estados Unidos e Inglaterra, donde grupos bastante articulados suelen promover protestas ruidosas en universidades y ya llegaron a atacar físicamente a investigadores involucrados con experimentos. En esos países, la garantía de que los animales son tratados de forma ética viene de legislaciones restrictivas que, en líneas generales, prohíben el uso fútil de esos modelos y exigen transparencia de los científicos. La ley inglesa está en vigor desde 1876. Es la experiencia internacional que inspira a los investigadores brasileños a defender la aprobación de un proyecto de ley presentado en 1995 por el entonces diputado y médico Sérgio Arouca (1941-2003). La llamada Ley Arouca establece, por ejemplo, que sólo se debe utilizar animales de laboratorio en el caso de que no haya otro medio de testar la hipótesis de la investigación y que la utilización de los modelos debe ser monitoreada por comités de ética específicos para esa finalidad formados en cada institución. Todo el sistema sería coordinado por un consejo nacional, compuesto por científicos y representantes de ministerios, encargado de formular normas relativas a la utilización ética de animales y celar por su cumplimiento.

La aprobación de la ley, dígase, poco afectaría la rutina de las principales universidades del país, que en los últimos diez años ya se adaptaron a los dictámenes del proyecto de Arouca. Pero tendría el don de garantizar la diseminación de las normas en instituciones de investigación de regiones más pobres, que no siempre disponen de condiciones financieras de mantener los bioterios adecuadamente. Para Marcelo Morales, presidente de la SBBf, la creación de un marco legal es esencial y su ausencia genera una situación de incertidumbre, que causa constreñimiento a los investigadores. “Hasta haciendo experimentos con protocolos aprobados en la comisión de ética de la UFRJ, Leopoldo de Meis, uno de los más respetados científicos de Brasil, por ejemplo, fue acusado de malos tratos a animales y acabó siendo intimado para declarar en la estación de policía”, contó. De Meis, que es profesor del Instituto de Bioquímica Médica de la UFRJ, fue acusado en diciembre de 2006 de torturar animales, exponiéndolos a un frío de 4ºC, con base en una fotografía tirada en su laboratorio con un teléfono móvil de una activista. En la estación de policía, el científico explicó que la mayor parte de los conejos del mundo vive naturalmente en esa temperatura y fue liberado.

Prohibido fumar
Las entidades anti-viviseccionistas acostumbran esgrimir un conjunto articulado de argumentos, que han conquistado corazones y mentes de políticos y electores. El principal de ellos da cuenta de que los animales son victimas de maltrato y de tortura. “Afirmo que los animales de laboratorio viven en condiciones de alimentación, de mantenimiento y de confort mejores que buena parte de la población brasileña. Y eso sucede porque es esencial tener animales en buenas condiciones de salud para las experiencias científicas”, dice Luiz Eugenio Mello, profesor de fisiología de la Unifesp y presidente de la Federación de las Sociedades de Biología Experimental (Fesbe). Las reglas seguidas por el bioterio de la Unifesp, que suministra a la Luiz Eugenio los animales para sus investigaciones sobre fisiología y el estudio de la epilepsia, siguen minucias como el tiempo máximo (12 horas) que se puede imponer de ayunas a un animal antes de que él sea operado y la adopción de un régimen de ventilación que permita de 15 a 20 cambios totales de aire por hora en el ambiente en el que viven los animales. Está terminantemente prohibido fumar en el bioterio.

Con respecto a la idea de la tortura, Luiz Eugenio recuerda que los comités de ética de investigación instalados desde los años 1990 en todas las universidades e instituciones de investigación ya realizan un monitoreo ético de las experiencias con animales, con exigencias en relación al uso de anestésicos y de analgésicos y de la eutanasia sin dolor después de su utilización. Agencias como la FAPESP y el CNPq también hacen exigencias sobre el uso de animales para fomentar proyectos. “Evidentemente, si yo estoy testando un medicamento para el dolor o para la ansiedad, no conseguiré evaluar la eficacia sin someter al animal al dolor o a una situación de ansiedad. Pero ese tipo de incomodidad a la que el animal es sometido es siempre controlado y cuantificado, en el caso contrario no es posible mensurar el resultado de la experiencia”, afirma Luiz Eugenio.

