EDUARDO CESARInvestigadores de varios países se reunirán en cinco lugares del planeta –Malasia, Sudáfrica, Brasil, Estados Unidos y Holanda– para debatir la factibilidad de la producción de biocombustibles en gran escala y a nivel mundial y para la búsqueda de consenso científico respecto del tema. En la pauta de los debates, que comenzarán a fines del presente año y se extenderán hasta mediados de 2010, habrá tópicos obligatorios, tales como los desafíos tecnológicos para obtener etanol a partir de celulosa con costos competitivos, la posibilidad de replicar en otros países el exitoso caso del etanol de caña de azúcar brasileño y el temor porque la producción de los biocombustibles comprometa otros cultivos agrícolas. “La mayoría de los análisis que involucran energía proveniente de biomasa tuvo en cuenta variables económicas preestablecidas. Ninguna exploró en detalle y a escala global lo que podría lograrse mediante cambios que estimulen la coexistencia de la producción de alimentos y biocombustibles”, dice el profesor de ingeniería Lee Lynd, de la Thayer School of Engineering, Dartmouth College, uno de los líderes del programa y estudioso del etanol de celulosa desde 1987. “Aunque exista una resistencia natural para aceptar los cambios, debemos realizar un esfuerzo en ese sentido, ya que la humanidad no contará con un futuro seguro y sostenible siguiendo con las prácticas actuales”, afirma.
Se discutirán alternativas capaces de multiplicar la producción sostenible de energía extraída de la biomasa, tales como el aprovechamiento de tierras degradadas y de pastoreo, además del aumento de la eficiencia de los procesos de conversión de la energía. Además de Lee Lynd, participan del comité de dirección del proyecto Tom Richard, profesor de ingeniería agrícola y director de los Institutos de Energía y Medio Ambiente del Estado de Pennsylvania, y Nathanael Greene, director de políticas para energías renovables de la entidad ambientalista Natural Resources Defense Council. Las cinco reuniones estarán supervisada por un comité organizador compuesto por 11 miembros. Hay dos representantes brasileños en este grupo: los físicos José Goldenberg, rector de la Universidad de São Paulo (USP) entre 1986 y 1990 y pionero en los estudios sobre la sostenibilidad del etanol de caña, y Carlos Henrique de Brito Cruz, director científico de la FAPESP.
La primera etapa del proyecto será cumplida mediante los encuentros en los cinco países. La reunión inaugural será en noviembre, en Malasia, y las demás se desarrollarán entre febrero y mayo de 2010. Entre los estudios científicos que serán objeto de los debates, hay dos artículos brasileños. Uno de ellos, firmado por José Roberto Moreira, docente de la USP, trata del potencial de energía extraída de la biomasa para estrategias de adaptación y mitigación de los cambios climáticos. El segundo, perteneciente al físico de la Unicamp Rogério Cerqueira Leite, revela que Brasil, sin contar con los cambios por venir, podría proveer etanol suficiente para sustituir el 5% del consumo mundial de gasolina en 2025 –utilizando tan solo un 7% de la superficie agrícola disponible actualmente en el país.
En una segunda etapa, los investigadores se abocarán a la siguiente cuestión: ¿será físicamente posible contemplar la demanda mundial por movilidad y generación de electricidad a partir de las fuentes vegetales sin comprometer otras necesidades de la sociedad global como son la alimentación humana, la preservación de la naturaleza y el mantenimiento de la calidad ambiental? La tercera etapa del proyecto analizará la implementación de cuestiones técnicas, sociales, económicas, políticas y éticas con el objetivo de desarrollar estrategias para una transición hacia una sociedad sostenible y responsable.
El estudio es de importancia para Brasil por la oportunidad de discutir las evidencias científicas respecto de la viabilidad de producir biocombustibles en gran escala, ya sea etanol de caña, del cual el país lidera la producción, como el etanol de celulosa, que puede colocar a otros países en el mapa del uso del biocombustible. “Existe una duda legítima respecto de la capacidad para reproducir en otros países nuestra exitosa experiencia de sustitución del petróleo por biocombustibles”, afirma Carlos Henrique de Brito Cruz, de la FAPESP. El físico José Goldemberg recuerda que, en el caso de Brasil y de algunos países africanos, el etanol de caña es ampliamente factible. “Además de contar con un balance energético muy favorable, reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero en un 80%, puede ampliarse la producción de caña de azúcar en tierras degradadas, tanto en Brasil como en África, sin necesidad de talar bosques ni erradicar otros cultivos. Pero eso no es lo que sucede en Estados Unidos, que no cuenta con más tierras disponibles”, dice el ex rector de la USP. El alcohol brasileño corre con ventaja en relación con el etanol extraído de otros vegetales, tales como el maíz y la remolacha, tanto en productividad como en su capacidad para generar electricidad mediante sus residuos.