Otro argumento corriente de los defensores de los derechos de los animales es que el uso de animales se hizo obsoleto con el surgimiento de alternativas para las experiencias. “De hecho, existen alternativas, pero no todas son válidas ni pueden ser utilizadas. En la medida que las alternativas sean desarrolladas y validadas, los investigadores serán los primeros en utilizarlas. Lo importante para el investigador es la validez de su resultado, siendo él producido con animales o con técnicas alternativas”, dice Marcel Frajblat, profesor de la Universidad del Valle de Itajaí (Univali), en Itajaí (SC), y presidente del Colegio Brasileño de Experimentación Animal (Cobea). “En el caso de los medicamentos, ellos tienen que pasar por lo menos por tres especies de animales antes de ser comercializados. No existen alternativas, fuera del uso de animales, para testar un medicamento antes de que él sea encaminado para testes pre-clínicos en seres humanos”, dice Frajblat. Milton de Arruda Martins, profesor titular de la clínica médica de la FMUSP, da ejemplos: “Medicamentos contra el Sida y contra el cáncer tienen que ser bastante potentes y la experimentación animal viene siendo fundamental para evaluar tanto los efectos benéficos como los colaterales”. De la misma forma, dice Martins, el desarrollo de vacunas exige, a cierta altura, que el antígeno sea aplicado en un organismo vivo para averiguar su capacidad de producir anticuerpos. “Tenemos dos opciones: testarlos en animales o aplicarlos directamente en seres humanos. No hay una tercera opción y la sociedad necesita saber eso”, afirma.

Es cierto que el argumento de la obsolescencia de aplicaciones de los modelos animales se basa en premisas que tienen sentido. De hecho, ciertos usos cayeron en desuso, algunos por razones éticas, y, sí, surgieron opciones capaces de jubilar al uso de animales en varios tipos de experiencia. Pero los avances científicos, con las nuevas preguntas y desafíos que imponen a los investigadores, hacen brotar nuevas aplicaciones de modelos animales a cada día – y no hay razones para creer que eso va a cambiar.

Noqueo genético
Regina P. Markus, profesora del Departamento de Fisiología del Instituto de Biociencias de la USP y presidenta de la Sociedad Brasileña de Farmacología y Terapéutica Experimental (SBFTE), da un ejemplo de uso obsoleto. Ella recuerda que, en la década de 1930, fue desarrollada una técnica para diagnosticar la gravidez: se aplicaba la orina de una mujer en ratas y se evaluaba si su útero se dilataba, efecto de la tempestad hormonal femenina que sigue a la fecundación. “Es evidente que hoy no tendría ningún sentido hacer un teste de gravidez de esa forma, pero fue utilizando esa técnica que se descubrió el modo actual de hacer el diagnóstico.” Durante las décadas de 1980 y 1990, la experimentación en animales cedió a la biología molecular parte del espacio que ocupaba. “El estudio de genes y proteínas valiéndose de modelos celulares fue tan diseminado que los estudios fisiológicos involucrando a animales de experimentación perdieron fuerza”, escribió Antonio Bianco, profesor asociado de medicina de la Universidad Harvard, en su columna en el sitio de Pesquisa FAPESP.

En los últimos años, no obstante, tuvo lugar una notable transformación. La posibilidad de crear una serie de generaciones de animales con inactividad o inducción de uno o más genes dio un nuevo impulso a la investigación con animales, como destacó Bianco. Los genetistas estadounidenses Mario Capecchi y Oliver Smithies y el inglés Martin J. Evans ganaron el Premio Nobel de Medicina y Fisiología de 2007 por la creación de una tecnología, conocida como noqueo genético, que permite inactivar a ciertos genes y monitorear los efectos de esa acción, lo que lleva a la construcción del cuadro del desarrollo de la enfermedad. Hasta el momento, más de 10 mil genes de ratones fueron “noqueados”, y muchos otros deben pasar por el mismo proceso en un futuro próximo. El resultado son más de 500 modelos de enfermedades humanas, incluyendo problemas cardiovasculares y neurodegenerativos, diabetes y cáncer. “La evolución del conocimiento en la genómica hizo explotar el uso de pequeños ratones domésticos como herramienta de investigación”, dice José Eduardo Krieger, profesor asociado del Departamento de Clínica Médica de la FMUSP e investigador del Instituto del Corazón, de São Paulo.

Alma racional
Los primeros relatos conocidos del uso de animales en experimentaciones se remontan hace más de 2 mil años, cuando Hipócrates (450 a.C.) realizó estudios que relacionaban a órganos humanos enfermos con los de animales para fines didácticos. Las investigaciones con modelos animales ganaron aliento a partir del siglo XVI. En 1638, William Harvey publicó un libro en el que expuso estudios experimentales sobre la fisiología de la circulación sanguínea hechos en 80 especies diferentes. Se atribuye al filósofo francés René Descartes (1596-1650) un aval a las experiencias, al alegar que los hombres eran dotados de un alma racional y los animales, no. Ya el inglés Jeremy Bentham (1748-1832) fue uno de los primeros en presentar un contrapunto a la visión cartesiana, al formular cuestionamientos éticos sobre el sufrimiento impuesto a los animales. “Probablemente, a partir de las ideas de Bentham aparecen las primeras acciones con relación a la protección a los animales en el siglo XIX”, escribieron Marcia Raymundo y José Roberto Goldim, investigadores del Hospital de Clínicas de Porto Alegre, autores del artículo “Ética de la investigación en modelos animales”.

El advenimiento de las primeras sociedades de protección a los animales en el siglo XIX ya movilizó a científicos. En 1865, el médico Claude Bernard justifica la utilización de los animales de forma vehemente en su libro Una introducción del estudio de la medicina experimental. “¿Nosotros tenemos el derecho de hacer experimentos animales y vivisección- Yo pienso que tenemos este derecho, total y absolutamente. Sería extraño si reconociésemos el derecho de usar animales para servicios caseros, para comida, y prohibir su uso para la instrucción en una de las ciencias más útiles para la humanidad. La ciencia de la vida puede ser establecida solamente a través de experimentos y nosotros podemos salvar a seres vivos de la muerte solamente después de sacrificar a otros”, escribió Bernard.

En la evaluación de Luiz Eugenio Mello, de la Fesbe, la defensa del derecho de los animales ganó articulación en el siglo XVIII con el advenimiento del concepto del “buen salvaje”, acuñado por Jean-Jacques Rousseau en alusión a las cualidades superiores que, a su ver, tenían los individuos que vivían en el estado de la naturaleza. “El sentimiento de que el hombre es un corruptor de la naturaleza surgió en la Revolución Industrial y no dejó  de existir”, dice. “Él fructificó en la defensa de los derechos de los animales, en el discurso de los ecologistas y, más recientemente, en la oposición a los transgénicos. Como utopía es bonito y, sin duda, rinde bellos guiones a los estudios Walt Disney. Pero el mundo real es bien diferente. A muchas personas les gusta comer carne. Y la investigación científica, que aumentó la expectativa de vida de la humanidad e hizo factible medicamentos y tratamientos, fue totalmente calcada en experimentos con modelos animales”, dice. “Es una utopía ignorar que dependemos de alimentarnos de vegetales y de otros animales para sobrevivir. Para que usted exista, alguna otra cosa tiene que dejar de existir. Ese es un hecho de la naturaleza”, afirma Luiz Eugenio. Marcel Frajblat, presidente del Cobea, señala una cuestión de fondo: la sociedad, incluyendo a los concejales de Río y de Florianópolis, tienen una percepción errónea de como la ciencia es producida, asociando el uso de animales en investigación a malostratos y no percibiendo el beneficio de este uso en su día a día. “Y muchos de los que militan contra el uso de animales piensan más en sí y en los animales que en las personas que necesitan medicamentos y terapias desarrollados con la ayuda de modelos animales”, afirma Frajblat.