EDUARDO CESARMaíz
Durante los últimos años, creció la inversión pública y privada en la investigación de biocombustibles, pero también aumentó la preocupación al respecto de la conveniencia de promover la producción en gran escala, debido a los riesgos referidos a la seguridad alimentaria de los países. A comienzos de esta década, Estados Unidos invirtió considerablemente en la producción de etanol de maíz, convirtiéndose en el mayor productor mundial de ese combustible. La estrategia norteamericana, no obstante, viene siendo duramente cuestionada, debido a los importantes subsidios concedidos a los productores y, principalmente, por la presión sobre las cotizaciones del precio del maíz, que perjudican mayormente a México, dependiente en buena medida de la importación del grano estadounidense. La preocupación en Estados Unidos se extiende a la sostenibilidad de la producción del etanol de caña. El estado de California, por ejemplo, exige que se considere, para el balance energético del etanol, el ciclo de vida total de la caña, incluyéndose la tala del bosque nativo, aunque eso haya ocurrido hace tiempo y el bosque haya dado lugar a otros cultivos anteriormente a los cañaverales.
Dicha amenaza a la seguridad alimentaria propició inversiones en el denominado etanol de segunda generación, obtenido a partir de la celulosa. La tecnología aún está sujeta a lograr una factibilidad económica, pero se la apunta como fundamental para difundir la utilización del etanol, ya que permite la obtención de combustibles de diversos tipos de materia prima vegetal, incluso desechos forestales. “La obtención del etanol de celulosa es bastante más complicada que la del etanol de caña. Consiste en un proceso que depende de una reacción química de hidrólisis y hay muchos grupos trabajando en ello. Durante las reuniones dispondremos de la posibilidad de conocer en profundidad lo que están haciendo otros países”, dice José Goldenberg.
La idea inicial del grupo liderado por Lee Lynd era debatir el futuro del etanol de celulosa. Los investigadores ya habían realizado un estudio para Estados Unidos, de la organización que preside Nathanael Greene, pero concluyeron en que sería bueno atraer contribuciones de otros países. “El proyecto no tendría éxito ni credibilidad sin el aval de especialistas de varios lugares del mundo. Como Brasil se halla en el centro del debate sobre biocombustibles y seguridad alimentaria, la participación de sus investigadores es fundamental”, refiere Nathanael Greene. El objetivo del programa se amplió cuando se invitó al físico Goldenberg a tomar parte en las discusiones. “Yo les dije que el etanol de primera generación derivado de la caña también debería estudiarse, pues los avances tecnológicos están permitiendo la expansión de la producción en varios países, Brasil inclusive. Y ellos concordaron”, dice Goldenberg. Según el profesor, un dato significativo fue el hecho de que los investigadores brasileños hayan sido convocados a participar de la discusión. “No fuimos nosotros los que los buscamos, ellos nos buscaron. Eso revela la evidencia de que nos convertimos en principales actores en esa discusión y que existe interés por conocer el caso brasileño”, asevera.
Lee Lynd considera que la experiencia del etanol brasileño es inspiradora. “El etanol de caña es reconocido por la combinación de bajas emisiones de gases de efecto invernadero, elevado rendimiento y modesto impacto en la polución del agua, comparado con otros biocombustibles”, dijo Lynd. “La experiencia adquirida con la producción del etanol de caña resulta igualmente importante en lo que se refiere a las tecnologías emergentes para la producción de biocombustibles a base de lignocelulosa. El bagazo de caña constituye un punto de partida para tales tecnologías, pero también existen otros cultivos con potencial de conversión que pueden producirse en climas templados”, afirmó.
Brito cruz afirma que la adopción del etanol en mayor escala depende de la capacidad de otros países para producir una fracción significativa del combustible que utilizarán. “No debemos ser tan ingenuos como para suponer que otros países adoptarán el bioetanol para convertirse en completamente dependientes de proveedores externos”, afirma. “Si muchos países produjeran el 80% de sus necesidades e importasen el 20%, ya sería un gran beneficio para Brasil. Pero, ¿será posible esto? ¿De qué manera? No puede plantarse caña en cualquier lugar. Eso depende del descubrimiento de nuevas tecnologías y nuevos insumos, y el principal de ellos consiste convertir la celulosa en etanol”, dice.
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