Beneficiarios
El anti-viviseccionismo recibió una inyección de ánimo a partir de los años 1970, con el libro Liberación animal, del australiano Peter Singer, profesor de la Universidad Princeton, en Estados Unidos, que, entre otras denuncias, chocó al mostrar los testes de toxicidad de cosméticos hechos en los ojos de conejos. Singer es uno de los que formulan el término “especismo”, discriminación que presupone que los intereses de un individuo son de menor importancia por el mero hecho de pertenecer a una determinada especie. En este aspecto, curiosamente, hay espacio para convergencia. La idea de que medicamentos, tratamientos y técnicas quirúrgicas deben ser testados primero en animales para sólo después ser experimentados en seres humanos se basa, sin dudas, en la concepción de la primacía humana. Pero los científicos rechazan la idea de que hayan vencedores y vencidos. “La experimentación con modelos animales ayudó a desarrollar tratamientos, medicamentos y procedimientos para la veterinaria y hoy los animales también son beneficiarios directos de eso”, dice Luiz Francisco Poli de Figueiredo, profesor titular de técnica quirúrgica de la Facultad de Medicina de la USP.

No se imagine que el sacrificio de animales de laboratorio es un asunto bien resuelto entre los investigadores. La genetista Mayana Zatz, pro-rectora de Investigación de la USP, es una defensora del uso de los animales en experiencias científicas. “Sin ellos, toda la investigación que está siendo hecha con células madre se convertiría no factible. No se puede aplicar en humanos sin primero testar exhaustivamente en modelos animales”, ella afirma. Mayana, no sin embargo, prefiere delegar a sus asistentes y al personal que ella orienta, la tarea de sacrificar a los animales. “Yo miro de lejos. No me gusta matar animales, de la misma forma que no como carne. Pero no es porque yo tenga dificultad para trabajar con el modelo animal que voy a olvidar e ellos son absolutamente necesarios para la investigación”, afirma. La profesora Regina P. Markus, del Instituto de Biociencias de la USP, ya se acostumbró a administrar ese tipo de problema. “Nunca vi ninguna dificultad en el uso de animales por alumnos de medicina. Ellos saben claramente que eso tiene una justificación, que es el avance de terapias o cirugías. Eso ya no ocurre con varios estudiantes de biología. Es común que haya, entre ellos, jóvenes que quieran seguir carrera con bies conservacionista y tengan dificultad de con animales. Ya viví situaciones en el laboratorio en que yo misma tuve que sacrificar animales, porque ningún estudiante se habilitó para la tarea”, cuenta. Regina dice que lo importante, en situaciones como esa, es no hacer juicios. “Se trata de una cuestión de fuero íntimo, que necesita ser respetada. Lo importante es mantener el consenso de que el uso de los animales es fundamental para la investigación”, destaca la profesora.

A favor de los defensores de los derechos de los animales, se debe que su movilización tuvo un papel en la construcción del conjunto de procedimientos éticos en experimentación. Un episodio que sucedió en 1988 ilustra esa influencia. En la ocasión, el entonces alcalde de São Paulo, Jânio Quadros, prohibió al Centro de Zoonosis del municipio que suministrara los perros recogidos en las calles para experiencias en universidades e institutos de investigación. Jânio cedió a los pedidos de su mujer, Eloá, que adoraba a los perritos y consideraba cruel el destino que los animales de la calle tenían en las manos de los investigadores. La reacción de los investigadores fue fuerte y la alcaldía acabo cediendo. El tiempo pasó y lo que era tenido como imprescindible en los años 1980 se hizo condenable según los criterios éticos actuales. Buena parte de aquellos perros de la calle era usada en experiencias de clases, en las cuales se entrenaba, por ejemplo, la habilidad de futuros médicos en usar el bisturí o de hacer suturas. “Actualmente la utilización de animales para demostración en las clases está bastante reducida y fue siendo sustituida por otras técnicas. La presión de las entidades de los derechos de los animales y de muchos alumnos cambió esa costumbre”, dice Mirian Ghiraldini Franco, profesora de la Unifesp y coordinadora del Cedeme. También ayudó a erradicar el uso de perros de la calle en las instituciones paulistanas el hecho de que los animales tengan una salud precaria, pudiendo contaminar a investigadores y alumnos.  “Hoy sólo se hace investigación con animales que presenten condiciones ideales de salud. Las revistas internacionales no publican artículos que involucren experiencias con animales criados de manera precaria”, afirma Mirian.

Rejillas a prueba de fugas
La necesidad de criar animales de calidad para investigación provocó una transformación en los bioterios. El nuevo Centro de Bioterismo de la FMUSP fue inaugurado en el 2002 con una inversión de 5 millones de reales. El edificio tuvo que ser adaptado para que se encajase en los patrones de la International Council for Laboratory Animal Science (Iclas) y de la Association for Assessment and Accreditation of Laboratory Animal Care International (Aaalac), dos entidades que regulan ese tipo de centro en el mundo. Fueron desarrollados en sociedad con industrias de material de construcción rejillas a prueba de fugas, tinta resistente a los productos de limpieza, puertas de acero con cierre neumático y sistemas de aire acondicionado, entre otros. “Para que se produzcan animales más adecuados para investigaciones, con variabilidad genética menor y criados en condiciones ambientales y sanitarias controladas, fue necesario invertir en grandes bioterios, que son estructuras caras de mantener”, afirma Roger Chammas, profesor asociado y director del Centro de Bioterismo de la FMUSP.

La racionalización del uso de animales sigue el modelo propuesto en 1959 por el zoólogo William Russell y por el microbiólogo Rex Burch, que establecieron las tres erres de la investigación en animales: Replace, Reduce e Refine (Reemplace, Reduzca y Refine – nota del traductor), en la cual la utilización es permitida, pero debe ser reducida al mínimo y sustituida siempre que sea posible por otras técnicas. El año pasado, el biotério de la Unifesp, que suministra 2 mil ratones y 5 mil pequeños ratones domésticos por mes, dio un paso importante rumbo a la racionalización. Pasó a cobrar por los animales de laboratorio – los valores varían de 5 a 50 reales (pequeños ratones domésticos transgénicos son los más caros). La medida hizo que la demanda cayese un 50%, en una evidencia de que el uso, hasta entonces, era exagerado. En la Facultad de Medicina de la USP, los perros fueron abolidos de los experimentos y el entrenamiento de los estudiantes en técnicas quirúrgicas, por ejemplo, es realizado en animales que fueron utilizados en investigaciones relevantes y serían descartados, siempre con el uso de anestesia y analgésico. El aprendizaje de técnicas de sutura y de implante de injertos, que antes usaba perros vivos, hoy es hecho en segmentos de animales ya sacrificados – y hasta en lenguas de res compradas en la carnicería. Colaboró con la reducción del uso de animales en la FMUSP la creación de nuevas técnicas para el entrenamiento de estudiantes, como un simulador de cirugías por laparoscopia, aquellas hechas por medio de una pantalla de computadora, que somete al estudiante a situaciones reales, además de ratones de plástico y de maniquís en los cuales es posible reproducir algunas situaciones reales. “Son recursos que sustituyen el uso de animales con eficiencia en la fase inicial del entrenamiento, así como preparan mucho mejor al estudiante y al profesional para una práctica clínica adecuada”, dice Luiz Francisco Poli de Figueiredo, profesor titular de técnica quirúrgica de la Facultad de Medicina de la USP.

Primates
La racionalización obedece a demandas económicas. Hoy nueve de cada diez experiencias involucran a ratones y conejillos de indias, mucho más fáciles de manosear y baratos de mantener, mientras disminuyó el uso de perros y gatos. Crece la aplicación del zebrafish, un pececito de pecera conocido como paulistinha, que se reproduce rápidamente y tiene muchos genes semejantes a los de los seres humanos. “El uso aún es incipiente, pero el modelo es bastante prometedor. Es un vertebrado translúcido, que puede ser fácilmente observado, es prolífico en producir embriones y tiene un costo de mantenimiento bajo”, afirma el investigador José Xavier Neto, coordinador del Núcleo Multiusuario de Animales Transgénicos de la FMUSP e investigador del InCor.

La utilización de primates, que siempre fue controvertido por la semejanza con los hombres, sigue polémica y difícil. Pero los monos aún son considerados indispensables en investigaciones como la de vacunas contra el Sida, por la semejanza con el organismo humano, y ellos vienen siendo cada vez más exigidos en la investigación en neurociencia. “Nunca tuve dificultad en conseguir autorización para utilizar monos en Estados Unidos y hallo la decisión de la Cámara Municipal de Río de Janeiro un absurdo, un retroceso y una grandísima bobería”, resume Miguel Nicolelis, profesor brasileño de la Universidad Duke,  autor de investigaciones pioneras involucrando la comunicación entre el cerebro de simios y prótesis robóticas.

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